Usuario:JoanJMP98/prueba JMP

Pese al actual pesimismo que se cierne sobre Europa, ayer los líderes políticos del continente demostraron que aún tienen la habilidad de permanecer unidos, cuando la situación lo requiere. El primer presidente de la historia de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, esperaba que la breve reunión de esta semana en Bruselas sirviera para levantar los ánimos decaídos y para persuadir a los miembros del eurogrupo, el cual acaba de vivir una década en la que se ha dedicado en cuerpo y alma a reformular sus leyes, con tal de orientarse hacia el exterior y hacia adelante e idear un camino para un futuro en el que Europa pueda llevar a cabo su influencia de manera efectiva.

Desafortunadamente, no salió como se esperaba. Más bien Europa estaba a punto de adentrarse en una de las turbulencias más graves que le quedaba por sufrir a la moneda del continente. La presión financiera griega en los mercados de bonos amenaza con mutar en una presión financiera española o incluso italiana, con la posibilidad de acabar con el euro. Los líderes nacionales planificaron solo el boceto para un remedio, pero al menos reconocieron que la eurozona podría, en un futuro, seguir unida o derrumbarse. Sin embargo, el resultado fue una declaración un tanto difusa que habla sobre la disposición de la UE para llevar a cabo “acciones coordinadas y determinantes” si se requiere, cosa que en la práctica seguramente implicará que París y Berlín cubrirán parte de la deuda de Atenas a cambio de más austeridad.