Usuario:Iker Oyarbide Fernandez/Taller

Historia de Legazpi

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La historia de Legazpi, un pintoresco valle que eventualmente se convirtió en villa, encapsula una rica narrativa de transformaciones socioeconómicas y culturales que abarcan desde la antigüedad hasta la modernidad. Desde sus primeros habitantes, los "gentiles" conocedores del secreto de la forja del hierro, hasta la compleja dinámica entre los "ferrones" y los "baserritarras", agricultores y ganaderos que coexistieron y compitieron por los recursos del valle. Esta área, rica en historia ferrífera y agrícola, muestra un paisaje de lucha y adaptación en el que las ferrerías de viento dieron paso a las modernas ferrerías de agua, reflejando un avance tecnológico significativo que cambió el curso de la industria local. A lo largo de los siglos, Legazpi no solo vio cambios en su industria y ocupación del terreno, sino también en su estructura política y social, pasando por su unión con la villa de Segura y la lucha por la autonomía municipal, que finalmente logró en 1608. Esta transición de un pequeño pueblo a una entidad autónoma resalta la evolución de una comunidad que, a pesar de las adversidades, como guerras y cambios económicos, logró adaptarse y prosperar. La historia de Legazpi es testimonio de cómo una localidad puede evolucionar significativamente, influyendo y siendo influenciada por las corrientes de la historia mayor de su región y del mundo.

Raíces Antiguas y Metalurgia Primitiva: Un Vistazo a la Historia Pre-Cristiana de Legazpi

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En Legazpi, antes de que el cristianismo llegara a la región, se cree que los "gentiles" fueron los primeros pobladores de las alturas del valle. Este término se utilizaba para describir a las personas no cristianas de la época, según los mitos y leyendas locales. Documentos relacionados con pleitos sobre el templo parroquial confirman que, desde tiempos muy antiguos, las ferrerías del valle eran conocidas como "gentileches" o "gentilulas". Los gentiles poseían un conocimiento profundo sobre la obtención del hierro, que realizaban en las "haizeolas" o ferrerías de viento, situadas en las zonas elevadas de los montes. Aunque no se han encontrado restos físicos de estas ferrerías, se cree que eran hornos de forma ligeramente troncocónica, capaces de producir hierro en pequeñas cantidades y de calidad variada. Hoy en día, las "zepadiak" o escoriales son vestigios de estos hornos primitivos. En estos lugares, como Larrosain, Salibieta, Otañu, Teniola, Basaundi, Biurrain, Aizaleku, y Korta, se han encontrado restos de carbón vegetal que han sido analizados químicamente, proporcionando datos que nos llevan aproximadamente al año 1080.

Además de estos indicios de actividad ferrífera antigua, Legazpi muestra evidencias de haber sido poblada desde hace mucho tiempo gracias a los "túmulos" o "harrespilak" encontrados en áreas como Arrolamendi-Udana, Oamendi y Aizkorri. Estos túmulos, que datan de unos 4000 años atrás, indican la presencia de una cultura pastoril que coincide con la época neolítica, un periodo caracterizado por el inicio de la domesticación de animales y el cultivo de plantas, así como por el comienzo de la cultura megalítica y la metalurgia. Una figura destacada en el estudio de estos túmulos fue Saturnino Tellería (1880-1947), conocido como el "médico viejo", quien realizó excavaciones por su cuenta en Arrolamendi, contribuyendo significativamente al conocimiento arqueológico del área.

Conflictos y Coexistencia: Ferrones y Baserritarras en el Legazpi Medieval

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Aunque no pretendemos resolver completamente la incógnita de los primeros habitantes de Legazpi, la antigüedad de la industria ferrífera en el valle es un hecho bien documentado. Los registros históricos muestran que ya en 1412, los "olagizon" o "ferrones", en sus primeros litigios con los "baserritarrak" o agricultores y ganaderos, reclamaban ser los pobladores originarios del valle. No obstante, esto no excluye la presencia ancestral de los baserritarras en la zona, como lo demuestran los "sarobeak" o "seles". Estos eran prados circulares cercados, centrados alrededor de una piedra cenizal, usados estacionalmente y que se remontan al período entre los años 0 y 200 d.C.

La escasez de registros detallados de esa época nos lleva a inferir que, entre la cooperación y la competencia, los baserritarras comenzaron a ocupar tierras que no eran prioritarias para los ferrones, tradicionalmente propietarios de los montes y campos de Legazpi. Este tenso equilibrio quedó plasmado en un convenio en 1412, donde se estableció que los caseros podrían cultivar y sembrar en tierras ya desbrozadas, pero no en aquellas sin labrar.

Los ferrones, preocupados por conservar las zonas boscosas esenciales para su oficio, se resistían a la expansión de la agricultura y el pastoreo. Para producir una tonelada de hierro, necesitaban dos toneladas de carbón vegetal, que a su vez requerían cuatro toneladas de madera. La demanda de recursos naturales creaba una fricción constante con los agricultores, quienes necesitaban más tierras para cultivo y pastoreo.

La regulación de estas actividades se encontraba bajo diferentes marcos legales. Los ferrones operaban bajo los fueros de las ferrerías de 1338, que les otorgaban derechos especiales sobre las tierras, reconocidos desde tiempos inmemoriales. Estos fueros marcaban un status privilegiado que con el tiempo captó la atención de la nobleza. Por otro lado, los baserritarras y demás habitantes del valle estaban sujetos a las leyes del común del realengo rural, donde los nobles ejercían control directo, al menos inicialmente, dado que la región aún no había sido elevada al estatus de villa real, lo que implicaría una protección más directa del Rey y una jurisdicción urbana propia.

Esta compleja coexistencia entre ferrones y baserritarras refleja una dinámica de poder y supervivencia, marcada tanto por la cooperación como por el conflicto, en la que cada grupo luchaba por preservar sus medios de vida frente a las presiones económicas y sociales de una era en transición.

La Anexión de Legazpi a la Villa de Segura en el Siglo XIV

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A finales del siglo XIV, específicamente en 1384, Legazpi enfrentó un momento decisivo con su anexión a la jurisdicción de la villa de Segura. Durante esta época, la región se vio sacudida por inestabilidades, agravadas por los conflictos en la frontera con Navarra y las acciones de los Parientes Mayores o banderizos. La falta de una autoridad robusta que pudiera contrarrestar estos desafíos motivó a las comunidades más pequeñas a buscar la protección de entidades más fuertes y estructuradas. Segura, con sus fortificaciones y defensas armadas, presentaba una opción atractiva. En el mismo año, otras siete entidades, conocidas como "universidades", "colaciones" o "lugares" —Mutiloa, Idiazabal, Zegama, Zerain, Ormaiztegi, Gudugarreta y Astigarreta— también optaron por unirse a Segura.

En el acuerdo formalizado, se declaró que la unión se realizaba voluntariamente, "sin premio ni fuerza". Los legazpiarras retuvieron la propiedad de sus recursos naturales —montes, tierras, seles, aguas, pastos, prados y hierbas— y mantuvieron la libertad de gestionar estos recursos sin interferencia de Segura, preservando los derechos que ya disfrutaban. Sin embargo, quedaron subordinados a Segura en términos de jurisdicción civil y criminal, lo que significaba que los casos legales debían ser juzgados por el Alcalde de Segura, aunque Legazpi conservó el derecho a tener su propio Jurado mayor. Además, Legazpi debía contribuir a las cargas fiscales y repartimientos de impuestos requeridos por la creciente villa de Segura.

Este cambio significativo en la estructura administrativa de Legazpi también se reflejaba en documentos anteriores, como el privilegio o carta-puebla otorgado por el rey Sancho IV el 18 de abril de 1290. En este documento, el rey expresaba su deseo de mejorar la seguridad de Legazpi, instruyendo que las ferrerías, entonces en desuso y objeto de robos, se trasladaran más cerca de Segura para su mejor protección y explotación. Así, Legazpi comenzó a aparecer de manera destacada en los registros históricos, marcando un periodo de mayor seguridad y desarrollo estructurado bajo la influencia directa de Segura.

A comienzos del siglo XV, el territorio de Legazpi comenzó a definirse más claramente con la creación de agrupaciones entre las aldeas para el manejo colectivo de los montes de Altzania, incluyendo a Segura, Legazpi, Zegama, Zerain e Idiazabal. En 1430, debido a constantes disputas sobre estos montes, especialmente entre los propietarios de caseríos y ferrerías de Legazpi, se realizó una demarcación precisa de los límites al norte del cordal montañoso de Aizkorri. La zona norte, esencial para la producción de carbón necesario en las ferrerías, se delimitó exclusivamente para Legazpi, mientras que los recursos al sur se asignaron a Segura y las mencionadas comunidades, que más tarde se conocerían como la Comunidad de Aiztondo y Goiburus. Esta división territorial fue la fuente de numerosos conflictos durante los siglos XV y XVI.

La relación de Legazpi con Segura, que duró 224 años, estuvo marcada por litigios y desencuentros. Los registros detallan una extensa lista de agravios por parte de Legazpi contra Segura, incluyendo repartos desfavorables y exigencias como la obligación de los legazpiarras de participar en eventos militares en Segura, y la imposición de que el hierro de Legazpi debía pasar por San Adrián para el pago de tasas aduaneras, destacándose también las disputas durante las honras fúnebres de Felipe II en 1598.

Ante estas tensiones, Legazpi buscó la independencia en varias ocasiones antes de 1608, presentando peticiones en 1564 y 1569 ante el Consejo Supremo de Castilla. Aunque las demandas fueron escuchadas, Segura, con el apoyo de la Provincia, logró frenar estas iniciativas por temor a que otras comunidades siguieran el mismo camino.

Finalmente, en 1608, aprovechando una crisis fiduciaria de la Corona española, Legazpi solicitó formalmente su emancipación de Segura ante el Consejo de Hacienda. A cambio de una considerable suma monetaria, el Consejo concedió a Legazpi su jurisdicción independiente, otorgando al Dr. Collado, juez de comisión, la autoridad para ejecutar la decisión. Así, Legazpi obtuvo el derecho a elegir sus propios alcaldes y oficiales y a enviar representantes a las Juntas Generales de la Provincia.

Sin embargo, a pesar de esta victoria administrativa, Legazpi enfrentaba una severa crisis económica. La industria del hierro local, una vez floreciente, estaba en declive debido a la competencia del hierro europeo de mejor calidad y menor costo. En el siglo XIV, las innovaciones técnicas habían permitido el uso de la fuerza hidráulica para operar martillos y fuelles, lo que llevó al abandono de las antiguas haizeolas y a la proliferación de ferrerías hidráulicas a lo largo del río Urola, como Brinkola, Olazarra, y Elorregi, entre otras, que lograban una producción mucho más elevada.

Legazpi desde la crisis en el sector siderúrgico hasta los Cambios del Siglo XVIII

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En mayo de 1580, un evento inusual marcó la historia de la ferrería en Legazpi. Durante un domingo, un grupo de ferrones decidió trabajar de manera excepcional. Después de cargar el horno con mineral y carbón para una fundición esperada de 250 kilos, tras cinco horas de labor intensa, el resultado fue un diminuto pedazo de hierro de apenas seis kilos, inesperadamente en forma de cruz. Este hecho fue declarado milagroso por el obispo de Pamplona en 1633. Aunque la documentación específica sobre el significado de este suceso es escasa, sucedió en un momento crítico, cuando la industria ferrífera de Legazpi comenzaba a enfrentar una crisis severa. Si bien en el siglo XV había más de veinte ferrerías activas, para el siglo XVII el número había disminuido drásticamente, y para los finales del siglo XIX, la última de las ferrerías, Bengolea, fue reconvertida en molino para la producción de harina. Los ferrones, en un cambio gradual, empezaron a arrendar o vender sus tierras y bosques a los baserritarras, dedicándose ellos mismos a las labores agrícolas, lo que desestructuró el tejido social tradicional de la comunidad.

El siglo XVIII, aunque superficialmente tranquilo, fue en realidad un período de transformaciones significativas para Legazpi. En 1700, se inició la reconstrucción de la iglesia previamente en ruinas, la cual se completó hacia 1720. Además, en 1715 comenzaron los trabajos de lo que sería la actual Casa Consistorial y una década antes, en 1705, se redactaron nuevas ordenanzas municipales, reemplazando las obsoletas de 1533. Sin embargo, a pesar de estos avances, el siglo terminó con un revés para el desarrollo de Legazpi. La decisión de no incluir al municipio en la ruta del camino de coches dentro del eje Madrid-Irún, una vía crucial en aquel entonces, marginó a Legazpi de un posible florecimiento económico y social que podrían haber traído consigo un mayor tráfico y comercio. Esta exclusión dejó a Legazpi físicamente y económicamente aislada, frenando el potencial de crecimiento que había mostrado en años anteriores.

La Evolución Económica y Demográfica de Legazpi en el Siglo XX

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La primera mitad del siglo XIX en Legazpi estuvo marcada por conflictos significativos como la Guerra de Independencia y la Primera Guerra Carlista. Estos conflictos bélicos llevaron a la hacienda municipal a ceder terrenos concejiles para financiar los gastos de guerra, lo que afectó profundamente la economía local. No fue hasta 1850 que Legazpi empezó a recuperar su dinamismo anterior, un renacimiento que se consolidó con la construcción del ferrocarril del Norte en 1862. Este desarrollo ferroviario fue un catalizador crucial para la economía regional, impulsando un crecimiento sustancial que se vio plenamente realizado a principios del siglo XX con la fundación de la fábrica de Patricio Echeverría en 1908. Comenzando con solo doce trabajadores, la empresa se especializó inicialmente en la fabricación de herramientas, pero gradualmente diversificó sus actividades hasta convertirse en la principal industria de Legazpi.

Con la llegada de los años 1930, el desarrollo urbanístico de Legazpi tomó un nuevo ímpetu con la estructuración de la vía A-B, actualmente conocida como Kale Nagusia. Este período también vio la emergencia de barrios obreros como San Ignacio y San Juan, fomentados por la influencia y las inversiones de Patricio Echeverría. Sin embargo, la estabilidad de la villa fue interrumpida por la Guerra Civil Española. A los dos meses de iniciarse el conflicto, las fuerzas nacionales ocuparon el pueblo, y la fábrica de Echeverría fue militarizada, sumiendo a la villa en años de adversidad.

Tras el término de la guerra, Legazpi experimentó un resurgimiento económico notable. Nuevas industrias como PESA, Electromagnética, la industria de plásticos y la Papelera surgieron, transformando el tejido industrial de la villa. Estas industrias atrajeron a una gran cantidad de inmigrantes desde mediados de la década de 1950, inicialmente de pueblos agrícolas cercanos y más tarde de regiones como Navarra, Álava, León, Extremadura y, en particular, Burgos. Este afluente de población aumentó los habitantes de Legazpi de 1,246 en 1900 a 10,588 en 1980. Sin embargo, a partir de ese año, la economía local enfrentó una grave crisis que provocó un descenso en los índices demográficos, marcando un periodo de incertidumbre y desafío para la comunidad de Legazpi.[1]

Bibliografía

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https://www.legazpi.eus/es/conoce/pueblo-de-legazpi/historia

  1. Udala, Legazpiko. «Historia». .: Legazpiko Udala :. Webgune ofiziala .: Ayuntamiento de Legazpia :. (en eu-es). Consultado el 30 de abril de 2024.