Sepulcro de Inés de Guevara

sepulcro pétreo

El sepulcro de Inés de Guevara, que forma pendant con el sepulcro del infante Felipe de Castilla, se conserva en la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, templo vinculado a la Orden del Temple y situado en la localidad palentina de Villalcázar de Sirga, que dista 10 kilómetros de Carrión de los Condes.[1]

Sepulcro de Inés de Guevara

Sepulcro de Inés de Guevara
Autor Antón Pérez de Carrión
Creación Último cuarto del siglo XIII
Ubicación Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga. (Provincia de Palencia,España)
Estilo Gótico
Material Piedra

Según algunos autores, tanto el sepulcro del infante Felipe de Castilla, hijo de Fernando III el Santo, como el de su esposa, Inés de Guevara, que se encuentra en el mismo emplazamiento, son obras «paradigmáticas»,[2]​ excepcionales y de las más ricas y destacadas de su época, ya que se trata de dos sepulcros «exentos ricamente ornamentados y policromados»,[3]​ sin contar con que ambos son semejantes en lo que a forma e iconografía se refiere, lo que corrobora plenamente su condición de pendant, a juicio de Olga Pérez Monzón,[4]​ que también aseguró que el sepulcro de Inés posee una mayor «dimensión escatológica» que el de su esposo, ya que este destaca por el carácter más profano o «mundano» de sus pasajes.[4]​ Y el historiador Ricardo del Arco y Garay no vaciló en afirmar que ambos sepulcros son «probablemente los mejores del primer gótico en España», debido a que:[5]

Conservan parte de la primitiva policromía, que las hacía maravillosas urnas funerarias, y están esculpidas en ellos las ceremonias religiosas y familiares de los entierros principescos de la Edad Media, constituyendo un valioso documento para el estudio de la indumentaria...son dos monumentos capitales en la historia del arte funerario español, desde el punto de vista de las costumbres, los trajes, los muebles, la panoplia, los arneses y la heráldica del siglo XIII.

Autoría y cronología editar

 
Sepulcros del infante Felipe de Castilla y de Inés de Guevara.

Algunos eruditos indican que, al igual que el del infante Felipe, debió ser labrado en la primera mitad del siglo XIII,[6]​ aunque otros han precisado que debió ser ejecutado hacia 1274, basándose en la fecha de defunción del infante.[7][a]​ La profesora Clementina Julia Ara Gil considera que estos sepulcros son obra de un taller palentino y posteriores a 1260, mientras que Nuria Torres Ballesteros afirma, basándose en el sepulcro de Inés y en algunos aspectos estéticos, que deben ser fechados hacia 1300, aunque admite que tal vez el del infante fuera realizado un poco antes.[8]​ Y el prestigioso heraldista Faustino Menéndez-Pidal de Navascués, por su parte, indicó que los sepulcros debieron ser realizados después de noviembre de 1275, ya que fue en esos momentos cuando se concedió permiso a la Orden templaria para edificar una iglesia y un hospital en Villalcázar de Sirga.[9]

Tradicionalmente se ha señalado que fueron labrados por Antón Pérez de Carrión,[10][5][11]​ del taller de Carrión de los Condes,[6]​ y autor de otros sepulcros en el monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, que es un municipio situado también en la provincia de Palencia,[12]​ y de otros en el monasterio de San Zoilo, situado en Carrión de los Condes, aunque ya Elías Tormo indicó que esa autoría solamente es una probabilidad, como manifestó Arco y Garay.[5]

La semejanza de ambos sepulcros demuestra que ambos fueron realizados al mismo tiempo o con «poquísima diferencia», en palabras de Ricardo del Arco y Garay.[13]​ Y cabe la posibilidad, como apuntó Sánchez Ameijeiras, de que el sepulcro hubiera sido labrado por entalladores, ya que estos profesionales se dedicaban tanto a la escultura como a la pintura en esa época.[14]

Historia editar

 
Imagen sedente de la Virgen María, protagonista de las Cantigas, en la capilla de Santiago de la iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga. Esta imagen es una copia, y unos veinte años posterior, de la imagen sedente de la Virgen que da nombre al templo y que está ubicada en el retablo mayor de la iglesia.[15]

Aunque en el pasado se supuso que en este sepulcro descansaban los restos de la tercera esposa del infante Felipe, Leonor Rodríguez de Castro,[16][17][18][19][20]​ o incluso una hija ilegítima del infante llamada Beatriz Fernández,[21][22]​ en la actualidad ha quedado plenamente corroborado que el sepulcro corresponde a Inés de Guevara[22][23][24][25][2][26]​ gracias a los escudos y emblemas heráldicos esculpidos en el sepulcro, que no se corresponden con los de la Casa de Castro, sino con los de las familias Guevara[27]​ y Girón,[28]​ como demostró fehacientemente Menéndez Pidal de Navascués.[29][30][27]

En opinión de Olga Pérez Monzón, la elección de la iglesia de Santa María la Blanca como lugar de sepultura por parte del infante fue motivada por la ubicación del municipio en una de las principales vías del Camino de Santiago,[8]​ por la fama devocional conseguida por la imagen de Santa María la Blanca gracias a las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, que dedicó al menos doce cantigas a esta imagen,[31]​ y por el hecho de que Villalcázar de Sirga fuera en esos momentos la única encomienda de los Caballeros templarios al norte del río Duero,[8]​ lo que llevó a la historiadora Rocío Sánchez Ameijeiras a afirmar que en la época del infante Felipe «Villasirga era un escaparate político de primer orden».[31][8]

A consecuencia del Terremoto de Lisboa de 1755, la iglesia de Santa María la Blanca sufrió gravísimos daños y también los sepulcros, quedando partida por la mitad en aquellos momentos la tapa del sepulcro del infante, sobre la que está su estatua yacente, ya que se desplomó sobre ella la bóveda del último tramo de la nave principal del templo.[32]

Los sepulcros del infante Felipe y de su segunda esposa estuvieron colocados en el pasado en el coro del templo, hasta que la Comisión de Monumentos de la provincia decidió trasladarlos a la capilla de Santiago del templo[1]​ en 1926,[33]​ donde permanecen en la actualidad.[3]​ Al lado del sepulcro donde yace el infante, se encuentra el sepulcro que cobija los restos de su segunda esposa, y en la misma capilla se encuentra actualmente un tercer sepulcro, realizado en el siglo XIV, en el que se encuentra sepultado un caballero de la Orden de Santiago.

Algunos autores han planteado la hipótesis de que los sepulcros del infante Felipe y de su esposa, junto con una imagen sedente y entronizada de la Virgen María que es la protagonista de las Cantigas, estuvieran colocados al principio a los pies del templo[21]​ y con una escenografía similar a la existente en la primitiva Capilla Real de la catedral de Sevilla,[8]​ donde la Virgen de los Reyes, también sedente y entronizada, se hallaba junto a los sepulcros de los reyes Fernando III, Beatriz de Suabia y Alfonso X.[34][35]

Los dos sepulcros fueron abiertos en múltiples ocasiones a lo largo de los siglos,[33]​ y así, consta que lo fueron en 1497, 1702, 1815, 1844, 1857, 1865, 1897 y 1911.[36]

Descripción editar

 
Estatua yacente del sepulcro de Inés de Guevara.

El sepulcro está compuesto por una sola caja con su cubierta o tapa, mide unos 250 centímetros de longitud,[20]​ y carece de elementos ornamentales tanto en la caja sepulcral como en su tapa en las zonas de la cabeza y de los pies.[20][11]

Sobre la tapa del sepulcro se halla la estatua yacente que representa a la difunta, que aparece vistiendo una larga túnica y llevando un pimiento en su mano izquierda, según algunos autores,[20][11][37]​ o un corazón según otros,[38]​ por lo que en opinión de algunos eruditos parece ofrecer su corazón al difunto infante, en una «póstuma declaración de amor», en palabras de Rocío Sánchez Ameijeiras. Sin embargo, esta historiadora cree más bien que se trata de un «ruego póstumo por la salvación de la atormentada alma de don Felipe».[b]​ La estatua yacente mide dos metros de longitud, una orla de escudos rodea la urna y su tapa, y los ropajes de la dama son «interesantísimos», en palabras de Arco y Garay, ya que se componen de «rica túnica, alta tiara con barboquejo, que oculta toda la boca y barbilla, al modo mahometano, y manto con fimbria labrada con los mismos escudos que el sepulcro».[38]

La dama lleva una cinta rizada que cubre sus labios. La cabeza reposa sobre tres almohadones, y en los lados de la tapa dos largas cintas muestran los escudos de armas del infante Felipe y los de la Casa de Girón, así como en los laterales del arca sepulcral,[39]​ por lo que en el sepulcro de Inés hay cuatro clases de escudos diferentes: los dos de su propia familia, que son los de Guevara y Girón, los de su esposo, el infante Felipe, y la cruz roja del Temple, como indicaron Menéndez Pidal de Navascués y Alberto Montaner Frutos.[40][27]​ Y ese conjunto de escudos son los únicos que permiten identificar a la ocupante del sepulcro, como advirtió Menéndez Pidal de Navascués, ya que el sepulcro carece de epitafio o inscripciones.[41]

En los laterales del arca sepulcral, varios relieves muestran el sepelio de la difunta, tal y cómo se realizaba en aquella época y, al igual que el sepulcro del infante Felipe, descansa sobre águilas y leones que actúan a modo de pedestales.[33]​ Ricardo del Arco y Garay, por su parte, proporcionó la siguiente descripción del arca sepulcral, aunque erró al identificar a la difunta con la tercera esposa del infante, Leonor Rodríguez de Castro:[42]

La urna sepulcral es algo más pequeña que la de D. Felipe, y ofrece la particularidad de que sólo en los costados hay obra escultórica. El asunto, además, se desarrolla de modo distinto; el artista dispuso la obra en dos grandes grupos encuadrados por arquillos lobulados, como en la del infante, pero el asunto principal ocupa el centro de la línea en cada uno de los costados. Doña Leonor se ve tendida sobre la urna, cubierta con manto granate; la cabeza, tocada al modo oriental, reclinada sobre tres almohadones. Rodean la tumba varias figuras, una joven orante, un caballero con manto granate, dos pajes, etc. Encima, dos ángeles llevan sobre un sudario el alma de la difunta al cielo. Siguen un prelado, acólitos, un templario, el ayo o preceptor con la niña, futura infanta, a la que acaricia, tres damas, pajes, dueñas, plañideras y sirvientes. En el costado que mira a la nave central, se ve el féretro, cuatro prelados, incluso el oficiante, acólitos y servidores. En el grupo siguiente, un abad mitrado y religiosos, cuatro benedictinos y otros tantos templarios, un mayordomo con dos pequeñuelos y una figura alegórica del dolor. En la parte de la cabecera, tres grupos de religiosos agustinos, franciscanos y cistercienses.

María Francisca Solano Pereda-Vivanco, por su parte, afirmó en 1932 que: «este sepulcro es mucho más delicado...hay mayor finura incluso en la ejecución, mejor manera de entender la perspectiva, más naturalidad en la disposición de las figuras y de los paños y mayor perfección en la manera de entender la escena central».[43][c]

Objetos extraídos editar

 
Capa o manto del infante Felipe de Castilla. (Museo Arqueológico Nacional de España, Madrid).

La mayor parte de la capa o manto del infante Felipe de Castilla se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, después de que en el año 1844 fuera llevada al Palacio Real de Madrid por orden de la reina Isabel II junto con otra serie de restos textiles procedentes de los sepulcros del infante y de su esposa.[44]

En el Museo Arqueológico Nacional también se encuentran, además de la capa o manto del infante, su bonete decorado con cuadrifolios y con múltiples escudos,[45]​ así como el cojín sobre el que descansaba la cabeza de la momia de Inés de Guevara, de seda y decorado «ajedrezadamente» con los colores heráldicos de la difunta.[26]

La mayor parte de las piezas del sepulcro de Inés de Guevara, que se encontraban en peor estado de conservación, junto con otras partes del ajuar del infante, fueron vendidas a varias personas e instituciones, como indicó Sánchez Ameijeiras.[46]

Notas editar

  1. El sepulcro del infante Felipe ha sido fechado, en base a las «explicaciones estilísticas, históricas e iconográficas» aportadas, en un periodo que abarca desde la muerte del infante, acaecida en 1274, hasta finales del siglo XIII. Y ello no es casual, ya que pudo ser un encargo de la viuda del infante o de una hija ilegítima suya, aunque sin descartar en absoluto que comenzase a ser ejecutado por deseo del propio ocupante. Cfr. Pérez Monzón (2009). Sin embargo, Sánchez Ameijeiras creyó erróneamente que ambos sepulcros debieron ser encargados, y ya durante el reinado de Sancho IV de Castilla, por Beatriz Fernández, hija ilegítima del infante y, según la autora, de una dama de las familias Guevara y Girón. Y esta autora considera también que esa Beatriz Fernández es la ocupante del sepulcro de Inés de Guevara, y que Sancho IV, durante cuyo reinado se rehabilitaron varias figuras perseguidas por Alfonso X, como el infante Fadrique de Castilla, pudo intervenir tal vez en la creación de estos sepulcros a fin de dignificar la figura de su tío, el infante Felipe, ya que a partir de 1288 mostró una especial devoción por la Virgen de Villasirga, a cuyo templo peregrinó en varias ocasiones durante su reinado. Y todo ello sin olvidar que la familia Girón era la dueña del señorío de Villasirga y que además estaban fuertemente vinculados tanto al templo y a la Virgen como a la localidad. Cfr. VV.AA. (2004), p. 246-248.
  2. Sánchez Ameijeiras erró totalmente al afirmar rotundamente que el sepulcro de Inés de Guevara corresponde a Beatriz Fernández, una hija ilegítima del infante Felipe cuya existencia está plenamente documentada, y que según ella nació fruto de una relación «ilícita» entre el infante y alguna dama de la familia Guevara-Girón, y de ahí que, según su planteamiento, los escudos de estas familias adornen el sepulcro de la mujer. Por ello, y en opinión de esta autora, el gesto de la difunta de ofrecer su corazón a su acompañante debe ser visto como un gesto de devoción hacia la imagen entronizada de la Virgen María que en tiempos primitivos estaba colocada junto a los sepulcros, así como una plegaria por el alma del infante Felipe. Cfr. VV.AA. (2004), pp. 242-243, 246-247 y 250-252.
  3. Solano Pereda-Vivanco proporcionó la siguiente descripción del sepulcro: «En el centro del relieve, en la parte más cercana a la entrada, aparece el momento de la muerte de la princesa. En una cama se ve a doña Leonor rodeada de varias damas, todas ellas, en actitud de gran sentimiento; varias, mesándose los cabellos. En la parte superior aparece una figura pequeña que representa el alma, transportada por dos ángeles sobre un paño; representación muy interesante que vemos repetirse en otros varios sepulcros; en el lado derecho aparece una figura de obispo acompañado de varios ministros; siguen dos grupos de mujeres, algunas de ellas con niños; en el lado izquierdo aparece un caballero y una dama mesándose los cabellos, como hacen también las figuras del último grupo de este lado; en medio de los dos grupos, hay una figura de mujer acompañada de otras dos cubiertas de grandes mantos. El otro costado se llena con escenas del entierro. Los tres arquitos que están a cada lado del grupo central aparecen ocupados por frailes de distintos órdenes y por caballeros del Temple; en el centro aparece un ataúd que están cerrando dos sirvientes y al que rodean varias personas. Es curiosa la disposición en todos los grupos de una cabeza colocada en el centro y en la parte superior, con lo cual el artista quiso darnos idea de perspectiva». Cfr. Solano Pereda-Vivanco (1932), pp. 100-101.

Referencias editar

  1. a b Arco y Garay, 1954, p. 215.
  2. a b Franco Mata, 2020, p. 408.
  3. a b Verdial Labrador, 2017, p. 48.
  4. a b Pérez Monzón, 2008, p. 28.
  5. a b c Arco y Garay, 1954, pp. 217 y 221.
  6. a b Verdial Labrador, 2017, pp. 9 y 48-49.
  7. Franco Mata, 2003, p. 59.
  8. a b c d e Pérez Monzón, 2009.
  9. Menéndez Pidal de Navascués, 2011, p. 137.
  10. Antolín Fernández, 1971, pp. 197-200.
  11. a b c Rubio Salán, 1952, p. 34.
  12. Verdial Labrador, 2017, p. 18.
  13. Arco y Garay, 1954, p. 220.
  14. Sánchez Ameijeiras, 1994, p. 143.
  15. VV.AA., 2004, p. 249.
  16. Hernández Parrales, 2003, p. 203.
  17. Mañueco Villalobos y Zurita Nieto, 1920, p. 353.
  18. Solano Pereda-Vivanco, 1932, p. 2.
  19. Antolín Fernández, 1971, p. 179.
  20. a b c d Verdial Labrador, 2017, p. 49.
  21. a b VV.AA., 2004, pp. 242-243.
  22. a b Gutiérrez Baños, 2020, p. 246.
  23. Franco Mata, 2018, p. 385.
  24. Menéndez Pidal de Navascués, 2018, p. 464.
  25. Belmonte Fernández, 2022, pp. 48-49.
  26. a b Franco Mata, 2014, p. 166.
  27. a b c VV.AA., 2012, p. 135.
  28. Suárez Smith y Santos Rodríguez, 1997a, pp. 161-162.
  29. Menéndez Pidal de Navascués, 2011, pp. 135-136 y 139-140.
  30. Suárez Smith y Santos Rodríguez, 1997b, p. 233.
  31. a b VV.AA., 2004, p. 243.
  32. VV.AA., 2004, p. 244.
  33. a b c Verdial Labrador, 2017, p. 50.
  34. Arco y Garay, 1954, pp. 229-230.
  35. VV.AA., 2004, p. 250.
  36. Rubio Salán, 1952, p. 35.
  37. Antolín Fernández, 1971, pp. 203-204.
  38. a b Arco y Garay, 1954, p. 221.
  39. Verdial Labrador, 2017, pp. 49-50.
  40. Menéndez Pidal de Navascués, 2007, p. 530.
  41. Menéndez Pidal de Navascués, 2011, pp. 138-139.
  42. Arco y Garay, 1954, pp. 220-221.
  43. Solano Pereda-Vivanco, 1932, p. 100.
  44. Arco y Garay, 1954, p. 222.
  45. Menéndez Pidal de Navascués, 2011, p. 138.
  46. VV.AA., 2004, p. 245.

Bibliografía editar

  • Antolín Fernández, José E. (1971). «Villasirga». Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses (Palencia: Institución Tello Téllez de Meneses) (30): 157-223. ISSN 0210-7317. Consultado el 8 de diciembre de 2023. 
  • —— (2011). Heráldica de la Casa Real de León y de Castilla (siglos XII-XVI). Con la colaboración de la Real Asociación de Hidalgos de España (1ª edición). Navarra: Ediciones Hidalguía. ISBN 978-84-939313-0-8. 
  • VV.AA. (2004). «Mui de coragon rogava a Santa Maria: culpas irredentas y reivindicación política en Villasirga». Patrimonio artístico de Galicia y otros estudios: homenaje al profesor Dr. Serafín Moralejo Álvarez (Tomo III) (1ª edición). Santiago de Compostela: Xunta de Galicia, Dirección Xeral de Patrimonio Cultural. pp. 241-252. ISBN 84-453-3586-3. 

Enlaces externos editar