Diferencia entre revisiones de «Quema de conventos de 1931 en España»
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No se sabe con absoluta certeza quién quemó los alrededor de cien edificios religiosos que ardieron total o parcialmente aquellos días (además de la destrucción de objetos del patrimonio artístico y litúrgico y la profanación de algunos cementerios de conventos), y durante los cuales murieron varias personas y otras resultaron heridas,<ref name="tardío">{{cita libro|apellido=Álvarez Tardío|nombre=Manuel|título=Ibid.|año=2002|páginas=105-106}}</ref> pero la hipótesis más admitida es que los incendiarios fueron elementos de extrema izquierda republicana y [[anarquista]] que pretendían presionar al Gobierno Provisional para que llevara a cabo la «revolución» que significaba ante todo arrancar de cuajo el «[[clericalismo]]».<ref>{{cita libro|apellido=De la Cueva Merino|nombre=Julio|título=Ibid.|año=1998|páginas=220|cita=El incendio de edificios religiosos era una manera simbólica y expeditiva de hacer efectiva la anhelada destrucción del poder clerical, que por medios políticos no llegaba, y de así avanzar, mediante el fuego purificador, hacia la regeneración de España. Bastó la provocación monárquica y el ambiente creado en torno a Segura y otros clérigos refractarios para que saltase la chispa y se produjese la acción de los exasperados revolucionarios}}</ref>
Los historiadores están de acuerdo en la irresponsabilidad del gobierno en el manejo de la situación, que solo se explica, además de por una difusa simpatía que pudieran sentir algunos ministros por los alborotadores, por «una mezcla de perplejidad, error de cálculo, debilidad y miedo a la impopularidad derivada del empleo de la fuerza contra ''el pueblo»''.<ref name="Merino">{{cita libro|apellido=De la Cueva Merino|nombre=Julio|título=Ibid.|año=1998|páginas=220}}</ref> En esta misma línea explicativa se manifiesta el historiador [[Gabriel Jackson]], que señala que la «mayoría de los ministros» no quería que «el nuevo régimen comenzara su existencia disparando contra españoles», convencidos de que «las masas odiarían a un Gobierno que recurriera a la [[guardia civil]] ante las primeras señales de un motín».<ref>{{cita libro|apellido=Jackson|nombre=Gabriel|enlaceautor=Gabriel Jackson|título=Ibid.|edición=2ª|año=1976|páginas=51|cita=Los socialistas, especialmente, consideraban a la guardia civil como enemiga de la clase trabajadora, un enemigo peor, bien considerado, que la propia Monarquía. Los liberales opinaban que el pueblo español, aun en sus actos más deplorables, había sido más vícitima que verdugo. La República debía dirigir al pueblo tan sólo por la persuasión}}</ref>
{{cita|[[Proclamación de la Segunda República Española|Recién proclamada la República]], los ministros temían que si respondían con excesiva contundencia y resultados violentos, el régimen perdiese la legitimidad popular al igualarse con la represión de la [[Dictadura de Primo de Rivera|dictadura]] ante la primera dificultad. [...] El recurso evidente habría sido utilizar a la Guardia Civil, pero a pesar de la adhesión explícita de [[general Sanjurjo|Sanjurjo]] el 14 de abril, su utilización represiva por parte de la [[Restauración borbónica en España|monarquía]] había dañado de tal modo su imagen ante los ciudadanos que, llegado el momento, el [[Gobierno Provisional de la Segunda República Española|Gobierno]] prefirió optar por una medida tan poco republicana como dejar el orden en manos del Ejército.}}
El propio presidente Niceto Alcalá Zamora, en una alocución radiada el mismo día 11, justificó implícitamente la actitud del gobierno, diciendo que se había evitado un baño de sangre. Sin embargo, el Papa [[Pío XI]] el 17 de mayo se referiría a la «gravísima» responsabilidad de los que no habían «impedido oportunamente» que los sucesos se produjeran.<ref name="tardío">{{cita libro|apellido=Álvarez Tardío|nombre=Manuel|título=Ibid.|año=2002|páginas=105-106}}</ref>
La izquierda republicana y los socialistas hablaron de la existencia de una conspiración monárquica y clerical, e interpretaron los hechos como un «aviso para el Gobierno Provisional» sobre la política moderada que había llevado hasta esos momentos. El pueblo «dotado de fino instinto», aseguró ''[[El Socialista]]'', se había adelantado al Gobierno en la defensa del régimen. El órgano [[Confederación Nacional del Trabajo|cenetista]] ''[[Solidaridad Obrera (España)|Solidaridad Obrera]]'' fue el que más insistió en la intervención popular en los hechos y en relacionarlos con un movimiento justiciero frente al «afeminamiento político» del Gobierno, que «ha[bía] dejado de ser un Gobierno revolucionario para convertirse en uno de los tantos Gobiernos liberales de la monarquía».<ref name="Merino" /> Las [[Logia Masónica|logias]] [[masonería|masónicas]] también expresaron al gobierno su descontento por su contemporización con los elementos conservadores, clericales y monárquicos. Entre los que apoyaban al Gobierno Provisional, los únicos que claramente condenaron lo sucedido y se opusieron a la interpretación que estaban haciendo de los sucesos la izquierda republicana y los socialistas fueron los intelectuales de la [[Agrupación al Servicio de la República]], que criticaron duramente que se considerara una expresión de la democracia los actos vandálicos de una «''multitud caótica e informe»'' y ponían en duda que incendiar edificios religiosos fuera una demostración de «''verdadero celo republicano»''.<ref>{{cita libro|apellido=Álvarez Tardío|nombre=Manuel|título=Ibid.|año=2002|páginas=108-109}}</ref>
=== La tensión entre la República y la Iglesia católica ===
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