Discusión:Biblioteca de Alejandría/Revalidación a destacado

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Biblioteca de Alejandría editar

  • Se decidió no validar la condición de destacado por 2 votos a favor y 7 en contra.
  • Remoción aprobada con el 77,8% de los votos.
Propuesto por
Filipo (Alegaciones) 21:44 24 mar 2007 (CET)
Plazo de votación (14 días)
del 24 de marzo al 6 de abril
Categoría
Antigua Grecia y Bibliotecas
Motivación
No cuenta con suficientes referencias. Su bibliografía es muy escueta y no aparece claramente de dónde salen los datos expuestos.

  A favor

  1. --Petronas 23:12 27 mar 2007 (CEST) Mejor no hago comentarios. Lamentable.
  2.   Βεατρίκη   (discusión) 00:33 28 mar 2007 (CEST) Lo mismo digo
Tu voto a favor

  En contra

  1. Gizmo II ¿Eu? 00:19 25 mar 2007 (CET)
  2. --Bertie 03:30 25 mar 2007 (CEST)
  3.   Netito  ...@... ¿¿¿Algo qué decir???  04:27 25 mar 2007 (CEST) Corto y pobrísimo de referencias.
  4. Gaeddal   00:53 26 mar 2007 (CEST) Si decís que no os gusta este artículo, mirad más abajo...
  5. Frank   --> (Opinión) 03:50 26 mar 2007 (CEST)
  6.       Γ ī Đ 3 ζ Μ Ø Q U 3 Θ Ü Å      ¿Wh..?  06:48 26 mar 2007 (CEST)
  7. Venerator 16:01 4 abr 2007 (CEST)
Tu voto en contra
Comentarios

Breve, con pocas imágenes, carente de referencias y una nutrida bibliografía. Para colmo, con alguna que otra incorreción histórica. El 17 de marzo hube de editar una flagrante mentira sobre la atribución del incendio a César. Tiene asimismo problemas con la lista de bibliotecarios, su destrucción, los affaires de Teófilo y el califa Omar. Eso a primera vista. Tal como está actualmente, creo sinceramente que no puede siendo considerado destacado. Habrá que trabajarlo. Saludos, --Bertie 03:30 25 mar 2007 (CEST)

  • Bertie, retiraste información con referencias en Séneca, Plutarco y otros: durante el asedio de César sí se produjo un incendio en Alejandría, no en la biblioteca, como muy bien decía el texto por tí retirado:
..... De algunas fuentes, como Séneca, Aulo Gelio, Dión Casio, Amiano Marcelino, Orosio y Plutarco, se desprende la idea de que este incendio se habría extendido hasta estragar los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, próximos al puerto. Sin embargo, se pueda afirmar sin duda alguna que la Gran Biblioteca alejandrina y sus tesoros no resultaron destruidos.

Así que de mentira flagrante, menos. Por otra parte, el affaire de Teófilo es totalmente cierto, como lo es que Omar no la destruyó, aunque siglos después se le achacó. Es posible que tenga alguna incorrección, pero en líneas generales está(ba) correcto. No entro a juzgar si es corto, pero no se puede dar mucha más información, es la que hay, salvo ejercicios de literatura. Por otra parte, referencias tiene: se pueden dar más, pero quizá está solamente la bibliografía utilizada en su momento. Destacados hay con menos. Mercedes (mensajes) 04:46 25 mar 2007 (CEST)

Sí, ese texto lo puse yo, y lo quité para resumir, por que no quería extenderme, para así poder dedicarme a otros asuntos de mayor importancia. Lo de mentira flagrante (consulta el historial) es lo que decía antes: La biblioteca de Alejandría empezó su vida con el reinado de Ptolomeo I (362 adC-283 adC) (otras fuentes dicen que fue con su hijo Ptolomeo II) y se terminó trágicamente en el año 48 adC, durante la guerra entre Roma y Egipto. Se dio una batalla terrible en el mar, entre la flota egipcia y la romana, y la consecuencia fue un espantoso incendio en la ciudad que afectó a casi toda el área urbana y por supuesto al gran edificio del Museo donde estaba la gran biblioteca. Toda la riqueza intelectual, todo el saber acumulado durante siglos desapareció en poco tiempo. Sólo algunos rollos pudieron salvarse y la memoria de muchas de sus obras. Así que sí, mentira flagrante.
Si quieres la versión larga de los hechos, aquí vá: De algunas fuentes, como Séneca, Aulo Gelio, Dión Casio, Amiano Marcelino, Orosio y Plutarco, se desprende la idea de que este incendio se habría extendido hasta estragar los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, próximos al puerto. ¿Correspondían estas dependencias a la Gran Biblioteca alejandrina? ¿Resultaron destruidos sus tesoros? Simple y llanamente: no.
Séneca, en efecto, confirma en su De tranquilitate animi la pérdida de 40.000 rollos en este desafortunado incidente (quadraginta milia librorum Alexandriae arserunt), citando su fuente, el perdido libro CXII de Tito Livio, quien fue contemporáneo del desastre, por mucho que algunos autores consideren la cifra una errata por 400.000. Paulo Orosio reitera en pleno siglo V esta cifra en su Historiarum adversum paganos (VI, 16, 31-33): ...al invadir las llamas parte de la ciudad consumieron cuarenta mil libros depositados por casualidad en los edificios...
De la información aportada por los escritores citados se desprende que hubo una pérdida notable de rollos a causa de un incendio, pero la Biblioteca como tal, es decir, la institución ptolemaica de Alejandría, continúa existiendo después de tan desgraciado suceso.
Dión Casio (XLII, 38, 2-5), en cambio, alude a la destrucción de los almacenes (apothekai) del puerto, algunos de los cuales contenían rollos, pero no se pronuncia sobre el motivo por el que los papiros se encontraban en ese momento en un emplazamiento tan peculiar. Tal vez César pensase encargar a Varrón la organización de una biblioteca pública en Roma, proyecto que fracasó a la muerte del dictador en 44 adC, según informa Suetonio (I, 44, 2), a la que tal vez estuvieran destinados los rollos conseguidos por él en la capital egipcia.
El Bellum Alexandrinum, probablemente escrito por oficiales cesarianos en base a las notas del propio Julio, narra que la Biblioteca de Alejandría había sido construida de tal manera que estuviera a salvo de una gran conflagración, y confirma el incendio no de la Biblioteca, sino de unos almacenes del puerto. No se tiene noticia de un incendio de una magnitud tal que hubiese asolado el distrito de Brucheion durante la Guerra Alejandrina. Ninguno de los testimonios antiguos, que abarcan desde el ya citado Bellum Alexandrinum hasta Paulo Orosio, pasando por Estrabón, Livio, Lucano (X, 491-505), a quien se debe la descripción más poética y detallada del incendio, Floro, (Epítome de gestis romanoum, II, 12), y Apiano (II, 13), mencionan tal devastación.
Igualmente elocuente resulta el silencio de los contemporáneos. Es inverosímil suponer que enemigos de César como Cicerón iban a callar ante una tal catástrofe cultural. Tampoco Estrabón o Apiano (el cual era, para colmo, alejandrino) mencionan la susodicha destrucción de la Gran Biblioteca.
Por su parte, Plutarco (Vida de César, XLIX, 3, 2-3), es el primero en mencionar de modo explícito la extensión del fuego a la gran Biblioteca de Alejandría y no sólo un descalabro parcial, hablando como si hubiera quedado reducida a cenizas para siempre. Sin embargo, tajante Plutarco acerca del incendio de la Biblioteca parece tener origen en un error filológico, provocado por el cambio de significado de bibliotheke a finales del siglo I y principios del II. La palabra perdió su connotación de “biblioteca” para significar “colección de libros” (como la “Biblioteca Histórica” de Diodoro Sículo).
Entretanto, “biblioteca” se designaría como apothekai tôn bibliôn (almacén de libros), y el diferente significado atribuido a estos términos habría dado lugar a la confusión.
Aulo Gelio (VII, 17, 3), y el muy posterior Amiano Marcelino (XXII, 16, 13) aportan una información similar a la anterior, cifrando en 700.000 el número de rollos desaparecidos en este desastre. Amiano Marcelino parece confundir la Biblioteca con los libros que se encontraban en el Serapeum, templo destruido por un incendio en esta época, al que apunta en este pasaje, prueba evidente de que las cosas no parecían verosímiles de otra manera. Aulo Gelio expresa con claridad que la devastación afectó a los rollos adquiridos o copiados en Egipto bajo la dinastía lágida (ingens postea numerus librorum in Aegypto ab Ptolemaeis regibus vel conquisitus vel confectus est ad milia ferme voluminum septingenta), o lo que es lo mismo, que la colección de papiros de la Biblioteca fue pasto de las llamas en su totalidad. Nuevamente, parecen haber sido víctimas del mismo error de significado, probablemente repetido por la ignorancia o la credulidad de sus contemporáneos.([1])
Así pues, hay que descartar la propagación de un fuego que hubiese asolado la colección de manuscritos reunida por los Lágidas. A lo sumo, pudo haberse producido una pérdida de los rollos almacenados en el puerto, tal vez para ser trasladados a Roma o porque éste era el lugar habitual para depositarlos hasta pasar a su dependencia definitiva en el Museo. En cualquier caso, la pérdida de estos 40.000 tomos fue ampliamente reparada por el regalo a Marco Antonio a Cleopatra, en el año 41 adC, de los 200.000 volúmenes de la biblioteca de Pérgamo, la segunda biblioteca del mundo helenístico, y por largo tiempo frustrada rival de su homóloga alejandrina.
La existencia de la Biblioteca tras su supuesta destrucción queda confirmada por una inscripción hallada a principios del siglo XX, dedicada a Tiberio Claudio Balbillo (56 d.C.). Como se apunta en Handbuch der Bibliothekswissenschaft (Georg Leyh, Wiesbaden 1955), entendemos que el cargo que Ti. Claudius Balbillus desempeñaba “supra Museum et ab Alexandrina bibliotheca” combinaba la dirección del Museo y las bibliotecas como si de una academia se tratara.
Suetonio, pese a tratar a la dinastía julio-claudia en los peores términos, caricaturizándolos como una caterva de tiranos enloquecidos, tampoco nos dice nada de la destrucción de la Gran Biblioteca. Es más, en su biografía de Claudio (41-54) nos refiere que el Emperador, tras escribir en griego una historia de los etruscos y otra sobre los cartagineses (hoy perdidas), quiso celebrar la escritura de estos libros y creó un anexo del Museo: …añadió al antiguo Museo de Alejandría otro nuevo que llevaba su nombre y se estableció que todos los años, en determinados días, se habría leer en las salas públicas de recitación, en uno de los museos, la historia de los etruscos, y la de los cartagineses en el otro, ambas, y cambiando de lector a cada libro... (Vida de los Doce Césares, ). Ello da a entender de manera más que manifiesta que el viejo Museo seguía existiendo y en pleno funcionamiento.
Respecto al problema de los bibliotecarios, el primero fue Zenodoto (234 a.C.), seguido por Eratóstenes (234-195 a.C.); Aristófanes de Bizancio (195-181 a.C.); y Aristarco de Samotracia (181-171 a.C.), todos ellos famosos eruditos y poetas. La inclusión como bibliotecarios de Calímaco y Apolonio de Rodas tiene poca autoridad y parece cronológicamente imposible. Lo mismo pasa con Demetrio Falereo, que catalagó libros, sí, pero para Ptolomeo I... ¡antes de que su hijo Ptolomeo Filadelfo fundara la Gran Biblioteca!
Cn respecto a la destrucción, habría que mencionar que a finales del siglo II y a lo largo del III, una serie de desastres se abatieron sobre la antigua capital de los Ptolomeos: En primer lugar, la llamada Guerra Bucólica (172-5), que se extendió hasta Alejandría; a ésta subisguieron la rebelión de los usurpadores Avidio Casio (175) y Pescenio Níger (193-4); el brutal saco de Alejandría por capricho de Caracalla (215); la pléyade de tumultos y revueltas civiles y militares que hubo durante la Anarquía Militar a raíz de la crisis económica y la aplastante presión fiscal; los ataques de los blemmíes… La ciudad fue destrozada por Valeriano (253); de nuevo en 269, cuando se dio la desastrosa conquista de la ciudad por Zenobia, reina de Palmira; y en el 273, cuando Aureliano, al reconquistarla para los romanos, saqueó y destruyó completamente el Bruchión, desastre al que no pudieron sobrevivir ni el Museo ni la Biblioteca. Se dice que en aquella ocasión los sabios griegos se refugiaron en el Serapeo, que nunca sufrió con tales desastre, y otros emigraron a Bizancio. Finalmente, la revuelta del usurpador Lucio Domicio Domiciano (296-7), que acabó con Alejandría tomada y saqueada por las tropas de Diocleciano, tras un asedio de ocho meses (victoria conmemorada por el llamado “Pilar de Pompeyo”). Se dice que tras la capitulación de la ciudad, Diocleciano ordenó que la carnicería continuara hasta que la sangre llegara a las rodillas de su caballo. La accidental caída de éste libró a los alejandrinos de la muerte, y para conmemorar el hecho erigieron una estatua al caballo. Por aquel entonces el Museo y su Biblioteca aneja estaban ya abandonados. Diocleciano no tuvo problemas asimismo en quemar millares de libros realcionados con la alquimia y las ciencias herméticas (para evitar que alguien pusiera en peligro la estabilidad monetaria que a duras penas se había conseguido restaurar).
Para colmo, entre 320 y 1303 hubo 23 terremotos en Alejandría. El del 21 de julio de 365 fue particularmente devastador. Según las fuentes, hubo 50.000 muertos en Alejandría, y el equipo de Franck Goddio del Institut Européen d´ Archéologie Sous-Marine, ha encontrado en el fondo de las aguas del puerto cientos de objetos y pedazos de columnas que demuestran que al menos el veinte por ciento de la ciudad de los ptolomeos se hundió en las aguas.
Finalmente, con respecto a Teófilo y Omar, y lo de exculpar al califa mahometano, recuerdo que en aquella época griegos y romanos siguieron escribiendo libros. Entre Teófilo y Omar hay dos siglos en los que Alejandría sugió siendo una metrópolis. No se puede descartar así como así la responsabilidad de los sarracenos, porque sus actos a lo largo de todo el período no presagiaban nada bueno. El imperialismo árabe, que brotó al socaire de una revolución religiosa, nunca se ha caracterizado precisamente por su tolerancia. Cartago, Cesarea de Palestina, Leptis Magna y las ciudades del norte de África, todas ellas grandes metrópolis todavía en el siglo VII fueron arrasadas a sangre y fuego por la espada del Islam. Y Cesarea, por ejemplo, tenía más de 50.000 habitantes y la mayor biblioteca cristiana, de 30.000 tomos, de los que nunca más se supo. Y con respecto a Teófilo, Cirilo y sus fanáticos, eran gente culta y helenizada, que no se dedicaba a quemar cosas porque sí. Por mucho que mataran Hipatias, lo más destruían templos paganos, y lo habitual es que éstos fueran reutilizados. Una niké se convertía rápidamente en un ángel, un Sinesio de Cirene era discípulo de Hipatia... y por mucho que Teófilo atacara el Serapeo, eso no signfica que hiciera lo propio con los depóstios d elibros de la biblioteca-hija, suponiendo que aún existiera. Sí, Paulo Orosio confirma que sus armarios vacíos... fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo. Pero no destruidos.
En resumen, que el artículo es de una paupérrima calidad, y no merece ser destacado. Saludos, y perdón por el tamaño de la exposición, --Bertie 14:58 25 mar 2007 (CEST)

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