Pese al actual pesimismo en Europa, ayer los líderes políticos del continente demostraron que aún tienen la habilidad de permanecer unidos cuando la situación lo requiere . El primer presidente de la historia de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, tenía la esperanza de que esta breve reunión en Bruselas sirviese para levantar los decaídos ánimos y persuadir a los miembros de este club. La UE acaba de vivir una década en la que ha gastado cada julio de su energía en reformular sus leyes con tal de orientarse hacia la política internacional y hacia el futuro, e idear una estrategia en la que Europa en un futuro pueda llevar a cabo su influencia de manera efectiva.

Por desgracia, la estrategia no ha salido como estaba planeada, aunque también era algo poco probable. Al fin y al cabo, ahora nos encontramos en el epicentro de un predecible terremoto que sacudirá al euro. Este malestar que padecen los mercados griegos amenaza con convertirse en una pandemia que puede llegar contagiarse a España o incluso a Italia y que tiene el potencial de matar al euro. Los líderes nacionales solo han trazado el boceto de lo que podría llegar a ser la solución del problema, aunque, al menos, todos ellos han reconocido que tanto si la eurozona se va a pique como si resiste la embestida, la misma suerte correremos los demás. No obstante, este borrador mostraba una vaga disposición por tomar “una acción determinada y coordinada” en caso de ser necesaria. Además, en la práctica, lo que seguramente podría ocurrir es que París y Berlín acaben financiando la deuda ateniense a cambio de más políticas de austeridad.