Mito de Osiris

historia sobre mitología del Antiguo Egipto
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 19:20 10 ago 2020 por Enciclonauta (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.

El mito de Osiris es el relato más elaborado e influyente de la antigua mitología egipcia. Trata sobre el asesinato del dios Osiris, un mítico rey de Egipto primitivo, y sus consecuencias. El que asesinó y partió en trozos a Osiris fue su hermano Seth, quien usurpó su trono. Después, la esposa de Osiris, Isis, recuperó y restauró el cuerpo de su esposo y concibió póstumamente un hijo con él. El resto del relato se enfoca en Horus, el producto de la unión de Isis y Osiris; quien al comienzo era un niño vulnerable protegido por su madre y después se convierte en el rival de Seth por el trono. El conflicto, a menudo violento, termina con el triunfo de Horus, que restaura la maat en Egipto después del reinado inicuo de Seth y completa el proceso de la resurrección de Osiris.

De derecha a izquierda: Isis, su esposo Osiris y su hijo Horus, los protagonistas del mito de Osiris, en una estatuilla de la dinastía XXII.

El mito es esencial para las concepciones egipcias sobre el reino y su sucesión, el conflicto entre el orden y el desorden y, especialmente, la muerte y el más allá. También expresa el carácter fundamental de cada una de las cuatro deidades protagonistas y muchos elementos de su culto en la religión del Antiguo Egipto derivaron del mito.

El mito de Osiris tomó su forma esencial en torno o antes del siglo XXIV a. C. La mayor parte de sus elementos se originaron de ideas religiosas, pero el conflicto entre Horus y Seth puede haber estado parcialmente inspirado en un conflicto regional del período arcaico o la prehistoria de Egipto. Se ha intentado discernir la naturaleza exacta de los eventos que habrían dado origen a la historia, pero no se han conseguido conclusiones definitivas.

Partes del mito aparecen en una amplia variedad de textos egipcios, desde textos funerarios y conjuros mágicos hasta cuentos. La historia es, por tanto, más detallada y cohesiva que cualquier otro mito del Antiguo Egipto; sin embargo, ninguna fuente egipcia brinda un relato completo del mito y las fuentes varían mucho en su versión de los eventos. Escritos griegos y romanos, particularmente Sobre Isis y Osiris de Plutarco, proporcionan bastante información, pero no siempre reflejan fielmente las creencias egipcias. Por medio de estos escritos, el mito de Osiris persistió, mientras se perdía el conocimiento de la mayoría de las creencias egipcias antiguas, y aun hoy en día es bien conocido.

Fuentes

El mito de Osiris fue muy importante en la religión del Antiguo Egipto y fue popular entre personas comunes y corrientes.[1]​ Una de las razones de su popularidad es su significado religioso fundamental, que implica que cualquier persona muerta puede alcanzar un más allá grato.[2]​ Otra razón es que los personajes y sus emociones recuerdan más a las vidas de personas reales que la mayoría de mitos egipcios, con lo cual la historia resulta más atractiva para el público en general.[3]​ En particular, como lo expresó el egiptólogo británico J. Gwyn Griffiths, el mito transmite un «profundo sentido de lealtad y devoción familiar» en las relaciones entre Osiris, Isis y Horus.[4]

Con este gran atractivo, el mito aparece en más textos antiguos que cualquier otro y en una gama excepcionalmente amplia de estilos literarios egipcios.[1]​ Estas fuentes también proporcionan una inusual cantidad de detalles.[2]​ Los mitos del Antiguo Egipto son fragmentarios e imprecisos; las metáforas religiosas que aparecían en los mitos eran más importantes que la narración coherente.[5]​ Cada texto que contiene un mito, o un fragmento de uno, puede adaptarlo para satisfacer sus propósitos particulares, por lo que diferentes textos pueden contener versiones contradictorias de los acontecimientos.[6]​ Debido a que el mito Osiris se utiliza en una variedad de formas, las distintas versiones a menudo entran en conflicto entre sí. Sin embargo, estas, tomadas en conjunto, se asemejan más a una historia coherente que la mayoría de los mitos egipcios.[7]

 
Textos de las Pirámides en la Pirámide de Teti.

Las menciones más antiguas del mito de Osiris se encuentran en los Textos de las Pirámides, los primeros textos funerarios egipcios, que aparecieron en las paredes de las cámaras funerarias en las pirámides a fines de la dinastía V, durante el siglo XXV a. C. Estos textos, compuestos por diferentes encantamientos o «pronunciamientos», contienen ideas que se supone que datan de tiempos aún más antiguos.[8]​ Los textos se ocupan de la vida después de la muerte del faraón enterrado en la pirámide, por lo que se refieren frecuentemente al mito de Osiris, que se estaba profundamente relacionado con la monarquía y la vida después de la muerte.[9]​ Los elementos centrales de la historia, como la muerte y la restauración de Osiris y los conflictos entre Horus y Seth, aparecen en las declaraciones de los Textos de las Pirámides.[10]​ Los textos funerarios escritos en épocas posteriores, como los Textos de los sarcófagos del Imperio Medio (c. 2055-1650 a. C.) y el Libro de los muertos del Imperio Nuevo (c. 1550-1070 a. C.), también contienen elementos del mito.[11]

Otros tipos de textos religiosos dan testimonio del mito, como dos textos del Imperio Medio: el papiro dramático del Ramesseum y la estela de Ikhernofret. El papiro describe la coronación de Sesostris I, mientras que la estela alude a los acontecimientos en el festival anual de Koiahk. Los rituales en estos dos festivales escenifican elementos del mito de Osiris.[12]​ El relato egipcio antiguo más completo del mito es el Gran Himno a Osiris, una inscripción de la dinastía XVIII (c. 1550-1292 a. C.) que brinda una idea general de toda la historia, pero incluye pocos detalles.[13]​ Otra fuente importante es la piedra de Shabako, una narración religiosa que incluye un relato de la muerte de Osiris, así como la resolución de la disputa entre Horus y Seth. Esta narración asocia la realeza que Osiris y Horus representan con Ptah, la deidad creadora de Menfis.[14]​ Durante mucho tiempo el texto fue datado como del Imperio Antiguo (c. 2686-2181 a. C.) y fue tratado como una fuente de información sobre las primeras etapas en el desarrollo del mito; sin embargo, desde los años 1970, los egiptólogos han llegado a la conclusión de que el texto data como poco del Imperio Nuevo.[15]

Los rituales en honor a Osiris son otra fuente importante de información. Algunos de estos textos en encuentran en los muros de los templos egipcios que datan del Imperio Nuevo, de la era ptolemaica (323-330 a. C.), o de la época romana (30 a. C.-siglo IV d. C.).[16]​ Algunos de estos textos rituales tardíos, en los que Isis y Neftis lamentan la muerte de su hermano, fueron adaptados en textos funerarios. En estos, las súplicas de las diosas tenían por objeto despertar a Osiris —y por tanto a la persona fallecida— para que volviera a la vida.[17]

Conjuros sanadores, que fueron usados por egipcios de todas las clases, son la fuente para una importante porción del mito, en la cual Horus es envenenado o enfermado de otra manera e Isis lo cura. Los hechizos identifican a una persona enferma con Horus para que él o ella puede beneficiarse de los esfuerzos de la diosa. Los conjuros son conocidos por copias en papiros, que sirven como instrucciones para rituales de sanación y de un tipo especializado de estela monolítica inscrita denominada cipo. Las personas en busca de sanación vertían agua sobre estos cipos, un acto que se creía que imbuía el agua con el poder sanador contenido en el texto y luego bebían el agua con la esperanza de que curaría sus padecimientos. El tema de un niño en peligro protegido por la magia también aparece en varitas mágicas rituales inscritas del Imperio Medio, que fueron hechas siglos antes de los detallados conjuros sanadores que conectaban específicamente el tema con el mito de Osiris.[18]

Episodios del mito también se registran en escritos planeados para entretenimiento. Entre estos textos destaca Las contiendas de Horus y Seth, un relato humorístico de varios episodios de la lucha entre las dos deidades, que data de la dinastía XX (c. 1190-1070 a. C.).[19]​ Caracteriza vívidamente a las deidades involucradas; como dice el egiptólogo Donald B. Redford, «Horus aparece como una figura débil físicamente pero inteligente; Seth, como un bufón fornido de inteligencia limitada; Ra-Horajty, como un juez prejuicioso y malhumorado; y Osiris, como un cascarrabias locuaz con una lengua ácida».[20]​ A pesar de su naturaleza atípica, Las contiendas incluye muchos de los episodios más antiguos del conflicto divino y muchos eventos aparecen en el mismo orden que en relatos muy posteriores, lo que sugiere que se estaba formando una secuencia tradicional de los eventos en la época en que la historia fue escrita.[21]

Antiguos escritores griegos y romanos, que describieron la religión egipcia al final de su historia registraron buena parte del mito. Heródoto, en el siglo V a. C., menciona partes del mito en su descripción de Egipto en Historias, mientras que cuatro siglos más tarde, Diodoro Sículo ofrece un resumen en su Biblioteca histórica.[22]​ A inicios del siglo II a. C.,[23]Plutarco escribió el relato antiguo más completo del mito en Sobre Isis y Osiris, un análisis de las creencias religiosas egipcias.[24]​ La versión de Plutarco es la misma que relatan más frecuentemente los escritos populares modernos.[25]​ Los escritos de estos autores clásicos pueden dar una visión distorsionada de las creencias egipcias.[24]​ Por ejemplo, Sobre Isis y Osiris incluye muchas interpretaciones de las creencias egipcias que están influencias por varias filosofías griegas y su narración del mito contiene porciones sin paralelo conocido en la tradición egipcia. Griffiths llegó a la conclusión de que varios elementos de este relato se tomaron de la mitología griega y que la obra en su conjunto no estaba basada directamente en fuentes egipcias.[26]​ Por su parte, su colega John Baines considera que es posible que los templos mantuvieran registros escritos de los mitos, que posteriormente se perdieron, y que Plutarco podría haber extraído información de estas fuentes para escribir su relato.[27]

Sinopsis

Muerte y resurrección de Osiris

Al inicio de la historia, Osiris gobernaba Egipto, al haber heredado el trono de sus antepasados en un linaje que se remonta al creador del mundo, Ra o Atum. Su reina es Isis, quien, junto con Osiris y su asesino Seth, es uno de los hijos del dios de la tierra, Geb, y de la diosa del cielo, Nut. Aparece poca información sobre el reinado de Osiris en las fuentes egipcias; el relato se concentra en su muerte y en los eventos que siguieron.[28]​ Osiris está conectado con el poder de dar vida, la monarquía justa y el gobierno de la maat, el orden natural ideal cuyo mantenimiento era un objetivo fundamental en la cultura del Antiguo Egipto.[29]​ Seth está asociado estrechamente con la violencia y el caos. Por tanto, el asesinato de Osiris representa la lucha entre el orden y el desorden y la interrupción de la vida por la muerte.[30]

Algunas versiones del mito explican los motivos de Seth para matar a Osiris. Según un hechizo de los Textos de las Pirámides, Seth estaba vengándose por un golpe que le dio Osiris,[31]​ mientras que en un texto del período tardío se dice que el resentimiento de Seth se debía a que Osiris tuvo relaciones sexuales con Neftis, la consorte de Seth y cuarta hija de Geb y Nut.[2]​ Con frecuencia se alude al asesinato en sí, pero nunca se describe con claridad. Los egipcios creían que las palabras escritas tenían el poder de afectar a la realidad, por lo que evitaban escribir directamente sobre acontecimientos profundamente negativos, como la muerte de Osiris.[32]​ Algunas veces se niega su muerte por completo, a pesar de que la mayor parte de las tradiciones sobre él dejan claro que había sido asesinado.[33]​ En algunos casos los textos sugieren que Seth tomó la forma de un animal salvaje, como un cocodrilo o un toro, para matarlo; en otros dan a entender que el cadáver de Osiris fue lanzado al agua o que lo ahogó. Esta última tradición es el origen de la creencia egipcia de que las personas que se hayan ahogado en el Nilo eran sagradas.[34]​ Incluso la identidad de la víctima es cambiada en los textos: a veces, es el dios Haroeris, una forma más antigua de Horus, quien es asesinado por Seth y luego vengado por otra forma de Horus, quien es el hijo de Haroeris con Isis.[35]

A finales del Imperio Nuevo se había desarrollado una tradición según la cual Seth cortó el cuerpo de Osiris en pedazos y los esparció por todo Egipto. Los centros de culto de Osiris en todo el país afirmaban que el cadáver, o partes concretas del mismo, fueron hallados cerca de sus centros. Se puede afirmar que las partes desmembradas ascienden a cuarenta y dos, cada una de las cuales se equipara con uno de los cuarenta y dos nomos o provincias en Egipto.[36]​ Así, el dios de la realeza se convierte en la encarnación de su reino.[34]

 
Isis, en la forma de un pájaro, copula con el difunto Osiris. A ambos lados están Horus, aunque todavía como no nacido, e Isis en su forma humana.[37]

La muerte de Osiris es seguida bien por un interregno o por un periodo en el cual Seth asume la monarquía. Mientras tanto, Isis busca el cuerpo de su esposo con la ayuda de Neftis.[36]​ Durante la búsqueda de Osiris o el luto por su muerte, las dos diosas son a menudo comparadas con halcones o milanos,[38]​ posiblemente debido a que los milanos viajan lejos en busca de carroña,[39]​ porque los egipcios asociaban sus llamadas plañideras con el luto, o debido a la conexión de las diosas con Horus, quien es a menudo representado como un halcón.[38]​ En el Imperio Nuevo, cuando la muerte y renovación de Osiris fue asociada con la crecida anual del Nilo que fertilizaba Egipto, las aguas de ese río se equipararon a las lágrimas de Isis por el duelo[40]​ o con los fluidos corporales de Osiris.[41]​ Este último representaba así el poder divino vivificante que estaba presente en el agua del río y en las plantas que crecían tras las crecidas.[42]

Las diosas encontraron y restauraron el cuerpo de Osiris, a menudo con la ayuda de otras deidades, incluidos Tot, una deidad poseedora de grandes poderes mágicos y curativos, y Anubis, el dios del embalsamamiento y los ritos funerarios. Osiris se convierte así en la primera momia, y los esfuerzos de los dioses son la base mitológica para las prácticas egipcias de embalsamamiento que, al momificar los cadáveres, buscaban evitar y revertir el decaimiento que sigue a la muerte. Esta parte de la historia a menudo se amplía con episodios en los que Seth o sus seguidores intentan dañar el cadáver, e Isis y sus aliados deben protegerlo. Una vez que Osiris es restaurado, Isis concibe a su hijo y legítimo heredero, Horus.[43][41]​ Un hechizo ambiguo de los Textos de los sarcófagos podría indicar que Isis es fecundada por un relámpago,[44]​ mientras que en otras fuentes ella, todavía en forma de pájaro, insufla aliento y vida en el cuerpo de Osiris con sus alas y copula con él.[43]​ Aparentemente, el renacimiento de Osiris no es permanente y, después de este punto en la historia, solo se le menciona como el gobernante de la Duat, el distante y misterioso reino de los muertos. Si bien el propio Osiris vive solo en la Duat, él y el reino que representa, en cierto sentido, renacerán en su hijo.[45]

El relato coherente de Plutarco, que se ocupa principalmente de esta parte del mito, difiere en muchos aspectos de las fuentes egipcias conocidas. Seth —a quien Plutarco denomina «Tifón», al usar nombres griegos para muchas de las deidades egipcias— conspira contra Osiris con setenta y tres personas más. Seth tiene un cofre elaborado para adaptarse a las medidas exactas de Osiris y, luego, en un banquete, declara que va a dar el ataúd como regalo a cualquiera que encaje dentro de él. Los invitados se recuestan al interior del féretro, pero ninguno cabe dentro excepto Osiris. Cuando se acuesta en él, Seth y sus cómplices cierran de golpe la cubierta. Con el cuerpo de Osiris en el interior, el ataúd flota por el mar y llega a la ciudad de Biblos, donde crece un árbol a su alrededor. El rey de Biblos hace cortar el árbol y lo convierte en un pilar para su palacio, todavía con el ataúd al interior. Isis debe remover el féretro del interior del árbol para poder recuperar el cuerpo de su esposo. Una vez retirado, la diosa deja el árbol en Biblos, donde se convierte en un objeto de adoración de los locales. Este episodio, del que no se fuentes egipcias, brinda una explicación etiológica para el culto de Isis y Osiris que existía en Biblos en la época de Plutarco y posiblemente ya en el Imperio Nuevo.[46]

Plutarco también sostiene que Seth robó y desmembró el cuerpo de Osiris solo después de que Isis lo recuperara. Entonces Isis encontró y enterró cada parte del cuerpo de su esposo, con la excepción del pene, que tuvo que reconstruir mediante magia, debido a que el original fue comido por los peces en el río. Según Plutarco, esta es la razón por la que los egipcios tenían un tabú contra comer pescado; sin embargo, en los registros egipcios el pene de Osiris es hallado intacto y el único paralelismo con esta parte con la historia de Plutarco se encuentra en la Historia de los dos hermanos, un cuento popular del Imperio Nuevo con similitudes con el mito de Osiris.[47]

Una última diferencia en el relato de Plutarco es el nacimiento de Horus. La forma de este que venga a su padre fue concebida y nació antes de la muerte de Osiris. Es un segundo niño prematuro y débil, Harpócrates, el que nació de la unión póstuma de Osiris con Isis. En este caso, dos de las formas separadas de Horus que existen en la tradición egipcia han recibido posiciones distintas en la versión del mito de Plutarco.[48]

Nacimiento e infancia de Horus

 
Isis amamantando a Horus.

En las fuentes egipcias, la embarazada Isis se esconde de Seth, para quien el niño por nacer es una amenaza, en un matorral de papiro en el delta del Nilo. Este lugar es llamado Akh-bity, que significa «matorral de papiro del rey del Bajo Egipto» en egipcio.[49]​ Los escritores griegos llaman a este lugar Khemmis e indican que se encuentra cerca de la ciudad de Buto,[50]​ pero, en el mito, la ubicación física no es importante comparado con su naturaleza como un lugar icónico de aislamiento y seguridad.[51]​ La condición especial del matorral es indicado por su frecuente representación en el arte egipcio; para la mayor parte de los eventos en la mitología egipcia, el telón de fondo es descrito o ilustrado mínimamente. En este matorral, Isis da a luz a Horus y lo cría, por lo que es denominado el «nido de Horus».[43]​ La imagen de Isis amamantando a su hijo es un motivo muy común en el arte egipcio.[49]

Hay textos en los que Isis viaja por el mundo. Se mueve entre hombres ordinarios que no son conscientes de su identidad e incluso apela a estas personas en busca de ayuda. Esta es otra circunstancia inusual, para un mito egipcio, los dioses están normalmente separados de los seres humanos.[52]​ Como en la primera fase del mito, a menudo recibe la ayuda de otras deidades, que protegen a su hijo en su ausencia.[43]​ Según un hechizo mágico, siete deidades escorpión menores viajaron con Isis y la custodiaron mientras buscaba ayuda para Horus. Incluso se vengaron de una mujer acaudalada que se había negado a ayudar a Isis picándole al hijo de la mujer, haciendo necesario que Isis curara al niño inocente.[52]​ Esta historia transmite el mensaje moral de que los pobres pueden ser más virtuosos que los ricos e ilustra la naturaleza justa y compasiva de Isis.[53]

En esta fase del mito, Horus es un niño vulnerable rodeado de maldades. Los textos mágicos que usan la infancia de Horus como la base para los hechizos curadores le dieron diferentes dolencias, desde picaduras de escorpión hasta simples dolores de estómago,[54]​ adaptando la tradición para ajustarse a la enfermedad que cada hechizo pretendía tratar.[55]​ Lo más habitual es que el dios niño haya sido mordido por una serpiente, lo que refleja el miedo de los egipcios a las mordeduras de serpiente y al consiguiente veneno.[43]​ Algunos textos indican que estas criaturas hostiles son agentes de Seth.[56]​ Isis podía usar sus propios poderes mágicos para salvar a su hijo o podía implorar por o amenazar a deidades tales como Ra o Geb, para que lo curen. Al igual que Isis es la doliente arquetípica en la primera parte de la historia; durante la infancia de Horus es la madre devota ideal.[57]​ Por medio de los textos sanadores mágicos, sus esfuerzos para curar a su hijo se extienden para curar a cualquier paciente.[51]

Conflicto entre Horus y Seth

La siguiente fase del mito comienza cuando el Horus adulto desafía a Seth por el trono de Egipto. La contienda entre ambos es, a menudo, violenta, pero es descrita como un juicio legal ante la Enéada, un grupo reunido de deidades egipcias, para decidir quién debía heredar el reino. El juez en este juicio podía ser Geb, quien, como padre de Osiris y Seth, tuvo el trono antes que ellos, o podían ser los dioses creadores Ra o Atum, los generadores de la monarquía.[58]​ Otras deidades también desempeñan roles importantes: Tot frecuentemente actúa como un conciliador en la disputa[59]​ o como un asistente del juez divino; mientras que Isis usa su poder mágico y hábil para ayudar a su hijo.[60]

La rivalidad de Horus y Seth es retratada en dos formas contrastantes. Ambas perspectivas aparecen ya en los Textos de las Pirámides, la primera fuente del mito. En algunos hechizos de estos textos, Horus es el hijo de Osiris y sobrino de Seth y el asesinato de Osiris es el mayor ímpetu del conflicto. La otra tradición retrata a Horus y Seth como hermanos.[61]​ Esta incongruencia persiste en muchas de las fuentes posteriores, donde los dos dioses pueden ser llamados hermanos o tío y sobrino en diferentes puntos del mismo documento.[62]

 
Horus le incrusta una lanza a Seth, quien aparece en forma de hipopótamo, mientras Isis observa.

La batalla divina se desarrolla en muchos episodios. Las contiendas describe a los dos dioses apelando a otros dioses para arbitrar la disputa y participar en diferentes tipos de competiciones, como carreras de botes o peleas entre ellos en forma de hipopótamos, para determinar el vencedor. En este relato Horus vence repetidamente a Seth y es apoyado por la mayoría de las otras deidades.[63]​ Aun así, la disputa se prolonga durante ochenta años, en gran medida porque el juez, el dios creador, favorece a Seth.[64]​ En los textos de rituales posteriores, el conflicto se caracteriza por ser una gran batalla en la que participan los seguidores de ambos dioses.[65]​ La disputa en el reino divino se extiende más allá de los dos combatientes. En un momento dado, Isis intenta arponear a Seth mientras él se encuentra luchando contra su hijo, pero por accidente el daño lo recibe Horus, quién en una ataque de ira le corta la cabeza a su madre.[66]​ Tot remplaza la cabeza de Isis con la de una vaca, dando así al origen mítico del tocado con cuernos que utiliza habitualmente Isis.[67]

En un episodio clave del conflicto, Seth abusa sexualmente de Horus. La violación tiene en parte como objetivo degradar a su rival, pero también conlleva un deseo homosexual, en consonancia con una de las principales características de Seth, su sexualidad compulsiva e indiscriminada.[68]​ En las primeras versiones de este episodio, en un fragmento de un papiro del Imperio Medio, el encuentro sexual comienza cuando Seth solicita tener sexo con Horus, quien accede con la condición de que Seth le otorgue a Horus parte de su fuerza.[69]​ El encuentro pone en peligro a Horus, porque en la tradición egipcia el semen es una sustancia potente y peligrosa, semejante al veneno. Según algunos textos, el semen de Seth entra en el cuerpo de Horus y lo hace enfermar, pero en Las contiendas, Horus contrarresta a Seth cogiendo el semen de Seth con sus manos. Isis toma represalias poniendo el semen de Horus en hojas de lechuga que come Seth. La derrota de Seth se hace evidente cuando este semen aparece en su frente como un disco de oro; ha sido impregnado con la semilla de su rival y como resultado «da a luz» al disco. En Las contiendas, Tot coge el disco y lo coloca sobre su propia cabeza; otros relatos indican que el propio Tot fue creado por este anómalo nacimiento.[70]

Otro episodio importante hace referencia a las mutilaciones que los combatientes se infligen entre sí: Horus daña o roba los testículos de Seth y este último daña o arranca uno, o incluso ambos, ojos de Horus. A veces el ojo se rompe en pedazos.[71]​ La mutilación de Seth supone una pérdida de fuerza y virilidad,[72]​ pero la extirpación del ojo de Horus es aún más importante, ya que este ojo de Horus robado tiene una gran variedad de significados en la religión egipcia. Uno de los papeles principales de Horus es como deidad del cielo, y por esta razón se decía que su ojo derecho era el sol y su ojo izquierdo la luna; el robo o la destrucción del ojo de Horus se equipara entonces con el oscurecimiento de la luna en el desarrollo de su ciclo de fases, o durante los eclipses. Horus podrá recuperar su ojo perdido, u otras deidades, incluidas Isis, Tot y Hathor, podrán recuperárselo o curárselo.[71]​ El egiptólogo neerlandés Herman te Velde sostiene que la tradición sobre los testículos perdidos es una variante posterior de la pérdida de semen de Seth por parte de Horus, y que el disco en forma de luna que se forma en la cabeza de Seth después de su inseminación es el ojo de Horus. Si es así, los episodios de mutilación y abuso sexual constituirían una única historia, en la que Seth ataca a Horus y le quita el semen, Horus toma represalias e insemina a Seth, y este último se apodera del ojo de Horus cuando aparece en su cabeza. Debido a que Tot es una deidad lunar además de sus otras funciones, tendría sentido, según te Velde, que Tot emergiera en la forma del ojo e interviniera para mediar entre las deidades en disputa.[73]

En cualquier caso, la restauración del ojo de Horus a su plenitud representa el regreso de la luna a su brillo natural,[74]​ el regreso de la soberanía a Horus,[75]​ y muchos otros aspectos de la maat.[76]​ En ocasiones, la restauración del ojo de Horus va acompañada de la restauración de los testículos de Seth, de modo que ambos dioses se recuperan cerca de la conclusión de su disputa.[77]

Resolución

Al igual que con otras muchas partes del mito, la resolución es compleja y variada. A menudo, Horus y Seth dividen el reino entre ellos. Esta división puede equipararse con cualquiera de las diversas dualidades fundamentales que los egipcios veían en su mundo. Horus puede obtener las tierras fértiles en torno al Nilo, el núcleo de la civilización egipcia, en cuyo caso Seth se queda con el desierto estéril o las tierras extranjeras que se asocian con él; Horus puede gobernar la tierra mientras que Seth habita en el cielo; o cada dios puede quedarse con una de las dos mitades tradicionales del país, el Alto y el Bajo Egipto, en cuyo caso cualquiera de los dos dioses puede asociarse a una de estas dos regiones. En la piedra de Shabako, Geb, como juez, primero reparte el reino entre los reclamantes y luego cambia de opinión, otorgando el control exclusivo a Horus. En esta unión pacífica, Horus y Seth se reconcilian y las dualidades que representan se han resuelto en un todo unificado. Con esta resolución se restablece el orden tras el tumultuoso conflicto.[78]

Una visión diferente del fin del mito se centra en el triunfo exclusivo de Horus.[79]​ En esta versión, Seth no se reconcilia con su rival sino que es totalmente derrotado,[80]​ y a veces es exiliado de Egipto o incluso destruido.[81]​ Su derrota y humillación es más acentuada en fuentes de períodos posteriores de la historia egipcia, cuando se le equiparaba cada vez más con el desorden y el mal, y los egipcios ya no lo veían como una parte integral del orden natural.[80]​ Con gran júbilo entre los dioses, Horus ocupa el trono y Egipto por fin tiene un rey legítimo.[82]​ La decisión divina de que Seth estaba equivocado corrige la injusticia creada por el asesinato de Osiris y completa el proceso de su restauración tras la muerte.[83]​ A veces Seth es obligado a llevar el cuerpo de Osiris a su tumba como parte de su castigo.[84]​ El nuevo rey lleva a cabo ritos funerarios para su padre y ofrece ofrendas de comida para mantenerlo —a menudo incluyendo el ojo de Horus, que en este caso representa vida y abundancia—.[85]​ Según algunas fuentes, solo a través de estos actos puede Osiris estar plenamente revitalizado en el más allá y ocupar su lugar como rey de los muertos, paralelamente al papel de su hijo como rey de los vivos. A partir de entonces, Osiris está profundamente involucrado con los ciclos naturales de muerte y renovación, como el crecimiento anual de los cultivos, que son análogos a su propia resurrección.[86]

Orígenes

Como el mito de Osiris aparece por primera vez en los Textos de las Pirámides, la mayoría de sus elementos fundamentales deben haber tomado forma en algún momento antes de que fueran escritos. Los distintos capítulos de la historia —la muerte y restauración de Osiris, la infancia de Horus y el conflicto de Horus con Seth— pueden haber sido originalmente episodios míticos independientes; de ser así, deben haber comenzado a integrarse en una única historia en la época de los Textos de la Pirámides, que conectan de forma libre esos episodios. En cualquier caso, el mito se inspiró en distintas influencias.[3]​ Gran parte de la historia se basa en ideas religiosas[87]​ y en la naturaleza general de la sociedad egipcia: la naturaleza divina de la realeza, la sucesión de un faraón a otro,[88]​ la lucha por mantener la maat,[89]​ y el esfuerzo por superar la muerte.[3]​ Así, las lamentaciones de Isis y Neftis por su hermano muerto pueden representar una de las primeras tradiciones de luto ritualizado.[90]

Sin embargo, hay importantes puntos de desacuerdo. Los orígenes de Osiris son muy debatidos,[41]​ y la base del mito de su muerte también es incierta.[91]​ Una hipótesis es la del antropólogo escocés James Frazer, quien en 1906 dijo que Osiris, al igual que otros «dioses que mueren y resucitan» a lo largo del antiguo Oriente Próximo, comenzó como una personificación de la vegetación; su muerte y resurrección se basaban en la «muerte» y posterior rebrote anual de las plantas.[92]​ Muchos egiptólogos aceptaron esta explicación, pero a finales del siglo XX, el egiptólogo galés J. Gwyn Griffiths, quien estudió en profundidad a Osiris y su mitología, argumentó que Osiris se originó como un gobernante divino de los muertos y que su conexión con la vegetación era un suceso secundario.[93]​ Por su parte, los estudiosos de la religión comparada han criticado el concepto general de «dioses que mueren y resucitan», o al menos la suposición de Frazer de que todos estos dioses encajan perfectamente en ese modelo.[92]​ Más recientemente, la egiptóloga Rosalie David sostiene que Osiris «personificó originalmente el renacimiento anual de los árboles y las plantas después de las crecidas [del Nilo]».[94]

 
Horus y Seth como aliados del faraón.

Otro debate que se mantiene es el relativo a la lucha de Horus y Seth, que los egiptólogos han intentado relacionar a menudo con los acontecimientos políticos de los primeros años de la historia o prehistoria de Egipto. Las hipótesis en las que los combatientes dividen el reino, y la frecuente asociación de Horus y Seth con la unión del Alto y Bajo Egipto, sugieren que las dos deidades representan algún tipo de división dentro del país. La tradición egipcia y los hallazgos arqueológicos indican que Egipto estaba unido al principio de su historia cuando un reino del Alto Egipto, del sur, conquistó el Bajo Egipto en el norte. Los gobernantes del Alto Egipto se llamaban a sí mismos «seguidores de Horus», y Horus se convirtió en el dios patrón de la nación unificada y sus reyes. Sin embargo, Horus y Seth no pueden equipararse fácilmente con las dos mitades del país. Ambas deidades tenían varios centros de culto en cada región, y Horus a menudo se asocia con el Bajo Egipto y Seth con el Alto Egipto.[35]​ Una de las explicaciones más conocidas de estas discrepancias fue propuesta por el egiptólogo y filólogo alemán Kurt Sethe en 1930, que argumentaba que Osiris fue originalmente el gobernante humano de un Egipto unificado en tiempos prehistóricos, antes de una rebelión de los seguidores de Seth del Alto Egipto. Entonces los seguidores Horus del Bajo Egipto reunificaron el país por la fuerza, inspirando el mito del triunfo de Horus, antes de que el Alto Egipto, ahora dirigido por los devotos de Horus, volviera a ser destacado al comienzo del periodo arcaico de Egipto.[95]

A finales del siglo XX Griffiths centró sus estudios en la representación incoherente de Horus y Seth como hermanos y como tío y sobrino. Sostuvo que, en las primeras etapas de la mitología egipcia, la lucha entre Horus y Seth como hermanos e iguales estaba originalmente desvinculada del asesinato de Osiris y que las dos historias se incorporaron al único mito de Osiris en algún momento antes de la escritura de los Textos de las Pirámides. Con esta fusión la genealogía de las deidades involucradas y la caracterización del conflicto Horus-Seth se alteraron para que Horus fuera el hijo y heredero vengador de la muerte de Osiris. Rastros de las tradiciones independientes permanecieron en las conflictivas características de la relación de los combatientes y en textos no relacionados con el mito de Osiris, que hacen de Horus el hijo de la diosa Nut o de Hathor y no de Isis y Osiris. Griffiths descarta por tanto la posibilidad de que el asesinato de Osiris tenga sus raíces en hechos históricos,[96]​ una hipótesis con la que concuerdan estudiosos más recientes como el alemán Jan Assmann[62]​ o el británico George Hart.[97]

Griffiths buscó un origen histórico para la rivalidad Horus-Seth y propuso dos unificaciones predinásticas distintas de Egipto por parte de los devotos de Horus, similares a la teoría de Sethe, para explicarlo.[98]​ Sin embargo esta cuestión sigue sin resolverse, en parte porque otras asociaciones políticas de Horus y Seth complican todavía más la situación.[99]​ Antes incluso de que el Alto Egipto tuviera un único gobernante, dos de sus principales ciudades eran Hieracómpolis, en el extremo sur, y Naqada, muchos kilómetros al norte. Se cree que los gobernantes de Hieracómpolis, donde Horus era la deidad patrona, unificaron el Alto Egipto, incluida Naqada, bajo su dominio. Seth estaba asociado con Naqada, por lo que es posible que el conflicto divino refleje vagamente una enemistad entre las ciudades en un pasado lejano. Mucho más tarde, al final de la dinastía II (c. 2890-2686 a. C.), el faraón Peribsen usó el jeroglífico de Seth-animal para escribir su nombre-serej, en lugar del tradicional jeroglífico del halcón que representaba a Horus. Su sucesor Jasejemuy utilizó tanto a Horus como a Seth para la escritura de su serej. Esta información ha inducido a conjeturar que la dinastía II vio un choque entre los seguidores del Horus-rey y los de Seth liderados por Peribsen. La utilización de los dos símbolos animales por parte de Jasejemuy representaría entonces la reconciliación de las dos facciones, al igual que la resolución del mito.[35]​ Destacando la incertidumbre que rodea a estos acontecimientos, Herman te Velde afirma que las raíces históricas del conflicto son demasiado oscuras para resultar útiles en la comprensión del mito y no son tan relevantes como su significado religioso y cree que «el origen del mito de Horus y Seth se pierde en las brumas de las tradiciones religiosas de la prehistoria».[87]

Influencia

El efecto del mito de Osiris sobre la cultura egipcia fue mayor y más generalizado que el de cualquier otro.[1]​ En la literatura del Antiguo Egipto el mito no solo fue la base de recuentos como Las contiendas de Horus y Seth, sino que también sirvió de base para relatos menos relacionados. Historia de los dos hermanos, un cuento popular con protagonistas humanos, incluye elementos similares al mito de Osiris.[100]​ El pene de uno de los personajes es comido por un pez y luego muere y resucita.[101]​ Otro relato, La historia de la verdad y la falsedad, adapta el conflicto de Horus y Seth como una alegoría en la que los personajes son personificaciones directas de la verdad y la mentira más que deidades asociadas a esos conceptos.[100]

Osiris y el ritual funerario

 
La ceremonia de apertura de la boca y los ojos, un importante ritual funerario, realizada para Tutankamón por su sucesor Ay. El faraón difunto asume el papel de Osiris, sobre el que se suponía que Horus había realizado la ceremonia.[102]

Al menos desde la época de los Textos de las Pirámides, los faraones esperaban que después de su muerte pudieran emular la restauración de la vida de Osiris y su dominio sobre el reino de los muertos. A principios del Imperio Medio (c. 2055-1650 a. C.), los egipcios no pertenecientes a la realeza creían que ellos también podían vencer a la muerte como lo había hecho Osiris, adorándolo y recibiendo los ritos funerarios que se basaban en parte en el mito. Osiris se convirtió así en la deidad más importante de la vida después de la muerte en el Antiguo Egipto.[103]​ El mito también influyó en la noción, que se hizo predominante en el Imperio Nuevo, de que solo las personas virtuosas podían alcanzar el más allá. De la misma manera que las deidades reunidas sentenciaron tras su juicio que Osiris y Horus tenían razón, enmendando la injusticia de la muerte de Osiris, así un alma fallecida tenía que ser juzgada y considerada como recta para que su muerte pudiera ser revertida.[83]​ Como gobernante de la tierra de los muertos y como dios vinculado al maat, Osiris se convirtió en juez en este juicio póstumo, ofreciendo la vida después de la muerte a los que seguían su ejemplo.[104]​ Textos funerarios del Imperio Nuevo como el Libro del Amduat y el Libro de las Puertas comparan al propio Ra con un alma fallecida. En estos textos Ra viaja por la Duat y se une a Osiris para renacer al amanecer.[105]​ Por lo tanto, no solo se creía que Osiris permitía el renacimiento de los muertos, sino que renovaba el sol, la fuente de la vida y el maat, y así renovaba el propio mundo.[106]

A medida que crecía la importancia de Osiris, también lo hacía su popularidad. A finales del Imperio Medio la tumba centenaria de Dyer, gobernante de la dinastía I, cerca del principal centro de culto de Osiris en la ciudad de Abidos, estaba considerada como la tumba de Osiris, convirtiéndose en un elemento fundamental de la adoración del dios. Durante los siguientes 1500 años se realizó una procesión festiva anual desde el templo principal de Osiris hasta el lugar donde se encontraba la tumba.[107]​ Reyes y plebeyos de todo Egipto construyeron capillas, que servían como cenotafios, a lo largo de la ruta de la procesión. Al hacerlo, buscaban fortalecer su conexión con Osiris en la otra vida.[108]

Otro importante festival funerario, un evento nacional que se desarrollaba a lo largo de varios días del mes de Koiahk del calendario egipcio, se asoció con Osiris durante el Imperio Medio.[109]​ Durante Koiahk, el pilar Dyed, un emblema de Osiris, se erguía ritualmente a una posición vertical, simbolizando la restauración del dios. Durante el período ptolemaico (305-30 a. C.) Koiahk también incluía la plantación de semillas en un «lecho de Osiris», en el que los sacerdotes introducían una mezcla de tierra en un recipiente en forma de momia, donde el grano comenzaba a germinar y que conectaba la resurrección de Osiris con el crecimiento estacional de las plantas.[110]

Horus, el ojo de Horus y realeza

La importancia religiosa del mito se extendía más allá del ámbito funerario. Las ofrendas funerarias, en las que los miembros de la familia o los sacerdotes contratados ofrecían comida al difunto, estaban razonablemente relacionadas con la ofrenda mitológica del ojo de Horus a Osiris. Por analogía, este episodio del mito finalmente se equiparó con otras interacciones entre un ser humano y un ser en el reino divino. En los rituales de ofrendas en el templo, el sacerdote oficiante asumía el papel de Horus, las ofrendas a la deidad se convertían en el ojo de Horus, y la deidad que recibía estas ofrendas se equiparaba momentáneamente con Osiris.[111]

El mito también influyó en la religión popular. Un ejemplo son los hechizos mágicos de curación basados en la infancia de Horus. Otro es el uso del ojo de Horus como emblema protector en amuletos apotropaicos personales. Su reconstitución mitológica lo hacía apropiado para este fin, como símbolo general de bienestar.[35]

La ideología en torno al faraón en vida también se vio afectada por el mito de Osiris. Los egipcios imaginaban que los acontecimientos del mito de Osiris tendrían lugar en algún momento de la oscura prehistoria egipcia, y que Osiris, Horus y sus divinos predecesores se incluían en las listas egipcias de los antiguos faraones, como el Canon Real de Turín.[112]​ Horus, como un rey primitivo y como la personificación de la realeza, fue considerado como predecesor y ejemplar para todos los gobernantes egipcios. La asunción del trono de su padre y sus acciones piadosas para mantener su espíritu en la otra vida fueron el modelo a imitar para todas las sucesiones faraónicas.[113]​ Se creía que cada nuevo faraón renovaría el maat después de la muerte del rey anterior, tal como lo había hecho Horus. En las coronaciones reales, los rituales evocaban el entierro de Osiris y los himnos celebraban la llegada del nuevo rey como el equivalente al de Horus.[82]

Seth

El mito contribuyó a la habitual caracterización de Seth como un dios perturbador y dañino. Aunque otros elementos de la tradición egipcia atribuyen rasgos positivos a Seth, en el mito de Osiris predominan los aspectos siniestros de su carácter.[114]​ En el arte del Antiguo Egipto Seth y Horus a menudo se contraponían para representar principios opuestos, como el bien y el mal, el intelecto y el instinto, y las diferentes regiones del mundo que gobiernan en el mito. Los textos egipcios de «enseñanzas» o sebayt contrastan el carácter de la persona ideal con el del tipo opuesto —el tranquilo y sensible y el impulsivo y desestabilizador— y una descripción de estos dos caracteres los califica de «tipo Horus» y de «tipo Seth». Sin embargo, ambos dioses eran tratados a menudo como parte de un todo armonioso. En algunos cultos locales se les veneraba juntos; en el arte a menudo se les mostraba atando juntos los emblemas del Alto y Bajo Egipto para simbolizar la unidad de la nación; y en los textos funerarios aparecen como una deidad única, con las cabezas de Horus y Seth, que aparentemente representaban la misteriosa y universal naturaleza de la Duat.[115]

En general se veía a Seth de forma ambivalente, hasta que durante el primer milenio antes de Cristo llegó a ser considerado como una deidad totalmente malévola. Esta transformación se debió más a su asociación con tierras extranjeras que al mito de Osiris.[114]​ Sin embargo, en estos últimos tiempos, los numerosos rituales del templo que implicaban la aniquilación ceremonial de Seth a menudo estaban relacionados con el mito.[116]

Isis, Neftis y el mundo grecorromano

Tanto Isis como Neftis se consideraban protectoras de los muertos en la otra vida debido a su protección y restauración del cuerpo de Osiris.[117]​ La imagen de Isis y Neftis protegiendo a Osiris o la momia del difunto era muy común en el arte funerario.[118]​ Las celebraciones de Koiahk hacían referencia —y puede que se hayan escenificado ritualmente— a la restauración y el renacimiento de su hermano asesinado.[119]​ Como madre de Horus, Isis era también la madre de todos los faraones según la ideología real, y se decía que los faraones habían amamantado de su pecho como símbolo de su legitimidad divina.[120]​ Su atractivo para el pueblo en general se basaba en su carácter protector, ejemplificado por los hechizos mágicos de curación. En el período tardío se le atribuyó un poder mágico cada vez mayor y se creía que su devoción maternal se extendía a todos los seres humanos. En la época romana se había convertido en la diosa más importante de Egipto.[121]​ La imagen de la diosa sosteniendo a su hijo fue usada de manera notoria en su culto, como por ejemplo en pinturas sobre tabla que se usaban en los santuarios del hogar dedicados a ella. La iconografía de Isis en estas pinturas se asemeja mucho y puede haber influido en los primeros iconos cristianos de María sosteniendo a Jesús.[122]

En los últimos siglos antes de Cristo, la adoración de Isis se propagó desde Egipto a través del mundo mediterráneo y se convirtió en una de las deidades más populares de la región. Aunque esta nueva forma multicultural de Isis absorbió características de muchas otras deidades, su naturaleza mitológica original como esposa y madre fue clave para su atractivo. Horus y Osiris, figuras centrales de su historia, se difundieron junto a ella.[123]​ El culto griego y romano de Isis desarrolló una serie de ritos de iniciación dedicados a Isis y Osiris, basados en ritos mistéricos grecorromanos anteriores pero influenciados por las creencias egipcias sobre la vida después de la muerte.[124]​ El iniciado pasaba por una experiencia que simulaba el descenso al inframundo. Los elementos de este ritual se asemejan a la fusión de Osiris con el sol en los textos funerarios egipcios.[125]​ Los devotos griegos y romanos de Isis, al igual que los egipcios, creían que ella protegía a los muertos en la otra vida como lo había hecho con Osiris,[126]​ y decían que someterse a la iniciación les garantizaba una bienaventurada vida después de la muerte.[127]​ Plutarco escribió su relato del mito de Osiris para una sacerdotisa griega de Isis.[128]

A través del trabajo de escritores clásicos como Plutarco, el conocimiento del mito de Osiris se mantuvo incluso después de mediados del primer milenio d. C., cuando la religión egipcia ya no existía y se había perdido el conocimiento de los sistemas de escritura que se utilizaban originalmente para plasmarlo. El mito seguía siendo una parte importante de las representaciones occidentales del Antiguo Egipto. En los tiempos modernos, cuando el conocimiento de las creencias egipcias se basa en las fuentes originales egipcias, la historia sigue influenciando e inspirando nuevas ideas, desde obras de ficción hasta la especulación académica y los nuevos movimientos religiosos.[129]

Referencias

  1. a b c Assmann, 2001, p. 124
  2. a b c Smith, 2008, p. 2
  3. a b c O'Connor, 2009, pp. 37-40
  4. Griffiths, 1970, pp. 344-345
  5. Tobin, 1989, pp. 21-25
  6. Goebs, 2002, pp. 38-45
  7. Tobin, 1989, pp. 22-23, 104
  8. David, 2002, pp. 92-94
  9. Griffiths, 1980, pp. 7-8, 41
  10. Griffiths, 1960, pp. 1, 4-7
  11. Pinch, 2004, pp. 15, 78
  12. Griffiths, 1980, pp. 107, 233-234
  13. Lichtheim, 2006b, pp. 81-85
  14. Lichtheim, 2006a, pp. 51-57
  15. David, 2002, p. 86
  16. David, 2002, p. 156
  17. Smith, 2009, pp. 54-55, 61-62
  18. Pinch, 2004, pp. 18, 29, 39
  19. Lichtheim, 2006b, pp. 197-214
  20. Redford, 2001, p. 294
  21. Redford, 2001, pp. 294-295
  22. Pinch, 2004, pp. 34-35, 39-40
  23. Griffiths, 1970, pp. 16-17
  24. a b Tobin, 1989, p. 22
  25. Pinch, 2004, p. 41
  26. Griffiths, 1970, pp. 51-52, 98
  27. Baines, 1996, p. 370
  28. Pinch, 2004, pp. 75-78
  29. Pinch, 2004, pp. 159-160, 178-179
  30. te Velde, 1967, pp. 81-83
  31. Pinch, 2004, p. 78
  32. Pinch, 2004, pp. 6,78
  33. Griffiths, 1960, p. 6
  34. a b Griffiths, 2001, pp. 615-619
  35. a b c d Meltzer, 2001, pp. 119-122
  36. a b Pinch, 2004, p. 79
  37. Meeks y Favard-Meeks, 1996, p. 37
  38. a b Griffiths, 1980, pp. 49-50
  39. Wilkinson, 2003, pp. 147-148
  40. Tobin, 2001, pp. 464-468
  41. a b c Pinch, 2004, pp. 178-179
  42. Tobin, 1989, pp. 110-112
  43. a b c d e Pinch, 2004, pp. 80-81
  44. Faulkner, 1973, pp. 218-219
  45. Assmann, 2001, pp. 129-130
  46. Griffiths, 1970, pp. 137-143, 319-322
  47. Griffiths, 1970, pp. 145, 342-343
  48. Griffiths, 1970, pp. 147, 337-338
  49. a b Hart, 2005, pp. 80-81
  50. Griffiths, 1970, p. 313
  51. a b Assmann, 2001, p. 133
  52. a b Meeks y Favard-Meeks, 1996, pp. 82, 86-87
  53. Baines, 1996, pp. 371-372
  54. Meeks y Favard-Meeks, 1996, p. 73
  55. Pinch, 2004, p. 39
  56. Griffiths, 1960, p. 50
  57. Pinch, 2004, pp. 147, 149-150, 185
  58. Griffiths, 1960, pp. 58-59
  59. Griffiths, 1960, p. 82
  60. Assmann, 2001, pp. 135, 139-140
  61. Griffiths, 1960, pp. 12-16
  62. a b Assmann, 2001, pp. 134-135
  63. Lichtheim, 2006b, pp. 214-223
  64. Hart, 2005, p. 73
  65. Pinch, 2004, p. 83
  66. Lichtheim, 2006b, pp. 218-219
  67. Griffiths, 2001, pp. 188-190
  68. te Velde, 1967, pp. 55-56, 65
  69. Griffiths, 1960, p. 42
  70. te Velde, 1967, pp. 38-39, 43-44
  71. a b Pinch, 2004, pp. 82-83, 91
  72. te Velde, 1967, pp. 42-43
  73. te Velde, 1967, pp. 43-46, 58
  74. Kaper, 2001, pp. 480-482
  75. Griffiths, 1960, p. 29
  76. Pinch, 2004, p. 131
  77. te Velde, 1967
  78. te Velde, 1967, pp. 59-63
  79. Pinch, 2004, p. 84
  80. a b te Velde, 1967, pp. 66-68
  81. Meeks y Favard-Meeks, 1996, p. 29
  82. a b Assmann, 2001, pp. 141-144
  83. a b Smith, 2008, p. 3
  84. te Velde, 1967, pp. 97-98
  85. Assmann, 2001, pp. 49-50, 144-145
  86. Pinch, 2004, pp. 84, 179
  87. a b te Velde, 1967, pp. 76-80
  88. Griffiths, 1980, pp. 185-186, 206
  89. Tobin, 1989, p. 92
  90. Tobin, 1989, p. 120
  91. Griffiths, 1980, pp. 5-6
  92. a b Mettinger, 2001, pp. 15-18, 40-41
  93. Griffiths, 1980, pp. 158-162, 185
  94. David, 2002, p. 157
  95. Griffiths, 1960, pp. 131, 145-146
  96. Griffiths, 1980, pp. 14-17
  97. Hart, 2005, p. 72
  98. Griffiths, 1960, pp. 141-142
  99. David, 2002, p. 160
  100. a b Baines, 1996, pp. 372-374
  101. Lichtheim, 2006b, pp. 206-209
  102. Roth, 2001, pp. 605-608
  103. David, 2002, pp. 154, 158
  104. Griffiths, 1980, pp. 181-184, 234-235
  105. Griffiths, 1975, pp. 303-304
  106. Assmann, 2001, pp. 77-80
  107. O'Connor, 2009, pp. 90-91, 114, 122
  108. O'Connor, 2009, pp. 92-96
  109. Graindorge, 2001, vol. III
  110. Mettinger, 2001, pp. 169-171
  111. Assmann, 2001, pp. 49-50
  112. Meeks y Favard-Meeks, 1996, pp. 29-32
  113. Pinch, 2004, pp. 84-87, 143
  114. a b te Velde, 1967, pp. 137-142
  115. Englund, 1989, pp. 77-79, 81-83
  116. Pinch, 2004, pp. 193-194
  117. Pinch, 2004, p. 171
  118. Wilkinson, 2003, p. 160
  119. Smith, 2009, pp. 96-99
  120. Assmann, 2001, p. 134
  121. Wilkinson, 2003, p. 146
  122. Mathews y Muller, 2005, pp. 5-9
  123. David, 2002, pp. 326-327
  124. Bremmer, 2014, pp. 116, 123
  125. Griffiths, 1975, pp. 296-298, 303-306
  126. Brenk, 2009, pp. 228-229
  127. Bremmer, 2014, pp. 121-122
  128. Griffiths, 1970, pp. 16, 45
  129. Pinch, 2004, pp. 45-47

Bibliografía

Bibliografía adicional

  • Borghouts, J. F. (1978). Ancient Egyptian Magical Texts (en inglés). Brill. ISBN 9004058486. 
  • Broze, Michèle (1996). Mythe et roman en Egypte Ancienne: les aventures d'Horus et Seth dans le Papyrus Chester Beatty I (en francés). Peeters. ISBN 978-9068318906. 

Enlaces externos