Quema de los manuscritos granadinos

La quema de los manuscritos granadinos fue llevada a cabo en 1499 o 1500 (la fecha exacta no se conoce) por el influyente confesor y asesor de la reina Isabel la Católica, el Cardenal Cisneros, nuevo arzobispo de Granada. Poco después del destierro de los judíos en 1492, Cisneros, en su afán por erradicar cualquier resto de la religión islámica, ordenó la destrucción de más de 4.000 manuscritos, de los que únicamente se conservaron los referidos a medicina, trasladados a la Universidad de Alcalá de Henares.

En el año 2000, el Ayuntamiento de Granada, bajo el nombre "Arde la Memoria", celebró un acto conmemorativo en la misma Plaza de Bib-Rambla donde ocurrieron los hechos.[1]

Antecedentes editar

 
Cardenal Cisneros, consejero de Isabel I de Castilla

Granada, el último bastión de la conquista castellana (siempre se habló de "la conquista de Granada", nunca "la reconquista"), había conseguido sobrevivir gracias a las relaciones de vasallaje que los sultanes granadinos establecieron con los reyes cristianos.[2]​ Sin embargo, los Reyes Católicos conquistaron Granada, tomando posesión el 2 de enero de 1492. La reina Isabel recibió de manos de Boabdil las llaves de la ciudad[cita requerida] y tres cañonazos lanzados al amanecer[¿cuándo?]¿Cuál día? fue la señal de que Granada ya estaba en manos cristianas.

Hernando de Talavera fue sustituido en el puesto de edicto y confesor de la reina Isabel, dando paso al Cardenal Cisneros. Pedro Mártir de Anglería dejó escrito que con Talavera como arzobispo de Granada los hechos se habrían desarrollado de otra manera; era un hombre tolerante, que pretendía extender en cristianismo por medio de la convicción y no por medio de la fuerza y la represión. Estudió la lengua árabe y llegó incluso a traducir una biblia, para que los andalusíes se pudieran acercar y pudieran conocer la religión cristiana.[3]

Las Capitulaciones impulsadas por los Reyes Católicos dieron a los andalusíes el respeto que demandaban y a los cristianos el liderazgo que merecían. Sin embargo con la llegada de Cisneros al arzobispado de Granada, comenzó una época de persecución y represión hacia los llamados moriscos y sobre todo hacia sus raíces.[4]​ Esta situación forzó a los moriscos a la rebelión, que fue reprimida con dureza, y sirvió para justificar la supresión de las capitulaciones y llevar a cabo la masacre de La Madraza.

La quema editar

Tras la toma de la ciudad empezó un proceso de expulsión y reconversión de judíos y musulmanes. Fue entre 1499 y 1500 (no se conoce la fecha con exactitud), coincidiendo con la prohibición del Islam, cuando los manuscritos nazaríes fueron quemados en la plaza de Bib-Rambla, en el corazón de Granada. En su época, apodada Puerta del Arenal, era el principal punto de acceso a la ciudad. Allí se concentraba la vida y la sociedad medieval, escenario de múltiples intercambios comerciales; en periodos sucesivos fue en esta plaza donde se han desarrollado todas las celebraciones públicas de la ciudad: procesiones, autos de fe, torneos, ajusticiamientos, justas, fiestas populares, e incluso corridas de toros.[5]

 
Plaza de Bib-Rambla

La quema de bibliotecas y relatos comenzó antes de la llegada del cardenal Cisneros; los almohades,[6]​ provenientes del norte de África, con una férrea mentalidad de carácter militar, se adelantaron en la destrucción de la cultura andalusí, algo desconocido en la cultura popular magrebí, que atribuyen la decadencia del rincón oriental de España únicamente a los reyes cristianos.

Sin embargo sería el confesor de Isabel la Católica quien llevaría a cabo la incineración de los manuscritos más importantes de la cultura nazarí, tanto por su contenido, como por su valor material y estético. Se conoce por escritos de la época que la estética y el labrado de dichos manuscritos cautivaban a todo el que entraba en contacto con ellos: encuadernaciones recubiertas con perlas, hojas perfumadas, multiplicidad de tintas, códices con deliciosas iluminaciones… Se estima que ardieron al menos 4000 escritos.

El discurso de Cisneros era quemar todo relato que contribuyera a la impiedad mahometana. Con ese pretexto se quemaron coranes y obras religiosas (una ofensa para la sociedad musulmana) pero también mucha poesía e historia. Los granadinos de la época eran grandes literatos, amantes del verso, y destacaba sobre todo la poesía sufí elaborada por maestros espirituales. Entre las cenizas que dejó Cisneros, ardieron poemas y reflexiones del célebre poeta granadino Ibn-al-Jatib. Los nazaríes también fueron apasionados de la historia, con unos códices de gran calidad. Estos también acabaron en la hoguera, ya que los libros hablaban de los reyes musulmanes, representantes de Alá.

Referencias históricas editar

La descripción más antigua del suceso se atribuye a las declaraciones del notario y amigo íntimo de Cisneros, Juan de Vallejo, descubiertas en 1913 y extraídas de su memorial:[7]

Alegre por el éxito Jiménez y estimando que debía aprovecharse una ocasión tan favorable, y extirpar radicalmente de sus almas todo el error mahometano, no se detenía ante el parecer de quienes juzgaban más prudente ir quitando poco a poco una costumbre inveterada; pues pensaba que este método era aplicable en asuntos de poca importancia, y en los que no se ventile la salvación de las almas. Así que, con facilidad, sin dar un decreto y sin coacción, logró que los Alfaquíes, dispuestos en aquella época a hacer todo tipo de favores, sacasen a la calle los ejemplares del Corán, es decir, el libro más importante de su superstición, y todos los libros de la impiedad mahometana, de cualquier autor y calidad que fuesen. Se reunieron cerca de cinco mil volúmenes, adornados con los palos de enrollar; los cuales eran también de plata y oro, sin contar su admirable labor artística. Estos volúmenes cautivaban ojos y ánimos de los espectadores. Pidieron a Jiménez que les regalase muchos de ellos; pero a nadie se le concedió nada. En una hoguera pública fueron quemados todos los volúmenes juntos, a excepción de algunos libros de Medicina, a la que aquella raza fue siempre y con gran provecho muy aficionada. Tales libros, librados de la quema por el mérito de arte tan saludable, se conservan actualmente en la Biblioteca de Alcalá. Hasta este momento había marchado realmente sobre ruedas el programa de nuestro Obispo.

Aunque Cervantes nunca habló sobre la ciudad de Granada, la cual visitó en numerosas ocasiones, se cree que hizo alusión a la incineración de Cisneros mediante el relato de la quema de los manuscritos de Grisóstomo: el destruirlos fue, según Vivaldo, «fuera de todo razonable discurso». Al menos podrían servir «de ejemplo, en los tiempos que están por venir, a los vivientes, para que se aparten y huyan de caer en semejantes despeñaderos» (Don Quijote, I, 13).


Referencias editar

  1. «Granada recordará la quema inquisitorial de textos árabes con un homenaje al libro». El País. 15 de febrero de 2000. ISSN 1134-6582. Consultado el 14 de junio de 2018. 
  2. Palomero, Jesús (2010). «7- Al Ándalus». Historia del Arte. Algaida. p. 237. ISBN 9788498772166. 
  3. «Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada (Talavera de la Reina [Toledo] c. 1430, Granada 14-V-1507) / Quintín Aldea Vaquero. Publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2017. Consultado el 13 de junio de 2018.». 
  4. Quesada Morillas, Yolanda (2008). «Los morisco del reino de Granada: su expulsión y el consejo de población». Revista Electrónica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada. Consultado el 14 de junio de 2018. 
  5. «La Plaza de Bib-Rambla, el corazón de Granada y plaza de todos los granadinos». Cicerone Granada. Consultado el 14 de junio de 2018. 
  6. «Granada: Arde la memoria». www.webislam.com. Consultado el 14 de junio de 2018. 
  7. Eisenberg, Daniel (1992). «Cisneros y la quema de los manuscritos granadinos». Journal of Hispanic Philology 16. Consultado el 14 de junio de 2018.