Diferencia entre revisiones de «Diego José Abad»

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== Biografía ==
Poeta y amante de la sabiduría, intelectual, maestro reformador de la enseñanza filosófica, entre otras prendas y virtudes, desenvolvió sus días y sus horas en el siglo XVIII novohispano,. enEl jiquilpense Abad actuó con el herederogrupo del"pleni-ilustrado" de Alegre, Campoy, [[barrocoFrancisco Javier Clavijero|Clavijero]] y otros. Desterrado a Europa en 1767, contrastantedejó en lucessus ytrabajos oscuridad;el centuriatestimonio ende "amor entrañable a la quepatria, pleno de segurosentimiento, influyeronnostalgia y brillaronaun lasalguna ideastristeza."<ref>Bernabé deNavarro, la"Prólogo Ilustraciónde..." en los altosManuel estratosFabri y campeóJuan mestizadoLuis elManeiro espírituVidas de "laMexicanos nacionalidadIlustres mexicana".del Siglo XVIII, Biblioteca del Estudiante Universitario, UNAM, México, 1956</ref>
 
Cabalmente en ese tiempo y en el terreno de las ideas renovadoras, el jiquilpense antes anunciado actuó con el grupo "pleni-ilustrado" de Alegre, Campoy, [[Francisco Javier Clavijero|Clavijero]] y otros que sería desterrado sin miramientos a Europa en 1767, por la "mano despótica del soberano español", pero dejando en sus trabajos el testimonio de "amor entrañable a la patria, pleno de sentimiento, nostalgia y aun alguna tristeza."<ref>Bernabé Navarro, "Prólogo de..." en Manuel Fabri y Juan Luis Maneiro Vidas de Mexicanos Ilustres del Siglo XVIII, Biblioteca del Estudiante Universitario, UNAM, México, 1956</ref>
 
En la tarea "operosa de dedicación infatigable", como en la de todos sus compañeros de infortunio, nuestro Diego José Abad mostró su acendrado mexicanismo, un rasgo inconfundible en ellos; criollos sí, y algunos como Clavijero o el propio Abad, hijos inmediatos de peninsulares hispanos, pero no se sentían ya españoles sino mexicanos, por derecho de cultura, "y así lo proclaman con noble orgullo en la portada de sus obras".<ref>[[Gabriel Méndez Plancarte]], ''Humanistas del siglo XVIII'', Biblioteca del Estudiante Universitario, UNAM, México, 1962.</ref>
 
De entrada, y sin más portada que esa idea general, en éste se dice simple y llanamente: he aquí, estimados lectores, algunos datos referentes a la vida y portentos del personaje anunciado, cuyoSu antecedente familiar paterno más próximo sería Pedro Abad García quien, allende el mar, hacia 1722 salió no tan a la deriva del viejo mundo en busca de fortuna. Prófugo de la crisis agrícola castellana y atraído por la América, venía de los reinos de Castilla, del arzobispado de Burgos, donde había nacido en los albores de la centuria XVIII, en la villa de Quintana. Tras de sí dejaba a sus padres Pedro y María para no volver.
 
Arribó a la Nueva España "en la segunda flota del General Serrano". Entró por Veracruz, y vía México pasó pronto a San Francisco Xiquilpan donde letrabajó esperaba chamba ofrecida porbajo su paisano Diego Sánchez Morcillo o Alcaraz, comerciante establecido en esa esquina de laJiquilpan, provincia de Michoacán.<ref>Archivo Histórico "Manuel Castañeda" (AHMC), Fondo Diocesano, Información Matrimonial, leg 26 a. 1725</ref>
 
Tal era, a grandes rasgos, el escenario que pisó el recién llegado. Pedro Abad, sin el don todavía, pero acaso con algunos conocimientos rudimentarios en la testa, sirvió algunos años de cajero, "administrando caudal ajeno y obligado a diferentes correspondencias", en la tienda y comercio del capitán Diego Sánchez, sita en la calle Real, a la altura de la que iba "al calvario". Tienda miscelánea donde se traficaba chocolate, papel, géneros, cobijones de algodón y de lana, mantas de villalta, sayal, frazadas, balleta acambareña, revesillo de añil, manteca, sal, cera, velas, jabón, dulce, queso, tabaco, "zapatos de media caña", sombreros de lana, etc., etc.<ref>AHMC, Diezmatorios, leg 865; Negocios Diversos, leg 244 bis</ref>
Jiquilpan, cabecera de la alcaldía mayor de su nombre y el agregado de Tingüindín, situado "a la falda de unos cerros", río en medio y "a la entrada de un espacioso valle que nombran de Guaracha", entonces tenía en su haber un millar de habitadores distinguidos en "indios, mulatos, mestizos, españoles" que, según el oficio o destino, vivían de la agricultura en "siembras y frutales", de pastorear ganados mayores y menores, de tejer en una pequeña industria textil y de comerciar en "tiendas mestizas y tendejones".<ref>Archivo General de la Nación (AGN), Sala Virreynato, Historia, vol 73, f 215</ref>
 
Pueblo antiquísimo, dividido para su gobierno en tres barrios, disponía de casas reales, cárcel y plaza; guardianía y curato franciscano con su vetusto convento; hospital de los primitivos naturales y capillas (de Santiago, San Pedro, y del Espíritu Santo), cementerio o camposanto en el atrio para los difuntos. Siete calles delineaban la traza más de oriente a poniente que de norte a sur: la Real, "la que voltea al calvario", la derecha de la parroquia, "la que sale por la puerta seglar del convento", la del Espíritu, la de la otra orilla del río "para [[Quitupan|Quitupa]]" y la que va "para Tototlán".<ref>AHMC, Padrones, leg 193</ref>
 
Tal era, a grandes rasgos, el escenario que pisó el recién llegado. Pedro Abad, sin el don todavía, pero acaso con algunos conocimientos rudimentarios en la testa, sirvió algunos años de cajero, "administrando caudal ajeno y obligado a diferentes correspondencias", en la tienda y comercio del capitán Diego Sánchez, sita en la calle Real, a la altura de la que iba "al calvario". Tienda miscelánea donde se traficaba chocolate, papel, géneros, cobijones de algodón y de lana, mantas de villalta, sayal, frazadas, balleta acambareña, revesillo de añil, manteca, sal, cera, velas, jabón, dulce, queso, tabaco, "zapatos de media caña", sombreros de lana, etc., etc.<ref>AHMC, Diezmatorios, leg 865; Negocios Diversos, leg 244 bis</ref>
 
Don Diego Sánchez, uno de los principales vecinos y mercaderes de San Francisco Xiquilpan, desempeñó el cargo de comisario de la Santa Hermandad en el asunto de policía y buen gobierno de la región e igualmente participó como diputado y mayordomo en la cofradía lugareña del Santísimo Sacramento que, fundada en 1680, detentaba tierras en las cercanías, muebles y dinero.<ref>Archivo Parroquial de Jiquilpan (APJ), Libros de la Cofradía del Santísimo Sacramento, Asientos de cofrades y autos de elección. Archivo General de Notarías (ANM), Títulos de Tierras y Aguas, vol. 8, exp 6.</ref>
 
Así, con la ayuda de su patrón Sánchez y de Mercurio, por el lado del comercio, Pedro Abad tendría pase a esas relaciones y a otro status a través del casamiento con la hija menor de don Diego. El mismito Pedro, al parecer ya en grandes tratos y contratos ambulantes, viajó hasta Valladolid para tramitarcasó a principios de 1726 las dispensas necesarias ante ministros del obispado, a fin de contraer matrimonio con Da. Teresa Sánchez de Alcaraz, originaria y vecina de dicho pueblo de Xiquilpan e hija legítima de Dn. Diego Sánchez de Alcaraz y de Da. Mariana Ruiz de Mendoza y Guerrero.
 
Y presentada la información de "origen, limpieza, soltería y cuentas", pedía el pretenso se procediera a la celebración sin que se leyeran antes ni después "las tres denunciaciones que dispone el Santo Concilio de Trento en que V. S. se ha de servir dispensar habiendo que hay causas bastantes";<ref>AHMC, Información Matrimonial, leg 26; Negocios Diversos, leg 68 a 1762-1795, f 40.</ref> por asuntos de negocios y no, como se malpensaría, de otra naturaleza. De tal manera que, cumplidos canónica, ritual y cristianamente los trámites de rigor, la entrega de dote en arras a la novia, aparte los "bienes parafernales", el cura ministro franciscano bendijo a la pareja en la iglesia parroquial del pueblo.
 
Los Abad y Sánchez, con la dote de cuatro mil doscientos sesenta pesos, cuatro reales en el matrimonio y un modesto pie de hogar en el pueblo, contarían con el apoyo de don Diego, quien como mayordomo de la cofradía "sentó por hermano y cofrade de la Cofradía del Santísimo Sacramento [a] Dn. Pedro Abad García" el 19 de julio de 1726, entregada su limosna reglamentaria de dos pesos; además el señor Abad arrendó el potrero de "Nuestro Amo", propiedad de la cofradía, a dos leguas de Jiquilpan, al suroeste tirando para el rancho de la Animas, en pago de 30 módicos pesos anuales.<ref>APJ, Libros de la Cofradía del S. Sacramento.</ref> Negocio redondo que le permitió rentar primero y, posteriormente comprar, gracias a la dote matrimonial, los ahorros e hipotecas, la hacienda de San Antonio Buenavista en cuatro mil novecientos pesos al jalisciense Quiterio Álvarez del Castillo.
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La hacienda ubicada a cinco leguas al poniente del pueblo, en el Valle de Mazamitla, a un costado del latifundio de Guaracha, la recibió el dueño "sin cercos, casas competentes ni oficinas"; con una extensión de tres sitios de ganado mayor, sitio y medio de ganado menor y tres caballerías "de pan llevar"; mismas tierras que después de algún tiempo fueron cercadas y "beneficiadas para siembras de trigo, maíces, garbanzos y demás semillas con riego, y aperos necesarios"; pobladas con ganados y caballada, a más de tener "casas y oficinas competentes", un tanque o presa y una tenería.<ref>AHMC, Negocios Diversos, leg 244 bis</ref>
 
Finca rústica "grande y espaciosa" a los ojos de los nuevos ocupantes; mediana empresa agrícola con sirvientes de planta y eventuales, arrendatarios y "arrimados" que no llegaba ni a los talones de la extensa y poderosa hacienda de Guaracha. Con todo, Buenavista alguna vez llegó a pagar religiosamente de diezmo a la Iglesia cincuenta fanegas de maíz, una de frijol, cuatro cargas de trigo, diez becerros, ocho potros, seis arrobas de queso y un cerdo; quiere decir, el equivalente a la décima parte de la producción en una temporada regular.<ref>AHMC, Diezmatorios, leg 865.</ref>
 
Para entonces ya había nacido el número uno de los seis hijos. Diego José, el primogénito, vio la luz en las calendas de junio, el día primero, de 1727 en Jiquilpan, dentro de los límites del obispado michoacano. Acontecimiento recordado en versos por el protagonista años después, en el exilio