El ayer es un crisol cuyos colores , aún orillan nuestro camino, y el minúsculo presente carga con el legado del ayer, pero desde este efímero morro de un día callado, abrigamos la sensación de que con un centésimo de capacidad, un miligramo de oportunidad y un hálito de libertad, podemos forjar el oasis de un futuro que no ha de llegar.