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En cuanto la idea del Diluvio húbose serenado,
Una liebre se detuvo entre las esparcetas y las campanillas móviles y levantó su oración al arcoíris a través de la telaraña.
¡Oh!, las piedras preciosas que se escondían, – las flores que ya miraban.
En la ancha calle sucia se levantaron los tenderetes y arrastraron las barcas hacia el mar escalonado arriba como en los grabados.
La sangre corrió, en la casa de Barba Azul, – en los mataderos-, en los circos, donde el sello de Dios emblanqueció las ventanas. La sangre y la leche corrieron. (...)
Baudelaire, Después del diluvio
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