Diferencia entre revisiones de «Soy un gato»

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En el primer capítulo, el gato (el cual jamás tendrá nombre) narra cómo obtiene un hogar con el profesor Chinno Kushami. La novela empieza con el gato, de quizá apenas dos meses, en una cama de paja con su madre y sus numerosos hermanos; un shoshei, al verlo, decide recogerlo y llevarlo con él en un jardín. Ante la ruptura del discernimiento, el vértigo, la fotofobia y el hambre, comienza a llover, estando solo. Dándose cuenta de que maullar no ayudaría en lo absoluto, decide investigar el lugar, encontrándose con una valla de bambú con un agujero. El propio felino se agradece de ello; en sus palabras: "Ciertamente, el destino me había sonreído: si la valla no hubiera estado rota, podría haberme muerto de hambre y de frío allí mismo, a pocos metros de mi salvación."
 
Colándose a la casa, se encuentra con Osan, la criada de la casa. Osan lo despide desde la cocina, pero él, con brío en sus designios, vuelve a entrar a hurtadillas. El proceso se repite en numerosas ocasiones. Ante un nuevo intento, entra el profesor Kushami, quien decide, en pocas palabras, que el gato se quede. Desde entonces, ambos traen una manía entre sí, mientas que él decide pasar su tiempo con el profesor, masmás que por quererlo, por ser el único que tolera su presencia.
 
El gato narra la fuerza de costumbre diaria del profesor: cada día, al llegar de la escuela, se encierra en su estudio, abre un libro (sea occidental u oriental), y se duerme sobre él, babeándolo todo. El gato, al ver que el maestro se autoproclama el colmo de la laboriosidad, y que su familia le da respeto por su condición de maestro, obteniéndolo con sólo dormir, piensa que no habría problema en ser gato y maestro a la vez. Convive con unos gatos del vecindario: Mike, el gato tricolor, Shirokun, y más adelante, Kuro, aunque a partir de la desolación ambiental y el aislamiento que sufre en el tercer capítulo, no volverá a guardar relación con otros felinos, enfocándose exclusivamente a las actividades humanas. De igual modo, el maestro se obsesionó con la pintura a la acuarela. Al final nadie comprendía qué había intentado pintar. Tal es una característica del maestro: ante toda nueva actividad que realiza, todos sus intentos obsesivos serán abandonados. Un esteta de Bellas Artes, Meitei, mejor amigo del maestro, aprovecha la situación para decirle del factor natural como componente primordial de la estética, citando supuestamente a Andrea del Sartro. El maestro, impresionado, se inspira, llegando a escribir en su diario sueños constantes de él abandonando su pintura y sintiéndose un verdadero artista, o reuniones con personajes de otras clases. Cuando Meitei y Kushami se reúnen nuevamente, el primero le cuenta que el asunto de Andrea del Sartro y su visión de la estética no era más que una broma, dado que Andrea del Sartro jamás mencionó tal visión del arte. Meitei había hecho ya bromas similares entre colegas suyos y estudiantes, y entre uno de ellos, un estudiante que aprendió de memoria el orden del discurso de Meitei, lo adueñó y repitió en un discurso de arte. Efectivamente, los demás, por disonancia cognitiva o por falsedad, asentían en todo lo que Meitei decía, sin contradecir, al hablar de algo desde una ignorancia mutua. Meitei tiene tendencia no sólo a inventar, sino tergiversar los componentes de las órdenes culturales con tal de, en sus propias palabras, logre "tomarle el pelo a la gente". Metei, como actuará en los siguientes capítulos, no sabe diferenciar su casa del de los demás, y entra constantemente a casa del maestro sin preguntar, y si hay una visita en una casa ajena, actúa como el anfitrión. El primer capítulo acaba a principios de invierno, en tintes aflictivos, con el maestro abandonando la pintura y su tratamiento para la dispepsia, Kuro lastimado por su dueño, y el gato sin obtener especial cariño, ni un nombre.