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En enero de 1946 Ratzinger se traslada al Seminario de Frisinga para continuar como seminarista mayor su formación para el sacerdocio.[1][2]​ Desde ese año y hasta 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela Superior de Filosofía y Teología de Frisinga y en el Ducal Georgianum de la Universidad de Múnich.[3]

Filosofía

Durante largo tiempo a Ratzinger le costó verse como sacerdote en la comunidad. No le faltaron las crisis en este sentido. Debido a su carácter tímido, a su personalidad proclive a la soledad y a su escaso sentido práctico, se preguntaba si «sería capaz de conectar con las personas». Tampoco se consideraba dotado para el deporte ni para tareas administrativas u organizativas.[4]

Tras la guerra y la caída del régimen, se trataba de una época en la que se abrían nuevos horizontes y caminos. «Nos sentíamos progresistas», afirma Ratzinger, pues «queríamos renovar la teología de raíz y, por tanto, también configurar a la Iglesia de forma nueva y más viva». [2]

Allí se vivía una atmósfera muy viva y un gran ímpetu intelectual.[5]

Ratzinger era un joven estudiante abierto a las nuevas corrientes, con interés en entrar en la filosofía moderna. «Quería conocer lo nuevo, no moverme sencillamente, de cualquier manera, en una filosofía manida y envasada»[6]

En esta época siente predilección por el filósofo y antropólogo alemán Max Scheler, que había desencadenado un movimiento intelectual y religioso de renovación.[7]

Conocerá las obras de Heidegger y Jaspers, la nueva fenomenología de Husserl y los escritos de Jean Anouilh y Sartre. Especial influencia tuvo en él el filósofo Peter Wust, que había participado en la resistencia contra Hitler y que había desarrollado una filosofía existencialista, como Heidegger, pero sobre bases cristianas.[8]

El encargo que recibió de su mentor, el teólogo Alfred Läpple, de traducir a Tomás de Aquino le llevaría a la obra de Edith Stein.[9]

También se interesó por pensadores como el filósofo Josef Pieper o el crítico cultural Theodor Haecker.[10]

También la lectura del filósofo judío de la religión Martin Buber, que constituyó el primer encuentro de Ratzinger con el judaísmo y que le marcó de modo fundamental.[11]

Otros dos inspiradores fueron el filósofo y físico Aloys Wenzl y el teólogo moral Theodor Steinbüchel.[10]​ Decepcionado por profesores que habían dejado de ser personas indagadoras y se contentaban con lo ya conocido, el libro de Steinbüchel, Cambio radical de pensamiento, fue para Ratzinger una lectura clave, pues él quería conocer «lo nuevo» en lugar de limitarse a una filosofía «manida» y «envasada».[12]

También se seguía en Frisinga con interés los nuevos desarrollos de las ciencias de la naturaleza. La sensación era de que, a diferencia de la la época de la Ilustración, los científicos «en virtud del cambio radical iniciado por Planck, Heisenberg, Einstein, etc., estaban de nuevo en el camino hacia Dios».[13]

Ya en su etapa universitaria estaban presentes los temas que tendrían gran importancia en su pensamiento posterior: la importancia de la liturgia, la enseñanza de los padres de la Iglesia, y sobre todo la relación entre fe y razón.[6]

No solamente le interesan temas filosóficos y teológicos; su biógrafo Peter Seewald lo describe también como «un esteta que escribe poemas, un joven romántico y sensible que se interesa por los conflictos del alma humana».[14]

Fue un ávido lector.[15]​ En esta época leyó a autores como Romano Guardini, John Henry Newman, Sartre, Camus, Claudel, Huxley, Orwell o Bernanos.[15]​ Especial interés le suscitó El juego de los abalorios[16]​ y El lobo estepario de Hermann Hesse.[17]

Sin embargo, el libro que más le impresionó fue las Confesiones de san Agustín, que Ratzinger leyó en 1946, con diecinueve años.[15]​ Aunque en aquel momento no entiende el libro en toda su riqueza,[18]​ le cautiva su apasionada búsqueda de la verdad.[19]​ Según su biógrafo, ningún personaje de la historia de la Iglesia ha impresionado e influido en Ratzinger como san Agustín.[20]​ El mismo Ratzinger se referirá a él como un «amigo» y como su «gran maestro».[19]

Teología

En 1947 recibe la admissio, la admisión ceremonial como candidato al sacerdocio, y finalizan sus estudios de filosofía (demasiado pronto para él, sin haber podido profundizar tanto como habría querido), pasando al estudio de la teología en la Universidad de Múnich.[21]

Se vivía en un ambiente de transformación, también en el ámbito teológico, que Ratzinger reconoció que los había marcado a todos y que luego influyó también en el Concilio Vaticano II.[22]​ Se buscaba «renovar la teología de raíz y, por tanto, también configurar a la Iglesia de forma nueva y más viva».[23]​ Él y sus compañeros estaban contentos «de vivir en una época en la que, a raíz tanto del movimiento juvenil como del movimiento litúrgico se habían abierto nuevos horizontes, nuevos caminos, y queríamos, por supuesto, avanzar con la Iglesia, convencidos como estábamos de que, justo así, esta rejuvenecería».[23]​ El ambiente se correspondía con el sentir general de que, tras la guerra, era necesario reconstruir un fundamento de la sociedad que llevaran a la humanidad hacia un futuro nuevo.[24]

Ratzinger ha descrito su etapa en Fürstenried [No se ha hablado de Fürstenried como una etapa previa al Georgianum; ver pág. 241] como «una época de grandes y sufridas decisiones». A lo largo de sus años de seminario, había tenido dudas vocacionales, sobre si el sacerdocio era realmente su vocación. Debido a su carácter tímido, a su personalidad proclive a la soledad y a su escaso sentido práctico, se preguntaba si «sería capaz de conectar con las personas», si sería capaz de animar grupos de jóvenes, o si el celibato era lo más adecuado para él.[4][25]​ Tampoco se consideraba dotado para tareas administrativas u organizativas.[4]

El 29 de octubre de 1950 fue ordenado diácono por el obispo auxiliar Johannes Neuhäusler, que sustituía al cardenal Faulhaber, ya gravemente enfermo. Como diácono, Ratzinger podía ya ayudar en la misa y administrar la comunión, y tenía la obligación de rezar a diario el breviario.[26]

El movimiento litúrgico aspiraba la vuelta a los orígenes para limpiar de añadidos los elementos esenciales de la liturgia. Si bien al principio Ratzinger era escéptico a este movimiento, fue cambiando de opinión poco a poco.[27]​ A ello favorecieron autores como Romano Guardini, cuya obra El espíritu de la liturgia fue una de las primeras lecturas de Ratzinger como alumno de teología,[28]Joseph Pascher, Michael Schmaus o Gottlieb Söhngen.[29][30]

En 1949 el catedrático Gottlieb Söhngen le propuso a Ratzinger la realización de una tesis doctoral que estudiase, sobre el trasfondo de la encíclica de Pío II Mystici Corporis Christi, el concepto de pueblo de Dios en los padres de la Iglesia. Su trabajo, que comenzaría tras aprobar la Synodale, el examen final de grado, en junio de 1950,[31]​ se ocuparía en gran parte de la teología de san Agustín.[32]

«Ratzinger descubría sin cesar nuevos puntos de vista. Tenía claro que, para los padres apostólicos, la "casa de Dios" no es el templo, sino la comunidad congregada en la sagrada eucaristía, el pueblo. A su vez, este "pueblo de Dios" coincide con la Iglesia. Agustín, siguiendo al apóstol Pablo, gusta de llamarla "cuerpo de Cristo", que en la celebración de la eucaristía se manifiesta como caritas vivida y unitas realizada. El Doctor de la Gracia habla de la Iglesia como cuerpo de la cabeza que es Cristo. La cabeza y el cuerpo juntos forman el totus Christus, el Cristo total».[33]

Los descubrimientos de Ratzinger serían asumidos por el Concilio y, en especial, por Pablo VI.[31]

Henri de Lubac y Hans Urs von Baltasar fueron los teólogos más significativos y determinantes para Ratzinger.[34]

Sacerdocio

El 29 de junio de 1951 Joseph Ratzinger fue ordenado presbítero en la catedral de Frisinga, junto con otros 43 ordenandos, por el cardenal Faulhaber. Su hermano George Ratzinger recibió también con él la ordenación sacerdotal.[35]​ Celebró su primera misa el 8 de julio de 1951 en la parroquia de San Osvaldo en Traunstein.[36]

Su primer destino sacerdotal fue como coadjutor en la parroquia de la Preciosa Sangre de Múnich,[37]​ donde, además de ocuparse de gran actividad pastoral, imparte clases de religión católica.[38]

Su trabajo como coadjutor concluyó el 1 de octubre de 1952, cuando Ratzinger fue nombrado profesor del seminario mayor de Frisinga.[39]​ El párroco al que había estado supeditado durante ese tiempo escribió que Ratzinger había demostrado ser un sacerdote concienzudo y muy capaz, con celo ejemplar y extraordinarios conocimientos teológicos para su juventud; tenía muy buena capacidad para dedicar y para dirigir a jóvenes, si bien debía superar una cierta timidez.[40]

«El nombramiento de Ratzinger como profesor en el seminario de Frisinga supuso su orientación definitiva hacia una trayectoria académica».[41]​ Obtuvo el título de doctor en teología con calificación summa cum laude por la Universidad de Múnich, con una tesis titulada Pueblo y casa De Dios en la doctrina de San Agustín sobre la Iglesia. [42]​ Ratzinger trataba de estudiar cómo la definición de la naturaleza de la Iglesia hecha por san Agustín contribuía a clarificar cuestiones eclesiológicas aún no resueltas en la época y su relación con la noción de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo. [43]​ Su trabajo le deparó abundantes elogios, prestigio académico, y una invitación al congreso internacional sobre san Agustín que se celebró en 1954 en París.[43][44]

Su maestro Söhngen le persuadió de que se habilitara para la docencia universitaria y que lo hiciera estudiando el concepto de revelación. Para ello Ratzinger preparó una nueva tesis, titulada La teología de la historia de san Buenaventura.[45]​ Descubrió, frente a todas las expectativas, que en Buenaventura no existía aún un equivalente al concepto teológico actual de revelación, al igual que probablemente en los demás teólogos del siglo XIII. Si bien para la teología medieval la acción de Dios en la historia se plasmaba en la Escritura, lo revelado no podía ceñirse únicamente a lo escrito. Eso implicaba que no puede existir el puro sola scriptura, pues la revelación no se da únicamente en la Sagrada Escritura, sino también en la tradición oral y escrita, en la inspiración De los Santos y los padres, en la misma fe viva, entre otros.[46][Aún falta todo lo relacionado con Joaquín de Fiore. ¿No está siendo esta explicación de la tesis algo excesiva?]

Si bien hasta entonces había sido profesor asociado, el 1 de noviembre de 1954 Ratzinger ocupó de manera interina la cátedra de Teología Dogmática y Fundamental en Frisinga.[45]​ Su lenguaje claro, su agudeza intelectual así como el talento y la brillantez con la que se expresaba crearon expectación.[47]​ Hacía uso de imágenes, signos y símbolos para iniciar en el misterio de Dios con una mayor profundidad.[48]​ Sus alumnos recuerdan que Ratzinger representaba un aire nuevo, lejos de la teología más tradicional y escolástica,[49]​ y se granjeó la fama de ser un teólogo marcadamente progresista.[47]

En noviembre de 1955 se mudaron a Frisinga sus padres a vivir con Ratzinger.[50]​ Poco después lo haría también su hermana.[51]

  1. Seewald, 2016, p. 98.
  2. a b Seewald, 2020, p. 157.
  3. Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas BioSantaSede
  4. a b c Seewald, 2020, p. 164.
  5. Seewald, 2020, p. 158.
  6. a b Seewald, 2020, p. 178.
  7. Seewald, 2020, p. 176.
  8. Seewald, 2020, p. 179.
  9. Seewald, 2020, pp. 179-180.
  10. a b Seewald, 2020, p. 182.
  11. Seewald, 2020, p. 189.
  12. Seewald, 2020, p. 184.
  13. Seewald, 2020, pp. 182-184.
  14. Seewald, 2020, pp. 192-193.
  15. a b c Seewald, 2020, p. 208.
  16. Seewald, 2020, pp. 192-204.
  17. Seewald, 2020, p. 206.
  18. Seewald, 2020, p. 209.
  19. a b Seewald, 2020, p. 210.
  20. Seewald, 2020, p. 211.
  21. Seewald, 2020, p. 218.
  22. Seewald, 2020, p. 221.
  23. a b Seewald, 2020, p. 227.
  24. Seewald, 2020, p. 222.
  25. Seewald, 2020, p. 238.
  26. Seewald, 2020, p. 243.
  27. Seewald, 2020, pp. 245-246.
  28. Blanco, Pablo (2011). «El rostro de la fe y de la Iglesia: la teología de la liturgia en Joseph Ratzinger». Revista Española de Teología 71 (1): 49-77. 
  29. Seewald, 2020, p. 247.
  30. Blanco, Pablo (2013). La teología de Joseph Ratzinger. Una introducción. Ediciones Palabra. p. 60. ISBN 9788498407051. 
  31. a b Seewald, 2020, p. 249.
  32. Seewald, 2020, p. 248.
  33. Seewald, 2020, p. 263.
  34. Seewald, 2020, p. 253.
  35. Seewald, 2020, pp. 256-264.
  36. Seewald, 2020, pp. 268-267.
  37. Ratzinger, Joseph (2023). Mi vida. Autobiografía. Madrid: Ediciones Encuentro. p. 66. ISBN 978-8413391441. 
  38. «Historia de una vida». Alfa y Omega (Madrid). 28 de abril de 2005. Consultado el 7 de mayo de 2023. 
  39. Seewald, 2020, p. 280.
  40. Seewald, 2020, p. 281.
  41. Seewald, 2020, p. 282.
  42. Seewald, 2020, p. 285.
  43. a b Seewald, 2020, p. 287.
  44. Seewald, 2020, p. 289.
  45. a b Seewald, 2020, p. 290.
  46. Seewald, 2020, pp. 300-301.
  47. a b Seewald, 2020, p. 292.
  48. Seewald, 2020, p. 294.
  49. Seewald, 2020, pp. 291-192.
  50. Seewald, 2020, p. 295.
  51. Seewald, 2020, p. 305.