Diferencia entre revisiones de «Pueblos germánicos»

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Desde la [[crisis del siglo III]], y especialmente en la [[anarquía militar]] (235-285), Roma estuvo sumida en un periodo de caos y guerras civiles. Las fronteras, debilitadas, no fueron un obstáculo para la penetración de los germanos, que simultáneamente se desplazaban de forma paulatina en busca de nuevas tierras, presionados por su propia demografía. En esa época llegaban quizá a los 6 millones de personas, un millón de las cuales se desplazaron hacia el este, la actual [[Ucrania]]. Los que emigraron hacia el sur y el oeste, "invadiendo" el Imperio romano, divididos en pequeños grupos, en total llegarían a unas doscientas mil.<ref name="BRAVO">Gonzalo Bravo Castañeda y Maria Del Mar Marcos Sanchez, [http://books.google.es/books?id=nVZrMPl1RqcC&pg=PA22&dq=b%C3%A1rbaros+ciudadan%C3%ADa+romana&hl=es&ei=oP2wToiAMsK78gP6uPGZAQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=6&sqi=2&ved=0CEcQ6AEwBQ#v=onepage&q=b%C3%A1rbaros%20ciudadan%C3%ADa%20romana&f=false ''El comienzo del fin. Un final pautado''], en ''La caída del Imperio Romano y la génesis de Europa'', Complutense, 2001, ISBN 84-7491-620-8, pg. 22 y ss.</ref>
 
Las provincias occidentales del Imperio sufrieron una primera oleada de invasiones simultáneamente a la crisis socioeconómica que se manifestaba en las rebeliones campesinas (''[[bagaudas]]'').<ref>«La invasión de los bárbaros era previsible. Irrumpieron en España en el 264, destruyendo varias ciudades mediterráneas como Ampurias, Gerona, y Tarragona, adentrándose y atacando Lérida, Zaragoza, Calatayud y Calahorra. Pocos años después, en el 276 entraron por los Pirineos y destruyeron Pamplona, Liédena, Clunia, Mérida… llegando hasta la provincia bética. Eran incursiones rápidas y de saqueo, aunque según Blas Taracena, en el 276, algunos de los invasores se asentaron temporalmente en el norte de España.» (Blas Taracena, ''Las invasiones germánicas en España durante la segunda mitad del siglo III Zaragoza 1950'', citado en [https://web.archive.org/web/20120626094039/http://historiadetudela.es/0602.pdf ''La romanización''], pg. 156).</ref> En Oriente fueron los [[godos]] quienes inicialmente protagonizaron la principal amenaza. Divididos en grupos de godos orientales ([[ostrogodos]]) y de godos occidentales ([[visigodos]]), se introdujeron al sur del Danubio en los [[Balcanes,]] y obtuvieron todo tipo de concesiones de las autoridades imperiales: en el año 376 se les concede su entrada pactada, pero al sentirse defraudados en sus expectativas, se dedicaron al saqueo, consiguiendo incluso vencer al ejército imperial de [[Valente]] en la [[batalla de Adrianópolis]] (378). Esto puso a los godos en una posición extraordinariamente ventajosa, que obligó al nuevo emperador, [[Teodosio el grande|Teodosio]], a concederles un ''[[foedus]]'' para su asentamiento en la [[Tracia]] (382).<ref name=BRAVO /> Su prolongada presencia dentro de las fronteras les permitió asimilar rasgos de la civilización romana, como la religión, adoptando el [[arrianismo]] (una de las versiones del cristianismo que, posteriormente, en el [[Concilio de Constantinopla]] de 381, fue condenada como herética). El proceso de [[aculturación]] incluso significó la adquisición de la [[ciudadanía romana]] por muchos de los considerados ''[[bárbaros]]'', o su acceso a altos cargos de la administración romana y del ejército; pero no la asimilación, ni la disminución de la conflictividad. Todo lo contrario: en el 410 los visigodos de [[Alarico I]] [[saqueo de Roma (410)|saquearon la propia ciudad de Roma]], obteniendo un mítico botín.
 
El invierno particularmente frío del año 406 permitió cruzar el Rin helado a grupos masivos de [[suevos]] y [[vándalos]] (junto con los [[alanos]], un pueblo no germánico, sino iranio). Los emperadores de la época recurrieron a ficciones jurídicas como otorgarles el permiso de ingreso, bajo las condiciones teóricas de que deberían actuar como colonos y trabajar las tierras, además de ejercer como vigilantes de frontera; pero el hecho fue que la decadencia del poder imperial impedía cualquier tipo de controldominio. Los invasores no encontraron obstáculo en su avance hacia las ricas provincias meridionales de Galia e Hispania. Los vándalos incluso cruzaron el estrecho de Gibraltar, tomando las [[África romana|provincias africanas]] y amenazando las rutas marítimas del Mediterráneo occidental. El imperio tuvo que recurrir a los visigodos, los más romanizados de entre los germanos, para intentar recuperar algún tipo de control sobre las provincias occidentales. Los visigodos, en efecto, se impusieron sobre los invasores, pero únicamente para establecerse a su vez como un reino independiente ([[reino de Tolosa]], 418) justificado en la figura jurídica del ''[[foedus]]''.
 
Una nueva invasión fue protagonizada por [[Atila]], el rey de los [[hunos]] (un enigmático pueblo o confederación de pueblos, cuyo desplazamiento secular hacia el oeste estuvo probablemente en el origen del movimiento inicial de los germanos). Tras acosar al Imperio romano de Oriente, que sólo le enfrentó mediante una política de apaciguamiento;, se dirigió a Occidente, donde una inestable coalición de romanos y germanos le venció en la [[batalla de los Campos Cataláunicos]] (451).
 
Después de la descomposición del imperio de Atila, nuevas oleadas invasoras se establecieron los territorios que ya sólo de nombre podían considerarse provincias romanas: desde mediados del siglo V ([[batalla de Guoloph]], 439, [[batalla del Monte Badon]], 490) [[anglos]], [[pueblo sajón|sajones]] y [[jutos]] desembarcaban en la [[Britania posromana]], inicialmente como mercenarios para proteger a los [[britanos]] de [[escotos]] y [[pictos]] y luego como conquistadores;<ref>''Cómo se forjó Inglaterra'', en Caroline Alexander, ''Un tesoro mágico y misterioso'', en National Geographic'', noviembre de 2011, pg. 68.</ref> a comienzos del siglo VI los [[pueblo franco|francos]] tomaron las [[Galia]]s, desplazando a los visigodos a Hispania ([[batalla de Vouillé]], 507). En la propia [[península itálica]], incluso la ficción de la pervivencia del Imperio había dejado existir desde el 476, cuando los [[hérulos]] de [[Odoacro]] destituyeron al último emperador romano, [[Rómulo Augústulo]]. Su dominio fue breve, pues se vieron acometidos a su vez por sucesivas invasiones instigadas por el emperador de Oriente ([[Zenón (emperador)|Zenón]]): en 487 y 488 la de los [[rugios]] de [[Feleteo]] y [[Federico (rugio)|Federico]], que logran rechazar; y finalmente la de los [[ostrogodos]] de [[Teodorico el Grande]], que los derrotan en [[batalla de Aquileia|Aquileia]], [[batalla de Verona|Verona]] (489) y [[batalla del río Adda|el río Adda]] (490), quedando sitiado Odoacro en [[Rávena]] hasta su asesinato a manos del propio Teodorico (493).<ref>La crónica de [[Juan Antioqueno]] refiere que, engañado, Odoacro acude a un banquete donde recibirá la muerte junto con [[Ornulfo]] (su hermano), [[Sunigilda]] (su mujer) y [[Tela (hérulo)|Tela]] (su hijo). Al recibir la herida mortal, gritó: «¿Dónde está Dios?», a lo que Teodorico respondió «Así trataste a mis amigos», en referencia a cómo el propio Odoacro había matado a Feleteo y a su mujer ([[Gisa]]) años antes. El hijo de estos, Federico, que fracasó en su propio intento de invasión, se había refugiado entre los ostrogodos. Pere Maymó, ''Odoacro, el primer rey bárbaro. El final de Roma'', en ''Historia National Geographic'', n.º 95, noviembre de 2011, pg. 62.</ref>
 
Tanto visigodos como francos obtuvieron el extraordinario beneficio que suponía la aplicación extensiva del concepto de ''[[hospitalitas]]'' (la asignación al huésped de la tercera parte del patrimonio del anfitrión), lo que en la práctica significó cederles la tercera parte de las tierras que ocupaban en las Galias. Los hérulos de Odoacro exigieron lo mismo en Italia, y ante la respuesta negativa de las autoridades romanas, optaron por aclamar a su jefe como "[[rey de Italia]]".