Escuela primaria editar

Época colonial editar

Durante la época de la colonia solo existieron unas pocas escuelas en Montevideo, donde se brindaban aprendizajes elementales y cuya metodología consistía en la memorización y castigos corporales o psicológicos, como por ejemplo la «lengua de trapo» o las «orejas de burro».[1]

En 1730 quedaron plasmadas en los libros del Cabildo de Montevideo las gestiones para la instalación de los franciscanos que, además de sus funciones espirituales, querían introducirse en el campo de la medicina y la enseñanza de la escritura y la gramática. En 1747 los jesuitas instalaron una escuela que tuvo mayor demanda de la que organizacionalmente se podía brindar, lo que da cuenta de las necesidades educativas que había en el Montevideo de la época. A partir de 1772 funcionaron dos escuelas gratuitas. Una de franciscanos y otra de origen secular. En el Cabildo había, además de estas, otras cuatro escuelas registradas. En 1809 se creó por parte del Cabildo una escuela municipal gratuita dirigida por un sacerdote.[2]

La educación para niñas surgió a fines del siglo XVIII, propulsada por la nieta del fundador de Montevideo, María Nicolasa Josefa Clara de Zabala. Su objetivo era enseñar a leer, escribir y coser a las niñas menores de trece años. Además, procuraba enseñar los preceptos morales del cristianismo.[3]

Período artiguista editar

En este período se reabrió la escuela de Montevideo bajo la dirección de Manuel Pagola. Las diferencias entre Pagola y Artigas, sobre la pertinencia de la formación política y ciudadana en la educación, que Artigas promovía, llevaron a la sustitución de Pagola por José Benito Lamas. En tanto, Artigas creó en Purificación una escuela pública que duró mientras él estuvo allí, aunque se conservan pocos datos al respecto. En el año 1816, además de la escuela pública dirigida por Lamas, funcionaban otras cuatro escuelas privadas.[3]

Período cisplatino editar

Funcionaron en este período cinco escuelas en la ciudad de Montevideo, destinadas a educar a una población de 3200 niños. Más tarde, el Cabildo clausuró dos de ellas por las deficiencias en sus funciones. En esta época surgió la Escuela Lancasteriana, que funcionó entre 1821 y 1825 y que tuvo escasa asistencia de alumnos, cercana a los 150. Esta metodología consistía en que los alumnos se monitoreaban los unos a los otros, donde los niños «más adelantados» ayudaban a los otros. Esta metodología requería de menos recursos, pero, según señala Bralich, este sistema respondía a un modelo industrial distinto al Montevideo de la época. El sistema lancasteriano presentaba un nuevo encuadre teórico y sustituía los viejos castigos por estímulos positivos. [4]

Primer gobierno nacional 1825-1870 editar

El nuevo gobierno tomó medidas para organizar el sistema educativo. En 1826, mediante una ley, se estableció que debía haber una escuela «en cada pueblo de la provincia». En 1847 se creó el Instituto de Instrucción Pública, con el objetivo de imponer un monopolio estatal en materia educativa. En 1855, Gabriel Palomeque, director de esa institución, advertía en un informe de las falencias de la educación uruguaya. Entre otros problemas, advertía sobre el desorden en el sistema, la falta de medios y el desconocimiento de los reglamentos de estudios.[1]

Reforma vareliana editar

 
José Pedro Varela, impulsor de la reforma educativa.

En 1875 el dictador Lorenzo Latorre disolvió el Instituto de Instrucción Pública y delegó las funciones que le concernían a este a la comisión de Instrucción Pública de la Junta Económica Administrativa de Montevideo. Un intelectual, José Pedro Varela, fue nombrado como Director de Instrucción Pública.[5]​ En 1876 presentó un proyecto de Ley General de Educación Común donde proponía un sistema escolar con cuatro principios fundamentales: la obligatoriedad, gratuidad, la laicidad y la participación popular. La enseñanza religiosa debía brindarse, según Varela, solo a aquellos niños cuyos padres así lo requerían. La participación popular refería a que los padres y vecinos participaran eligiendo los maestros, en la fijación de los programas y en la recaudación de impuestos. El presidente de facto, Lorenzo Latorre, no aceptó esta propuesta tal cual la formuló Varela y en su lugar impulsó una ley sustitutiva, que coincidía en parte con lo planteado por Varela. Se reivindicaba la obligatoriedad, la gratuidad y que la enseñanza religiosa solo se brindara con consentimiento de los padres. Además, agregó que la educación debía estar fuertemente centralizada. Varela aceptó conducir la educación bajo estas prerrogativas y fue nombrado Inspector Nacional de Instrucción Pública. En este período la población escolar creció rápidamente, pasando de 17 mil alumnos a 50 mil a fines del siglo XIX. [1]

La escuela en el siglo XX editar

En este siglo la escuela se expandió y logró un fuerte reconocimiento social por parte de la población. A mediados de siglo había 200 mil alumnos inscriptos. Si bien subsistieron la deserción y la repetición, hubo impulsos renovadores: nuevas metodologías, de proyectos, Decroly, etc., que se implementaron en escuelas experimentales. Además, se reformaron los programas escolares, que fueron discutidos largamente en congresos. Destacaron figuras de la pedagogía como Reina Reyes, Julio Castro y Agustín Ferreiro.[1]


Universidad editar

Educación universitaria editar

En 1849 se creó la Universidad Mayor. En sus primeros tiempos solo contó con una facultad de Jurisprudencia y con algunos cursos de nivel medios, tales como filosofía, francés, latín, física, etc. La poca oferta curricular y el caracter oneroso de esta Universidad hizo que su público fuera minoritario, siendo los futuros doctores que se desempeñarían en la prensa y en el sistema político los que accedían a ella.[1]


Véase también editar

Referencias editar

  1. a b c d e Bralich, Jorge (2010). «Del padre Astete a las computadoras». Almanaque 2010 (Montevideo: Banco de Seguros del Estado): 139-147. 
  2. Nahún, 2008, p. 11.
  3. a b Nahún, 2008, p. 12.
  4. Nahún, 2008, p. 13.
  5. Nahún, 2008, p. 16.


Bibliografía editar

Nahún, Benjamín (2008). Historia de la Educación Secundaria 1935-2008. Administración Nacional de Educación Pública. ISBN 978-9974-644-78-6.