Diferencia entre revisiones de «Problema de los universales»

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El debate pudo haber comenzado con [[Heráclito]], un antiguo pensador griego a quien Platón le atribuye la expresión que versa sobre el río en el Crátilo (obra que lleva el nombre del principal discípulo de Héraclito), 402a: "En algún lugar dice Heráclito que todo se mueve y nada permanece, y, comparando las cosas con la corriente de un río, dice que en el mismo río no nos bañamos dos veces". En el tiempo que nos toma mover el pie para dar el segundo paso, el agua ha continuado corriendo hacia delante, las orillas han cambiado un poco, y el río ya no es el mismo. Esta interpretación platónica suele ser considerada tendenciosa para poder argumentar sus ideas. Heráclito consideraba que había algo que permanecía, en el caso del río, el cauce, a modo de metáfora para referirse al [[lógos]].
 
Perra hp un dia se la violo
Heráclito, desde el punto de vista platónico, es frecuentemente interpretado como sugiriendo una conclusión escéptica de esta observación. Como nunca nada se mantiene igual de momento a momento, cualquier conocimiento que creamos poseer es obsoleto en el instante de adquirirlo. Heráclito también podría haber estado sugiriendo que los nombres son una manera artificial de imponer estabilidad al flujo de la realidad: «llamando a esto "río", pretendo que sea una [[entidad]]». Esto lo convertiría en el primer [[Nominalismo|nominalista]].
 
Mucho en la [[filosofía]] de [[Platón]] puede ser entendido como una respuesta a Heráclito, especialmente a las implicaciones escépticas de sus escritos. Para Platón, nuestro intelecto puede contemplar el mismo río cualquier cantidad de veces, ya que río como una idea, como una [[forma (figura)|forma]], se mantiene siempre el mismo. Hay una aguda distinción entre el mundo de los [[Psicología|sentido]]s y el mundo del [[entendimiento|intelecto]]: uno puede tener sólo opiniones acerca del primero, pero puede tener conocimiento verdadero, [[ciencia]] como '''una [[creencia]] verdadera [[validez (lógica)|justificada]]''', acerca del segundo. Justamente por esa razón, el mundo inteligible es el mundo de la [[razón]]; y el mundo sensible es sólo provisionalmente real, como las sombras en la pared de una cueva. Así es como describe [[Platón]] la realidad del mundo y de las ideas en su famosa ''Alegoría de la caverna'': Platón. La República, Libro VII.