Diferencia entre revisiones de «Antonio del Castillo y Saavedra»

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En su pintura Castillo se mueve sin apenas evolución en la órbita del naturalismo, ajeno a las nuevas corrientes más barrocas. La huella de un aprendizaje en ambientes zurbaranescos se advierte en algunas de sus composiciones de asunto religioso, como pueden ser el ''[[Calvario de la Inquisición (Antonio del Castillo)|Calvario de la Inquisición]]'', que pintó para el salón del Santo Oficio en el [[Alcázar de los Reyes Cristianos]] (actualmente en el [[Museo de Bellas Artes de Córdoba]]), la ''Adoración de los Pastores'' del [[Museo del Prado]], depositada en el [[Museo de Málaga]], o el ''Nacimiento'' de la [[Hispanic Society]], tratadas con solemne monumentalidad e iluminación [[tenebrismo|tenebrista]]
 
Más personal se muestra en las pinturas de carácter narrativo, con numerosas figuras situadas en marcos arquitectónicos o paisajísticos en los que se pondrán de manifiesto su sentido espacial y los numerosos estudios del natural que acostumbraba a hacer. «Excelente paisajista», según Palomino, y dotado para este género de «singular gracia», como demostraban los numerosos cuadros guardados en casas particulares con ''historiejas'' y ''ciudadelas'', Castillo «se salía algunos días a pasear, con recado de dibujar, y copiaba algunos sitios por el natural aprovechándose asimismo de las cabañas, y cortijos de aquella tierra; donde copiaba también los animales, carros y otros adherentes»<ref>Palomino, p. 296.</ref> De ese interés por lo inmediato quedan unos 150 dibujos, tanto de ''cabezas'' como de paisajes, animales y escenas campesinas, que utilizará en los fondos paisajísticos de sus pinturas historiadas al óleo, en las que los rostros de los personajes son, además, auténticos retratos. Ejemplos de ello quedan en la serie de seis cuadros dedicados a la vida de [[José (patriarca)|José]], conservada en el [[Museo del Prado]], en los que [[Alfonso E. Pérez Sánchez]] destacó su «luminoso sentido del paisaje, con refinados grises verdosos y plateados»,<ref>Pérez Sánchez, p. 272</ref> aunque Palomino le achacase falta de gusto en el color, o en el célebre ''Martirio de San Pelayo'' de la [[Mezquita-catedral de Córdoba|Catedral de Córdoba]], «donde mostró grandemente Castillo la eminencia de su ingenio en lo historiado».<ref>Palomino, p. 292.</ref> Dos pequeños lienzos de formato apaisado en colección privada, con escenas de la infancia de Jesús (''Descanso en la huida a Egipto'' y ''Sueño de San José''), situadas en amplios paisajes con blancas ciudades en las lejanías, pueden ilustrar aquellos ''países'' aludidos por Palomino en casas particulares cordobesas.<ref>''Luces del barroco'', p. 72.</ref>
 
El acierto en la composición y el realismo de sus retratos puede apreciarse en el ''[[Bautismo de San Francisco de Asís]]'' del Museo de Bellas Artes de Córdoba, pintado en 1663 para el claustro del convento franciscano de San Pedro el Real, donde según cuenta Palomino, molesto de ver repetida la firma de [[Juan de Alfaro]] que competía con él con otras pinturas para el mismo claustro, firmó «non fecit Alfarus».<ref>Palomino, p. 294.</ref> Muestras del mismo naturalismo inmediato que se aprecia en sus dibujos se encuentran también en el ''San Francisco predicando ante el papa Inocencio III'', en la parroquia de San Francisco y San Eulogio de la Axerquía, donde entre distinguidos príncipes de la iglesia asisten al sermón mendigos, gentes del pueblo absortas y chiquillos inquietos.<ref>''Córdoba y su pintura religiosa'', p. 46.</ref>