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ACLARANDO EQUÍVOCOS SOBRE EL ORIGEN DE LA IDEOLOGÍA DEL PARTIDO COLORADO

“Colorado el gran Partido Nacional Republicano, ha upéa querido hermano la tradición nacional”

                      Polka Colorada 


        En el “Suplemento Cultural” de ABC Color del 6 de Enero de 2013, el ideólogo liberal Víctor Oxley Ynsfrán al responder a un artículo de la analista Fátima Villalba, quien se reveló gran admiradora del intelectual colorado Natalicio González, afirmó que desde sus inicios el Partido Colorado era de “ideología Liberal” y que con Natalicio “fue rehecho ‘nacionalista’ al modo de los fascistas y, desde ello, adoptaron el ideal de la República, pero al tenor de Franco, Hitler o Mussolini”(sic). Ésta es una respuesta Republicana para poner las cosas en su lugar ya que incluso algunos despistados intelectuales Colorados repiten lo mismo, como lo veremos más adelante.
   NACIONALISMO, REPUBLICANISMO, AGRARISMO
       Los fundamentos ideológicos del Coloradismo estriban en el Nacionalismo, el Republicanismo y el Agrarismo, enmarcados dentro de la Democracia Social, que pasaremos a exponer someramente, así como lo haremos con los de su antagonista histórico: el Liberalismo.
        El Nacionalismo ideológico tiene su origen filosófico en Fichte, quien formula sus postulados nacionalistas en sus “Discursos a la Nación Alemana”, como reacción a la ocupación Napoleónica que enarbolaba la ideología liberal. Se forma sobre las ruinas del Estado Feudal donde la soberanía pertenecía al Monarca, luchando por dar a los pueblos conciencia de su unidad a través de la atribución de los mismos derechos a todos los individuos haciendo que la soberanía pertenezca a la Nación, reconociendo el derecho que tiene cada pueblo a ser dueño de su propio destino sin interferencias por parte de otros Estados. Existe, pues, una contradicción insuperable entre la fidelidad a la Nación, la ideología que justifica el principio de que en todo grupo humano se pueden detectar características esenciales que lo distinguen del resto de la humanidad, y el pretendido Universalismo, con su consecuencia internacionalista, de las ideologías Liberales, Socialistas y Comunistas. Pero huelga decir que el Nacionalismo Republicano no tiene ninguna relación con el Fascismo o el Nazismo, ni tampoco está limitado a los confines nacionales del Chauvinismo (patrioterismo egoísta),     porque no es Imperialista, ni Racista, ni proclama como Mussolini: “todo dentro del Estado, nada fuera del Estado”;  pues para nosotros la Nación y humanidad no son términos contradictorios, sino complementarios. El Nacionalismo de Natalicio González estuvo influido por la Action Française de Barrès y Maurras que de ningún modo era Fascista sino de un acendrado Nacionalismo, y además Oxley comete su primer gran error al calificar a Francisco Franco de Republicano puesto que siempre fue Monárquico, así como tampoco fueron republicanos Hitler ni Mussolini.                       
        En cuanto al Republicanismo, ello no es “sinónimo de Liberalismo”, como se ha dado en decir por algunos supuestos “ideólogos”, sino del “bien común”, que arranca de Cicerón, quien puntualizó conceptualmente el significado de “res pública” (cosa del pueblo) cuando dice que por pueblo debe entenderse “non omnis hominu coetus quoquo modo congregatus, sed coetus multitudinis iuris consensu et utilitatis comunione sociatus”; es decir que no es la unión de todos los hombres congregados de cualquier modo, sino la unión por el interés común y el consenso a una Ley, y añadía que “el interés que vincula a la comunidad tiene primacía sobre el individuo” (De República: T.I. p. 25); algo diferente al individualismo libertario liberal. Al destacar como elementos distintivos de la República “el interés común” y el consenso a una “Ley común”, Cicerón concluía oponiendo la República no sólo a la Monarquía, Reino (Regnum=“res unum”:cosa de uno) sino “a los Gobiernos injustos”, a los que San Agustín llamará después magna latrocinia.                              
        La vinculación del Republicanismo y la “cuestión social” estaba, pues, presente en el concepto Romano y adquiere más unidad de criterio en el pensamiento político moderno donde, con Maquiavelo primero y Montesquieu después, entre otras cosas se expresa claramente que en la República debe haber una relativa igualdad, y también virtud que lleva a los ciudadanos a anteponer el bien del Estado a su interés particular concluyendo que el orden político en el Régimen Republicano nace desde abajo, aun en medio de los disentimientos, con tal que tengan canales institucionales para expresarse. Y siguiendo estos lineamientos ideológicos, el Partido Nacional Republicano llevó siempre a la práctica la conexión del republicanismo con la preocupación por la cuestión social, como lo demuestran los ejemplos históricos que daremos más adelante y lo ubican como un Partido de Centro-Izquierda.
        El Agrarismo tiene su origen ideológico en la Revolución Mexicana con el precepto que: “La propiedad de las tierras y las aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la nación, la cual tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, reservándose las limitaciones que considerase necesarias a la propiedad privada en aras de la distribución de la riqueza”; también distinto al derecho de “uso y abuso” de la propiedad que reconocía el Código Liberal de Napoleón. El Agrarismo fue elevado al máximo nivel ideológico por Juan León Mallorquín, “padre de la Reforma Agraria paraguaya”, desde los comienzos del siglo XX y luego por Natalicio.
         En fin, en el origen Democrático-Social del Partido Nacional Republicano –que movió a Ignacio A. Pane a declarar que no hacía falta fundar un Partido Socialista en el Paraguay pues ya existía el Partido Nacional Republicano, reorganizado en 1908,  que se ocupaba de la Cuestión Social– se observa el Conservadurismo ideológico, que nada tiene que ver con el Conservadurismo Neoliberal reaccionario de los Partidos Conservadores Europeos y Norteamericanos actuales, y  surgió como respuesta al iluminismo liberal que hacía del ser humano una criatura exclusivamente histórica, negando sus valores trascendentes y hacía de la razón el metro de lo real, siendo el poder político un límite a superar, un momento represivo que no tiene realidades propias. Es por eso que el Liberalismo es Internacionalista, universalista, laicista, anti-tradicionalista y considera al Estado un mal necesario por lo cual pretende reducirlo a su expresión mínima, pues se caracteriza (el Liberalismo) por una concepción para la cual el individuo y no los grupos constituyen la verdadera esencia, porque los valores individuales son superiores a los colectivos. El Conservadurismo ideológico, en cambio, fue desde sus orígenes Nacionalista como se vio en la “Guerra de la Liga de Augsburgo”(1688-1697) enfrentando a Francia , la cual sería conocida en 1689, con el ingreso de Inglaterra, con el nombre de “Gran Alianza” que continuó luego contra la Francia de Luis XIV, por la “Gran Alianza Antiborbónica”, desde 1701 hasta la paz de Utrecht en 1713, cuando cobró fuerza “la política insular de los Tories con la idea de que el país nunca vería el fin de los gastos provocados por la intervención en las luchas de otros pueblos pues sentían un creciente disgusto ante la complicación de los compromisos Europeos, y como querían evitar el papel de primeras figuras en la escena internacional, se convirtieron en auxiliares en la escena nacional”(1), es decir: Nacionalistas. Filosóficamente, el Conservadurismo partía de un límite intrínseco al hombre y veía por eso en el Poder del Estado un momento necesario de la sociedad, ligado a la perfección humana, que sin él caería en la anarquía. El Estado es el cemento de la sociedad, el gran conservador del equilibrio, y se trata de controlarlo por la Ley antes que destruirlo, como condición imprescindible de la convivencia social, “conservando las tradiciones y las conquistas sociales” –como lo expresara Ricardo Brugada (h) en la Asamblea de la A.N.R. del 9 de Febrero de 1902– buscando mejorar constantemente pero en forma paulatina, dentro del marco de una reforma cuidadosamente estudiada, sin revoluciones ni políticas de “shock”. Esto es lo que decían en épocas históricas muy distantes el Príncipe Metternich y el Dr. Federico Chaves. “Ser Conservador –escribió Metternich en 1821– no requiere volver a un período anterior, ni la reacción, sino reformas cuidadosamente consideradas. El verdadero Conservadurismo implica una política activa. Pero la reforma debe ser producto del orden y no de la voluntad; debe afirmar la universalidad de la Ley contra la contingencia del Poder” (2). Y Chaves, junto con Epifanio Méndez, hablaba del “orden para la libertad”. Y es también lo que entendía el General Bernardino Caballero cuando afirmaba en ese su “testamento político” que fue su Manifiesto del 11 de Agosto de 1904: “El Partido Nacional Republicano, que es la Escuela Conservadora de la política paraguaya… Nuestro Partido con el concurso de todos los intereses Conservadores del país…  Nuestro gran Partido netamente paraguayo…”(3). He aquí la prueba indiscutible del origen ideológico Conservador y Nacionalista del Partido Colorado; nada de origen Liberal. 
       Es que ya desde la “Gloriosa Revolución” Inglesa de 1688-89, surgió con fuerza el implacable juego de los Partidos Políticos, y la división entre los Torys (Conservadores) y los Whigs (Liberales) se agudizó desde antes, cuando en 1675 fue fundado en Londres “The Green Ribbon Club” (El Club de la Cinta Verde) que se convirtió en el núcleo de los que ya se autodenominaban “El Partido del País” y representaban los intereses de la ascendente clase media de comerciantes, importadores, exportadores, profesionales e industriales que cuestionaban el modelo paternalista cristiano-medieval favorable a los Gremios de Artesanos y Trabajadores y las trabas a la libre actividad económica del Mercantilismo sostenido por la Corona, exigiendo también más Poder para el Parlamento con disminución de las Prerrogativas Reales, siendo su fundador y Líder Anthony Ashley Cooper, Primer Conde de Shaftesbury (“Discurso contra un Gobierno Papista y Arbitrario”;1675) y uno de los primeros ideólogos del Liberalismo junto con su protegido John Locke, el “padre del Liberalismo Clásico” (“Tratado sobre el Gobierno Civil”; Primer y Segundo;1689) y Adam Smith (“La Riqueza de las Naciones”;1776). Frente a ellos se erguía el Partido de la Corte, autodenominado también “El Partido Honrado” que defendía la supremacía del Poder Real y representaba a los Caballeros terratenientes y los pequeños hidalgos rurales así como a los artesanos y obreros beneficiados por los privilegios que sus Gremios habían obtenido de las Monarquías; sus principales ideólogos primigenios fueron George Savile, 1er. Marqués de Halifax (“El carácter de un Contemporizador de Ajuste”;1688), Henry St. John, Vizconde Bolingbroke (“Carta sobre el Estudio y Uso de la Historia”,1735; “Idea de un Rey Patriota”,1738; y “Disertación sobre los Partidos Políticos”,1738) y Edmund Burke (“Reflexiones sobre la Revolución Francesa”,1790; y “Pensamientos sobre las causas del actual descontento”, 1770). Para 1680, sin embargo, ambos Partidos ya eran conocidos como Whig (abreviación de una palabra escocesa Whigamore que significaba “bandolero”) y Tory (palabra irlandesa que significaba “ladrón”) que con buen humor las adoptaron y luego se expandió al resto del mundo como Liberales y Conservadores.
        Según un eminente catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Cambridge: “…El Partido Tory enseñó que los fundamentos de la sociedad eran algo más que la conveniencia y el contrato (afirmación Whig), que la sociedad era un organismo moral, unido por una tradición y por sentimientos de lealtad que no podían ser violados o ignorados impunemente. En la reacción Whig se vieron disminuidos tanto los indispensables poderes de Gobierno como los instintos sociales de los hombres; los derechos fueron puestos por delante de las obligaciones, la conveniencia por encima de la lealtad, y el individuo en un escalón más elevado que la comunidad. El Conservadurismo filosófico de Bolingbroke y Burke era necesario para devolver su dignidad a la Constitución, reviviendo los elementos místicos y tradicionales de la sociedad… El reemplazo de la teoría orgánica de la política (Tory) por el concepto contractual (Whig) debilitó el sentido de obligación política desde finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX”(4).
          Hay que acotar, sin embargo, que los Partidos Conservadores fueron apartándose de su ideología primigenia y para las primeras décadas del siglo XX, ante el avance y la expansión de la ideología Socialista Marxista, reemplazaron a los Partidos Liberales –los cuales se extinguieron o se redujeron a su mínima expresión– tanto en la vida política como en la ideología, convirtiéndose en lo que son hoy el Partido Conservador Inglés, los Partidos de signo Conservador del continente Europeo, y el Partido Republicano de los EE.UU. (que ha abandonado el Nacionalismo Republicano progresista de Lincoln y Mark Hanna): Partidos reaccionarios neoliberales.
         Pero Blas Garay, Fulgencio R. Moreno e Ignacio A. Pane, ya en la década de 1890, evitaron que el Partido Colorado se convirtiera en un Partido Conservador de esa laya al poner énfasis en el Republicanismo con su ideología de Democracia Social, al que más de dos décadas después Juan León Mallorquín agregaría el Agrarismo y Natalicio González el Nacionalismo.
              
              2.- CONSERVADURISMO IDEOLÓGICO.
         Queremos ahondar más en este tema porque los ideólogos Liberales, como Víctor M. Oxley Ynsfrán y también algunos prestigiosos intelectuales Colorados, como Julio César Frutos (Papuchín) –en el “Diario HOY”, 1er. Cuaderno, del Viernes 9 de Septiembre de 1994–; el actual Canciller Eladio Loizaga (Llollo)             –“ÚLTIMA HORA”, Sábado 10 de Septiembre/94–; y Bernardino Cano Radil (Bebito) –en el Programa “Polémica al Atardecer” de “Radio 970”–; y otros más, como el Coronel  de   Justicia  Militar (SR) Abogado Andrés Humberto Zaracho        –“Reconozco el origen Liberal de mi Partido” afirmó en el Programa “Polémica al Atardecer” de la “Radio 970”–; sostienen que el origen ideológico del Partido es de raíz Liberal a tal punto que el ex-Senador Miguel Ángel Ramírez (+), hace pocos años, afirmó con todo desparpajo ante las cámaras de televisión: “El Partido Colorado es un Partido Liberal” (!!). Nada más opuesto a la verdad como ya lo aclaró, según hemos visto, el propio Gral. Bernardino Caballero, aleccionado tal vez por el eminente ideólogo anti-liberal de la época Juan Crisóstomo Centurión, quien durante sus estudios en el King’s College de la Universidad de Londres (1858-1863) conoció perfectamente la diferencia entre el Liberalismo clásico (Whig) y el Conservadurismo ideológico (Tory). Aquellos nombrados al principio, se basaron en una frase, sacada totalmente de contexto, del Dr. Ignacio A. Pane en la Convención Partidaria del 25 de Noviembre de 1918, en la que expresó: “…El Partido Republicano ha sido el único liberal y el único democrático que hasta ahora ha gobernado el Paraguay, y… cuando vuelva, tarde o temprano, al Poder… ha de ser todavía más liberal y más democrático…”, ignorando completamente que Ignacio A. Pane no se refería al aspecto ideológico ni socioeconómico, sino que respondía de esta forma a las críticas de los Liberales Radicales que acusaban al Coloradismo de ser un Partido contrario a la libertad y a la democracia, favorable a la tiranía y al totalitarismo. Prueba de ello la tenemos en que en el mismo discurso puntualizó, aclarando: “…desde diez años antes de la caída en 1904, ya hacía yo la oposición en la prensa… con mi firma… NO, POR CIERTO, COMO LIBERAL… Soy partidario decidido de la doctrina de la solidaridad social, en eso se encuentra uno de mis ideales de SOCIALISTA… de la solidaridad voluntaria, reflexiva, CONCILIABLE CON LA LIBERTAD… Enarbolemos, pues, como bandera partidaria lo bueno del pasado Colorado, a saber:… respeto al derecho de los humildes, del obrero y de la mujer; no caer como un PONTÍFICE LIBERAL en el fanatismo antirreligioso… Natural es que, por tradición y espíritu corporativo, nuestros adversarios Liberales sigan sintiendo horror al pueblo, a la democracia y al SOCIALISMO”.
          También el “Último Caudillo Colorado del siglo XX”: Dr. Luis María Argaña, el 10 de Septiembre de 1993, en el local central del “Movimiento de Reconciliación Colorada”, donde se realizó un acto recordatorio de la fundación del Partido Colorado, expresó con palabras que no podrán borrarse de la historia: “Para quienes sostienen que el Partido Colorado es una rama del Liberalismo impuesto al Paraguay por la horrenda ‘cruzada libertadora’ de la Triple Alianza, el Manifiesto del 11 de Septiembre de 1887 constituye una valla insalvable. No hay manera de concertar los espejismos de la Doctrina Liberal con los postulados que, desde aquella fecha lejana, orientan la vida y el desenvolvimiento de nuestra poderosa Asociación Política… El Manifiesto de 1887 es una realidad objetivada por las circunstancias y si bien nacido en el apogeo de las ideologías liberales tiene el valor y el mérito de serle rotundamente antagónico”.    
       Según el famoso “Diccionario de Política” de Bobbio y Matteucci, el Conservadurismo surge sólo como necesaria respuesta a las teorías que, a partir del siglo XVIII, se desprendieron de la visión antropológica tradicional para reivindicar para el hombre la posibilidad no sólo de mejorar sus propios conocimientos y su propio dominio sobre la naturaleza sino, a través de los unos y el otro, de lograr una comprensión cada vez mayor y, por lo tanto, la felicidad. El resultado tendencial de estas teorías –llamadas “Iluminismo” y/o “Progresismo”– es hacer de la historia humana un proceso abierto y ascendente, basado sobre una antropología revolucionaria en la cual el individuo es núcleo activo, capaz de mejorarse haciéndose cada vez más racional.
        Para el precedente pensamiento Cristiano Medieval y el Absolutismo Monárquico el poder político tenía raíces trascendentes y estaba comprendido en una visión de la vida tendiente a subestimar el mundo, lo que se identifica no con el conservadurismo sino con las teorías reaccionarias y que nos muestra la distinta naturaleza de Reacción y Conservaduris                                         mo, a menudo erróneamente considerados el uno como la radicalización del otro. La escisión fue en realidad triple, porque el Progresismo iluminista, luego llamado Liberalismo, se separó decididamente –y eso fue lo que dio lugar  al Conservadurismo Ideológico– de toda una serie de posiciones filosóficas, políticas y científicas que sin romper el núcleo más íntimo de la tradición cultural europea (el llamado a valores trascendentes y a la doble naturaleza del hombre) habían modificado en él partes sustanciales. Esto es particularmente visible en el pensamiento del más clásico y mayor representante del Conservadurismo, Edmund Burke (1729-1797). Su ataque al Iluminismo Liberal, no por casualidad provocado por el estallido de la Revolución Francesa, no es un ataque a él en cuanto a filosofía, que a través del vaciamiento sensualista de la metafísica, había hecho del mundo externo el eje del equilibrio espiritual del hombre y, por lo tanto, veía en la acción social el lugar de la autoconciencia humana; porque tal filosofía también formaba parte de su mundo cultural. Su reacción se dirigió sobre todo a la idea activa que los iluministas tenían de la razón individual, que la hacía metro de lo real, con la consecuencia de que ésta no se desenvolvía simplemente en el mundo social sino que se hacía su juez y podía pretender modificarlo en nombre de sus propios valores autónomos.
        Burke representa las posiciones de aquellos intérpretes y protagonistas de los profundos cambios sociales, económicos y culturales acontecidos en la escena europea sobre todo a partir del siglo XVI, que habían comenzado una mundanización de la vida pero sin faltar a sus compromisos con el ideal de un universo moral fijo y ligado a un sistema de valores trascendentes.  
         Decidido adversario del radicalismo iluminista Liberal como revolución inmanentista (lo inmanente se opone a lo trascendente), y por lo tanto de todo tipo de progresismo Liberal, Burke comparte con él sin embargo la parte mundana, cree que el hombre se realiza en la sociedad y que esta última tiene normas y exigencias propias que están determinadas con técnicas independientes de las usadas para conocer los imperativos del orden trascendente. Es a causa de la existencia de este terreno que se desarrolla la dialéctica conservadurismo-liberalismo correspondiente  a dos interpretaciones de la función de la política, causadas por el diferente énfasis dado al valor en el conocimiento científico y al significado de la progresiva desintegración del orden jerárquico en la sociedad. Al mismo tiempo, en efecto, la tesis liberal hacía del hombre una criatura exclusivamente histórica y capaz de adecuarse en la vida práctica a niveles de conocimiento cada vez más elevados, a los cuales correspondían formas nuevas y óptimas, por ser racionales, de convivencia social; la tesis conservadora consideraba la naturaleza humana inmodificable por la acción práctica, porque basaba sus raíces en una realidad extrahumana –la voluntad divina– con la consecuencia de que ni el conocimiento ni la acción política podían ser totalmente liberadores.
        El Conservadurismo Ideológico se ha puesto, de vez en cuando, como defensor de los equilibrios de poder capaces, si se hacen estables, de satisfacer las necesidades humanas. No obstante, todo el Conservadurismo parece, en estos casos, haber aceptado la tesis de un continuo desarrollo de la humanidad; pero, lo que lo hace contrario a los fines del Progresismo Liberal, es la interpretación que de ella (la tesis) se da, como progreso evolutivo por acumulación de conocimiento y experiencias –no como superación dialéctica del pasado– o como teoría comunitaria que haciendo de la sociedad la fuente de existencia individual, da al poder político el derecho de guiar a los individuos en el camino del progreso. En ambos casos se niega el núcleo más íntimo del Progresismo Liberal, es decir la autonomía histórica del individuo.


              3.- CONSERVADURISMO IDEOLÓGICO Y 
                    PODER POLÍTICO.
         Alternativo al Progresismo Liberal, contrario a un planteo radical de los problemas políticos, incierto en cuanto a las posibilidades de desarrollo autónomo de la humanidad, el Conservadurismo Ideológico ha pensado y profundizado mucho más que el Liberalismo el problema del Poder Político. “Se trata de un hilo rojo que corre a lo largo de la historia del Conservadurismo y cuya importancia para la comprensión de éste último es capital” (5).
        La perspectiva histórica abierta del Liberalismo es, en efecto, tendencialmente apolítica, en cuanto cree que el hombre, como ser fundamentalmente libre  y racional, es capaz, en potencia, de crear comunidades donde la coacción está ausente y domina una espontánea cooperación. El poder político se hace así un límite a superar, un momento represivo que no tiene realidades propias y cuyas verdaderas formas es necesario volver a buscar en intereses egoístas y en la explotación, ligados al todavía imperfecto estado de la sociedad. El Conservadurismo, en cambio, que parte de la conciencia de un límite intrínseco al hombre, lejano y alejable, pero siempre presente, es conducido a ver en el Poder, en la coacción política, un momento necesario de la sociedad íntimamente ligado a la perfección humana. “Profundamente ambiguo y demoníaco, el Poder Político es, para el Conservadurismo, el cemento de la sociedad que, cualquiera sea la estructura, sin él caería en la anarquía” (6). Al mismo tiempo, sin embargo, justamente en cuanto confiado a los hombres, el Poder es intrínsecamente tiránico si no es controlado. De ahí la constante preocupación por los mecanismos políticos de limitación del poder y, sobre todo, por la supremacía de la ley que, a menudo, el Conservadurismo eleva a tabú intocable en cuanto instrumento primario de estabilización de los procesos sociales. En esta defensa del Poder Político –y, por ende, del Estado, que se trata de controlar y no de destruir– como condición imprescindible de la convivencia social, el Conservadurismo Ideológico  ha hallado el modo de reaccionar contra la reducción a interés egoísta o a problema organizativo hecho de él por el Liberalismo.--
                                       NOTAS.

(1) Jonathan Swift: “La Conducta de los Aliados”; Cap. VIII; Londres, 1711.- (2) Príncipe Metternich: Citado por Henry Kissinger en “Un Mundo Restaurado”; p. 253; Fondo de Cultura Económica; México D.F., 1973.- (3) Manifiesto publicado en el Diario “El País”; pág. 1, año III, Nº 835; 11 de Agosto de 1904.- (4) I. Deane Jones: “La Revolución Inglesa”; p. 431; Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1968.- (5) Norberto Bobbio y Nicola Matteucci: “Diccionario de Política”; T.I. p. 373 y ss. Loc. Cit. et passim; Siglo Veintiuno Editores; México D.F., 1981.- (6) Ibídem.