Diferencia entre revisiones de «Ortografía del español»

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Los [[dígrafo]]s ''[[ch]]'' y ''[[ll]]'' tienen valores [[fonética|fonéticos]] específicos, por lo que en la ''Ortografía de la lengua española'' de 1754<ref>{{cita OLE|pp=64-65|cita=Desde la segunda edición de la ''Ortografía'' académica, publicada en 1754, venían considerándose letras del abecedario español los dígrafos ''ch'' y ''ll'' (con los nombres respectivos de ''che'' y ''elle''), seguramente porque cada uno de ellos se usaba para representar de forma exclusiva y unívoca un fonema del español (antes que la extensión del yeísmo alcanzara los niveles actuales y diera lugar a que hoy el dígrafo ''ll'' represente dos fonemas distintos, según que el hablante sea o no yeísta). Es cierto que se diferenciaban en esto de los demás dígrafos, que nunca han representado en exclusiva sus respectivos fonemas: el fonema /g/ lo representa también la letra ''g'' ante ''a'', ''o'', ''u'' (''gato'', ''goma'', ''gula''); el fonema /k/ se escribe además con ''c'' ante ''a'', ''o'', ''u'' y con ''k'' (''cama'', ''cola'', ''cuento'', ''kilo'', ''Irak''); y el fonema /rr/ se representa con ''r'' en posición inicial de palabra o detrás de consonante con la que no forma sílaba (''rama'', ''alrededor'', ''enredo'').<br><br>Sin embargo, este argumento no es válido desde la moderna consideración de las letras o grafemas como las unidades mínimas distintivas del sistema gráfico, con independencia de que representen o no por sí solas una unidad del sistema fonológico. Por lo tanto, a partir de este momento, los dígrafos ''ch'' y ''ll'' dejan de ser considerados letras del abecedario español, lo cual no significa, naturalmente, que desaparezcan de su sistema gráfico; es decir, estas combinaciones seguirán utilizándose como hasta ahora en la escritura de las palabras españolas. El cambio consiste, simplemente, en reducir el alfabeto a sus componentes básicos, ya que los dígrafos no son sino combinaciones de dos letras, ya incluidas de manera individual en el inventario. Con ello, el español se asimila al resto de las lenguas de escritura alfabética, en las que solo se consideran letras del abecedario los signos simples, aunque en todas ellas existen combinaciones de grafemas para representar algunos de sus fonemas.
}}
</ref> comenzó a considerárseles como letras del alfabeto español y a partir de la publicación de la cuarta edición del ''[[Diccionario de la lengua española]]'' en 1803<ref>[http://lema.rae.es/drae/?val=ch Ch], en el ''Diccionario de la lengua española'' de la Real Academia Española.</ref><ref>[http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=ll Ll], en el ''Diccionario de la lengua española'' de la Real Academia Española.</ref> se ordenaron separadamente de ''c'' y ''l.''<ref>{{cita OLE|p=65|cita=Debido a su anterior consideración de letras del abecedario, los dígrafos ''ch'' y ''ll'' tuvieron un apartado propio en el diccionario académico desde su cuarta edición (1803) hasta la vigesimoprimera (1992), de modo que las palabras que comenzaban por esos dígrafos o los contenían se ordenaban alfabéticamente aparte, es decir, después de completarse la serie de palabras con ''c'' y ''l''. En el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, celebrado en Madrid en 1994, sin dejar de considerar aún los dígrafos ''ch'' y ''ll'' como letras del abecedario, se acordó no tenerlos en cuenta como signos independientes a la hora de ordenar alfabéticamente las palabras del diccionario. Así, en la vigesimosegunda edición del ''DRAE'' (2001), primera publicada con posterioridad a dicho congreso, las palabras que incluían esos dígrafos ya se alfabetizaron en el lugar que les correspondía dentro de la ''c'' y de la ''l'', respectivamente.}}</ref> En el X Congreso de la [[Asociación de Academias de la Lengua Española]] celebrado en Madrid en 1994, y por recomendación de varios organismos, se acordó reordenar los dígrafos ''ch'' y ''ll'' en el lugar que el alfabeto latino universal les asigna, aunque todavía seguían formando parte del abecedario.<ref>[[dpd:abecedario#2|Diccionario panhispánico de dudas]], Santillana Ediciones Generales, ISBN 958-704-368-5, pág.&nbsp;5-6.</ref> Con la publicación de la ''Ortografía de la lengua española'' en 2010, ambas dejaron de considerarse letras del abecedario.<ref name="Exclusión de_1">{{Cita web |url=http://www.rae.es/consultas/exclusion-de-ch-y-ll-del-abecedario |título=Exclusión de los dígrafos ''ch'' y ''ll'' del abecedario |año=2010 |editor=Real Academia Española}}</ref> Las [[vocal]]es ''(a, e, i, o, u)'' aceptan, además, el [[acento agudo]] o tilde (´, como en ''á, é, í, ó, ú'') para indicar la [[acento prosódico|sílaba acentuada]]; y la vocal ''u'' acepta la [[diéresis]] o crema (¨), que la modifica en las sílabas ''güe'', ''güi'' para indicar su sonoridad.
 
Desarrollada en varias etapas a partir del período [[Alfonso X de Castilla|alfonsino]], la ortografía se [[normalización|estandarizó]] definitivamente bajo la guía de la [[Real Academia Española]], y ha sufrido escasas modificaciones desde la publicación de la ''Ortografía de la lengua española'' de 1854. Las sucesivas decisiones han aplicado criterios a veces [[fonología|fonológicos]] y a veces [[etimología|etimológicos]], dando lugar a un sistema híbrido y fuertemente convencional. Si bien la correspondencia entre grafía y lenguaje hablado es predecible a partir de la escritura (es decir, un hablante competente es capaz de determinar inequívocamente la pronunciación estimada correcta para casi cualquier texto), no sucede así a la inversa, existiendo numerosas letras que representan gráficamente [[fonema]]s idénticos (el número de fonemas del español típicamente oscila entre 22 y 24, según el dialecto {{Cita requerida|<!-- marzo 2014 -->}}). Los proyectos de reforma de la grafía en búsqueda de una correspondencia [[biunívoca]] (los primeros datan del [[siglo XVII]]) han sido invariablemente rechazados. La divergencia de la [[Fonología#Fonología del español|fonología de la lengua]] entre sus diversos [[Idioma español#Dialectos del español|dialectos]] hace hoy imposible la elaboración de una grafía puramente fonética que refleje adecuadamente la variedad de la lengua; la mayoría de las propuestas actuales se limitan a la simplificación de los símbolos homófonos, que se conservan por razones etimológicas.