Dictadura de Lavalle

Durante 1828, el general Juan Lavalle, persiguió y derrotó a aquel entonces gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego (1827-1828), Lavalle derrotó a Dorrego en la batalla de Navarro, y luego daría ordenes de fusilarlo a esté, de esta manera empieza "la dictadura de Lavalle", que luego en 1829 sería derrotado por Juan Manuel de Rosas.


ANTECEDENTES

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Después de la caída de la presidencia de Bernardino Rivadavia, el jefe del partido federal, Manuel Dorrego, fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires. Pero se vio obligado, por presión del gobierno británico y de los accionistas del Banco de Buenos Aires, a firmar la paz con el Imperio del Brasil, otorgando la independencia a la República Oriental del Uruguay. El partido unitario se oponía activamente a Dorrego, y cuando se firmó la paz unieron a su causa a los jefes militares que habían hecho la guerra al Imperio, indignados por el tratado de paz.

Convencieron al jefe de las fuerzas porteñas, general Juan Lavalle, de unirse a ellos. El 1.º de diciembre de 1828, este derrocó al gobernador. Dorrego se trasladó al interior de la provincia, delegando el mando en el general Juan Ramón Balcarce mientras organizaba el ejército que debía reponerlo en el mando. Pero Balcarce tuvo que rendirse a Lavalle, que ese mismo día se hizo elegir gobernador en una asamblea de sus partidarios en el atrio de una iglesia.

Desde entonces, ambos contendientes se consideraban a sí mismo el gobernador legal, y al otro como un usurpador. Dorrego reunió tropas en el interior de la provincia, sobre todo las fuerzas de milicias rurales al mando del coronel Juan Manuel de Rosas y algunos indios amigos. Lavalle salió a enfrentarlo, por lo que el gobernador legal y Rosas decidieron unir sus fuerzas a las del coronel Ángel Pacheco, en el norte de la provincia

 
El fusilamiento de Dorrego, asistido por su amigo y compadre Gregorio Aráoz de Lamadrid y un religioso. Pintura de Fausto Eliseo Coppini.

Pero inesperadamente Dorrego cambió de idea y decidió presentar batalla en el pueblo de Navarro. Aunque había elegido el campo de batalla, la rapidez del ataque de Lavalle le dio la ventaja de la sorpresa, a la que se sumaba una muy superior preparación militar de sus fuerzas y un mejor armamento.

Los 600 coraceros de Lavalle atacaron de frente a los 2.000 milicianos gauchos de Dorrego y los pusieron en fuga, dejando en el campo de batalla más de cien muertos.

Está batalla tuvo grandes consecuencias, entre ellas que Dorrego se retiró hacia el norte de la provincia, refugiándose en el campamento de Pacheco; pero dos de sus oficiales, Bernardino Escribano y Mariano Acha, se sublevaron contra ellos y arrestaron a Dorrego. Pocos días más tarde, instigado por sus aliados unitarios, Lavalle ordenaba el fusilamiento del gobernador Dorrego en Navarro.

Esta batalla decidió la guerra entre Dorrego y Lavalle, pero al mismo tiempo inició una guerra civil generalizada a todo el país entre unitarios y federales. Ésta dejaría la provincia de Buenos Aires en manos de Rosas y el litoral fluvial controlado por el caudillo federal de la provincia de Santa Fe, Estanislao López. En cuanto a las provincias del interior, tras dos años de dominio del general unitario José María Paz, la guerra concluyó con la victoria federal y el dominio casi absoluto del caudillo Juan Facundo Quiroga.

Consecuencias

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El 13 de diciembre, en Navarro, sin proceso ni juicio previo, Dorrego fue fusilado por orden de Lavalle.[1]

A continuación y una vez consolidada su autoridad, decidió disolver la legislatura - reemplazándola por un consejo consultivo de notables - y desterró a los federales más reconocidos, como Juan Ramón Balcarce, Enrique Martínez y Tomás de Anchorena, entre otros.

La ejecución de Dorrego pesaría sobre la conciencia de Lavalle por el resto de su vida.[cita requerida] Del Carril le aconsejó mentir - levantando un acta falsa de un supuesto sumario previo - y todos los que lo habían aconsejado negaron más tarde su participación.

La gobernación

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Lavalle, por Juan Manuel Estrada (1842-1894).

A continuación y una vez consolidada su autoridad, decidió disolver la legislatura - reemplazándola por un consejo consultivo de notables - y desterró a los federales más reconocidos, como Juan Ramón Balcarce, Enrique Martínez y Tomás de Anchorena, entre otros.

La ejecución de Dorrego pesaría sobre la conciencia de Lavalle por el resto de su vida.[cita requerida] Del Carril le aconsejó mentir - levantando un acta falsa de un supuesto sumario previo - y todos los que lo habían aconsejado negaron más tarde su participación.

La carta fechada el 12 de diciembre de 1828 decía, entre otras cosas:

"...La prisión del General Dorrego es una circunstancia desagradable, lo conozco; ella lo pone a usted en un conflicto difícil. La disimulación en este caso después de ser injuriosa será perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo del fusilamiento de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla. Prescindamos del corazón en este caso. La Ley es que una revolución es un juego de azar, en la que se gana la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio, de una evidencia práctica, la cuestión me parece de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza de la hidra, y no cortará usted las restantes. Nada queda en la República para un hombre de corazón."

Todas estas cartas fueron mantenidas en secreto hasta mediados del siglo XX.[cita requerida] Lavalle, por su parte, asumió toda la responsabilidad por lo realizado.

Como Rosas se había refugiado en Santa Fe, Lavalle decidió invadirla mientras enviaba refuerzos a luchar contra varios caudillos menores en el sur de Buenos Aires. La campaña resultó insólitamente sanguinaria, con más de mil muertos.

Lavalle nombró al general José María Paz como ministro de guerra, pero este prefirió llevar su división del ejército a Córdoba, donde la utilizaría para derrocar al gobernador Juan Bautista Bustos. El ejército de Lavalle tuvo que retroceder por haberse quedado sin caballos, para resultar alcanzado y derrotado finalmente por Estanislao López y Rosas en la batalla de Puente de Márquez. Rosas y los federales sitiaron la ciudad.

Lavalle intentó convencer a San Martín, que había regresado a su país, de que asumiera el gobierno de la provincia. Pero este, en una nota que entrega a sus emisarios, le contestó que "los medios que me han propuesto no me parece tendrán las consecuencias que usted se propone". Y sugiere rendirse a los de López y Rosas: "Una sola víctima que pueda economizar al país le será de un consuelo inalterable". Indignado por la guerra civil que Lavalle había provocado, prefirió volver al exilio.

Sin otra salida, Lavalle se dirigió al cuartel general de Rosas, recostándose en su catre de campaña a esperarlo, ya que el mismo se encontraba ausente al momento de su visita. A la mañana siguiente, Lavalle y Rosas firmaron la Convención de Cañuelas, que estipulaba que se llamaría a elecciones, en la que se presentaría una lista de unidad entre federales y unitarios. No obstante lo acordado, el general Alvear se presentó con una lista unitaria autónoma, con la que venció a la de unidad a costa de un escandaloso fraude y 43 muertos.[cita requerida]

Ante el reclamo de Rosas, Lavalle anuló las elecciones y poco después ambos firmaron el Pacto de Barracas, por el que el gobierno pasaba al general Juan José Viamonte, que asumió el 26 de agosto. Poco después, Lavalle se retiró a Uruguay y en diciembre Rosas asumió como gobernador de la provincia.

  1. r Ángel J. Carranza, El general Lavalle ante la justicia póstuma, páginas 33