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PARDO DE CELA y RODRÍGUEZ DE AGUIAR, Pedro. El también conocido como mariscal Pardo de Cela, fue un noble y militar gallego de la Baja Edad Media. Nace en el primer tercio del siglo XV y muere decapitado en torno al 3 de octubre de 1.483 en Mondoñedo.

Actuó sobre todo en los territorios del norte de la provincia de Lugo, en el área coincidente en gran medida con lo que por entonces abarcaba la el obispado mindoniense.

Partiendo de una posición relativamente poco importante -al menos en lo político- dentro de la nobleza gallega de su época, en un breve espacio de tiempo consiguió encumbrarse en los puestos más altos de esta, llegando a emparentar con el más prestigioso de sus linajes.

Atacado, capturado y liberado por los irmandiños, participó en la contraofensiva señorial y en la posterior derrota de los sublevados. Tras ella, volverá a sus dominios para continuar siendo un actor muy activo y relevante en las luchas nobiliarias en el ámbito territorial de Galicia, alcanzando el cénit de su poder y posición hacia finales de la década de 1.470.

Aún a pesar de que había militado en el bando isabelino durante toda la Guerra de Sucesión de Castilla, por diversas -y discutidas- causas, en los años finales de su vida protagonizó un enfrentamiento con los Reyes Católicos, conflicto que le llevará a ser ejecutado, siendo el único de los nobles gallegos que pague con la vida su rebeldía.

Mitos y realidad histórica. editar

Aunque han transcurrido ya más de cinco siglos desde que fue ajusticiado, la valoración de su figura ha sido y es objeto de -acalorados- debates, en los que no son ajenos los factores ideológicos.

Las circunstancias de su muerte violenta y el contexto histórico, político y social en la que esta se produce, convierten a Pardo de Cela en objeto idóneo para la leyenda y el romance, y aunque -con importantes lagunas- no es poco lo que hoy en día se sabe –a través de la investigación rigurosa- sobre el hombre y sus hechos, por el inevitable retardo en el proceso de difundir y vulgarizar las nuevas evidencias historiográficas y por lo atractivo del relato, unido en ocasiones a posicionamientos y prejuicios políticos, en el conocimiento popular del mariscal siguen predominando los elementos mitológicos sobre las realidades contrastadas, siendo las recreaciones, las guías y recorridos turísticos buena prueba de ello.

Esta mezcla -en mayor o menor medida intencionada- de los aspectos históricos y los legendarios de su biografía se inicia ya en los momentos inmediatamente posteriores a su ejecución, que causa una honda impresión en Galicia: se ha observado como, por un lado, desde el entorno de los partidarios del poder real surgen relatos que enfatizan aspectos negativos de su trayectoria, mientras que desde los círculos de sus fieles se origina y desarrolla una corriente -primero oral y popular, más tarde también culta y escrita- a favor de su persona, que en el siglo XIX -en el marco del Romanticismo y el Rexurdimento- pasa a lo literario y también a una parte de la historiografía, dando pie a un constructo mitológico que proyecta una imagen idealizada, y en muchos puntos contradictoria, que perdura en la actualidad[1]​.

En el presente artículo se intentará aportar una exposición de la figura de Pardo de Cela en la que, no desmereciendo ni dejando de consignar los elementos legendarios, estos queden deslindados de los estrictamente contrastados en términos historiográficos, excluyendo, eso sí, aquellas visiones rechazadas por la práctica totalidad de los estudiosos de la materia dada su absoluta falta de sustento[2]​.

Breve reseña de algunas fuentes historiográficas relevantes. editar

Sin olvidar -mucho menos menospreciar- la gran variedad de todas las otras fuentes, orales y escritas[3]​ que aportan información imprescindible para el estudio de Pardo de Cela, que por numerosas no podemos pormenorizar en este artículo, existen algunos textos de singular importancia que conviene reseñar brevemente, y a los que se aludirá de forma repetida como fuentes primarias a lo largo de él.

En primer lugar, la Crónica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón[4]​ de Hernando del Pulgar y la Crónica de los Reyes Católicos[5]​ de mosén Diego de Valera. Ambos fueron cronistas de los monarcas y elaboraron sus escritos en fecha muy próxima a los acontecimientos que relatan, con acceso a los documentos oficiales del momento -e incluso a algunos de sus protagonistas- y la meticulosidad propia del oficio de sus autores. Siendo fuentes muy ricas, sin obviar las señaladas virtudes de los textos, su contenido ha de ser siempre valorado sin perder de vista la posible intencionalidad hagiográfica hacia los soberanos y sus representantes.

También con la forma de crónica y muy cercana su redacción a los hechos, encontramos la Relación de algunas casas y linajes del Reino de Galicia[6]​ de Vasco de Aponte. Esta obra nos acerca al perfil y a las biografías de los principales miembros -incluido el propio mariscal-, a las relaciones y al marco general del estamento nobiliario gallego de aquel entonces, visto a través de los ojos de un sirviente culto de uno de ellos.

Histórica es también la documentación recuperada relativa al Pleito Tabera-Fonseca[7]​, en este caso de naturaleza jurídica: contiene un gran número de extensos testimonios de testigos que comparecen en el procedimiento y, aunque el objeto del litigio no tiene relación directa con Pardo de Cela, algunos de dichos testimonios si hacen referencia expresa al mariscal y nos ilustran sobre la percepción y la opinión popular respecto a él existía, sin que deba olvidarse la valiosa información del entorno y el momento histórico en el que vive, lo que nos permite contextualizar mejor su figura.  

A todos los anteriores habremos de sumar la muy famosa Relazón da Carta Executoria en sus tres distintas versiones conocidas. La más antigua, fechada en torno a 1.515 y originalmente escrita en gallego, es la Relazón da Carta Executoria, e copia dos que venderon a Frouseyra, sita no Vale Douro, en Galicia, a Mouço Mudara, Capitán do Rey Don Fernando, e corregida no preito do Archivo, na Audiencia de Santiago, reproducida por Fernando de Saavedra Ribadeneira en 1.679 en su Memorial de la Casa de Saavedra. También en gallego, elaborada en algún momento entre 1.520 y 1.525, le sigue la Relación do suceso da morte do Mariscal da Frouseira, Pedro Pardo de Cela, sacado dun orixinal antiguo questá na ciudad de Santiago, é como o venderon, é quen foron, é de onde eran naturais. Finalmente, la versión hallada en el archivo Pardo-Montenegro de Mondoñedo, redactada en castellano, posterior a las anteriores y que, partiendo de las precedentes, amplía su contenido y rectifica algunos de sus errores. Todas las versiones nacen de la tradición oral y coinciden en lo esencial con las líneas maestras del conocimiento popular más comúnmente aceptado que ha llegado hasta nuestros días. Como las crónicas reales, son también muy minuciosas en cuanto a detalles -especialmente en lo tocante a los últimos años de vida de Pardo de Cela-, y a efectos de valoración constituyen el reverso de la moneda de aquellas, pues en este caso -salvo en la tercera versión- la alabanza y el afán exculpatorio juegan a favor del mariscal.[8]

Nacimiento y familia. editar

Se desconocen la fecha y el lugar exactos de su nacimiento, que algunos autores suponen en el área de Betanzos de la provincia de La Coruña, mientras que otros lo hacen en la comarca de O Valadouro, en el norte de la provincia de Lugo.

Fue hijo legítimo de Juan Núñez Pardo de Cela El Viejo, señor de la Torre de Cela, perteneciente a un linaje originario de la zona de Betanzos, pero con presencia en tierras mindonienses al menos desde finales del siglo XIV. Su madre fue Teresa (o Violante) Rodríguez de Aguiar, de familia quizás todavía más distinguida -entroncada con otras como los Saavedra, los Bolaño o los Ron- arraigada en el norte de Lugo desde el siglo XIII y con fuertes vínculos con la mitra de Mondoñedo, en cuya jurisdicción sus miembros ocuparon diversos puestos de importancia a lo largo de los años, presentando tanto su padre como su madre ancestros de la casa de Andrade, en cuyo entorno iniciará el mariscal su andadura.

Tuvo por hermanos a Juan Núñez Pardo de Cela El Mozo, a Elvira Ares Pardo y a Teresa Rodríguez de Aguiar.

Su esposa fue Isabel de Castro, dama de la alta nobleza, descendiente del rey de Castilla y de León Alfonso XI El Justiciero, emparentada en grado lejano con las dos contendientes en la Guerra de Sucesión de Castilla, Juana de Trastámara -La Beltraneja- y la futura Isabel I de Castilla -La Católica-.

Isabel de Castro, que previamente había estado casada con Galaor Mosquera, era hija de Pedro Álvarez Osorio, primer conde hereditario de Lemos, y de Beatriz de Castro, hermana de Fadrique, Duque de Arjona. Habitualmente se la ha venido considerando como sobrina de Pedro Enríquez de Castro, obispo de Mondoñedo, pero hay autores que sugieren la posibilidad de que en realidad fuese prima del prelado.

El matrimonio tuvo dos hijas, Beatriz de Castro, que se casará con Pedro Bolaño y Ribadeneira, y Constanza de Castro, que lo hará primero con Galaor Osorio[9]​ y más tarde, tras enviudar, con Fernán Ares de Saavedra, de la casa de Vaamonde[10]​.

Asimismo, por el contenido de sus últimas voluntades -dictadas escasos días antes de su ejecución cuando era ya prisionero de los oficiales de la corona- se conoce la existencia de al menos un hijo ilegítimo pero reconocido, Juan Núñez Pardo, al que lega ciertas posesiones, si bien en la actualidad no se conocen más datos sobre la vida de este nuevo personaje[11][12]

Primeros años y etapa de ascenso social, político y económico. editar

Casi nada se sabe con certeza histórica de los primeros años del mariscal más allá de la relevancia local de su linaje y de su actuación en la órbita de los poderosos Andrade, a quienes presta sus primeros servicios militares.

Pedro Pardo de Cela, siguiendo un camino no muy diferente a otros personajes coetáneos suyos y en el que el pillaje, la usurpación de derechos y los abusos de poder no fueron elementos extraños, con unos señores feudales -laicos y eclesiásticos- habitualmente enfrentados de forma violenta entre sí, que formaban bandos con lealtades y alianzas volubles, nominalmente sometidos a los reyes de Castilla pero que en la práctica rigen sus estados con una amplia autonomía, aprovechando las oportunidades que le brindó la turbulenta Galicia del siglo XV, irá adquiriendo una posición social y política cada vez más elevada, hasta el punto de que los cronistas de la época terminan por referirse a él como un gran señor, si bien es cierto que -para algunos autores- su señorío nunca llegó a dotarse de unos cimientos económicos sólidos y estables fundamentados en unos indiscutidos ingresos propios.

Un factor relevante por considerar en su proceso de encumbramiento social, político y económico lo constituyen los enlaces matrimoniales, el suyo propio con Isabel de Castro, y posteriormente los de sus hijas Beatriz y Constanza que refuerzan los vínculos preexistentes con las casas nobles de Ribadeneira, de Bolaño y de Saavedra y a su vez, a través de estas, con otras como los Ron y los Miranda, siendo sus yernos un inestimable apoyo político y militar.

Su matrimonio con Isabel de Castro le emparenta con la aristocracia de más alto rango y Pedro Álvarez Osorio, primer conde hereditario de Lemos, decano y líder natural de la nobleza gallega de su tiempo, considerado el personaje más relevante del territorio, se convierte en su suegro, y en buena medida en su mayor y más estable aliado.

A su vez, y también como consecuencia de este enlace, la posición de Pardo de Cela en los territorios del episcopado mindoniense se ve catapultada por la intervención del tío de Isabel, Pedro Enríquez de Castro, obispo de Mondoñedo: a principio de la década de 1.440 el prelado le otorga en concepto de dote matrimonial de su sobrina una cierta cantidad de bienes, en principio patrimoniales o privativos suyos, hecho que pudo haber permitido a Pedro Pardo apropiarse de facto de una gran parte de otros bienes y rentas del obispado e incluso de algunas rentas del rey en la jurisdicción de la mitra, actos que en un futuro lejano serán parte de las causas que provoquen o sirvan para justificar su caída y trágico final.

La versión de la Relazón da Carta Executoria que reproduce el Memorial de la Casa de Saavedra lo relata así, sin embargo, más allá de esto, la existencia de esta dote no ha sido constatada documentalmente, y no faltan quienes defienden que la donación no se produjo, debiéndose la destacada posición de Pardo de Cela en el obispado a la posesiones heredadas de su familia, al desempeño de cargos vinculados a su suegro, a adquisiciones realizadas una vez contraído el matrimonio y a beneficios otorgados por Enrique IV de Castilla en premio a sus buenos y constantes servicios, postura ésta cuyos argumentos principales se exponen en


De su familia heredará relevantes vínculos con otros linajes, castillos y fortalezas, fuerza militar, cargos y algunos medios económicos directos, pero quizás fuese una relativa escasez de soporte económico la que le impulse a esa creciente intervención en las tierras del obispado de Mondoñedo y en la villa de Viveiro, ya por entonces localidad próspera dotada de un magnífico y estratégico puerto.

Al producirse la muerte del obispo en 1.445 el noble pasa a residir fundamentalmente en Viveiro y en la década de 1.460 aparece referido en los documentos como justicia y comendero del obispo de Mondoñedo, posición que ya había ostentado su padre, y posiblemente su abuelo paterno y algunos de sus antepasados maternos. También se le identifica como alcalde de la villa por el rey, cargo éste que le otorga Enrique IV de Castilla, desplazando del señorío a Juan de Viveiro, vizconde de Altamira, tal vez en agradecimiento al apoyo del mariscal en el conflicto del monarca con el infante Alfonso, o por considerar el soberano al de Cela un instrumento más adecuado para reforzar en la localidad la condición de realengo.

La Gran Guerra Irmandiña, la expulsión y el retorno de los señores. editar

Con un poder real debilitado y en buena medida ausente por el conflicto entre el rey Enrique IV de Castilla y su medio hermano el príncipe Alfonso, los constantes abusos de la nobleza -que van desde el ejercicio del bandolerismo señorial hasta la imposición de tributos excesivos-, las muertes y el empobrecimiento general de la población consecuencia de los enfrentamientos armados entre los nobles y varios años consecutivos de malas cosechas y enfermedades, provocan una revuelta anti señorial que estalla en la primavera de 1.467 y se extiende por toda Galicia, desembocando en una guerra civil que durará hasta 1.469 a la que se conoce como la Gran Guerra Irmandiña.

Contando con una actitud -cuando menos- tolerante por parte de la corona, organizados en hermandades, en el levantamiento participaron diversos grupos sociales, desde campesinos y gentes de las villas y ciudades hasta miembros del clero y de la baja e incluso de la alta nobleza, capitaneados militarmente por estos últimos, entre los que destacarán líderes como Diego de Lanzós, que actúa principalmente en el norte de las provincias de Lugo y A Coruña, Pedro Osorio, que lo hará en la zona de Santiago, y Diego de Lemos, en el sur de Lugo y Orense.

Se dirigen fundamentalmente contra los grandes señores laicos -con la notable excepción del arzobispo Alfonso II de Fonseca-, dueños de castillos y fortalezas y encomenderos de las principales iglesias y monasterios, personificados en los miembros de los linajes Osorio, Andrade, Moscoso o Sotomayor, entre otros. Los nobles son rápida y estrepitosamente derrotados por los irmandiños, y pese a algunas resistencias, la mayor parte de ellos terminarán por huir, bien a Portugal, bien a Castilla.

Uno de los objetivos de los irmandiños fue Pedro Pardo de Cela, a quien hacen prisionero. Su fortaleza de A Frouxeira o Pena Frouseira, situada en la parroquia de Santa Cilla o Santa Cecilia de O Valadouro, perteneciente hoy en día al municipio de Foz, es uno de los aproximadamente 130 castillos y fortalezas, simples torres y casas fuertes destruidos por aquellos durante los dos años de guerra (algunos autores apuntan cifras más cercanas a las 170 destrucciones).

A pesar de la mala reputación que parece precedía al mariscal, él no es ejecutado por los alzados -no así uno de sus hermanos, que muere durante la revuelta- y, una vez liberado, en compañía del conde de Lemos busca refugio en tierras de Castilla.

Juan Nuñez Pardo de Cela El Mozo, en los montes de Cambas a manos de Alonso de Lanzós.

Más adelante el de Cela se unirá con otros nobles a la ofensiva señorial contra el movimiento irmandiño que desde el norte de Portugal, en la primavera de 1.469, habían iniciado el arzobispo Fonseca, Pedro Álvarez de Sotomayor -Pedro Madruga- y Juan de Pimentel: en ese momento, también en compañía de su suegro el mariscal retorna a Galicia desde El Bierzo, dirigiéndose el conde de Lemos hacia el sur de Lugo, y Pedro Pardo con sus parientes -Pedro Bolaño y Pedro de Miranda- hacia el norte.

Aun cuando se mantuvieron algunos puntos de resistencia en villas y ciudades, se considera que la revuelta concluye 1.469: con las fuerzas y contingentes irmandiños sin coordinación entre si, con fuertes diferencias entre los distintos grupos sociales participantes en la revuelta y unas huestes señoriales mejor preparadas y equipadas militarmente, en parte fruto de las victorias militares, en parte gracias a pactos con los sublevados, los nobles gallegos vuelven a sus antiguos dominios.

No existe constancia histórica de que se produjesen castigos ejemplares -en ningún caso fueron generalizados- sobre los derrotados irmandiños, más allá de las prestaciones personales que la mayoría de los señores impusieron a sus vasallos para la reconstrucción de sus fortificaciones, de las cuales aproximadamente la mitad de las derruidas volvieron a levantarse, entre las que se incluye la antes referida fortaleza de A Frouxeira.

Basándose en algunos testimonios recogidos en el Pleito Tabera-Fonseca, en ocasiones se nos ha presentado a un Pedro Pardo de Cela con un acusado ánimo punitivo sobre los vencidos, en contraste con la postura de su suegro el conde de Lemos, movido éste por un sentido más práctico enfocado en la reconstrucción, pero tampoco existe ningún dato concreto que permita afirmar que en la realidad el de Cela se apartase en su conducta de la del resto de nobles, habiéndose pues abstenido de aplicar castigos generalizados.  

Restablecidos en sus dominios y reedificadas sus fortalezas, los señores retomaron sus viejas prácticas, incluidas las luchas entre ellos. En este contexto llega a desafiar a los más grandes señores, como a Diego de Andrade -con el intento de construcción de una fortaleza en Samarugo-, e incluso al conde de Lemos -al apoyar a la casa de Ribadeneira en la construcción del castillo de Sobrada de Aguiar-, si bien sale derrotado en ambos lances, reconciliándose posteriormente con su suegro, siendo durante un tiempo prisionero de su yerno Galaor Osorio, vasallo del conde.

También durante esta etapa se conoce la participación de Pedro Pardo de Cela en otros conflictos nobiliarios como, por ejemplo, cuando acude acompañado de todos los Pardo y Rivadeneira y coaligado con el conde de Monterrey en apoyo del arzobispo Fonseca, enfrentado al conde de Altamira por la posesión de la fortaleza de Rocha Forte, próxima a Santiago de Compostela .

Llegado al culmen de su poder, en 1.473 aparece referido en los documentos como señor, pero en 1.474 ya le precede en los escritos -por primera vez- el título de mariscal, que unos consideran hereditario de su familia, otros concedido por Enrique IV de Castilla y otros simplemente asumido libremente por él mismo .

La Guerra de Sucesión de Castilla. editar

A la muerte de Enrique IV de Castilla, en 1.474 estalla el conflicto por su sucesión entre los partidarios de su hija Juana de Trastámara -Juana la Beltraneja-, y los de la media hermana de aquel, futura Isabel I de Castilla -Isabel La Católica- apoyados los primeros por Alfonso V de Portugal y el reino de Francia, y los segundos por la Corona de Aragón, con cuyo heredero Fernando estaba casada Isabel.

Los grandes señores gallegos, incluido Pedro Pardo de Cela, con el arzobispo Fonseca, su suegro y el conde de Monterrey al frente, con mayor o menor entusiasmo se posicionan del lado de Isabel, con la única excepción de Pedro Álvarez de Sotomayor que, con fuertes vínculos con Portugal, se pronuncia y actúa decididamente a favor de Juana.

Así, Pedro Pardo de Cela, acompañado de sus principales aliados y vasallos acude en 1.476 al llamamiento que en nombre de Isabel realiza el arzobispo Fonseca, participando el mariscal en el segundo asedio de Pontevedra, en la que queda cercado Pedro Madruga. Algunos autores llegan a situarle en la importante batalla de Toro, o en acciones militares inmediatas a ésta, si bien no existe ninguna evidencia histórica conocida de estos hechos.

El conflicto concluye en 1.479 con la firma del tratado de Alcáçovas-Toledo y las Tercerías de Moura, resultando triunfante Isabel, opción por la que el mariscal se había decantado en todo momento.

Enfrentamiento con el poder real, captura, testamento, condena y ejecución. editar

Contexto general. editar

Incluso antes de que el conflicto sucesorio termine en 1.479, los Reyes Católicos inician una política tendente a hacer más efectiva la autoridad real en todos sus estados: desarrollada con éxito en el resto de la corona de Castilla, no ocurre lo mismo en Galicia donde sus dos primeros gobernadores, el conde de Alba de Liste -que asume el cargo a finales de 1.475-, y el conde de Ribadeo -que lo sustituye en 1.477-, fracasan en gran medida en sus gestiones.

Las pretensiones de los monarcas y la actividad de sus representantes provocan las primeras fricciones con el estamento nobiliario, que no afectan a la lealtad de los señores hacia la reina Isabel y se resuelven mediante pactos: así, a finales de 1.477 un grupo de nobles -entre ellos Pardo de Cela- suscriben en Lugo con el conde de Ribadeo -en representación de la corona- un acuerdo por el que estos, declarando expresamente su obediencia y adhesión a los monarcas, se comprometen a garantizar el orden, bloqueando -temporalmente- la entrada de la Santa Hermandad en Galicia que había sido aprobada en las Cortes de Madrigal de 1.476.  

Resuelta la sucesión y terminada definitivamente la guerra con Portugal, en 1.480 la situación en Galicia pasa a ser una prioridad, por lo que en el verano de ese año los Reyes Católicos envían a tierras gallegas al noble Fernando de Acuña -como Gobernador y Justicia Mayor- y al jurista García López de Chinchilla -para ocupar el puesto de Oidor de la Audiencia-, acompañados de una fuerza militar capitaneada por Luis de Mudarra, con poderes excepcionales -mucho más amplio a cualesquiera otros otorgados en el resto de territorios de la Corona de Castilla- y la instrucción de pacificar el reino, imponer el orden y restablecer los derechos regios y eclesiásticos usurpados, al tiempo que introducen formal y definitivamente la Santa Hermandad en el territorio gallego, a cuya actuación, como hemos visto, se habían opuesto en 1.477 los nobles.

A partir de este momento la tensión irá en aumento dando lugar a un contexto de conflicto por el poder entre la monarquía y los distintos señores gallegos -quienes no conforman un frente unido y coordinado- que en el fondo tiene por objeto el dirimir si, en cada caso, será la autoridad del señor local, o por la contra la de los oficiales regios, la que predomine en una determinada fortaleza, villa, ciudad o jurisdicción, al tiempo que los representantes de la corona se afanan por acabar con la usurpación generalizada de los derechos eclesiásticos por parte de los nobles laicos y con otras violencias de las que hacen responsables a éstos.

De forma inesperada es el arzobispo Alfonso II de Fonseca, quien había acaudillado a la facción isabelina durante la guerra sucesoria, el primer objetivo de los representantes reales: en 1.480 el prelado se rebela en Santiago de Compostela oponiéndose a la pretensión de Fernando de Acuña de tomar el control de las fortalezas arzobispales, a las cuales pone cerco el gobernador, solicitando para ello el auxilio de los nobles del reino, requerimiento al que hacen caso omiso tanto el conde de Lemos como el mariscal.

Al final, el arzobispo claudica, pero no sufre represalia -en contraste con lo que sucederá a Pardo de Cela-, antes al contrario, es atraído a la esfera de la corte donde es designado para ocupar un relevante puesto. Neutralizado el prelado, veremos cómo los representantes legales fijan el foco en el Lemos y en el mariscal con un final muy distinto.

El caso particular del mariscal Pardo de Cela. editar

Efectivamente, el de Cela no es ajeno a esta dinámica que venimos describiendo, si bien es cierto que él será el único de los señores al que su resistencia y luego abierta rebeldía acabe por costarle la vida en el patíbulo.

En su caso particular las desavenencias con los oficiales de los reyes empiezan a producirse, al menos, desde 1.476, en primer lugar, con el almirante Ladrón de Guevara, después con el corregidor de Viveiro, Fernando de Cerón, y finalmente con Fernando de Acuña, al principio por cuestiones puntuales que, al menos en apariencia, se resuelven sin mayores consecuencias. Así, sabemos que a principios de ese año el mariscal tiene un incidente con Ladrón de Guevara -circunstancia que Pardo pone en conocimiento del rey, quién reclama explicaciones a su funcionario- y, sin embargo, como ya se dijo, pocos meses después, sí está en el cerco a la ciudad de Pontevedra contra los partidarios de Juana de Trastámara. Igualmente, como hemos visto encontramos a Pedro Pardo a finales de 1.477 en Lugo, declarando su adhesión a la corona y firmando el acuerdo de compromiso de sostenimiento del orden por parte de los nobles que pospone la intervención de la Santa Hermandad en Galicia.

Más allá de otros abusos y excesos que distintas instituciones, particulares e incluso otros nobles imputaban al mariscal, estas desavenencias con los representantes reales se centraron fundamentalmente en tres aspectos: su poder y actividades en la villa de Viveiro, su presunta usurpación de bienes y derechos del obispado de Mondoñedo y la indebida retención de cantidades adeudadas al tesoro regio, a los que se unirá un cuarto elemento, transversal a los anteriores, que fue la cuestión específica de la posesión de castillos y fortalezas, propios o del episcopado mindoniense.

Si bien los reyes hubieran podido ratificarle en torno a 1.474 en el cargo de alcalde de Viveiro, ahora le destituyen, y en 1.478 el rey Fernando El Católico va un paso más allá: a mediados de año dirige varias requisitorias contra Pedro Pardo de Cela en las que le conmina a que, entre otras cosas, haga entrega inmediata de ciertas cantidades adeudadas a la corona, cese en la construcción de fortalezas en Viveiro y tierras aledañas, desocupando lugares, cotos y feligresías, se abstenga de construir puertos propios en competencia con los de dicha población  -como por ejemplo el de Morás en Xove, o el de Masma, en la ría de Foz- para, finalmente, desterrarlo de la villa instruyéndole para que acuda a la corte a dar cuenta de su conducta y ordenar a las localidades de Ortigueira y Mondoñedo que de igual forma le impidan el acceso a sus territorios, encomendando el cumplimiento de lo dispuesto a Fernando de Cerón y convocando a todas las fuerzas del obispado para que auxilien a su funcionario en la labor.

Aún cuando los representantes de la corona actúan por mandato de esta, Pedro Pardo, haciendo valer su fidelidad durante el conflicto sucesorio castellano, solicita de los Reyes cartas de amparo frente a las actuaciones de dichos oficiales regios, que él considera injustas o excesivas. En algunas ocasiones consigue estos documentos a su favor, pero no son ya capaces de frenar el enfrentamiento generado por la incompatibilidad del poder del mariscal y el fortalecido poder real en las tierras del norte de Lugo. El tiempo transcurre, Pardo de Cela no cede y la confrontación termina por pasar al terreno militar.

La captura. editar

Con el mariscal refugiado en ella, capitaneadas por Luis de Mudarra, las fuerzas reales -con el concurso de nobles menores locales convocados al efecto- cercan la fortaleza de A Frouxeira, iniciando un sitio sangriento cuya duración es incierta pero que, si nos atenemos a lo escrito por los cronistas reales, podemos decir que fue de unos ocho meses, si bien hay fuentes que lo extienden hasta los tres años.

También con respecto al final del cerco hay confusión: todo parece indicar que la fortaleza no fue tomada por la fuerza pues los distintos relatos casi todos coinciden en este punto; sin embargo, unos nos refieren una posible capitulación pactada por el propio mariscal, mientras que otros nos hablan de la entrega por la traición de sus vasallos, según los romances dirigidos por uno de ellos, el villano Roi Cofano de O Valadouro.

Otro objeto de controversia lo constituye el destino de la propia fortaleza de A Frouxeira, que una vez ocupada pudo haber sido destruida hasta sus cimientos de forma inmediata por los oficiales reales o, como parece deducirse de ciertos documentos, haber sido comprada por Luis de Mudarra -o quizás lo fuesen tan solo sus piedras como material de construcción-.

Coincidente en el tiempo con la ocupación de A Frouxeira -o al menos, sino simultáneos, sí en fechas muy próximas- ocurren otros dos hechos que agravan la situación de Pardo de Cela. Por un lado, a principios de 1.843, durante el asedio al que tiene sometidas a las fuerzas reales en Lugo -en el que algunas fuentes ubican al mariscal-, muere su suegro Pedro Álvarez Osorio, el ya anciano conde de Lemos, dejando al de Cela, si cabe, todavía más desprotegido frente a la acción de los delegados regios y, en términos más amplios, también huérfana a toda la nobleza gallega del único personaje con ascendiente natural sobre todos ellos y con capacidad para liderarlos y coordinar sus esfuerzos en el conflicto con la monarquía. Por otro, en la primavera de ese año, insatisfechos con los resultados, Isabel y Fernando apremian a Fernando de Acuña y a López de Chinchilla para la consecución de los objetivos que les habían sido marcados, lo que sitúa a un aislado y solitario Pardo de Cela ante unos funcionarios reales espoleados y aún más decididos en completar sus encomiendas, acelerándose el desenlace.

Nuevamente con respecto a la captura de Pardo de Cela hay divergencias en el tiempo y el lugar en el que esta se produce: fuese fruto de la capitulación o de la traición, una vez desalojado de su inexpugnable refugio, todos los relatos coinciden en situar su aprehensión en el entorno del castillo de Castro de Ouro o Castrodouro, en el actual término municipal de Alfoz, unos en la propia fortificación, otros en alguna de las casas aledañas (en casa de Fonsa Yañez, según cuenta La Relazón da Carta Executoria), o posiblemente después de un enfrentamiento en campo abierto del mariscal con las tropas reales -quien alertado de su venida, sale a hacerles frente-, indicando algunos versiones que la traición se produce en este momento, y no en el de la ocupación de A Frouxeira.    

Si nos referimos al momento en el que esta se produce -a finales de septiembre de 1.483 a la luz de los descubrimientos historiográficos más recientes-, unos la consideran prácticamente simultánea a la ocupación de A Frouxeira, y otros ocurrida algún tiempo después, por haber abandonado la comarca las tropas de la corona que, desde Sarria y con el propio Fernando de Acuña al frente, retornan para prenderle sabiéndole desprotegido.

El testamento. editar

En cualquier caso, una vez capturado es conducido a la ciudad de Mondoñedo donde sabemos -a través del contenido de sus últimas voluntades- que fue confinado en casa de un canónigo del cabildo catedralicio, siendo en esta vivienda donde otorga su testamento el 1 y el 3 de octubre de 1.483, documento cuyo hallazgo ha sido uno de los más relevantes que respecto del mariscal se han producido en los últimos tiempos.

La existencia de este testamento era algo sabido, pero su literalidad solo pasó a ser conocida cuando son hallados tres ejemplares del mismo, coincidentes en gran media, pero que en dos de ellos presentan divergencias importantes. Estas diferencias se deben a la inclusión -irregular y posterior- de cláusulas favorables a las pretensiones de la mitra mindoniense en los pleitos que en el futuro sostendrá con los herederos del mariscal, siendo la alteración y su causa un hecho confirmado por cuanto que existe noticia de la confesión realizada in artículo mortis por su autor.  

El contenido del testamento ha permitido el conocimiento de algunos datos nuevos, como la existencia del hijo ilegítimo, y la matización o replanteamiento de otras cuestiones, como son las fechas de su captura y ejecución, las circunstancias de su prisión y el lugar de enterramiento, sin olvidar la luz que arrojan sobre los elementos de su patrimonio y sobre los conflictos que con algunas personas concretas sostuvo a lo largo de su vida, a los que pide perdón, les libera bienes retenidos y para los que incluso dispone reparaciones materiales y espirituales.

Juicio, condena y ejecución. editar

Hoy en día, la documentación relativa a su enjuiciamiento y condena no se conserva, si es que tal juicio llegó a celebrarse. Quienes sostienen que tal proceso no existió, argumentan, principalmente, que fue muy poco el tiempo transcurrido entre su captura y ejecución, insuficiente para sustanciar un procedimiento incluso para los parámetros de la época, con una justicia en ocasiones era muy expeditiva. No obstante, también hay quienes consideran que el juicio sí tuvo lugar -aunque quizás no con todas las garantías- pues a éste hacen referencia sus sucesores en diversos pleitos de los que son parte con posterioridad a su ejecución.

Es públicamente decapitado en la plaza mayor de Mondoñedo, según la tradición el 17 de diciembre de 1.483, aunque algunos autores consideran -como hemos dicho, a la luz del descubrimiento de su testamento- que el trágico desenlace más bien pudo haberse producido en fechas próximas al otorgamiento de este, esto es, a principios de octubre de 1.483. De nuevo es la tradición la que nos informa, dramáticamente, de que su cabeza rodó hasta la puerta de la catedral mientras de su boca salían las palabras Credo, credo, credo, sin que, a decir verdad, como ocurre con otros puntos del relato, exista ningún dato que permita desmentirlo. Le acompañaron en su destino algunos de sus seguidores, como Pedro Miranda, quien durante muchos años ha sido considerado erróneamente como su hijo, aunque ya la tercera versión de la Relazón da Carta Executoria aclaraba el parentesco.

En estos densos e intensos momentos finales se ubican en el tiempo algunos otros episodios popularmente muy divulgados, como la circunstancia de que durante su cautiverio sus guardianes emplearon para sujetarle la cadena A Mariscala'',la cual se conserva hoy en día -acompañada de unas piedras armeras que pudieron estar ubicadas en la fortaleza de A Frouxeira- en el Museo Provincial de Lugo, a donde fue trasladada a principios del siglo XX desde Mondoñedo.

Y también todo lo referente al capítulo del Puente de O Pasatempo: el relato tradicional apunta a que, una vez preso Pardo de Cela, su esposa, Isabel de Castro, se traslada rápidamente a la corte para solicitar el perdón de real a su pariente la reina Isabel, aunque tal vez ya estuviese allí dado el cariz que habían ido tomando los acontecimientos, pues en caso contrario es muy difícil explicar cómo pudo cubrir un trayecto tan largo -de ida y vuelta- en tan poco espacio de tiempo. El hecho muy bien puede ser cierto pues los cronistas reales refieren a la soberana que, frente a la petición de indulto acompañada de la entrega de dinero, responde que fue elegida por Dios como reina para hacer justicia y no para venderla -estos mismos cronistas reales describen otro episodio en el que es el propio mariscal, antes de su apresamiento, quien hace el ofrecimiento de dinero a los oficiales reales a cambio de su libertad-. La tradición sostiene que el perdón se obtuvo y con él la de Castro retorna apresurada a Mondoñedo para ser retenida a la entrada de la ciudad, en el puente de Ruzos -que sigue en pie- por gentes del obispo, enviados para evitar que el indulto llegase a tiempo de impedir la ejecución. En esta localización, la esposa de Pardo habría oído el tumulto y el tañer a difunto de las campanas catedralicias, teniendo así noticia del trágico final de su marido. Una vez más, sin otros datos que lo confirmen, tampoco existen otros que lo desmientan.  

Enterramiento. editar

La tradición sitúa su enterramiento en la catedral de Mondoñedo -templo donde también dice que se celebró un gran funeral-, lo que pareció confirmarse en 1.965: en ese año, durante unas obras de conservación realizadas en el edificio, en el lugar donde indicaba la Relazón da Carta Excutoria, tras retirar una tarima de madera se encontró una lápida sepulcral en la que por aquel entonces parece que podía leerse Pardo de Cela -si bien precedido de algunas letras y unas palabras que algunos han interpretado como arno de Viveiro-, bajo la que había restos humanos de varios individuos en sustratos correspondientes a momentos temporales distintos.

Lo cierto es que la excavación y la documentación de lo hallado no se realizaron siguiendo métodos técnicos muy ortodoxos y asimismo la conservación de la lápida -trasladada desde su ubicación original- fue defectuosa, llegando hasta nuestros días extremadamente deteriorada, lo que ha impedido investigaciones posteriores más rigurosas. Si a ello le sumamos el hecho de que está constatado el enterramiento en la catedral de Mondoñedo de otros personajes con el apellido Pardo de Cela -uno de ellos arcediano, siendo arno precisamente la abreviatura de esta dignidad eclesiástica-, todas las circunstancias descritas, consideradas y valoradas en conjunto, no han permitido llegar a una conclusión definitiva.    

El panorama ha venido a complicarse, como hemos reseñado, con la aparición del testamento, que ha llevado al planteamiento de una nueva hipótesis: en sus últimas voluntades, Pardo de Cela dispone ser enterrado en el lugar donde se produzca su muerte -lo que, como es conocido, ocurre en Mondoñedo-, para que, siguiendo una práctica que era habitual en la época, posteriormente sus huesos fuesen llevados a Viveiro y depositados en la tumba de uno de sus antepasados sita en el convento de San Francisco de la localidad.

Se sabe que esta tumba ciertamente existió y apoyados -entre otros factores- en la mentalidad del momento, en la que el respeto de las últimas voluntades en lo referente a los aspectos religiosos, que incluyen lo relativo a los enterramientos, era lo habitual, hay quienes consideran muy probable que, tras su inhumación inicial en Mondoñedo -tal vez en la tumba de otro familiar que fue arcediano-, más adelante se efectuase el traslado a Viveiro, lo que permite una cierta compatibilidad de esta hipótesis con la versión tradicional. No se sabe si sus herederos o los albaceas testamentarios cumplieron o no con lo encomendado y, a falta de otros datos, la destrucción de los archivos del convento de San Francisco de Viveiro -que perpetraron las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia- dificulta el que pueda despejarse la incógnita.

Breves consideraciones sobre las causas y la responsabilidad de su ejecución. editar

Tradicionalmente ha venido considerándose que el factor que desencadena la acción militar final contra Pardo de Cela fue su persistencia en la usurpación de los bienes y rentas episcopales mindonienses, y más concretamente los actos de violencia cometidos por el noble sobre las personas de los representantes del obispo, incluidos clérigos y religiosos, así como su negativa a acudir a la corte para responder en persona ante los propios Reyes Católicos de su conducta. No obstante, desde hace ya algún tiempo, no son pocos los autores que -aun no negando la existencia de un conflicto con la mitra- se inclinan a restar importancia a este factor, dando mayor relevancia a la cuestión del control de las fortalezas, a la usurpación de los ingresos reales e incluso a la voluntad férrea de los monarcas de acabar con cualquier disidencia. Sin datos definitivos, la cuestión sigue abierta a interpretaciones.

Algunos hechos relevantes acaecidos tras su muerte. editar

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Notas y referencias. editar

  1. Sobre los elementos y el proceso de mitificación de la figura de Pardo de Cela, véase: BARROS GUIMERÁNS, Carlos. “Mitos de la historiografía galleguista” en Manuscrits. Revista d´historia moderna. Nº 12. U.A. de Barcelona. Barcelona, 1.994.[1]
  2. Como pueden ser su militancia -incluso dirigencia- en el bando irmandiño, o su pretendida participación a favor de Juana de Trastámara en la Guerra de Sucesión Castellana.
  3. A modo de ejemplo, los documentos notariales de distinto tipo, el tráfico epistolar, las actas, los decretos y disposiciones reales…
  4. PULGAR, Hernando de. “Crónica de los Reyes Católicos”. Edición y estudio por Juan de Mata Carriazo. Marcial Pons Ediciones de Historia. Madrid, 2.008.
  5. VALERA, Diego de. “Crónica de los Reyes Católicos”. Edición y estudio por Juan de Mata Carriazo. Junta para ampliación de Estudios. Centro de Estudios Históricos. Revista Española de Filología. Anejo VIII. Madrid, 1.927.
  6. APONTE, Vasco de. “Recuento de las casas antiguas del Reino de Galicia”. Introducción y edición crítica de Manuel Díaz y Díaz et al. Xunta de Galicia. Consellería da Presidencia. Servicio Central de Publicacións. Santiago de Compostela, 1.986.
  7. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Ángel. “Las fortalezas de la mitra compostelana y los irmandiños". Colección Galicia Histórica. Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento. Fundación Pedro Barrié de La Maza Conde de Fenosa. A Coruña, 1.984.
  8. Sobre los orígenes, contenido detallado y valoraciones de las distintas versiones de la Relazón da Carta Executoria, véase: ÁLVAREZ BLÁZQUEZ, José María. “Literatura popular gallega en torno a Pardo de Cela”.  Santiago de Compostela, 1.965. Págs. 350-378 --- MEILÁN GARCIA, Antonio Xosé. “O mito do Mariscal Pardo de Cela: historias, lendas e literatura”. Lugo, 2.004. Págs. 91-102 --- PARDO DE GUEVARA y VALDÉS, Eduardo. “El Mariscal Pardo de Cela y la Galicia de finales del siglo XV”.  Lugo, 1.981. Págs. 185-196.
  9. Un vasallo del conde de Lemos, quizás hijo ilegítimo de este.
  10. Sobre el origen familiar, descendientes y parentescos, tanto de Pardo de Cela como de Isabel de Castro, véase: PARDO DE GUEVARA y VALDÉS, Eduardo. “El Mariscal Pardo de Cela y la Galicia de finales del siglo XV”.  Lugo, 1.981. Págs. 95-113 --- PARDO DE GUEVARA y VALDÉS, Eduardo. “De linajes, parentelas y grupos de poder. Aportaciones a la historia social de la nobleza bajomedieval gallega”. Madrid, 2.012. Págs. 249-256 . [2]
  11. PARDO DE GUEVARA y VALDÉS, Eduardo. “El testamento del Mariscal Pardo de Cela. Noticia del hallazgo y edición del documento”. Santiago de Compostela, 2.013. Págs. 173-223.[3]
  12. Partiendo del contenido de las dos primeras versiones de la Relazón da Carta Executoria, y estas a su vez de la tradición oral, durante muchos años se ha considerado a Pedro de Miranda -que muere ajusticiado con él en Mondoñedo- como hijo del mariscal, un error de filiación que fue corregido ya en la tercera versión de dicha Relazón, y que sin embargo no es infrecuente ver reproducido en muchos textos.

Bibliografía. editar

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