Barranco de Guayadeque editar

Protección editar

El primer dato que se tiene constancia donde se recogía el Barranco de Guayadeque como espacio natural de interés es el de 1978. Posteriormente fue declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Zona Arqueológica. En la actualidad, está declarado como Monumento Natural mediante el Decreto Legislativo 1/2000, de 8 de mayo.

Geografía editar

La cuenca de Guayadeque, surca su cuadrante a lo largo de un eje de dirección NO-SE, prácticamente protegido de los vientos alisios que provienen del N-NE. El barranco se extiende longitudinalmente desde Roque Redondo, a unos 1770 m.s.n.m hasta el extremo sur de la costa de la playa del Burrero. Durante el transcurso del agua por el barranco, se ha ido seccionando conos piroclásticos, rocas fonolíticas y basálticas. La incisión de las primeras formaciones ha originado imponentes escarpes que pueden llegar hasta unos 400 metros sobre el cauce del barranco.

Topografía editar

Guayadeque es uno de los mayores barrancos del Este de Gran Canaria. La cuenca muestra una amplia cabecera articulada por numerosos barranquillos que se despliegan a modo de abanico, facilitando el desagüe de una extensa porción de las cumbres orientales de la isla.

Aguas abajo, aún en la porción superior del barranco, y a medida que desciende, el curso principal va encajándose progresivamente. La porción de la cuenca incluida en el Monumento Natural muestra una perspectiva cenital a modo de “Y”. Los barrancos confluyen en el Lomo de Enmedio y se abren a un valle de fondo amplio.

En los escarpes del barranco los desplomes son muy activos, especialmente durante los esporádicos temporales que sufre el archipiélago.

Resultan llamativos al erigirse en protagonistas visuales que ocupan una amplia porción de las vertientes del barranco, los depósitos (taludes) de pie de vertiente conformados por fragmentos detríticos angulosos y matriz arcillosa que constituye el soporte del mayor volumen de biomasa y de las actividades agrícolas que alberga el barranco. La colonización agrícola de los taludes pasa por su abancalamiento con la finalidad de rentabilizar la superficie cultivada, atenuando las marcadas pendientes.

Los desplomes originan tres manifestaciones distintas. Las masas detríticas ocasionadas por el desprendimiento de paredes basálticas constituyen la clase de desplome más abundante en el barranco y pueden ser identificados a lo largo de todo su curso. Los derrubios manifiestan formas distintas según caigan sobre los interfluvios de los taludes, denominados en manto, y cuando son depositados a lo largo de los cauces de las barranqueras que seccionan los taludes, denominados ríos de piedra. Los bloques, rara vez superan el metro de longitud. Este tipo de desplomes se produce con tal frecuencia que se hace necesario establecer estrategias que atenúen el riesgo que potencialmente pudiera derivarse. Las masas de bloques se originan en sustratos de picones cementados de los que a causa de procesos de meteorización que inciden sobre líneas de debilidad subverticales y oblicuas, se desploman grandes paquetes que, en su caída se disgregan en bloques que con frecuencia superan los tres metros de longitud en su eje mayor. Tiene una representación más abundante en torno al cauce medio del barranco, en torno a edificios volcánicos exhumados, especialmente en torno a Montaña las Tierras. Tienen una frecuencia de aparición muy esporádica en el tiempo. El riesgo se incrementa bajo los depósitos de tobas.. Los desplomes de lajas, al estar asociados a sustratos fonolíticos, y ser éstos una manifestación volcánica que en el barranco tiene escasa representación, aparecen muy esporádicamente

Las avenidas torrenciales han ido erosionando, transportando y sedimentando un ingente volumen de materiales. Los depósitos aluviales ocupan dos terceras partes del fondo del Barranco de Guayadeque. La granulometría oscila desde bloques que superan el metro de longitud hasta una matriz limo arcillosa, y pasa por arenas, gravas y cantos rodados. Desde Montaña los Vélez, los depósitos aluviales despliegan un amplio abanico en las inmediaciones del cauce que alcanza 2 kilómetros de longitud, entre Montaña Cercada y El Burrero. Los depósitos aluviales ascienden hasta alcanzar la cota de 1050 metros sobre el nivel del mar. A unos 1400 metros de altitud, se localiza un depósito que se acumula a causa de la obturación del cauce.

Guayadeque alcanza rasgos de elevada monumentalidad paisajística en el curso medio donde sus paredes superan, en ocasiones los 350 metros de altitud. Los riesgos que se derivan de la inestabilidad de los escarpes y de las esporádicas avenidas torrenciales es muy considerable.

Geología y formación editar

El Monumento Natural tiene una unidad geomorfológica bien definida, con paredes escarpadas de varios cientos de metros de altura, con una densa red de diques y huellas evidentes de los procesos erosivos generados por las escorrentías, que han ido encajonando el barranco con el paso del tiempo, creando su característico perfil. Es el mayor desfiladero orográfico de rocas basálticas de Gran Canarias, con paredes de 400 m. de altura.[1]​ En el entorno de Guayadeque, se localiza buena parte de las rocas que han conformado el territorio insular a lo largo de una amplia secuencia volcanogeológica que se inició a mitad del Mioceno, hace 14,5 millones de años, cuando la isla emergió del mar, configurándose como un extenso escudo volcánico formado por el sucesivo apilamiento de multitud de flujos lávicos y piroclásticos, aunque sólo afloran en el tramo inferior del barranco. Su manifestación más extensa conforma la denominada Banda de Agüimes, seccionada por el barranco en su franja septentrional. Posteriormente, sin solución de continuidad, se derramaron grandes volúmenes de materiales sálicos (traquitas y fonolitas) que cubrieron una considerable extensión de la estructura previa, incrementando notablemente sus dimensiones. Estas rocas aún pueden contemplarse en el tramo superior de este ámbito territorial del Monumento Natural, aguas arriba de Montaña las Tierras. Tras una breve interrupción de la actividad volcánica ésta prosiguió con una nueva emisión sálica que constituye la formación fonolítica. Los centros eruptivos se encuentran en su mayor parte cubiertos de emisiones posteriores.

Con estas emisiones concluyó el primer ciclo volcánico de Gran Canaria. Durante el resto del Mioceno y hasta el inicio del Plioceno se sucedió el periodo erosivo más relevante de la historia geológica de la isla; un intervalo de inactividad volcánica que se prolongó a lo largo de 4,5 millones de años. En esta fase se gestaron relevantes formas del relieve. Se abrió el profundo barranco (Paleoguayadeque) por el que se canalizaron las emisiones posteriores. Los materiales desmantelados (cantos, bloques y conglomerados fonolíticos) fueron desalojados por la red hídrica y se acumularon en los sectores costeros, originando un extenso delta aluvial formado por la confluencia de abanicos torrenciales.


Tras el ciclo volcánico del Roque Nublo comenzó un nuevo periodo erosivo que se prolongó a lo largo de 0,6 m.a. La incisión de las aguas reexcavó el barranco, seccionando los estratos volcánicos y los depósitos aluviales. Este proceso originó en el sector intermedio del barranco un profundo cañón.

Aún en el Plioceno, se iniciaron las emisiones del ciclo post Roque Nublo que se sucedieron a lo largo del Pleistoceno hasta hace algunos miles de años cuando surgen la Caldera de los Marteles y La Calderilla, a kilómetro y medio de aquélla. Durante ese intervalo, los vertidos lávicos procedentes de la mitad superior de la cuenca rellenaron de nuevo la garganta. Vestigios de estas derrames se conservan a modo de hombreras que enmascaran las vertientes del tramo superior del barranco. En el Pleistoceno inferior se emitieron las superficies escoriáceas que recorren los interfluvios y vertientes de la porción superior del barranco, cuyos centros de emisión han sido parcialmente desmantelados.

El volcanismo experimentó una marcada reactivación durante el pleistoceno, generando el apilamiento de potentes coladas basálticas. Los edificios volcánicos que originaron estas emisiones lávicas, que constituyen la mayor porción del relieve visible del barranco, provocaban constantes reajustes en el cauce y eran, a su vez desmantelados por la acción torrencial de las aguas, originando los más espectaculares escarpes que, en ocasiones alcanzan alrededor de 400 metros de desnivel. Intercalados entre las coladas basálticas afloran estratos pumíticos. Los más notables se observan en Adén Blanco y Montaña las Tierras.

La ubicación de un hipotético edificio volcánico respecto a la red de drenaje determina su velocidad de desmantelamiento. En la porción inferior de la cuenca los volcanes pleistocénicos aún pueden observarse. En medianías y cumbres, a medida que la pendiente asciende, la erosionabilidad es muy superior. Un caso extremo de monumentalidad geomorfológica en el ámbito del barranco ser observa en Montaña Las Tierras, un cono disectado por la circulación del agua, que ha exhumado el entramado de diques por los que ascendía el magma.

Durante el Pleistoceno superior, la incisión de las aguas torrenciales fue vaciando, nuevamente, el relleno lávico que tapizaba el lecho del barranco, a la vez que seccionaba las formaciones anteriores.

Las erupciones y las consiguientes emisiones lávicas se han prolongado hasta el periodo geológico actual (Holoceno), especialmente en el tramo superior de la vertiente septentrional de la cuenca. El último evento geológico fue la erupción que durante el Holoceno originó La Calderilla y la emisión de la colada que discurrió por el lecho del barranco. La explosividad del evento queda puesta de manifiesto al observar los bloques erráticos que tras desprenderse del volcán fueron desplazados por el flujo lávico. El represamiento de las aguas del barranco generó una laguna en cuyo fondo se fueron depositando sedimentos.

Flora editar

En conjunto, Guayadeque es un barranco de extraordi­narias proporciones y de gran belleza, donde confluyen elementos naturales singulares de la flora, ya que en sus laderas se refugia una buena muestra de flora autóctona, con abundantes endemismos canarios y macaronésicos. Se caracteriza por el dominio de matorrales con presencia destacada de la tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera) y, en menor medida, del cardón (Euphorbia canariensis). La presencia de la tabaiba amarga (Euphorbia regis-jubae), queda estrictamente ligada a las circunstancias ambientales. Asimismo, abundan los balos (Plocama pen­dula), algunos acebuches y endemismos como la lajarilla de Gran Canaria (Hel­lianthemum tholiforme), la pataconejo fina o el palo de sangre, aunque tam­bién existen algunos prácticamente exclusivos de la zona, como la escobilla de Guayadeque (Kunkeliella canariensis) y el picopajarito colgante. En las laderas o en zonas de transición hacia el bosque termófilo, por elementos típicos del termófilo como acebuches (Olea cerssiformis) y sabinas (funiperus turbinata. ssp. canarien­sis). Además de comunidades rupículas en los numerosos paredones del Barranco (bejeques, taginastes, cerrajas, cardos, matorriscos y pequeños helechos, etc.); comunidades higró­filas, dominadas por sauce canario o sao (Salix canariensis), asociados a cauces con presen­cia de agua constante; y comunidades típicas de monteverde termófilo ( como el mocán, barbusano, madroño y el laurel, entre otras). El acebuche, gracias a su capacidad de regene­ración y recolonización, aparece formando ace­buchal abierto en pendientes acusadas de poco suelo, con porte arbustivo y pocas especies acompañantes, con algunas especies frecuentes como la dama de Guayadeque (Parolinia platy­petala), el bejeque rosado (Aeonium percsr­neum) y la hierba puntera (Sedum sediforme). También se establecen especies exóticas como la pita (Agave americana) y la tunera (Opuntia maxima), plantada en el pasado para el cultivo de la cochinilla (Datylopius coccus) y por sus frutos comestibles o tunos.

Fauna editar

La fauna que se desarrolla en este espacio natural se caracteriza por una elevada tasa de endemismos tanto vertebrados como invertebrados.

Vertebrada editar

Los reptiles están representados por las tres especies endémicas del archipiélago: el lagarto gigante de Gran Canaria (Gallotia stehlini), la lisa (Chalcides sexlineatus ) y el perenquén (Tarentola boettgeri).

Los anfibios están representados por la rana común (Rana perezi), vinculada a la presencia permanente de agua, y la ranita de San Antonio (Hyla meridionalis), que con frecuencia abandona el entorno acuático y desarrolla parcialmente su vida sobre plantas, en sectores de abundante humedad, y regresa al medio acuático para su reproducción. En cuanto a los reptiles, Las tres especies endémicas que se distribuyen ampliamente por el territorio insular están presentes en Guayadeque. El lagarto canarión (Gallotia stehlini) prefiere ambientes pedregosos, cercanos a asentamientos humanos; la lisa (Chalcides sexlineatus) muestra un elevado polimorfismo, mientras que el perenquén (Tarentola boettgeri), de hábitos nocturnos, se oculta durante el día bajo piedras y en las grietas.

En cuanto a los mamíferos destacan el conejo (Oryctolagus cuniculus), que fue introducido con fines cinegéticos, causando en la actualidad desequilibrios en la flora y la merma de la producción agrícola.

Las aves, es el grupo vertebrado con mayor presencia. La avifauna ligada a ambientes acuáticos sólo está representada por la alpispa (Motacilla cinerea), que frecuenta el entorno de las acequias. Otros elementos nidifican y frecuentan las vertientes más enérgicas del barranco. La presencia de marcados escarpes y el desarrollo de la vegetación propicia la aparición de hábitats adecuados para el desarrollo de la avifauna. En estos lugares se observa sin dificultad el águila ratonera, que en Canarias recibe el nombre de aguililla (Buteo buteo insularum), el cernícalo (Falco tinnunculus canariensis), el búho chico (Asio otus canariensis), la lechuza (Tyto alba alba), el cuervo (Corvus corax) y la paloma bravía (Columba livia canariensis). Otro conjunto de aves se halla ligada a enclaves con mayor desarrollo arbóreo. Entre las de distribución más amplia se encuentran el canario (Serinus canarius), el pardillo (Acanthis cannabina), el verderón común (Acanthis cannabina), el jilguero (Carduelis carduelis), el herrerillo común (Parus caeruleus teneriffae), la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala leucogastra), la curruca tomillera (Sylvia conspicillata orbitalis) y el mirlo (Turdus merula cabrerae). Más localizadas se extienden la curruca capirotada (Sylvia atricapila obscura) y el mosquitero común (Phylloscopus collybita canariensis). En los últimos años la tórtola de collar (Streptopelia risoria) se ha extendido de forma espectacular. Desde los jardines ha pasado a colonizar ambientes escasamente antropizados. La perdiz roja (Alectoris rufa), la codorniz (Coturnix coturnix), la paloma bravía (Columba livia), la tórtola común (Streptopelia turtur) y la gaviota patiamarilla (Larus cachinnans) se encuentran incluidas en el Anexo I del Real Decreto 1095/1989, de 8 de septiembre, de declaración de especies que pueden ser objeto de caza y pesca y normas para su conservación. Además, el ánade real, la perdiz roja y la codorniz se encuentran en el Real Decreto 1118/1989, de 15 de septiembre, por el que se determinan las especies objeto de caza y pesca, de especies comercializables.


Kunkeliella canariensis editar

 
Kunkeliella canariensis
 
Escobilla de Guayadeque (Kunkeliella canariensis)
Taxonomía
Reino: Plantae
División: Magnoliophyta
Clase: Magnoliopsida
Orden: Santalales
Familia: Santalaceae
Género: Kunkeliella
Especie: K. canariensis
(Stearn)

La Kunkeliella canariensis, conocida como Escobilla de Guayadeque, es un endemismo exclusivo de la isla de Gran Canaria con un reducido número de ejemplares localizados en una única población cuyo estado de conservación es muy crítico. Desde su descripción en 1972, donde se detallaba su población conocida en el barranco de Guayadeque, no se han encontrado nuevas localidades. Según los últimos censos realizados en el año 2007 la población consta de 29 individuos.[1]

Descripción editar

Se trata de un subarbustillo de hasta 80 centímetros de altura que tiene aspecto de retama muy ramificado, de ramas glabras. Posee hojas diminutas, dispersas, reducidas a escamas triangulares, caedizas. Inflorescencias axilares, muy pequeñas, bracteadas, de pocas flores, generalmente solitarias. Flores hermafroditas de color crema; perigonio con lóbulos agudos que salen en invierno, de noviembre hasta marzo o abril. Echa sus frutos entre marzo y abril y tienen un aspecto globoso de color blanquecino en su madurez. Se reproduce sólo por semillas y con gran dificultad, lo cual constituye su principal amenaza.

Distribución editar

La única población existente se encuentra en el Barranco de Guayadeque, dentro del espacio correspondiente al Monumento Natural Barranco de Guayadeque, entre los 500 y los 700 metros de altitud, con un número total de efectivos que asciende a 29 individuos adultos, sin haberse constatado la presencia en los últimos años de juveniles ni plántulas.[1]

Hábitat editar

La especie crece en andenes y grietas en formaciones semixerofíticas del piso termomediterràneo con ombroclima semiárido cuya vegetación asociada pertenece a bosques termófilos, crece asociada a otras especies entre ellas se encuentran: [[Artemisia thuscula, Lavandula canariensis, Parolinia platypetala, Aeonium percarneum, Kleinia neriifolia, Rumex lunaria, Bupleurum salicifolium, Allagopapus dichotomus, Opuntia ficus-indica, Bituminaria bituminosa y Olea europaea. El área de ocupación de esta población abarca 1 cuartíl de 500 x 500 m.

Amenazas editar

Entre las principales amenazas de la especie cabe destacar el reducido número de efectivos poblacionales, probablemente relacionado con problemas en la biología reproductiva del taxón, el ramoneo detectado en ejemplares de algunos núcleos poblacionales, y fenómenos de competencia vegetal con especies introducidas como pitas y tuneras. Además, en ocasiones los ejemplares aparecen sesgados, mutilados e incluso quemados, al parecer por el pisoteo y artificialización, escasa plasticidad ecológica, incendios, temporales, desprendimientos y sequías

Fuentes editar

Enlaces externos editar

  1. a b «DECRETO 2/2009, de 20 de enero, por el que se aprueba el Plan de Recuperación de la especie vegetal “Escobilla de Guayadeque” (Kunkeliella canariensis)». 


Barranco de los Aromeros
Categoría UICN III (monumento natural)
 
Barranco de Guayadeque, mirando hacia la costa
Situación
País España  España
Comunidad Canarias  Canarias
Provincia Las Palmas
Isla Gran Canaria
Datos generales
Grado de protección Monumento natural
Fecha de creación 8 de mayo de 2000
Legislación Decreto 1/2000
N.º de localidades Agüimes e Ingenio
Superficie 725,5 ha[1]
Longitud 11 km
Altitud 1273
Bien de interés cultural
Patrimonio histórico de España
Categoría Zona Arqueológica[2]
Declaración 21-06-1991[3]

El barranco de Guayadeque es un barranco situado en la isla de Gran Canaria, Canarias, España. Separa los municipios de Ingenio y Agüimes[1]​ y es uno de los barrancos más grandes del archipiélago. Destaca por sus restos arqueológicos prehispánicos y por sus valiosos endemismos de flora y fauna. También destaca por la gran cantidad de casas-cuevas que hay, incluso una ermita y varios restaurantes cavados en la roca.

Restos arqueológicos editar

La zona es muy importante a nivel arqueológico, pues existen cientos de cuevas que albergaron a muchísimos aborígenes.[4]​ Las excavaciones continúan, habiéndose descubierto en 2020 zonas aborígenes intactas.[5]

La mayor colección de momias y utensilios aborígenes encontrados aquí se encuentran en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria. Algunas de estas cuevas son conocidas como: "Cuevas Muchas", "Cueva Labrá", el "Risco del Canario", el "Risco Vicentico", el "Risco del Negro", etc.

Demografía editar

La población del Barranco de Guayadeque es reducida pero todavía quedan núcleos determinados. El primer núcleo poblacional se llama "Cueva Bermeja", cuyo nombre se debe al color de la piedra. El segundo núcleo poblacional se llama "Montaña de las Tierras" donde pueden visitar una casa cueva canaria y conocer como vivían los antiguos canarios, también es llamada zona de "Los Marteles" donde se encuentra la ermita de San Juan Bautista.

En ambos núcleos existen zonas de servicios, aparcamientos, restaurantes en todo el barranco y souvenirs (Casa Cueva Canaria) dentro del sendero de Montaña de las Tierras, podrán ver como se vivía antiguamente en las cuevas etc. En las dos zonas se puede degustar el típico vino de la zona, así como la carne de cochino frita y las papas arrugadas.

Flora editar

En conjunto, Guayadeque es un barranco de extraordinarias proporciones y de gran belleza, donde confluyen elementos naturales singulares de la flora, ya que en sus laderas se refugia una buena muestra de flora autóctona, con abundantes endemismos canarios y macaronésicos. Se caracteriza por el dominio de matorrales con presencia destacada de la tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera) y, en menor medida, del cardón (Euphorbia canariensis). La presencia de la tabaiba amarga (Euphorbia regis-jubae), queda estrictamente ligada a las circunstancias ambientales. Asimismo, abundan los balos (Plocama pendula), algunos acebuches y endemismos como la lajarilla de Gran Canaria (Helianthemum tholiforme), la pataconejo fina o el palo de sangre, aunque también existen algunos prácticamente exclusivos de la zona, como la escobilla de Guayadeque (Kunkeliella canariensis) y el picopajarito colgante (Kickxia pendula).

 
Dama de Guayadeque (Parolinia platypetala)

En las laderas o en zonas de transición hacia el bosque termófilo, por elementos típicos del termófilo como acebuches (Olea cerssiformis) y sabinas (Juniperus turbinata ssp. canariensis). Además de comunidades rupícolas en los numerosos paredones del barranco compuestos por bejeques (Aeonium hierrense), taginastes (Echium decaisnei), cerrajas (Sonchus canariensis), cardos (Carduus tenuiflorus), matos de risco (Sonchus canariensis), pequeños helechos, etc.); comunidades higrófilas, dominadas por sauce canario o sao (Salix canariensis), asociados a cauces con presencia de agua constante; y comunidades típicas de monteverde termófilo, como el mocán (Visnea mocanera), barbusano (Apollonias barbujana), madroño (Arbutus canariensis) y el laurel (Laurus novocanariensis) entre otras. El acebuche (Olea cerasiformis) , gracias a su capacidad de regeneración y recolonización, aparece formando acebuchal abierto en pendientes acusadas de poco suelo, con porte arbustivo y pocas especies acompañantes, con algunas especies frecuentes como la dama de Guayadeque (Parolinia platypetala), el bejeque rosado (Aeonium percarneum) y la hierba puntera (Sedum sediforme). También se establecen especies exóticas como la pita (Agave americana) y la tunera (Opuntia maxima), plantada en el pasado para el cultivo de la cochinilla (Dactylopius coccus) y por sus frutos comestibles o tunos.[6]

Fauna editar

La fauna que se desarrolla en este espacio natural se caracteriza por una elevada tasa de endemismos tanto vertebrados como invertebrados.

Vertebrada editar

 
Lisa de Gran Canaria (Chalcides sexlineatus)

Los reptiles están representados por las tres especies endémicas del archipiélago: el lagarto gigante de Gran Canaria (Gallotia stehlini), la lisa (Chalcides sexlineatus ) y el perenquén (Tarentola boettgeri), de hábitos nocturnos, se oculta durante el día bajo piedras y en las grietas.

Los anfibios destacan por la rana común (Pelophylax perezi), vinculada a la presencia permanente de agua, y la ranita de San Antonio (Hyla meridionalis), que con frecuencia abandona el entorno acuático y desarrolla parcialmente su vida sobre plantas, en sectores de abundante humedad, y regresa al medio acuático para su reproducción.

En cuanto a los mamíferos destacan el conejo (Oryctolagus cuniculus), que fue introducido con fines cinegéticos, causando en la actualidad desequilibrios en la flora y la merma de la producción agrícola.

 
Aguililla o ratonero común (Buteo buteo)

Las aves constituyen el grupo vertebrado con mayor presencia en el barranco. La alpispa (Motacilla cinerea), representa el ave acuática más común del barranco, que frecuenta el entorno de las acequias. Los marcados escarpes y el desarrollo de la vegetación propicia la aparición de hábitats adecuados para el desarrollo de especies como el águila ratonera, popularmente denominada como aguililla (Buteo buteo insularum), el cernícalo (Falco tinnunculus canariensis), el búho chico (Asio otus canariensis), la lechuza (Tyto alba alba), el cuervo (Corvus corax) y la paloma bravía (Columba livia canariensis). Entre las aves distruidas en entornos con mayor presencia arbórea se encuentran el canario (Serinus canaria), el pardillo (Acanthis cannabina), el verderón común (Chloris chloris), el jilguero (Carduelis carduelis), el herrerillo común (Cyanistes caeruleus), la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala leucogastra), la curruca tomillera (Sylvia conspicillata orbitalis) y el mirlo (Turdus merula cabrerae). En los últimos años la tórtola de collar (Streptopelia risoria) se ha extendido de forma espectacular. En cuanto a las especies perdiz roja (Alectoris rufa), la codorniz (Coturnix coturnix), la paloma bravía (Columba livia), la tórtola común (Streptopelia turtur) y la gaviota patiamarilla (Larus cachinnans) se encuentran incluidas en el Anexo I del Real Decreto 1095/1989, de 8 de septiembre, por lo que son aptas para la caza y pesca.[6]

Invertebrada editar

 
Cymindis cincta

De los moluscos están presentes dos endemismos exclusivos de Gran Canaria Plutonia tamaranesis y Hemicycla ethelema. De los artrópodos el grupo mejor representado es el de los insectos. Los coleópteros poseen el mayor número de endemismos grancanarios y canarios, entre los que destacan el brosco grancanario (Broscus glaber), el Carabus coarctatus, el Hegeter impressus, la Cymindis cincta y el cucalán cabezón (Nesecinopus fortunstus), entre otros.

Los hemípteros presentan dos especies endémicas canarias como son la chinche correo pintada (Noualhieria quadripunctata) y el zapatero canario (Velia lindbergi). En cuanto a los himenópteros destacan una especie endémica de Gran Canaria, la avispa de tabaiba (Ancistrocerus haematodes rubropictus) y cuatro especies endémicas de canarias. Los lepidópteros presentan dos endemísmos canarios: la mariposa maculata canaria (Pararge xiphioides) y la esfinge canaria de las tabaibas (Hyles tithymali tithymali) y otra especie no endémica como la mariposa azul rabilarga (Lampides boeticus). Los ortópteros están representados por dos endemismos canarios, el saltamontes común (Calliptamus plebeius) y la arminda de Burr (Arminda burri).

Turismo editar

Cuenta con un centro de interpretación en Agüimes.[7]

Galería editar

Referencias editar

  1. a b Gobierno de Canarias. «Monumento Natural del Barranco de Guayadeque». Archivado desde el original el 18 de mayo de 2017. Consultado el 18 de enero de 2017. 
  2. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. «Consulta a la base de datos de bienes inmuebles». Consultado el 18 de enero de 2017. 
  3. DECRETO 126/1991, de 21 de junio. BOC Nº 92, viernes 12 de julio de 1991
  4. eldia.es. «La cueva de Guayadeque es el mayor hallazgo arqueológico desde hace un siglo». www.eldia.es. Consultado el 22 de febrero de 2020. 
  5. Canaria, Canarias7 / Las Palmas De Gran (21 de febrero de 2020). «La cueva sepulcral de Guayadeque data de hace mil años, como mínimo». www.canarias7.es. Consultado el 22 de febrero de 2020. 
  6. a b «C-19 Monumento natural del Barranco de Guayadeque (Gran Canaria)». 
  7. «Centro de Interpretación del Barranco de Guayadeque - Web Oficial de Turismo de Gran Canaria». www.grancanaria.com. Consultado el 22 de febrero de 2020. 

Enlaces externos editar


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