Diferencia entre revisiones de «Matías el Apóstol»

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Aparece Matías en el [[Nuevo Testamento]] cuando entró en el grupo de los Doce (Hechos 1,21-26). Según los requisitos exigidos en este texto Matías debió de ser un discípulo de la primera hora y, en términos generales, seguir, en compañía de los Doce, las incidencias de la vida y ministerio de Jesús, de cuyos hechos y doctrinas debía dar testimonio; lo cual da cierta verosimilitud a la noticia de [[Eusebio de Cesarea|Eusebio]] (Hist. Ecl., 1,12.3: PG 20,117) sobre la posibilidad de que Matías fuese uno de los «Setenta» (Lc 10,1). Tal vez fue testigo de la Resurrección de Jesús, y pudo presenciar alguna aparición del mismo.
 
A la muerte de Jesús, y a los pocos días de la Ascensión, [[San Pedro]] reunido con la comunidad cristiana (unas 120 almas) en Jerusalén explicó que, según estaba previsto en las Escrituras (Salmos 41:9), uno de los [[Apóstoles]] había prevaricado ([[prevaricación]]) (Hechos 1:17-25), y que otro había de reemplazarle: ''"Sean sus días pocos, tome otro su oficio"'' (Salmos 109:8); por tanto, se imponía una elección. Se propusieron dos nombres: «[[José Barsabás|José]], por sobrenombre Barsaba, llamado Justo, y Matías». Se pronunció una oración dirigida al Señor para que manifestase su voluntad acerca de elección del nuevo Apóstol, lo mismo que antaño con la de los Doce primeros (Mc 3,13-19, par.), y se dejó al procedimiento de las suertes, corriente ya en el <nowiki>[[Antiguo Testamento]]</nowiki> (cfr. los 7,14.16; 14,2; lo 1,7), la manifestación de dicha voluntad. Ésta fue que la vacante de Judas la cubriese Matías.
 
¿Por qué «era necesario» nombrar uno para el puesto de Judas? Cuando [[Santiago el Mayor]] murió hacia el a. 44 (Hechos 12,2) no se nombró otro en su lugar, ni [[Pablo de Tarso]] fue nunca considerado su sustituto. Los «Doce Apóstoles» elegidos por Jesús lo son para el presente y para el futuro, cuando «juzguen (como nuevos «doce» patriarcas) a las doce tribus de Israel» (Mt 19,28; Le 22,31); y por su número ellos expresan una plenitud que, en este caso, representa la plenitud del Pueblo de Dios. Por la primera razón, Santiago al morir no dejó ninguna vacante, no terminó su apostolado; mientras que la traición de Judas y su muerte sin [[arrepentimiento]] eficaz fueron interpretadas como una deserción, un «apartarse» (parabáinein; Hechos 1,25), un «dejar su lugar desierto» (Hechos 1,20); la necesidad de un nuevo Apóstol nacía no de la muerte de Judas sino de su deserción. Por la segunda razón, era necesario completar el número de «doce».