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Las joyas de la Reina Victoria Eugenia
En España, desde la Guerra de la Independencia, cuando se saqueó el Palacio Real, no existen las joyas vinculadas a la Corona como institución, sino que éstas son bienes exclusivamente privados. Son, lo que se llaman las "joyas de pasar".
La llegada a la corte madrileña de la Reina Victoria Eugenia supuso numerosos cambios en las costumbres palaciegas. La Princesa de Battenberg era titular de una dote de cierta entidad que, en lo referente sólo a joyas, ascendía a 1.147.286 pesetas con 40 céntimos, cifra importante para aquellas fechas. A esta cantidad habría que sumar las alhajas recibidas como regalo de bodas, efectuado por parte de Don Alfonso XIII, y que, según tasación realizada en 1906, con ocasión de sus esponsales, ascendían a 1.158.000 pesetas. La suma total de más de 2.300.000 pesetas era verdaderamente astronómica: teniendo en cuenta que el sueldo anual de un alto cargo palatino de aquellos años ascendía a tres mil pesetas, las joyas de Doña Victoria Eugenia equivalían al trabajo de un año de mil funcionarios de esta índole.[1].
Doña VE era ahijada, de la emperatriz Eugenia de Montijo, de ahí su segundo nombre, y también recibió de ella alhajas. En 1920, la Reina Victoria Eugenia recibió de manos del Duque de Alba como herencia de su madrina, la Emperatriz Eugenia, una bolsita con esmeraldas de una tiara, realizada por Ansorena y denominada “tiara Fontennay de 1858”, decidió manipular la tiara de Ansorena en Cartier y sustituir las perlas por las esmeraldas. Durante el exilio vendió las esmeraldas para sufragar sus gastos. Esta tiara solía lucirla con un collar de esmeraldas que luego compraría el Sha de Persia. [2]