Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Valladolid

templo católico de Castilla y León, (España)
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Plantilla:Infobox catedral 41°39′15″N 4°43′21″O / 41.65417, -4.72250 La Catedral de Valladolid, concebida en el siglo XVI y diseñada por el arquitecto Juan de Herrera, es un edificio de estilo herreriano con añadidos barrocos.

Conocida también con el nombre de su advocación, Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, y sede episcopal de la archidiócesis de Valladolid, se trata de una obra inconclusa, debido principalmente a la falta de recursos y a los gastos provocados por la cimentación del templo, situado en una zona con un gran desnivel en el terreno.

Obtuvo la categoría de catedral el año 1595, tras haber sido un templo colegial dependiente de la diócesis de Palencia.

Está situada en el centro de la ciudad, en una zona ligeramente elevada, cerca de la Iglesia de Santa María de La Antigua y construida junto a la Colegiata de Santa María, anterior iglesia colegial de Valladolid, algunos de cuyos espacios fueron destruidos para continuar con las nuevas obras.

Antecedentes y contexto histórico del origen

En el último cuarto del siglo XI el rey Alfonso VI encomendó al leonés Pedro Ansúrez la repoblación y administración de esta zona que hoy comprende la provincia de Valladolid. Los núcleos de población más importantes, a orillas del río Pisuerga, eran Cabezón y Simancas, en cuyas tierras jurisdiccionales[1]​ iban surgiendo las villas agrícolas. Una de estas villas, Valladolid, fue elegida por el conde Ansúrez como asentamiento suyo y de su familia y como centro desde el cual organizaría y gobernaría toda la repoblación del entorno. Por entonces Valladolid era una aldea rodeada por una cerca de defensa, que contaba con un alcázar o castillejo y dos ermitas dedicadas a dos santos hispanos tradicionales: San Julián y San Pelayo. El conde Ansúrez eligió la zona donde se encontraba la iglesia o ermita de San Pelayo (extramuros) para edificar su propio palacio. De esta forma inició una expansión de la villa hacia el sureste. Además del palacio construyó una iglesia o capilla privada, que sería el origen de la actual iglesia de Santa María de la Antigua, y una Colegiata o iglesia Mayor que vino a sustituir a la dicha ermita de San Pelayo y que realzó la importancia religiosa de la villa. Esta iglesia Mayor, edificada en arte románico, se llamó Santa María la Mayor y fue el origen de la catedral vallisoletana.

Las tres primeras colegiatas

El Conde Ansurez creó la primera colegiata con la intención de que fuera una iglesia o templo Mayor, punto de referencia del desarrollo de la villa hacia el sureste y que destacó hasta mediados del siglo XII. Sobre sus ruinas, en tiempos de Fernando III el Santo se construyó la segunda, de vida más longeva y que permaneció hasta el siglo XVII, cuando el culto se trasladó a la actual catedral, que es su heredera, a la que se le ha llamado también cuarta colegiata. La tercera colegiata, que fue un intento fracasado de un templo más ambicioso y cuyas obras se vieron congeladas por falta de dinero, se construyó perpendicularmente a la segunda; de esta tercera colegiata solo queda el vestigio de los cimientos.

Primera: la colegiata del conde Ansúrez

 
Torre románica de Santa María la Antigua, de finales del siglo XII

En el solar que ocupaba una antigua ermita dedicada a San Pelayo fundó el Conde Ansúrez, la primitiva colegiata en el año 1095, cuya Carta de Fundación comienza diciendo:[2]

Yo el conde Pedro Ansúrez juntamente con mi mujer la condesa Eylo [...] ofrecemos por el remedio de nuestras almas [...] a la iglesia de Santa María de Valladolid [...] con tal condición que el oficio divino se celebre en la dicha Iglesia, y que se tenga la devoción debida a sus sagrados altares y reliquias.

La ciudad crecía y era necesario dotarla de una iglesia que sirviera de templo mayor. Esta colegiata se convirtió en el principal templo de la ciudad. La colegiata no fue una iglesia aislada sino que nació como un monasterio familiar del conde Ansúrez que al mismo tiempo servía de iglesia Mayor de la villa y que contaba con menos rentas que un obispado, pero que pretendía mantener su independencia, sometiéndose directamente a Roma. Nada queda de esa primitiva colegiata, sólo los restos de la torre románica de los tiempos del conde Ansúrez, construida a los pies y con la función de torre-pórtico. Poco antes el conde había edificado en el entorno su casa-palacio en la que iba incluida una pequeña iglesia o capilla palaciega. Como dicha iglesia ya había tomado como titular a Santa María, se le añadió el apelativo de la Antigua, mientras que la nueva colegiata fue conocida como Santa María la Mayor.

En los años 1124, 1143 y 1155 se celebraron en ella tres Concilios Nacionales. Esto viene a demostrar la importancia que iba adquiriendo Valladolid en la vida religiosa y civil.

Segunda colegiata del siglo XIII

 
Ruinas de la segunda Colegiata con la torre románica al fondo; los cipreses indican el lugar donde estaban los pilares de la iglesia.

Entre los años 1219 y 1230, reinando Fernando III el Santo y siendo Canciller Juan Domínguez, se llevó a cabo la construcción de la segunda colegiata sobre el solar de la primera, respetándose tan solo la torre románica que dejó de ser torre-pórtico en 1333 cuando construyeron delante una serie de capillas destinadas a enterramientos. Son las capillas que han resistido el paso del tiempo y que forman parte desde el año 1965 del Museo Diocesano y Catedralicio.

En 1228 se celebró en el nuevo edificio otro Concilio Nacional. Esta colegiata se mantuvo al uso hasta 1668 en que definitivamente se trasladó el culto al templo herreriano.

Tercera colegiata renacentista

En 1527, el Cabildo convocó un concurso entre arquitectos, al que acudieron los más prestigiosos maestros del momento: Diego de Riaño, Juan de Álava, Francisco de Colonia, Juan Gil de Hontañón y Rodrigo Gil de Hontañón. A juicio del Cabildo, la colegiata del siglo XIII se había quedado pequeña y demasiado sencilla para la categoría de Valladolid, en un momento en que se habían construido las catedrales de Salamanca y Segovia y en que los conventos de la ciudad (San Pablo, San Benito y San Francisco sobre todo) costeaban grandes y suntuosas obras. Ese mismo año, en el mes de junio, se colocó la primera piedra. El proyecto, en principio ambicioso, similar al de la Catedral de Segovia (una iglesia de tres amplias naves, con capillas entre los contrafuertes, crucero y cabecera que se supone sería semicircular, ya que se conservan sólo trazas del sector de los pies de este edificio), apenas pasó de la cimentación y de la elevación de unos metros. Las obras avanzaron muy lentamente por falta de recursos económicos y también porque surgieron graves problemas con el tema de la expropiación, ya que se necesitaban los terrenos hacia el sur, debido a que se había cambiado por completo el eje de la nueva planta (la nueva colegiata no se empezó a construir sobre la antigua sino perpendicular a ella): quedaría la cabecera al norte, junto al antiguo claustro de la colegiata anterior y los pies al sur. Aun así, el atrio quedaría algo elevado por lo que fueron necesarias unas escalinatas para su acceso. (Esta nueva disposición será respetada por los planos de la catedral de Herrera y así es como se ve la catedral en el presente).

Se echaron los cimientos ese mismo año de 1527, comenzando la construcción por los pies, para poder hacer uso de la antigua colegiata mientras duraban las obras. La idea era llegar al crucero, que caería en la zona del antiguo claustro, y empezar entonces la demolición total. Pero al avanzar tan lentamente, el propio Gil de Hontañón se vio obligado a hacer reformas en la colegiata vieja para seguir el uso litúrgico sin problemas. Gil de Hontañón murió en 1577 y las obras seguían prácticamente como al principio. Habían pasado 50 años y la moda y las técnicas en el arte de construir habían cambiado.

Cuarta colegiata-catedral: Juan de Herrera

 
Proyecto ideal de Juan de Herrera para la catedral vallisoletana según Fernando Chueca Goitia.

Desde la muerte del arquitecto Gil de Hontañón en 1577, las obras de la tercera colegiata habían quedado paralizadas. Sólo se habían echado los cimientos y elevado algunos metros de algunos muros. Ante esta situación, el Cabildo decidió continuar la gran obra aun cuando su situación económica nunca era boyante. Aprovechando una estancia de Juan de Herrera en Valladolid (requerido por el Ayuntamiento para hacer los planos de varias obras municipales), el Cabildo se entrevistó con él y le pidió el estudio y trazas de una nueva colegiata que fuera de acuerdo con los tiempos y que se edificaría sobre las obras de la anterior renacentista, siguiendo el mismo eje norte-sur, siempre perpendicular a la vieja colegiata de la que aún se conservaban algunas capillas.[3]​ El arquitecto aceptó el encargo y se puso inmediatamente a trabajar, de manera que el 13 de mayo de 1582, Pedro de Tolosa, que había trabajado en el Monasterio de El Escorial y en Villagarcía de Campos, obtuvo la maestría mayor para las obras, haciéndose cargo de ellas bajo la dirección del arquitecto Diego de Praves, hombre de confianza de Juan de Herrera. Murió al año siguiente y le sucedió como maestro de obras su hijo Alonso de Tolosa.

A instancias de Felipe II, la colegiata en construcción tomó el rango de catedral. El 21 de mayo de 1595 tuvo lugar la solemne consagración, dirigiendo la ceremonia el arzobispo de Toledo, Bernardo, con el obispo de Palencia, Raymundo, asistidos por los obispos Pedro (de León), Gómez (de Burgos), Osmundo (de Astorga), Martín (de Oviedo) y Amorico (de Lugo), acompañados de varios condes y caballeros. Al año siguiente, en 1596, Felipe II otorgó el título de Ciudad a la villa de Valladolid. En 1597 murió Juan de Herrera y un año después, en 1598, murió Felipe II.

Evolución de las obras

El nuevo edificio no sólo trajo aires modernos en cuanto a arquitectura se refiere, sino también en la técnica y modo de trabajar, copiando el sistema llevado en las obras de El Escorial. En primer lugar, se organizó en el entorno un gigantesco obrador o taller que dio nombre a la vía abierta delante de la fachada: calle de la Obra. Se coordinó un equipo de picapedreros (que extraían la piedra en canteras cercanas, como la de Villanubla), carreteros, canteros, carpinteros y otros oficios. Hubo un grupo de trabajo integrado por profesionales de la construcción, cuya cabeza principal era Juan de Herrera, que había diseñado los planos y había ideado la fábrica, seguido por su hombre de confianza, Diego de Praves, como arquitecto director y supervisor que tenía a sus órdenes a un maestro mayor, Pedro de Tolosa, quien a su vez había nombrado a varios aparejadores, entre los que se encontraba su hijo, Alonso de Tolosa. Pedro de Tolosa murió en 1583, sucediéndole en la maestría mayor su hijo Alonso, que se mantuvo a pie de obra hasta 1588, año en que Diego de Praves se hizo cargo de la obra como arquitecto-director y maestro mayor.

Diego de Praves, bajo las órdenas de Pedro de Tolosa y de su hijo, replanteó todo el templo desde los pies hasta el crucero. Empezó la construcción por los pilares del lado del Evangelio y trató de embutir lo que se había construido de la colegiata gótica trazada en 1527 en el nuevo edificio. Sin embargo, los muros ya realizados del lado del Evangelio del templo de 1527 tenían una leve declinación, lo que hacían problemático su aprovechamiento. Para solventar esto, Praves escribió una carta a Herrera en la que manifestaba esta cuestión, acompañándose de un plano donde se dibujaba lo que estaba hecho de la colegiata de 1527 y lo del nuevo edificio de Herrera. Solucionados estos problemas, los muros de la colegiata tardogótica se reaprovecharon, embutiéndolos en los de la obra herreriana. En 1589 se compró más piedra para labrar las basas y zócalos de los pilares interiores. En 1594 ya se estaban preparando los cimientos del crucero, que irrumpiría en el claustro de la anterior colegiata. Un año después, Felipe II iba a conseguir la sede episcopal para Valladolid, de manera que en plenas obras, el edificio pasó de seguir siendo una colegiata a ser ya una catedral. Sin embargo, faltaban todavía bastante años para su consagración, así es que la liturgia siguió celebrándose en el edificio de la antigua colegiata. En 1599, de Praves terminaba el sector del lado del Evangelio desde los pies hasta el crucero, aunque faltando la cubrición. Hacia 1600, empezaba la fachada principal (sur), haciéndose el gran arco de la misma en 1616. En los primeros años del siglo XVII se trabajaba haciendo molduras y cornisas y construyendo el sector del lado de la Epístola desde los pies hasta el crucero, hasta dejarlo también hasta el arranque de las bóvedas.

El siglo XVII

 
Bóvedas de la nave central de la Catedral, construidas por Francisco Tejerina en 1662-1666. Puede advertirse también cómo el entablamento oculta los huecos de iluminación, con lo cual parece que la bóveda flota suspendida.

En 1620 murió Diego de Praves, sucediéndole en la maestría de obras su hijo Francisco de Praves, con quien se terminaron las capillas del lado del Evangelio, haciendo sus bóvedas. En la década de 1620, Juan de la Rozadilla talló los capiteles corintios de las pilastras de la nave central y las molduras y modillones del entablamento de la nave. A la muerte de Francisco de Praves en 1637, tomó su puesto Juan de Répide, hasta 1661. Cuatro años más tarde, Sebastián Mardaz Colmenares, supervisado por Francisco Tejerina, cerró toda la nave de la Epístola con bóveda de arista y en 1662 se terminó la nave central, tapándola con bóveda de cañón corrido con lunetos y adornada con yeserías ajenas a las trazas de Herrera. Las obras se habían dilatado más de lo esperado, así que el Cabildo tomó la decisión de inaugurar la nueva catedral, aunque estuviera incompleta. El 26 de agosto de 1668, en una ceremonia de gran solemnidad, fue consagrada la parte construida de la nueva catedral, que se componía por las tres naves, las capillas del lado del Evangelio, una capilla en el lado de la Epístola y tres ábsides provisionales en el espacio en que se suponía iría el crucero.

El siglo XVIII

Los recursos económicos siguieron siendo escasos a pesar de las ayudas de los reyes y otras donaciones, por lo que las obras de la catedral o se paralizaban o continuaban lentas y sin grandes avances arquitectónicos. Ya entrado el siglo XVIII, se levantó la torre del lado del Evangelio, siguiendo las trazas de Herrera, aunque no demasiado fielmente. En 1713 se pudieron terminar las capillas del lado de la Epístola, todavía en estilo herreriano, a pesar de que venía imponiéndose el barroco. Sin embargo, el cuerpo alto de la fachada principal fue terminado al gusto de la nueva corriente artística, siguiendo las trazas del arquitecto Alberto de Churriguera. Los planos y dibujos de este arquitecto que se guardan en los archivos, distan bastante de la interpretación y hechura que dieron los maestros de obras correspondientes y los canteros, que no supieron estar a la altura. La fachada principal, con sus estatuas, fue terminada en 1733.

Conclusión

Las obras de engrandecimiento de la catedral quedaron interrumpidas en la mitad del proyecto de Herrera. Además, la torre que se había levantado a principios del siglo XVIII, se hundió en 1841, causando daños al edificio que tuvieron que ser reparados, aunque la torre jamás se volvió a levantar. A principios de año 1880, comenzó la construcción de la torre del lado de la Epístola, que finalizó en 1890, salvo el remate actual de la cúpula y la escultura del Sagrado Corazón de Jesús.

Entre 1922 y 1928 se hicieron reformas interiores, entre otras la eliminación del coro de la nave central, la construcción de la tribuna del nuevo órgano, (para lo cual se desbarató parte del crucero que ya no servía como tal) y la instalación del retablo mayor de Juan de Juni. En 1960 hubo un intento bastante afortunado de rematar en alguna medida el proyecto de Herrera allí donde había quedado inconcluso (siempre en la única mitad construida), rematando la parte alta del lado de la Epístola, y el primer cuerpo de la portada, que en teoría habría dado acceso al crucero. En 1965 se restauraron las capillas de la antigua colegiata, salvadas de la demolición porque las obras de la catedral no prosperaron. En estas capillas se ubicó el Museo Diocesano Catedralicio.

De la dependencia de Roma hasta la sede episcopal vallisoletana

En un principio, el conde Ansúrez instituyó la colegiata (con su pequeña comunidad monacal) dependiendo directamente de la Santa Sede de Roma y autorizando al obispo de Toledo para que fuera el encargado de hacer cumplir las cláusulas de la fundación. Sus abades ejercieron jurisdicción episcopal sin estar sujetos a otros prelados, además de tener licencia para escoger un dominus o protector, o tutor que velara por los intereses del monasterio. Éste es el sistema característico de esta época, el sistema de behetrías entre parientes; en este caso los parientes serían el abad y sus monjes, constituidos en señorío, que tomarían un tutor o benefactor dentro de la familia de los condes y sucesores, con derecho a cambiarlo si el elegido no cumplía con toda responsabilidad. Así las cosas, el conde Ansúrez tuvo que preparar su auto exilio a tierras de Urgel donde gobernaba su yerno Ermengol.[4]

En 1103, cuando estaba a punto de partir, encomendó su abadía de Valladolid al obispo de Palencia Raymundo. No fue una encomienda formal y oficial con cesión de todos los derechos sino un encargo a su amigo y hombre de confianza, con el mandato además de que entregara 100 sueldos anuales a la Santa Sede. En 1110, el conde regresó del destierro y con la ayuda y aprobación de la reina Urraca, recuperó su abadía-colegiata. Pero por entonces ya no estaba el obispo Raymundo y este hecho molestó a su sucesor, el obispo Pedro de Palencia, que inició una disputa y buscó el favor del papa Pascual II. Este papa, y más tarde Inocencio II, confirmaron la vinculación de la colegiata a la sede de Palencia. A partir de estos hechos se desencadenó una pugna abierta entre las dos villas. Con Armengol VI llamado el de Castilla (nieto del conde Ansúrez) se llegó a un acuerdo que fue en realidad una claudicación, entregando la colegiata al obispo de Palencia y concertando que en ese momento éste nombrase abad al arcediano Nicolás. El acuerdo tuvo como consecuencia muchas protestas y disturbios hasta que Alfonso VII ratificó el convenio sustentándose en que “así lo había querido el fundador conde Ansúrez”, y tomó una decisión irrebatible, dejando para la posteridad el mandato de dos pautas a seguir por el régimen interno: que la elección del abad era un derecho del Cabildo colegial y que el rey se reservaba la potestad de confirmarla.

En 1162 intervino de nuevo el Papa, Alejandro III. Mandó reformar la abadía con la instauración de una nueva comunidad de canónigos de San Agustín, encargando realizar dichos cambios al obispo de Toledo.[5]

A finales del siglo XV, los Reyes Católicos suplicaron al papa Alejandro VI que uniese la abadía de Valladolid al obispado de Palencia. El papa murió antes de haber despachado la bula. De nuevo, hacia 1504 hicieron una petición a Julio II, quien despachó la bula con una cláusula: que el obispo de Palencia lo fuese también de Valladolid, que ambas iglesias fuesen catedrales y que cada cabildo tuviese su hacienda aparte. Pero el abad de la colegiata de Valladolid, don Fernando Enríquez, no quiso dejar la abadía y el papa tuvo que suspender la bula de unión,

Hac vice duntaxat

El siguiente abad, Alfonso Enríquez, mantuvo la colegiata 30 años, hasta que en 1555 Pedro Gasca, obispo de Palencia, insistió en la unión mencionada ante el emperador. Así, en mayo de 1554, el Consejo Real dio una provisión en que mandaba a la ciudad de Palencia y al Cabildo de Valladolid que en un determinado tiempo alegasen las razones que pudieran tener para no realizar tal unión. Palencia envió sus procuradores. Al frente iba Francisco de Salas, procurador del Deán y Cabildo. Entre otros razonamientos alegó:

[…] querer hacer ahora una unión de dos iglesias catedrales, la una en un pueblo tan grande y tan rico, y que cada día va en tanto crecimiento como es Valladolid, y la otra de otra iglesia que está en tan pequeño pueblo y tan pobre como es Palencia es dar ocasión y hacer que del todo se olvide se deshaga y disminuya la iglesia y ciudad de Palencia, porque es harto verosímil que el obispo que por tiempo fuere de Palencia y Valladolid se querrá y preciará más intitular del mayor y más insigne pueblo que es Valladolid y no del menor y más pobre que es Palencia. Porque esto no parezca adivinar que no hay mejor regla o conjetura en lo porvenir que la experiencia de lo pasado, tenemos ejemplo harto claro en la ciudad de Baeza y Jaén, como después se ganó Jaén que son dos iglesias catedrales debajo de un obispo […] como Jaén es mayor, se ha quedado en olvido Baeza y solamente se llama obispo de Jaén, aunque la iglesia de Baeza sea catedral. […]

El procurador dio hasta ocho razonamientos más. Valladolid por su parte, pidió ser arzobispado y que Palencia fuese una de las iglesias sufragáneas, o que al menos se nombrara un obispo de Valladolid y Palencia, en ese orden, y que la renta de la abadía se gastase en la fábrica de la nueva iglesia.

El Consejo Real resolvió el tema no por sí mismo, sino haciendo una consulta directa al rey que estaba en Flandes. El tiempo pasó sin resolverse nada, hasta que en 1595 y siendo obispo de Palencia Martín Aspi Sierra, se desmembró Valladolid, convirtiéndose en catedral con sede episcopal, con la aquiescencia de Clemente VIII en el reinado de Felipe II, que concedió esta gracia a su ciudad natal, venciendo así la majestad del rey.

El rey había enviado como embajador en Roma al duque de Sesa, Antonio de Córdoba y Cardona, con el encargo de llevar a cabo las negociaciones con el papa Clemente VIII, que otorgó la bula Pro Excellenti del 25 de noviembre de 1595, haciendo a Valladolid sufragánea[6]​ del Arzobispado de Toledo.[7]​ Felipe II presentó como primer obispo de la nueva catedral a Bartolomé de la Plaza, magistral de la colegiata de Baza que fue ratificado y nombrado por el Papa, por bula del 18 de diciembre de 1596. El territorio de la nueva diócesis vallisoletana fue muy recortado para no inferir ni perjudicar las diócesis cercanas.

El 16 de marzo de 1851, habiéndose celebrado el Concordato de 1851 con la Santa Sede (siendo papa Pío IX), la reina Isabel II pidió el título y dignidad de metropolitana para esta catedral. El Papa ejecutó la petición, otorgando la bula el 4 de julio de 1857. Ya no fue sufragánea de Toledo, y sí pasaron a serlo de ella las jurisdicciones de Ávila, Ciudad Rodrigo, Salamanca, Segovia y Zamora.

El proyecto de Juan de Herrera

Los rasgos del nuevo templo son clasicistas, basados en las construcciones de la Antigua Roma que habían inspirado a la arquitectura del Renacimiento y a teóricos como Vitruvio, con su obra De Architectura.[8]​ También se nota influencia manierista. La línea es pura, sin concesiones al adorno de ninguna clase. La única decoración del edificio es la puramente arquitectónica: cornisas, capiteles, pilastras o barandas.

 
Reconstrucción de la fachada de la catedral de Valladolid, según Chueca Goitia.

El proyecto tiene como referencia la nueva ideología que había inspirado el Concilio de Trento, que defendía el acercamiento de la Eucaristía al pueblo. Así, Herrera traslada el coro –que tradicionalmente se había colocado en frente del altar mayor bloqueando su visión– a la cabecera del templo, dejando un amplio espacio entre el crucero y la puerta sur de entrada por los pies. El coro, que rodearía el altar, estaría abierto a la nave del templo, con lo cual ambos serían perfectamente visibles por los fieles.

En resumen, el edificio de Herrera sería una gran iglesia de tres naves, con capillas entre los contrafuertes, siguiendo la disposición general y las proporciones de la planta de la colegiata trazada en 1527, cuyos cimientos pisaba, si bien la cabecera del edificio de Herrera sería recta. El crucero se encontraría en el centro del edificio, articulándolo volumétricamente. La nave central y las colaterales se separarían con grandes arcos de medio punto sobre pilares de sección cuadrada con pilastras corintias adosadas, sobre las que cabalgaría un gran entablamento del mismo orden que abrazaría toda la nave central a la altura del arranque de las bóvedas. La nave central se cubriría con un gran cañón corrido con lunetos y las laterales con bóvedas de arista, mientras que el gran crucero lo haría con una cúpula vaída. La luz entraría por la nave central por medio de grandes huecos termales que quedarían parcialmente ocultos por el entablemento, con lo que se haría la ilusión de que la bóveda flotaría sobre el entablamento, sin una unión física con resto del edificio. La nave tendría cuatro tramos desde los pies al crucero y otros tres desde el crucero a la cabecera, estando situado el coro en los dos primeros a partir del crucero.

Abiertas a las naves laterales habría una serie de tribunas como balcones (haciendo una ilusión entre interior-exterior) que se comunicarían con los espacios auxiliares que se desarrollarían encima de las capillas entre los contrafuertes. En cuanto a estas últimas, si bien están, naturalmente, comunicadas con el templo a través de grandes arcos, se conciben como espacios más o menos independientes, con su propio foco de luz, un pequeño óculo.

En los dibujos de Herrera, en los exteriores, el cuerpo principal de la fachada de los pies (al sur),concebido como arco de triunfo, sería exento, adelantándose al resto del muro.[9]​ En las esquinas irían dos torres iguales de planta cuadrada y coronadas por cúpulas. Otras dos torres más bajas se levantarían a los lados de la cabecera, con cubierta piramidal.

En su proyecto, Herrera tuvo en cuenta la posibilidad de un gran claustro cuadrado de un solo piso de orden dórico, que iría unido a la nave oeste. La construcción de este claustro traería serias dificultades de tipo técnico y económico, pues por este lado del oeste del edificio había un importante desnivel que caía hasta el cauce del río Esgueva.[10]

El edificio, al pisar la cimentación de la colegiata de 1527, se orientaría en un eje norte-sur, con la cabecera el norte, sin seguir la orientación canónica, ya en desuso en el siglo XVI, en el que pesaban más los valores urbanísticos a la hora de orientar las iglesias.

Una vez terminado el estudio, Herrera puso los planos en manos de su discípulo y hombre de confianza, el arquitecto Diego de Praves.[11]​En 1587 tuvieron una entrevista de trabajo en Madrid. (Es sabido que Juan de Herrera jamás estuvo a pie de obra de la catedral de Valladolid.)

Hay controversia entre los historiadores sobre si las trazas de esta catedral de Valladolid son un reflejo de la basílica de El Escorial. [12]

Arquitectura del edificio actual

El edificio está sólo construido desde los pies hasta el crucero. De la otra parte, desde el crucero a la cabecera, sólo está realizada una capilla hornacina del lado del Evangelio y las cimentaciones de su simétrica del lado de la Epístola. Por ello, el edificio presenta hoy en día tres naves, separadas con grandes pilares de planta cuadrada que sujetan grandes arcos de medio punto, presentando sólo cuatro tramos cada una y rematándose en tres ábsides provisionales construidos en el siglo XVII, usando ladrillo, en el lugar donde debería haber estado el crucero. A los lados del conjunto de las tres naves existen ocho capillas hornacinas (cuatro a acada lado) cerradas con rejas, que guardan retablos barrocos, rococós y neoclásicos, además de alguna muestra de escultura funeraria.

En el exterior, el edificio también sólo está concluido hasta el crucero, si bien falta una torre de la fachada principal, que se hundió en 1841, y la que actualmente se conserva, fue construida entre 1880 y 1890 y no es fiel en absoluto a las trazas de Juan de Herrera. Tampoco el cuerpo alto de la fachada principal (orientada al sur) es fiel a los planos herrerianos, pues fue diseñado por Alberto de Churriguera a principios del siglo XVIII.

 
Vista del edificio desde el oeste (plaza de Potugalete). Se ve el edificio herreriano concluido hasta el crucero, el muñón de la torre hundida en 1841 (con la cornisa destrozada por el efecto de la caída de las piedras) y las ruinas de la colegiata bajomedieval.
 
Vista de la fachada oeste, con el crucero inconcluso y los muros sin su hoja exterior. Se ven los capiteles de las pilastras y el gran entablamento interior, que está al exterior por no haberse cubierto nunca esta parte del edificio. También aprecia el cerramiento de la nave con ladrillo y los tres ábsides del siglo XVII. Algunos autores han comparado el aspecto de esta construcción con el de las ruinas de la antigua Roma.

Fachada sur: En el exterior destaca la portada de la fachada principal, que estaría situada entre las dos torres, de las cuales sólo existe hoy una, levantada en el siglo XIX sin seguir los planos de Herrera.

La fachada está compuesta por dos cuerpos; el inferior presenta una estructura de arco del triunfo de orden dórico, formado por dos pares de columnas que soportan la cornisa con metopas y que flanquean un arco de medio punto, dentro del cual se abre la puerta adintelada. No está bien ejecutada por los canteros que materializaron los planos de Herrera y el gran arco tiende a ser apuntado, habiendo sido diseñado como de medio punto. El cuerpo superior, obra de Alberto Churriguera, del siglo XVIII, posee una gran ventana adintelada, flanqueada por pilastras que continúan las columnas dóricas del cuerpo bajo, con los símbolos del Sol y la Luna entre ellas. Se remata con un frontón que cobija el nombre de María. En la balaustrada hay cuatro estatuas dedicadas a San Ambrosio, San Agustín, (obras del escultor Pedro Baamonde) San Gregorio y San Jerónimo, (obras del escultor Antonio de Gautúa).

Fachada oeste: de ella sólo están construidos la cimentación y los arranques de los muros, pero sin el revestimiento exterior. A esta fachada habría estado pegado el claustro diseñado por Herrera si se hubiera construido.

Fachada este: Había quedado prácticamente inacabada y fue en 1960 cuando se reanudaron las obras para rematar el proyecto de Herrera, construyendo la parte alta de las capillas del lado de la Epístola y el primer cuerpo de la fachada este, que en un principio iba a ser el acceso al crucero. El resultado fue bastante satisfactorio. La fachada, semejante al cuerpo bajo de la fachada sur, presenta cuatro gruesas columnas, arco de medio punto que cobija la puerta de entrada y un entablamento con cornisa. Sobre este cuerpo existiría otro con una gran ventana flanqueada por dos pares de pilastras y coronado con frontón, que no está construido.

Fachada norte: No existe tal fachada. Aunque desde el exterior no puede verse, esta parte de la catedral es una mezcla de zonas de la colegiata medio destruida y zonas de lo que pudo ser el crucero de Herrera, destruido a medias y desmantelado en parte para aprovechar la piedra y construir la tribuna del órgano. Esta obra fue bastante criticada pues rompió con la armonía del interior del edificio.

Historia de las dos torres

 
Torre actual de la catedral, construida entre 1880 y 1890. La cúpula de coronación y la estatua monumental del Sagrado Corazón de Jesús fueron añadidas en 1923.

Juan de Herrera había concebido para la catedral la construcción de cuatro torres, dos en las esquinas de la fachada de los pies y dos más bajas en las esquinas de la cabecera. Estas dos últimas nunca llegaron a construirse y de las otras dos sólo se levantó la del oeste. En su alzado, según los planos, las torres constan de tres cuerpos y se remata en media naranja y linterna. El tercer cuerpo había de servir como campanario.

Entre 1703 y 1709 se levantó la torre del lado del Evangelio, siguiendo las trazas de Herrera y dirigiendo las obras el maestro de cantería Antonio de la Torre. Años más tarde, se le añadió un piso más, ochavado, donde se albergaron las campanas, en un número mayor de lo previsto. Este cambio de estructura empezó a dar problemas, y a lo largo del siglo XVIII se hicieron tres reparaciones, hasta que en el siglo siguiente, en 1841, se desmoronó toda la parte de arriba, arrastrando gran parte del tercer y segundo cuerpo. Las ruinas corrían peligro de desplome, así es que las autoridades se decidieron por su derribo hasta la altura del primer cuerpo, que se mantenía sólido y firme.

A raíz de esta caída se proyectó el alzado de la otra torre del lado de la Epístola. Habrá que esperar hasta 1879 para que empiecen en serio las obras de la nueva torre. Las trazas de Iturralde se basaban en las de Juan de Herrera para la torre, con la alteración de la coronación ochavada, pero suprimiendo por economía el segundo cuerpo de la torre ideada por Herrera, es decir, el cuerpo que tenía en sus alzados dos ventanas superpuestas. Al terminarse el primer piso del cuerpo ochavado, se inauguró con solemnidad el 4 de abril de 1885. Hubo entonces numerosas críticas ante la escasa esbeltez de la torre y su poca altura, con lo que Iturralde se vio obligado a construir sobre lo edificado dos cuerpos ochavados más: uno con el reloj y otro con una nueva sala de campanas, similar a la del primer piso (ya construido en ese momento) del cuerpo ochavado. Todo esto se realizó entre 1886 y 1890, año en el que la torre se remató con un torpe tejado y un pararrayos[13]​. Por motivos económicos hasta bien entrado el siglo XX no se culminó la obra con la colocación de la estatua del Sagrado Corazón y la instalación del reloj.

Interior

El estilo de la catedral de Valladolid es purista y sobrio y se corresponde con el más típico clasicismo herreriano, lo cual se demuestra tanto en su arquitectura como en la decoración.

 
Alzado de un tramo de la nave central, con los grandes pilares de 13 pies de lado y las pilastras adosadas que sujetan el gran entablamento. Al fondo se ve el cierre de las naves laterales, con las capillas hornacinas con su pequeño óculo de luz.
 
Vista del interior desde la puerta del templo. Al frente la capilla mayor "provisional" del siglo XVII con el retablo de Juan de Juni.

La catedral presenta tres naves y crucero. En su interior, filas de pilares con pilastras adosadas de orden corintio sujetan hileras de arcos de medio punto.[14]​ Las naves están cubiertas por bóvedas de arista.

El crucero ideado por Herrera no existe como tal porque fue convertido en espacio para la capilla mayor y dos laterales que nunca se llegaron a ejecutar tampoco. Solamente quedan construidos algunos muros y el cuerpo bajo de su fachada del lado de la Epístola; en la estancia llamada Vestíbulo del museo catedralicio puede verse el arranque de uno de los arcos torales que se iban a construir. El espacio de lo que pudo ser este crucero tiene la misma longitud que el ancho de las tres naves, por lo que no sobresale a los lados del templo. En sus extremos desemboca en dos portales pero sólo está abierto con puerta de acceso y gran portada el correspondiente al lado este. Entre los contrafuertes de cada nave del templo se encuentran emplazadas cuatro capillas.

Capilla mayor

Se encuentra en el presbiterio, en el ábside central. Contiene el retablo mayor obra de Juan de Juni que fue trasladado desde la cercana iglesia de La Antigua, la sillería y un facistol. En el centro hay un altar cuyo frente presenta un trabajo de repujado en plata.

Los retablos

La capilla mayor ha tenido tres retablos diferentes a lo largo de su historia. El primero fue colocado en 1670, el segundo en 1865 y el tercero en 1922, cuando por motivo de las obras en la iglesia de Santa María La Antigua se trasladó desde esta iglesia el retablo de Juan de Juni, que quedó definitivamente en la catedral.

El primer retablo de 1670, fue construido por el ensamblador Pedro de Cea con esculturas de José Mayo y Pedro Salvador y una pequeña imagen de la Asunción que en el año 2008 se encuentra en la capilla de San Pedro.

El segundo retablo, que sustituyó al anterior y que se mantuvo hasta 1922, procedía de la iglesia de Arrabal de Portillo, fue cedido por el cardenal-arzobispo de Valladolid Juan Ignacio Moreno el 6 de julio de 1865. Su instalación se celebró con Salve Solemne[15]​ la víspera de la fiesta de la Concepción (según consta en las Actas Capitulares). Era un retablo dorado, al que se le añadió una pintura de la Asunción del pintor Zacarías González Velázquez, que fue ampliada en sus costados por el pintor vallisoletano Pablo Berasátegui, para amoldarse al hueco que ya tenía el retablo. A los lados de los intercolumnios estaban las imágenes de Pedro y Pablo. También había un lienzo apaisado con Santiago Apóstol. Tenía una tarjeta circular festoneada de nubes y cabezas de ángeles, que servían como marco al anagrama de María que era dorado sobre fondo de azul claro, acompañado de 4 jarrones perpendiculares a las columnas del tercer cuerpo. Detrás del tabernáculo había un nicho abierto en el muro y cerrado con verja de hierro; dentro había una urna de plata con la inscripción:

Corpora S. S. in pace sepulta réquiem in spe.

El tercer retablo, que es el que perdura, procede de la iglesia cercana de Santa María de la Antigua; fue necesario sacarlo de allí por motivo de las obras que se iban a realizar en esta parroquia en 1922. Es el retablo que Juan de Juni contrató para Santa María de la Antigua en 1546 además de seis sitiales adosados al mismo y formando un todo y que subsisten en la catedral tal y como lo concibió Juan de Juni.

Historia de la creación del retablo

El 12 de febrero de 1545, el escultor Juan de Juni se reunió con los canónigos y parroquianos de la iglesia de Santa María de la Antigua de Valladolid para concertar las condiciones para la elaboración del retablo mayor: condiciones, materiales, medidas, esculturas, temas, etc. El escultor se comprometía también a:

[…] pintar y estofar de oro, colores, todo muy bueno, y por mano de oficiales, los que mejor lo supieran hacer […]

Se estableció un tiempo de seis años a partir de la firma del contrato (1546) y un precio de 2.400 ducados. Pero el acuerdo no pudo seguir adelante porque el escultor Francisco de Giralte entabló un pleito en contra de Juan de Juni, que duró hasta 1550, fecha en que la Chancillería se pronunció a favor de Juan de Juni. El proceso, del que se guardan todos los documentos y firmas de testigos y declarantes, fue largo y desagradable. El estudio exhaustivo que hizo José Martí y Monsó[16]​ a la vista de todos los legajos sacó a la luz el origen de este pleito y el por qué de tanta insistencia, sobre todo por parte de los seguidores del escultor Giralte que se vio inmerso en esta historia como un simple instrumento sin demasiada convicción.

Cuando la iglesia de Santa María de la Antigua repartió los edictos para poner en conocimiento la pretensión de un nuevo retablo, ningún artista se presentó salvo Juan de Juni que inmediatamente enseñó su proyecto. Todos estuvieron de acuerdo (el provisor Juan de Balboa puso algunas pegas por el gran coste que suponía) y la obra habría seguido adelante si no se le hubiera tratado de imponer a Juan de Juni una última condición que no aceptó: tenía que tomar como ayudante o colaborador para pintar el retablo al pintor Vázquez y a un cuñado de éste llamado Ribera, protegidos de algunos fieles parroquianos de bastante influencia. Juan de Juni no aceptó, alegando que puesto que se había comprometido a realizar la obra quería tener la libertad de escoger a sus pintores y salir fiador de ellos. Ante la negativa, los interesados consiguieron detener la ejecución del contrato y buscaron a Giralte para que presentara una nueva traza y exigiese que le otorgaran la ejecución del retablo. Aquí empezó el litigio que, como se ha dicho más arriba, terminó en 1550 sentenciando la Chancillería a favor de Juan de Juni.

Descripción del retablo

 
Retablo de Juan de Juni procedente de La Antigua.

Las medidas y estructura del retablo se adaptaban perfectamente al ábside de Santa María de la Antigua para quien fue pensado y proyectado; en la catedral resulta ligeramente disminuido. Está considerado como una gran obra de Juan de Juni que expresó en él todo su saber clasicista, huyendo del encasillamiento convencional renacentista. Por eso puede verse como novedad cómo están divididos los compartimentos para las figuras aisladas y cómo los tableros de composición no se repiten simétricamente de arriba abajo sino que están intercalados en los distintos cuerpos.

El retablo está dedicado a Santa María, por lo que presenta escenas de la vida de la Virgen y de Cristo. Está dividido en predela y tres cuerpos más el ático. En los dos primeros cuerpos las columnas de orden compuesto sirven de separación (o de marco) para las distintas figuras de santos esculpidas en busto redondo. Los fustes no presentan ninguna ornamentación de grutescos, como todavía se venía haciendo, siendo este detalle bastante criticado por algunos personajes de la época. El tercer cuerpo no tiene esculturas enteras sino relieves que sobresalen bastante, contrastando con los relieves del segundo cuerpo que están alrededor de las figuras y que sobresalen muy poco.

En los intercolumnios se hallan las figuras de San Andrés, San José, San Joaquín y San Agustín. Tienen la originalidad de que la cruz de San Andrés se asoma por detrás de la columna, en el hueco siguiente y lo mismo ocurre con el báculo de San Agustín. En palabras de Martí y Monsó, el escultor Juan de Juni en esta obra llegó a dar

[…] el sello especial de grandiosidad ampulosa, de movimientos decididos y violentos con semblantes expresivos, y conocimiento profundo de la anatomía artística […]

Coro

En la actualidad del año 2008, el coro no está colocado en la nave sino arriba, en una tribuna a los pies. Cuando se construyó el coro en 1667, se situó en el centro de la nave mayor, partiendo de la segunda pilastra del segundo arco, según costumbre de la arquitectura religiosa española. La primera sillería que tuvo fue la proveniente de la antigua colegiata, gótica del siglo XV. En el siglo XVII, hubo necesidad de hacer nuevos sitiales. Este coro se utilizó hasta los primeros años del siglo XIX en que se deshizo su estructura y se fue arrinconando y guardando en huecos de diversas capillas. Las planchas de madera que servían de respaldo fueron utilizadas como batientes de puertas[17]​ y la silla abacial se llevó a la capilla del Palacio Arzobispal. En 1763 se empezó a colocar la reja costeada por el obispo de Valladolid Isidro Cosío y Bustamante.

En 1841 se amuebló el coro, con la sillería que estaba en la iglesia del convento de San Pablo. Esta sillería fue mandada construir por el duque de Lerma en el siglo XVII y sus autores fueron Francisco Velázquez y Melchor Beya, ambos de Valladolid. En el libro Becerro del convento de San Pablo puede leerse esta referencia:

En mil seiscientos veintiuno y mes de Noviembre, se finalizó la sillería del coro, que se compone de cincuenta sillas altas y cuarenta y cinco bajas. Costó la hechura de cada par unas con otras, trescientos treinta ducados. Las maderas son de las indias portuguesas; costeó la obra el duque cardenal.

Cuando en 1928 se desbarató el recinto del coro y la reja que lo cerraba fue vendida, se hizo la tribuna a los pies de la catedral, donde se instaló uno de los dos órganos, y los sitiales se llevaron al presbiterio, donde se colocaron en semicírculo apoyados en la pared. Actualmente siguen dispuestos de este modo.

Reja del coro

El coro estuvo cerrado por una buena reja costeada por el obispo de Valladolid Isidro Cosío y Bustamante, que se empezó a colocar en octubre de 1763 y quedó instalada en diciembre de ese mismo año. Acabó su dorado en agosto de 1764. En el centro del segundo cuerpo colocó el Cabildo el escudo de armas del obispo Bustamante, en homenaje y agradecimiento a su donación. Llevaba la leyenda:

Esta reja y rallar las dio el Ilmo. Sr. Don Isidro Cosío, obispo que fue de esta ciudad.

Años más tarde este escudo con su inscripción fue sustituido por el del Cabildo.

 
Reja del coro de la Catedral, actualmente expuesta en el Museo Metropolitano de Nueva York.

La reja fue ejecutada en talleres de Elorrio y Elgóibar, en el País Vasco, siendo terminada en 1763. Tradicionalmente se ha venido atribuyendo su autoría a dos rejeros: Gregorio de Aguirre y Rafael de Amezua. Estudios más recientes dan por segura la autoría del artista Amezua perteneciente a una familia de rejeros de Elorrio. Parece que lo confirma la similitud de motivos en dos rejas firmadas por Rafael de Amezua destinadas a los lados del altar mayor de la catedral de Cuenca y otra de Gaspar de Amezua para el coro de la Iglesia de Santa María de Palacio, en Logroño.[18]​ Teorías anteriores atribuían la obra a Gregorio de Aguirre,[19]​ rejero y maestro arquitecto de Elgoibar.[20]

Era costumbre de los rejeros de Elorrio y Elgóibar depositar en Vitoria las piezas de las rejas una vez terminadas. Desde allí, cargadas en carretas, llegaron a Valladolid en cuya catedral fueron montadas y asentadas entre octubre y diciembre de 1763, bajo la supervisión del maestro rejero autor de la obra. El Cabildo invitó a los artífices a un ágape, lo que entonces se llamaba guantes para refrescar. En 1764 se llevó a cabo el dorado, probablemente por doradores segovianos que eran los más expertos en esta época.

En 1928, con la remodelación hecha en la catedral, la sillería del coro volvió al altar mayor y se construyó una tribuna alta a los pies donde se ubicó el órgano. Por motivos económicos por la necesidad de seguir haciendo obras, el Cabildo vendió la reja (y otras obras de arte) que fue a parar a la Fundación Hearst. Esta fundación la donó en 1956 al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, donde se puede ver asentada sobre un banco de piedra.

Tiene 3 puertas, 9 calles y 3 pisos. Las columnas son mitad torneadas y mitad abalaustradas (con abalaustramiento invertido), siguiendo un modelo típico del taller de Elorza. Tiene 64 balaustres cincelados. Un arquitrabe liso separa el primer friso con una cornisa de molduras. El coronamiento tiene ornamentación de espirales, óvalos y jarrones.

Los órganos musicales de la catedral

El 26 de agosto de 1668 se inauguró y consagró la catedral de Herrera, aun sin estar terminada. Un año antes se había situado el coro en la nave central, con la sillería gótica de la antigua colegiata. Posiblemente con la sillería, pasó al nuevo edificio el órgano de la colegiata, que databa de mediados del siglo XVI y que había sido reformado, o quizás totalmente reconstruido, hacia 1620. Sustituyendo a este instrumento durante el siglo XVIII y principios del siguiente, se construyeron sendos órganos que se colocaron a los lados del coro, cobijados bajo los grandes arcos que separan la nave central de las laterales. El órgano del lado del Evangelio, con una soberbia caja barroca, que se conoce gracias a una fotografía, se realizó a mediados del siglo XVIII, y el del lado de la Epístola, en los primeros años del XIX, contando con una caja neoclásica que se conserva algo modificada. Ambos órganos pertenecían a la tipología de órgano barroco español, con una importante trompetería de fachada.

 
Órgano Amezua en su emplazamiento actual, a los pies del templo, sobre su tribuna construida en 1928. También se ve el cancel churrigueresco de principios del siglo XVIII.

A principios del siglo XX, la estética sonora barroca no gustaba por el cambio de las modas. De esta manera, gracias a las gestiones del entonces Maestro de Capilla de la Catedral, Vicente Goicoechea, se realizó un nuevo órgano, de estilo romántico, en 1904. El instrumento fue construido por el importante organero vasco Aquilino Amezua (1847-1912), figura clave de la organería romántica española e introductor del órgano romántico en nuestro país. Para colocarlo, Amezua reutilizó la caja neoclásica del órgano del lado de la Epístola del coro catedralicio, eliminando toda la maquinaria y tubos de principios del siglo XIX del interior y colocando dentro el nuevo órgano romántico. Este nuevo instrumento tenía dos teclados y pedalier y unos 25 ó 30 juegos. En 1907, se celebró un importante congreso de música sagrada en la Catedral y tuvieron lugar dos conciertos en este órgano de Amezua en los que tocaron los organistas españoles más destacados del momento.

En 1928 se desmanteló el coro bajo y el órgano de caja barroca del lado del Evangelio fue vendido como chatarra y se construyó una tribuna a los pies donde se colocaría el órgano que Amezua había realizado en 1904, con su caja neoclásica de principios del siglo XIX. En 1932 se recibió una donación para ampliar y reformar el órgano. Los trabajos fueron realizados por Leocadio Galdós (discípulo de A. Amezua), adquiriendo el instrumento su actual configuración con tres teclados y pedalero y 36 juegos efectivos.

La caja de este órgano es muy sencilla de acuerdo con el gusto neoclásico; está rematada por un frontón con acróteras. La fuellería se oculta tras unos paneles del pedestal. Los capiteles de las pilastras son corintios y sostienen una cornisa con tallas en los intercolumnios. Los tubos que se ven en los costados son de adorno, pues la tubería cantante (como se conoce a los tubos que suenan) se extienden en varios castillos (castillo es la palabra con la que se conoce en organería cada uno de los grupos de tubos que adornan la fachada de un órgano)de la fachada principal de la caja.

 
Moderno órgano Allen de 19.000 tubos digitalizados.

Este órgano se conserva en la tribuna de los pies de la catedral (año de 2008). Se han restaurado recientemente los fuelles y se le ha agregado un ventilador silencioso para hinchar los fuelles. El instrumento se utiliza en las liturgias dominicales de la Catedral.

En el mes de diciembre del año 2005 el Cabildo adquirió, con gran polémica, un órgano electrónico Allen que acompaña al Coro Diocesano y que está establecido cerca del presbiterio.


 
Planta de la Catedral de Valladolid, con cada una de sus partes numeradas:
1.Capilla de San Juan Evangelista
2.Capilla de Nuestra Señora de los Dolores
3.Capilla de Nuestra Señora del Sagrario
4.Capilla de San Fernando
5.Capilla Mayor
6.Capilla de la Magdalena
7.Capilla de San José
8.Capilla de San Pedro
9.Capilla de San Miguel
10.Sacristía
11.Capilla de San Lorenzo
12.Sala Capitular
13.Capilla de Santo Tomás
14.Ángulo del Claustro
15.Capilla de San Blas y de San Juan Evangelista
16.Torre de la Colegiata
17.Capilla de Santa Inés
18.Sala Nueva del Museo

Capillas de la nave del evangelio

Estas capillas son las que se encuentran en la nave de la izquierda según se mira al altar.

Capilla de San Juan Evangelista

Hacía las funciones parroquiales, ya que en su interior se encontraba la pila bautismal. Es una capilla de tamaño reducido, ya que se encuentra justo debajo de la antigua torre. Con el hundimiento de dicha torre, se procedió a rehacer su bóveda. Contiene en su interior un retablo neoclásico, realizado por por Jorge Somoza en 1846. Dicho retablo fue encargado para reemplazar al anterior, de 1714 y obra de Pedro de Rivas, que se destruyó al hundirse la torre. Además, hay varios lienzos y parte de la antigua sillería de la colegiata. La capilla se cierra con una reja del siglo XVII, rematada con crestería barroca tallada en madera.

Capilla de Nuestra Señora de los Dolores

Formaba parte del antiguo patronato de la familia de los Velarde, siendo bendecida la capilla en 1630 e instalada su reja en 1674. Cuenta con un monumento sepulcral del fundador, dos retablos, uno con espejos y esculturas de en torno a 1700 y el otro rococó. Hay además varios lienzos y dos hornacinas, que contienen relicarios en armarios del siglo XVIII.

Capilla de Nuestra Señora del Sagrario

Cuenta con una escultura de la Virgen con el Niño realizada en piedra, datada en el siglo XV y emplazada en un retablo de estilo neoclásico. Se encuentran además dos lienzos de Manuel Peti, realizados en 1700, varias pinturas y esculturas de santos, del siglo XVII y dieciocho sitiales de la antigua sillería. Se remata con una reja de en torno a 1655.

Capilla de San Fernando

Tiene en su haber un retablo salomónico de 1680 por Pedro de Cea. Dentro del mismo se encuentran varias esculturas acompañadas por una serie de pinturas de Felipe Gil de Mena. Cuenta con doce hacheros de bronce, realizados en Barcelona en el siglo XVIII. Se cierra con una reja de 1678.

Capilla del ábside

Sepulcro del conde Ansúrez

En la cabecera de la catedral hay un pequeño espacio que sustituye a lo que podría haber sido capilla del ábside de la nave del Evangelio. En esta capilla, se encuentra el mostrador donde se despachan los billetes para entrar al Museo Diocesano y Catedralicio; también se encuentran algunas obras de arte como el retablo neoclásico formado por una tabla del siglo XVI con el tema de la Crucifixión cuyo autor es el flamenco Miguel Coxcie, que trabajó bastante durante el reinado de Felipe II.

 
Sepulcro del conde Pedro Ansúrez, señor y repoblador de Valladolid.

En la pared oeste, y justo detrás del mostrador, está el humilde sarcófago del conde Ansúrez, rodeado de una sencilla reja de hierro que tiene en su centro un pequeño escudo con las armas del conde. Sobre la lápida se encuentra una tosca escultura de madera representando al conde en posición supino-horizontal, con casco y armadura. El conde fue enterrado, según sus deseos, en la antigua colegiata fundada por él, y sus restos fueron trasladados a este lugar en 1674. En el hueco del nicho se puede ver una tabla del siglo XVI pintada con el tema de San Miguel, que recuerda la cofradía de Escuderos fundada por el conde Ansúrez. En los costados se repiten los escudos y debajo están colocadas dos tablas procedentes del primitivo enterramiento de la colegiata pintadas de blanco y escritas con unos versos que elogian las buenas cualidades de Ansúrez.

El historiador Juan Antolínez de Burgos, en su Historia de Valladolid, cuenta que en el año 1556, al abrir el sepulcro para reparar el arco, se halló su cuerpo armado con su espada y espuelas, tal y como se ve en su escultura.

Capillas de la nave de la epístola

Estas capillas son las que se encuentran en la nave de la derecha según se mira al altar. Se empiezan a describir por la más cercana al altar.

Capilla de la Magdalena

Realizada en 1712, cambió su advocación en 1843 por la de San Pedro Regalado, en honor al santo local. Contiene un lienzo neoclásico de la Asunción, obra de Zacarías González Velázquez; una de la Virgen entregando el niño a San Antonio de Padua, obra de Alonso del Arco. No se conserva el retablo titular realizado en 1714, pero sí la Magdalena, posiblemente realizada por Pedro de Ávila, que se guarda en el vestuario de Canónigos. La reja que remata la capilla data del año 1712.

Capilla de San José

Contiene las esculturas funerarias de la familia Venero y Leyva, provenientes de la Capilla de Santa Catalina del Convento de San Francisco, atribuibles a Francisco del Rincón y realizadas en alabastro. Su retablo mayor data de 1712, siendo la imagen titular atribuida a Pedro de Ávila. Cuenta con una serie de lienzos, varios de ellos copias de cuadros de pintores como Tiziano y Rafael. Su reja fue realizada en Vitoria en 1712, siendo realizada su cornisa por Alonso del Manzano.

Capilla de San Pedro Apóstol

Se terminó su realización en 1712, siendo colocado su retablo dos años más tarde. Su escultura titular es atribuible a Pedro de Ávila. Cuenta con una escultura de la Asunción y otra de San Nicolás de Tolentino. Contiene además dos pequeños retablos salomónicos, procedentes de la antigua iglesia de San Esteban, en Portillo, hoy desaparecida. Su reja data del siglo XVI, siendo recompuesta dos siglos más tarde. Se encuentran además una serie de pinturas de santos, todas ellas del siglo XVII.

Capilla de San Miguel

Realizada en 1712, junto a su reja. Su retablo fue realizado en 1714 por Pedro de Rivas, y su escultura titular, probablemente también fue obra de Pedro de Ávila.

Sacristía

La sacristía de la catedral era la antigua capilla de la Inmaculada, patronato de don Pedro de Arce, pero que fue habilitada en 1960 como sacristía. Se construyó en 1655, y de dos años más tarde es su reja. Contiene una serie de pinturas originales y copias, varias tablas con piezas en cobre y un retablo neoclásico con la Anunciación.

Sala capitular

Contiene varias pinturas, y esculturas, dos de ellas traídas de San Pablo de la Moraleja. También se conserva una colección de retratos de los obispos y arzobispos de Valladolid.

Monopolio de la catedral sobre la cartilla de doctrina cristiana

La cartilla de doctrina cristiana era un librito donde venía resumido lo esencial de dicha doctrina. Los niños aprendían a leer en este cuadernillo a través de las plegarias y oraciones más simples y los puntos más importantes de la doctrina cristiana. Había también unas páginas dedicadas a lo más básico del cálculo matemático. En el siglo XVI proliferaron estas cartillas de tal manera que algunos historiadores le llamaron el siglo de las cartillas o de los catecismos de Doctrina Cristiana.[21]​La venta de esta cartilla llegó a ser monopolio de la catedral de Valladolid, a partir de una petición hecha por el Cabildo al rey Felipe II, para sufragar las interminables obras de acabado de la catedral. Felipe II escuchó la petición y extendió una Real Cédula el 20 de septiembre de 1583 concediendo el privilegio, inicialmente por 3 años, que más tarde prorrogaría y que después prorrogarían los reyes sucesores hasta llegar a Carlos III, que el 7 de septiembre de 1779 concedió la última prórroga por 40 años, a pesar de que el Cabildo le había pedido perpetuidad:

Si V.A. no se digna a perpetuar el privilegio, poco a poco se irá arruinando el edificio.

En el archivo de la catedral de Valladolid se conservan los documentos en que se da noticia de la primera petición, de las razones para esa petición, de la finalidad que tendrán los beneficios obtenidos (siempre y en único lugar las obras de la catedral), de las condiciones de impresión; sólo se podía imprimir en Burgos, Valladolid, Salamanca, Madrid y Sevilla y siempre con licencia del Cabildo vallisoletano:

Mandamos (el rey) que […] persona alguna, sin nuestra licencia no pueda imprimir ni vender la dicha cartilla ni otra alguna...

Se expresan así mismo los castigos y multas que caerán sobre las personas que desobedezcan estos mandatos:

Sopena que el que la imprimiere y vendiere, aya perdido y pierda todas y cualesquiera cartillas y moldes y aparejos que de ella tubiere y mas incurra en pena de cincuenta mil mrs. por cada vez que lo contrario hiciere…

A pesar de todos estos mandatos hubo muchas infracciones de las que se queja constantemente el Cabildo. Los ingresos que se obtenían de este privilegio eran bastante sustanciosos pero no llegaban en absoluto a cubrir gastos para la catedral, que se nutría principalmente de limosnas y de otros impuestos beneficiarios, como el cobro de un cuarto por cada persona que acudiera al teatro.[22]

El comercio de las cartillas se extendió a América, siendo el único producto manufacturado en el que Valladolid tuvo contacto comercial en el siglo XVI con el Nuevo Mundo. De América se obtuvieron muy buenos beneficios.

Influencia

Debido a la influencia de Juan de Herrera y a la similitud de la filosofía de su construcción con la ideología de los Austrias Mayores, la catedral de Valladolid fue muy imitada en la arquitectura religiosa del siglo XVII. Su influencia está presente en la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid así como en las catedral de México y Lima.

Véase también

Referencias

  1. Las jurisdicciones durante la Edad Media en España venían determinadas por el régimen feudal y estaban formadas, física y jurídicamente, por el conjunto de tierras sobre las que el señor ejercía su autoridad.
  2. El texto de esta Carta de Fundación tanto en latín como en castellano puede verse (además del original que está en los Archivos) en la obra citada de Manuel Canesi, Tomo I página 220 a 225.
  3. Esto pudo suceder entre 1580-1582; no se tiene una referencia exacta.
  4. Fue por causas políticas y desavenencias con el rey Alfonso VI.
  5. Pascual |Martínez Sopena, Una historia de Valladolid.
  6. La condición de sufragánea implicaba el sometimiento a la autoridad del Arzobispado de Toledo, careciendo de jurisdicción eclesiástica propia. Además, llevaba aparejada la obligación de aportar una parte de los recursos obtenidos entre los fieles o en virtud de la explotación de sus bienes, a Toledo.
  7. Las fechas son dispares según distintos autores: 21 de mayo de 1595, 25 de noviembre de 1595, 25 de septiembre de 1595.
  8. Wikisource en latín contiene una copia de De architectura.
  9. Herrera consiguió aquí su deseo de resaltar la parte central donde va la puerta, cosa que no había podido realizar en la fachada del patio de los Reyes en El Escorial.
  10. Aun hoy (año 2008) sigue habiendo bastante desnivel a pesar de las obras de relleno que se fueron haciendo en distintas ocasiones.
  11. Diego de Praves estaba en Valladolid por esas fechas ejecutando otros proyectos de Herrera encargados por el Ayuntamiento: Consistorio, Carnicería, Panadería y Fuentes.
  12. Wilkinson-Zerner; Juan de Herrera, arquitecto de Felipe II, pág. 5, 122 y 124
  13. Plantilla:Ref-capítulo
  14. Plantilla:Ref-capítulo
  15. GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro G. Valladolid, recuerdos y grandezas.
  16. Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid, página 326 y siguientes.
  17. Hoy (2008) están custodiadas en el museo.
  18. Jesús Urrea A new Date for the Choir Screen from Valladolid. Metropolitan Museum Journal 13, New Cork, 1979, página 143.
  19. A. Gallego de Miguel, Rejería castellana. Segovia. Salamanca 1974, página 144.
  20. Fue dos veces alcalde de Elgoibar; fue veedor y tasador de oficio. Nieto político y heredero del taller de Bartolomé de Elorza (posible autor de las rejas de la nave de la Epístola de la catedral de Valladolid.
  21. J. Sánchez Herrero, Alfabetización y catequesis en España y América durante el siglo XVI.
  22. Reales Cédulas de 1631 y 1632.

Bibliografía consultada para la edición de esta página

  • BUSTAMANTE GARCÍA, Agustín. La arquitectura clasicista del foco vallisoletano. Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1983. ISBN 84-600-2926-3
  • CANESI ACEVEDO, Manuel. Historia de Valladolid (1750). Libro primero, tomo I. Edición facsímil del Grupo Pinciano, 1997. ISBN 84-87739-60-1 (página -241-)
  • CANESI ACEVEDO, Manuel. Historia de Valladolid (1750). Libro quinto, tomo III. Edición facsímil del Grupo Pinciano, 1997. ISBN 84-87739-62-8 (página -335-)
  • G. GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro. Valladolid, recuerdos y grandezas. Tomo I. Edita Grupo Pinciano. Edición facsímil. ISBN 84-500-4066-3
  • CHUECA GOITIA, Fernando. La Catedral de Valladolid. Instituto Juan de Herrera, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, 1998. ISBN 84-89977-57-7
  • GALLEGO DE MIGUEL, Amelia. Rejería castellana. Valladolid. Edita Institución Cultural Simancas, 1982. ISBN 84-500-5119-3
  • MARTÍ Y MONSÓ, José. Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid. Basados en la investigación de diversos archivos. Primera edición 1892-1901. Segunda edición facsímil, Valladolid 1992, Editorial Ámbito S.A. ISBN 84-86770-74-2
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y Jesús Urrea Fernández. Catálogo Monumental. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid. Primera parte, tomo XIV. Edición facsímil 2001. Diputación de Valladolid. ISBN 84-505-0917-3
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