Bloque Nacional

coalición electoral de derecha radical durante la Segunda República Española

El Bloque Nacional fue una coalición de derecha monárquica de la Segunda República Española creada en 1934 por José Calvo Sotelo, en la que se integraron los alfonsinos de Renovación Española (cuyo líder era precisamente Calvo Sotelo) y la Comunión Tradicionalista, por mediación del conde de Rodezno y Víctor Pradera. También se unió el Partido Nacionalista Español del doctor Albiñana.

Bloque Nacional
Presidente José Calvo Sotelo
Fundación diciembre de 1934
Disolución 1936
Ideología Nacionalismo español
Monarquismo
Tradicionalismo
Catolicismo político
Corporativismo
Militarismo
Antiparlamentarismo
Totalitarismo
Posición extrema derecha
Milicia Guerrillas de España
Organización juvenil Juventudes Unificadas de Acción Nacionalista (JUAN)

Aunque el Bloque Nacional se presentó en algunas circunscripciones en solitario, en la mayoría de ellas formó una coalición mayor con el resto de formaciones derechistas de la época (Unión de Derechas en 1933 y Frente Nacional Contrarrevolucionario en 1936).

Historia

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Al parecer la idea de formar un «bloque» que aglutinara a las derechas antirrepublicanas surgió en París entre los expatriados monárquicos. Pedro Sáinz Rodríguez afirmó que se la propuso a José Calvo Sotelo y este la asumió como propia. Sáinz Rodríguez escribió en sus memorias: «Desde entonces, y preparando ya el terreno, en todos los actos de propaganda en que intervenía hablaba yo de la unión necesaria, empleando, constantemente la palabra bloque, pensando en el que proyectábamos organizar».[1]​ La propuesta se puso en marcha en cuanto los exiliados pudieron volver a España gracias a la amnistía aprobada por el gobierno del Partido Republicano Radical a principios de mayo de 1934.[2]

El 14 de junio Calvo Sotelo lanzó la idea en una entrevista concedida al diario monárquico ABC. En ella propuso crear un «bloque o alianza hispana o nacionalista —el nombre es lo de menos— con la cooperación de las fuerzas afines que no aceptan la vigente Constitución [...] Este bloque mantendría los compromisos electorales que precedieron al 19 de noviembre, y que no pueden considerarse cancelados por la razón sencilla de que aún no fueron cumplidos integralmente». Su objetivo sería «sembrar la mística de la reforma estatal totalitaria». Para ello defendería: «primeramente, España única. No más condescendencias en la materia: ni otros estatutos, ni ensanche del que rige para Cataluña»; la vuelta a la bandera bicolor, «no por monárquica, sino por nacional»; y salvar «el capitalismo de ahorro. Ello supone y requiere economía dirigida, base corporativa en el Trabajo y el Gobierno, Poder fuerte, con continuidad asegurada». Finalmente se refería a la monarquía de la que decía que no debía ser «restaurada» sino «instaurada», «esto es, que la Monarquía, aunque retorne, no podría volver a ser en nada, absolutamente en nada, lo que era la que pereció el 1931». Para ello proponía también que Alfonso XIII abdicara en su hijo Juan.[3][n. 1]

En principio la propuesta de Calvo Sotelo fue bien recibida. El también exministro de la Dictadura de Primo de Rivera Eduardo Aunós declaró el 18 de julio que había que ir «a ese Bloque Nacional que propugna el Sr. Calvo Sotelo» (ese mismo día el periódico derechista La Nación también lo apoyó) y José María Albiñana, líder del ultraderechista Partido Nacionalista Español, defendió la necesidad de su formación para unir a «los que luchan contra los aniquiladores de España». «La obra contrarrevolucionaria ha de ser de todos», afirmó. En agosto Antonio Goicoechea, presidente de Renovación Española, aseguró que su partido acudiría «a la formación de un Bloque Hispano con elementos afines a los principios fundamentales, como son los tradicionalistas y los fascistas». Sin embargo, fue la fallida Revolución de Octubre de 1934 la que creó el clima favorable para que el proyecto cuajara definitivamente.[5]

El 11 de noviembre, cinco días después de haber intervenido en las Cortes sobre la revolución que acababa de ser sofocada, Calvo Sotelo anunció en una entrevista concedida al diario ABC que se proponía, «en unión de varios diputados de diversos partidos, dirigir un manifiesto al país para la iniciación de un gran movimiento de tipo nacionalista, al margen de aquéllos y respetando su personalidad respectiva». En la entrevista también explicaba las grandes líneas del manifiesto: «¿Objetivo? La conquista del Estado. ¿Programa? Un programa realista, inmediato. En lo económico, izquierdismo; en los político, derechismo. O sea, justicia social y autoridad. Un Estado fuerte que imponga su ley a patronos y obreros. Jerarquía férrea. Valores morales. Culto a la vieja tradición española. Dentro del Estado, sólo un Poder, el suyo; sola una Nación, la española».[6]

Manifiesto del Bloque Nacional
[...]
en lo que coinciden los firmantes
Persuadidos de la trascendencia histórica de la Revolución del 6 de octubre, momentáneamente frustradas, los firmantes de este escrito, sin abandonar la disciplina política de las organizaciones de que pertenecen, han acordado coincidir en una actuación pública delimitada por estos dos principios: la afirmación de España unida y en orden, según frase inmortal de don Fernando el Católico, y la negación del existente Estado constitucional. España, pues, ante todo y sobre todo. Una España auténtica, fiel a su historia y a su propia imagen: una e indivisible. De aquí la primera línea de nuestro programa de acción: defensa a vida o muerte y exaltación frenética de la unidad española que la Monarquía y el pueblo labraron juntos a lo largo de quince siglos. [...] Y si queremos una España auténtica, debemos proclamarla católica mediante la concordia moral del Estado con la Iglesia, ya que, aparte de otras razones, el hecho católico fue factor decisivo y determinante en la formación de nuestra nacionalidad.
Creemos caducado el sistema político que, nacido con la Revolución francesa, sirve de soporte a las actuales instituciones [...]
el Estado corporativo
Queremos un Estado integrador que, a diferencia del Estado anárquico actual, imponga su peculiar autoridad sobre todas las clases, sean sociales o económicas. La era ruinosa de la lucha de clases toca a su fin. [...] El Estado ha de presidir la vida del trabajo imponiendo una justicia social distributiva, otorgando, por añadidura, al débil, una compensación de justicia y estimulando, donde ésta no llegue, la caridad cristiana.[...]
restauración de todos los valores religiosos, patrióticos y sociales
Coincidimos en rechazar el Parlamento fundado en el sufragio universal inorgánico... Se impone, por ello, una suspensión del Parlamento cuyo término sea la convocatoria de unas Cortes orgánicas. Evidentemente, hoy por hoy, el sentimiento nacional genuino está secuestrado por una Constitución antiespañola en espíritu y letra [...] Unas semanas de actuación implacable dentro del Derecho devolverían el sosiego a España, el prestigio a la toga, y la fuerza de intimidación al Estado, que nosotros queremos robusto en sus organismos militares. El ejército, escuela de ciudadanía, depurado por sus Tribunales de Honor, difundirá la disciplina y las virtudes cívicas, forjando en sus cuarteles una juventud henchida de espíritu patriótico e inaccesible a toda ponzoña marxista y separatista. el ejército no es el brazo sino la columna vertebral de la patria.
en esta hora gravísima y amarga
Si amparados en la protección divina y al conjuro de la voluntad nacional llegamos a la meta soñada nos dispondremos —sépalo bien España— a instaurar en la cima y en las entrañas del Estado español los principios de unidad, continuidad, jerarquía, competencia, corporación y espiritualidad que hemos diseñado. [...]

El doctor Albiñana en seguida mostró su completa identificación con el proyecto del «ilustre hacendista» para «la obra reconstructora de España».[7][8]​ También lo apoyaron, aunque de forma menos entusiasta, Renovación Española y la Comunión Tradicionalista, esta última tras un tenso debate interno (el nuevo proyecto llegó a ser visto por Antonio Goicoechea y Manuel Fal Conde, líderes de Renovación Española y de la Comunión Tradicionalista, respectivamente, como una amenaza al propio futuro de sus formaciones).[9]​ Para que los tradicionalistas aceptaran el manifiesto que había redactado Calvo Sotelo, Pedro Sainz Rodríguez, «buen conocedor del vocabulario carlista», introdujo algunos cambios formales. El partido que finalmente no se sumó al Bloque Nacional fue Falange Española de las JONS «por entender que la tarea de infundir sentido nacional en las más masas más numerosas y enérgicas del país, exige precisamente el desembarazo, el ritmo y el estilo de la Falange Española de las JONS. Esta, sin embargo, bien lejos como está de ser un partido de derechas, se felicita de que los grupos conservadores tiendan a nutrir sus programas de contenido nacional, en lugar de caracterizarse como era frecuente hasta ahora, por el propósito de defender intereses de clase».[10]​ Tampoco se sumó la «accidentalista» CEDA ya que seguía apostando por la vía posilibista y por la alianza con los radicales de Alejandro Lerroux, en cuyo gobierno acababan de entrar tres ministros cedistas. Además su líder José María Gil Robles, al igual que José Antonio Primo de Rivera (líder de Falange),[11]​ mantenía una fuerte rivalidad y albergaba diferencias personales con Calvo Sotelo.[12]

El manifiesto fundacional del Bloque Nacional apareció el 8 de diciembre de 1934 pero censurado: cerca de la mitad del texto fue tachado por orden del Gobierno y las firmas de los que lo apoyaban fueron también suprimidas, sustituidas por la frase «Calvo Sotelo y otros».[13][n. 2]​ Los promotores esperaban que hubieran apoyado el manifiesto muchos más diputados de la CEDA de los que lo hicieron, y hubo ausencias significativas como la de Juan Ignacio Luca de Tena, propietario del diario monárquico ABC, o el general Sanjurjo, exiliado en Lisboa tras ser amnistiado, aunque este último le escribió una carta personal a Calvo Sotelo en la que le manifestaba su «viva simpatía, aplauso y compenetración con sus patrióticos propósitos»: «intentar unir al mayor número de españoles, en un movimiento único de vibrante y resuelto culto a la unidad de la Patria indivisible, al necesario prestigio del Ejército y al glorioso recuerdo de nuestro pasado».[15]

El contenido del manifiesto estaba en la línea de la doctrina contrarrevolucionaria de Acción Española y defendía la vuelta a los valores tradicionales con una monarquía autoritaria y el ejército como su principal apoyo (el ejército como «columna vertebral de la patria»,[16]​ concepto que recuperaría el franquismo).[17]​ Se proponía un Estado fuerte e integrador de tipo antiparlamentario, más cercano al modelo de poder propugnado desde el fascismo que a las corrientes ultraconservadoras vigentes hasta entonces en España.[18]​ Según Alfonso Bullón de Mendoza, el manifiesto respondía a las ideas que había venido exponiendo Calvo Sotelo desde hacía tiempo: «afirmación de España unida y en orden»; «negación del existente estado constitucional»; defensa del catolicismo («el hecho católico fue factor decisivo y determinante en la formación de nuestra nacionalidad»); un Estado fuerte que acabaría con la lucha de clases implantando la justicia social; suspensión del Parlamento, reemplazado por unas «Cortes orgánicas»; defensa del Ejército, «columna vertebral de la Patria», etc. El objetivo final era «la conquista del Estado».[19]​ Sin embargo, otros autores conceden mayor peso en el programa del Bloque Nacional a la obra El Estado Nuevo (1935) de Víctor Pradera, en la que sistematizó la forma política del Estado enraizado al corporativismo católico inspirado en las encíclicas de León XIII, con el foralismo de Vázquez de Mella y la tradición española.[20]

 
El líder del Bloque Nacional José Calvo Sotelo en un mitin en el frontón Urumea de San Sebastián (1935).

Como casi la mitad del manifiesto fue censurado por el Gobierno (el diario La Nación, periódico derechista en el que colaboraba asiduamente Calvo Sotelo, se negó a publicarlo mutilado), sus promotores buscaron otros medios para su difusión. Fue repartido en mano por las calles de Madrid por jóvenes de la Comunión Tradicionalista, siendo detenidos algunos de ellos. La policía llegó a presentarse en el domicilio de Calvo Sotelo, quien asumió «por completo la responsabilidad de la redacción, impresión y difusión del manifiesto del Bloque Nacional». Como Calvo Sotelo era diputado, por lo que gozaba de inmunidad parlamentaria, la causa pasó al Tribunal Supremo.[13]​ El 24 de diciembre el comité ejecutivo del Bloque, compuesto por José Calvo Sotelo, Pedro Sainz Rodríguez, Víctor Pradera, Juan Antonio Ansaldo y José María Lamamié de Clairac,[21]​ publicó en ABC una carta abierta al líder de la CEDA José María Gil Robles en la que le hacía responsable de que el Gobierno hubiera puesto tantas trabas a que el manifiesto fuera conocido por el público. Gil Robles contestó que utilizaría toda su influencia para que «puedan ustedes obtener total libertad para atacarme», señalando a continuación que lo que buscaban «en realidad» con sus «fervorosos llamamientos a la unión de las derechas» era «la destrucción de la CEDA»[22]

A mediados de enero de 1935 Calvo Sotelo y Antonio Goicoechea se entrevistaron en Roma con el exrey Alfonso XIII quien, según un informe de la Dirección General de Seguridad, «les hizo presentes sus deseos de que para un más pronto y mejor éxito procurase a la mayor brevedad posible agrupar en un solo y único gran partido "Nacional monárquico" y bajo una sola jefatura a todas las agrupaciones y facciones monárquicas hoy existentes y que se intensifique la propaganda en pro de dichos ideales monárquicos».[23]

En 1935 Ansaldo creó las llamadas «Guerrillas de España», un grupo paramilitar de limitado alcance, sobre los elementos juveniles del Bloque.[24]​ El uniforme era camisa gris y gorro de legionario. Su emblema era la cruz de San Fernando. Llegó a superar los mil afiliados y su principal tarea era la propaganda. Su acción más espectacular fue colocar un globo de doce metros de alto y uno y medio de diámetro sobre la Gran Vía de Madrid. Sobre su fondo con los colores de la bandera monárquica se leía: «El Bloque Nacional salvará España». Ansaldo fue condenado por un consejo de guerra a doce días de prisión militar, donde fue visitado y felicitado por Calvo Sotelo. En sus memorias Ansaldo contó que «de continuo había que visitar y auxiliar económicamente a docenas y docenas de "guerrilleros" encarcelados o detenidos. Después era necesario defenderlos en causas y juicios. Esos muchachos eran, en general, díscolos y un tanto fanfarrones. [...] Pese a todas las zalemas y amabilidades exteriores, adivinaba en sus propios colegas la siguiente preocupación: ¿Realmente merecía la pena exponernos a que nos cierren las oficinas de propaganda electoral del Bloque, y distraer importantes sumas de su caja central, para colocar algunos pasquines, provocar pequeñas algaradas callejeras y entretener al público con exhibiciones aeronáuticas?».[25]

La opción del Bloque Nacional obtuvo un fracaso electoral en las elecciones de 1936, haciéndose patente el escaso apoyo popular al alfonsismo autoritario, aunque paradójicamente reforzó a los calvosotelistas dentro del espectro de la derecha radical.[26]​ Tras conocer los resultados Calvo Sotelo trató de que se declarara el estado de excepción y no vaciló posteriormente en volver a reclamar dentro de un clima de creciente inestabilidad política y social la instauración de una dictadura militar;[27]​ no obstante, tras las elecciones de febrero el bloque se precipitaría a una dinámica de disolución.[28]

  1. El biógrafo de Calvo Sotelo, Alfonso Bullón de Mendoza, subraya que la idea de la «instauración» de la monarquía (no de su «restauración») será la que aplicará Francisco Franco. «En efecto, la necesidad de una instauración, y no de una mera restauración, planteada por Calvo Sotelo, fue recogida por el general Franco, que la explicó en numerosas ocasiones y, muy marcadamente, en el discurso pronunciado ante las Cortes el 22 de julio de 1969 con motivo de la Proclamación de don Juan Carlos como Príncipe heredero: "...el Reino que nosotros, con el asentimiento de la Nación, hemos establecido, nada debe al pasado; nace de aquel acto decisivo del 18 de julio. [...] Se trata, pues, de una instauración y no de una restauración". [...] Aunque no creemos que Calvo Sotelo pensase nunca en que el proceso instaurador pudiese durar cerca de cuarenta años».[4]
  2. El manifiesto fue suscrito, entre otros, por Antonio Goicoechea, el conde de Rodezno, Víctor Pradera, Eduardo Aunós, Julio Palacios, Fernando Álvarez de Sotomayor, el padre Gafo, el barón de Viver, José Yanguas, Ramiro de Maeztu, Pedro Sáinz Rodríguez, el duque de Alba, Jacinto Benavente, el doctor Albiñana, José María de Areilza, Andrés Amado, Juan Antonio Ansaldo, marqués de Arriluce de Ibarra, Benito Badrinas, Joaquín Bau Nolla, José Bertrán Güell, José Calvo Sotelo, Tomás Borrás, Eduardo Callejo, Pedro González-Bueno, María del Pilar Careaga, José María Carretero, Julián Cortés Cavanillas, el marqués de la Eliseda, Vicente Gay, Santiago Fuentes Pila, Federico García Sanchís, Agustín González Amezúa, Pedro González Ruano, el conde de Guadalhorce, José María Lamamié de Clairac, Ricardo León, el doctor Gil Vernet, José Félix de Lequerica, Manuel Linares Rivas, Honorio Maura, José Luis Oriol Urigüen, el marqués de Pelayo, José María Pemán, Alfonso Peña, Leonardo de la Peña, el marqués de Quintanar, Gregorio Rocasolano, el marqués de Rozalejo, Carlos Ruiz del Castillo, Alfonso Sala, el marqués de Saltillo, Alfredo Serrano Jover, Enrique Suñer, Romualdo de Toledo, Cirilo Tornos, Honorio Valentín Gamazo, el conde de Vallellano, o José Luis Zamanillo.[14]

Referencias

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  1. Bullón de Mendoza, 2004, p. 470-471.
  2. Pastor, 1975, p. 39; Sanz Hoya, 2006, p. 208.
  3. Bullón de Mendoza, 2004, p. 471.
  4. Bullón de Mendoza, 2004, p. 471-473.
  5. Bullón de Mendoza, 2004, p. 473.
  6. Bullón de Mendoza, 2004, p. 473-474.
  7. Rodríguez Jiménez, 1993, p. 87; Ranzato, 2006, p. 239.
  8. Bullón de Mendoza, 2004, p. 475.
  9. Gil Pecharromán, 1984, pp. 107-108; Gil Pecharromán, 1997, pp. 223-234.
  10. Bullón de Mendoza, 2004, p. 475-477.
  11. Preston, 2003, p. 24.
  12. Preston, 1995, p. 24.
  13. a b Bullón de Mendoza, 2004, p. 478.
  14. Pastor, 1975, p. 39; Redondo, 1993, pp. 292; 414.
  15. Bullón de Mendoza, 2004, p. 479.
  16. González Cuevas y Montero, 2001, p. 51.
  17. Rodríguez Jiménez, 1994, p. 54.
  18. González Calleja, Eduardo (2011). Contrarrevolucionarios: Radicalización violenta de las derechas durante la Segunda República, 1931-1936. Alianza Editorial. p. 24. ISBN 978-84-206-6455-2. 
  19. Bullón de Mendoza, 2004, p. 477.
  20. Orella Martínez, 2012, p. 213.
  21. Sanz Hoya, 2006, p. 208.
  22. Bullón de Mendoza, 2004, p. 480-481.
  23. Bullón de Mendoza, 2004, p. 483.
  24. González Calleja, 2008, p. 113.
  25. Bullón de Mendoza, 2004, p. 485-486.
  26. Gil Pecharromán, 1984, p. 134.
  27. González Cuevas y Montero, 2001, p. 52.
  28. Rodríguez Jiménez, 1993, p. 88.

Bibliografía

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Enlaces externos

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