Castillo de Cuéllar

Bien de Interés Cultural
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 17:51 17 oct 2008 por Canaan (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.

El Castillo de Cuéllar o Castillo de los Duques de Alburquerque es el monumento más emblemático de la villa de Cuéllar, provincia de Segovia (España).

Castillo de Cuéllar
bien de interés cultural

Castillo-Palacio de los Duques de Alburquerque
Localización
País España
Ubicación Cuéllar (Segovia)
Coordenadas 41°24′03″N 4°19′12″O / 41.40083333, -4.32{{#coordinates:}}: no puede tener más de una etiqueta principal por página
Información general
Usos Castillo
Estilo Mudéjar
Gótico
Renacentista
Declaración 3 de junio de 1931
Código RI-51-0000871
Parte de Recinto murado y castillo de Cuéllar
Arrendatario actual Ministerio de Educación
Inicio Siglo XI
Finalización Siglo XVII
Propietario Juan Miguel Osorio y Bertrán de Lis
XIX Duque de Alburquerque
XVI Marqués de Cuéllar
Ocupante Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de España
Altura 20m
Detalles técnicos
Superficie 1.025m²
Diseño y construcción
Arquitecto Hanequin de Bruselas
Hanequin de Cuéllar
Juan Guas
Rodrigo Gil de Hontañón
Juan Gil de Hontañón
Juan de Álava
Juan Gil de Hontañón “el Mozo”
Hernán González de Lara

Fue declarado Bien de Interés Cultural el 3 de junio de 1931.[1]​ Está bien conservado y se compone de una mezcla de distintos estilos arquitectónicos, que abarcan desde el siglo XIII al XVIII, aunque predominan el gótico y el renacentista.

Se trata de una edificación militar, que a partir del siglo XVI se somete a obras de ampliación y transformación, convirtiéndose en un suntuoso palacio, propiedad del Ducado de Alburquerque, donde durante siglos tuvieron su residencia habitual, hasta que se trasladan junto a la Corte a Madrid.

Dentro de sus propietarios destacan don Álvaro de Luna y Beltrán de la Cueva, así como los sucesivos Duques de Alburquerque, y sus huéspedes más ilustres fueron los Reyes de Castilla, como Juan I y su esposa la reina Leonor, que falleció en él, o María de Molina, que se refugió en este castillo cuando su reino la rechazaba. También destacan las figuras del pintor Francisco Javier Parcerisa, el escritor José de Espronceda, el General Hugo o Arthur Wellesley, Duque de Wellington, que estuvo acuartelado en el castillo con una guarnición de su ejército durante la Guerra de la Independencia Española.



Situación

El Castillo de Cuéllar se sitúa en la cumbre de una colina, en lo más alto de la villa, sobre la denominada ciudadela y cerrando el recinto amurallado. Está situado en el nº 4 de la Plaza del Palacio, a cuya extensión lindan las fachadas norte y este del mismo; la fachada sur con la Huerta del Duque, y la oeste con el Camino de Santo Domingo. Tiene una superficie total de 1.025 m2.

Historia

 
Alfonso X el Sabio.

Es difícil atribuir con precisión una fecha concreta al castillo de Cuéllar. El recinto amurallado ya figura en documentos de 1264, siendo Alfonso X el Sabio quien concede al concejo de Cuéllar la posibilidad de invertir la recaudación de ciertas multas en el arreglo de las mismas.[2]​ A pesar de ello, en el paño de muralla sobre el que se asienta el castillo se hallaron, tras una restauración, restos de una muralla del siglo XI.[3]​ También de época anterior, quizá finales del siglo XII o principios del XIII sea la puerta mudéjar que se localiza en la fachada sur del castillo, por lo que las hipótesis más completas sugieren que el castillo debió surgir a la par que el recinto amurallado. La primera noticia en la que se cita el castillo como tal data de 1306, cuando el 2 de octubre de dicho año Fernando IV otorga desde Burgos un documento similar al de su abuelo Alfonso X el Sabio, concediendo el empleo de la recaudación de las multas en “el refazimiento del castillo”.

Nada conocemos acerca de la estructura que mostraba en esta época, y es necesario que pase un siglo para volver a tener constancia del edificio, pues no es hasta 1403 cuando el infante Don Fernando, señor de Cuéllar, otorga una licencia al concejo de Cuéllar para reparar los muros y castillo, cuyos gastos ascendían a 30.000 maravedíes que debían abonar los vecinos de Cuéllar y su Tierra.[4]​ En 1431, Juan II de Castilla concede un privilegio similar al anterior, según el cual las multas debían ser para el “refacimiento de los muros del castillo”. El mismo privilegio hace alusión a otro igual que había concedido su padre, Enrique III de Castilla, y que no ha llegado hasta nosotros.

A partir de entonces comienza un enredoso historial en el señorío de Cuéllar. El 23 de julio de 1433 Juan II hace merced de la villa de Cuéllar a don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, y jura pleito homenaje a sus habitantes el 3 de octubre del mismo año. Al año siguiente permanece con el título de señor de Cuéllar.[5]​ Curiosamente, el 24 de octubre del mismo año de 1433, don Fadrique de Luna, hijo de Martín I de Sicilia entrega el señorío de Cuéllar a su hermana doña Violante, por lo que nos encontramos con dos señores de la villa al mismo tiempo. Esta anomalía sólo puede tener una explicación: Don Fadrique habría caído en desgracia del rey ya en julio de 1433 y le desposeyó de la villa otorgándosela a Álvaro de Luna; renegado, don Fadrique al considerar en peligro su señorío, se lo cede a su hermana Violante, y por ello encontramos señores a ambos en el mismo tiempo.

 
Álvaro de Luna.

Es posible que ya entonces Álvaro de Luna comenzase a plantear la nueva fortaleza de Cuéllar, pero dispuso de escaso tiempo material para llevarlas a cabo: en 1439 era desterrado de la Corte, y el señorío de la villa fue cedido por Juan II de Castilla el 26 de abril del mismo año a su homónimo el rey de Navarra, quien lo posee hasta 1444. Tal vez por ello, por haber comenzado un proyecto en Cuéllar, consiguió nuevamente el señorío de la villa el 23 de julio de 1444, tomando posesión al año siguiente. Será entonces cuando lleve a cabo la mayor parte de su obra en el castillo que habría de defenderle de sus enemigos, pues juntó hasta 300 lanzas en su villa para combatir en las revueltas que precedieron a su ejecución en Valladolid.[6]​ Precisamente uno de aquellos doce juicios que vieron el proceso y le condenaron con la decapitación fue un cuellarano, Juan Velázquez de Cuéllar, que no pudo soportar el remordimiento y se hizo donado en el Monasterio de Santa María de la Armedilla, mandando colocar a su muerte, sobre su sepultura, una cabeza de cera, en recuerdo de aquella que por su firma cortaron al Condestable de Castilla.[7]

Tras la muerte de Álvaro de Luna, el señorío vuelve a Juan II de Castilla, y el mismo año en que murió el Condestable (1453), se la otorgó a la todavía infanta de Castilla, futura Isabel la Católica, quien ya poseía otros lugares que con el tiempo pasaron a formar parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar: el señorío de Montemayor. Fue señora de la villa hasta 1464, cuando entran en la historia local su hermanastro Enrique IV de Castilla y Beltrán de la Cueva.

 
Enrique IV de Castilla.

Enrique IV, quien sentía gran predilección por Cuéllar, donde celebró las primeras Cortes de Castilla de su reinado en 1455, se negó a admitir la voluntad de su padre, y no persistió en manejar la villa personalmente, pese a que el señorío pertenecía a su hermanastra. Así, el 22 de julio de 1462, ordena a Alfonso Pérez de Segovia que le dieran 20.000 maravedíes cada año por la tenencia del castillo, y partidas similares se expidieron en 1463 y 1464.[8]​ Juan II había legado en su testamento la villa a Isabel, y Enrique IV, para hacerse con ella, tuvo que pagar a su hermanastra 200.000 "doblas de la Banda para su dote e casamiento". Gran interés debía tener el rey para pagar tan alta cantidad. Una vez en su posesión, es entonces cuando en 1464 hace merced de la villa a su valido Beltrán de la Cueva, en compensación a la renuncia que hizo éste sobre el Maestrazgo de Santiago, y con la condición de que se ausentara de la Corte:

Don Enrique, por la gracia de Dios, rey de Castilla, etc. Por algunas causas e razones que a ello me mueven complideras a mi servicio e al pro e bien comun de mis regnos e al pacifico estado e tranquilidad dellos, e por quitar e oviar los escandalos que al presente estan aparejados para se servir, por esta mi carta... vos fago merced, gracia e donación pura, perfecta e non revocable, que es dicha entre vivos, de la dicha villa de Cuéllar e su tierra con su castillo e fortaleza...
Antonio Rodríguez Villa, Bosquejo biográfico de Beltrán de la Cueva, pág. 469.

A pesar de pertenecer por herencia a la infanta Isabel, Beltrán de la Cueva toma posesión del señorío en diciembre de 1464, y las Cortes de Salamanca del año siguiente confirman la merced hecha por el rey. Quizá por este motivo, las obras que efectúa en el castillo se basan en fortificar la edificación existente, así en caso de ataque por parte de la infanta Isabel, podrá defenderse. Además, firma acuerdos de socorro con diferentes miembros de la alta nobleza, con tal de asegurar su posesión.

Cuando en 1474 sube al trono Isabel, Beltrán de la Cueva la entrega un memorial con ciertas peticiones. En la primera de ellas pide a su alteza “le confirme las mercedes del señor rey don Enrique de las villas de Cuéllar y de Roa”. La reina, en unión con su marido accede a todas las peticiones de Beltrán de la Cueva en 1475, y además el rey don Fernando logró que su padre, Juan II de Aragón cediera a don Beltrán todos los derechos que pudiera tener sobre la villa en 1476.

A partir de ahora y hasta 1811 por la Abolición de los señoríos, la villa permanecerá en manos de la Casa Ducal, y las obras iniciadas por Beltrán de la Cueva serán continuadas por el segundo, tercer y cuarto duque, convirtiendo la fortaleza militar en un palacio renacentista, donde tendrán su residencia hasta el siglo XVII, en que se trasladan junto a la Corte a Madrid, pasando a ser su residencia de verano.

Entrado el siglo XX, en 1938 el director general de Prisiones en el Gobierno de Burgos pidió al XVIII Duque de Alburquerque instalar una institución penitenciaria en el castillo, destinada a presos políticos. El Duque cedió entonces al Estado Español el usufructo vitalicio del castillo y la huerta contigua, reservándose el título de propiedad para la Casa Ducal, y poniendo como único requisito que se respetase la estructura y su entorno, señalando que las obras que llegaran a realizarse se ajustaran al carácter arquitectónico del edificio, aspecto que no cumplió la administración, alterando en gran medida la estructura original sin ningún tipo de contemplación. Posteriormente se incorporó un sanatorio destinado a presos tuberculosos para retomar más tarde el penal común, que existió hasta 1966. Aprovechando las estancias penitenciarias, en 1968 fue escenario del rodaje de “América Rugiente” (1970), un largometraje español de género policiaco dirigido por Alfio Caltabiano y protagonizado por Wayde Preston, Tano Cimarosa y Eduardo Fajardo, entre otros.[9]

El edificio fue víctima del pillaje y vandalismo hasta que el Ministerio de Educación interviene en 1972, procediendo a la afectación del usufructo del castillo ante el progresivo deterioro que estaba sufriendo el edificio tras el cese de la prisión. Ese mismo año la Dirección General de Bellas Artes lleva a cabo la primera restauración, eliminando los restos de la prisión y consolidando la estructura original, en peligro de hundimiento. Un año más tarde se paraliza la restauración, considerándose que se trata de un capricho y no de la conservación del edificio. Entonces se intenta buscar una función práctica para su uso, y tras barajar diferentes propuestas entre las que se encontraba su transformación en castillo-museo, un estudio y museo de Miguel Ortiz Berrocal e incluso incorporarlo como Parador de Turismo, se decanta finalmente por instalar un centro de Formación Profesional para Cuéllar y su comarca, de mayor necesidad que las otras propuestas.
Tras una minuciosa restauración, el centro abre sus puertas en el curso 1975-1976, con las especialidades de Electrónica, Electricidad y Administrativo. Tras diversas restauraciones posteriores por parte del Ayuntamiento de Cuéllar, centradas principalmente en la década de 1990, se completa la formación al implantarse en 1996 la Educación Secundaria Obligatoria, convirtiéndose a partir de entonces en el Instituto de Educación Secundaria “Duque de Alburquerque”.

Por último, en 1997 entra en escena el Plan de Dinamización Turística de Cuéllar, y en dos años se musealiza parte del edificio como reclamo turístico a través de unas visitas teatralizadas. Como consta en la escritura de cesión, el Duque se reservaba también una sala que albergase su archivo familiar, y en ese mismo año de 1997, su hijo y actual Duque, Ioannes Osorio cumple el deseo de su padre poniendo en marcha la Fundación de la Casa Ducal de Alburquerque, reconocida legalmente en 1999, situando su sede en la Torre del Homenaje del castillo, y tras diversos acuerdos institucionales se agregan a sus fondos documentales, el Archivo Histórico Municipal de Cuéllar y el Archivo de la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar, convirtiendo así la fundación en uno de los mejores archivos de carácter privado.

     
El Castillo a principios del siglo XX. La primera imagen correspondo a un azulejo del pintor segoviano Daniel Zuloaga.

Descripción

El edificio actual debe su imagen a un laborioso proyecto de recuperación y restauración en varias fases, iniciado en 1970 y finalizado en los años 1990. El castillo presenta una planta trapezoidal y consta de dos recintos: el primero compuesto por el foso y la barbacana o falsabraga, que bordea las fachadas norte y este, alternando muro y torreones de mampostería para unirse a un lado y a otro con la muralla de la ciudadela. El segundo recinto, de mayor envergadura y solidez, lo forman tres crujías anguladas de vastos torreones, de los que destaca por sus dimensiones la torre del homenaje.

Zona militar[10]

  • Foso, falsabraga y liza.

Bordeando el edificio se excavó un foso que precedía la falsabraga. Se trata del primer obstáculo defensivo con el que se encontraba el enemigo frente al castillo. Tiene como peculiaridad que nunca tuvo agua, pues es un foso seco que protegía la falsabraga, construida por Beltrán de la Cueva en 1465. Consta de una pequeña cortina de mampostería completada por cinco torres de flanqueo, compuestas por tres cámaras de tiro con sus troneras. A lo largo del muro se abrieron posteriormente otras troneras. Entre la fachada oriental y la falsabraga, encontramos la liza, un corredor de unos tres metros y medio de anchura. Se trata de un pasillo-trampa dotado de dos puertas en recodo para desenfilar la entrada al interior, es de inspiración musulmana.

  • Antepuerta.

Contigua a la falsabraga se localiza la antepuerta, estructura independiente a la primera y que cierra el patillo de entrada. Al disponer de un puente levadizo y rastrillo, se abrió un postigo para uso peatonal en una de las hojas de la puerta, cuidando mejor la seguridad del recinto. La torre que flanquea la puerta, se sitúa a la izquierda, y está provista de troneras de palo y de un acceso elevado donde se ubican las cámaras de tiro bajo una bóveda de cañón.

  • Patillo de entrada.

Se trata de un pequeño antepatio al que desemboca la liza. Al frente se halla la puerta de acceso al patio de armas. Sobre un arco conopial aparecen tres escudos rematados por un alfiz, pertenecientes a Beltrán de la Cueva, Enrique IV de Castilla y Mencía de Mendoza y Luna, primera esposa de don Beltrán. Sobre el conjunto heráldico se levanta una ladronera con canecillos y dos matacanes; en ella se abre una ventana de enrejado decorativo que sustituye a una saetera múltiple. En el arranque de la fachada norte aparece el muro de mampostería, quizá reutilizado por Álvaro de Luna, que en su exterior se encuentra forrado de sillería para embellecer el conjunto.

  • Torreón de Santo Domingo.

Denominado así por lindar con dicho camino, constaba de dos cuerpos y un terrado (terraza a cielo abierto sin almenar), hoy desaparecido. En el cuerpo inferior se abren varias aspilleras, mientras que en el superior aparecen dos troneras y otras dos aspilleras. El interior alberga una bóveda de ocho nervios radiales, quizá obra de Álvaro de Luna. Se desconoce su utilización original, y se baraja la posibilidad de que sirviera como calabozo o capilla. En el siglo XVI se utilizó con fines palaciegos, dotándola de una chimenea renacentista de la que se conservan las ménsulas sobre las que apoyaba la campana.

  • Torre-Puerta.

Situada en el ángulo sureste del castillo, representa el arte mudéjar del mismo. En su origen debió ser una de las puertas de la muralla, y al edificarse el castillo sobre ésta, se conservó adaptándola al recinto. Está flanqueada por dos torres unidas mediante un arco, y su cuerpo superior fue construido por Álvaro de Luna, que completó el conjunto con un cubo esquinero de sillería. Alberga seis cámaras que en su origen estaban destinadas a uso militar, y que a partir del siglo XVI se incorporaron a la zona palaciega.

  • Cámaras.

El espacio consta de seis cámaras. En la primera se localizan restos de tapial de la muralla del siglo XI, los restos más antiguos de la edificación. Bajando por una escalera de piezas altas que desvelan su función militar, se accede a la tercera cámara, que pudo acoger el aparejo del rastrillo de la puerta sur, donde se aprecian restos de un aljibe mudéjar del siglo XIII que recogía las aguas pluviales. Conserva una ventana aspillerada de mediados del siglo XV con poyos o bancos de piedra, dado a su uso doméstico. Bajo ésta, se sitúa la cuarta cámara, en la que aparecen varias troneras y aspilleras, y una abertura que comunica con el vestíbulo. La quinta cámara, estancia gótica y abovedada fue utilizada en su origen como sala de guardias, como lo muestran sus troneras, reutilizadas en el siglo XVI como ventanales de la capilla, contigua a los aposentos ducales. Bajo esta sala se encuentra la sexta y última cámara, quizá usada como mazmorra, que conserva una bóveda de cuarto de esfera que carece de clave, abriéndose una ventana cenital que comunica con la sala superior.

  • Galería mudéjar.

Data del siglo XIII y comunica con la última cámara. Se trata de una escalera de acceso a una de las torres de la muralla urbana, en la que Álvaro de Luna edificó después la “Torre-Puerta”. Es posible que al adosar el castillo a la muralla, la escalera quedase embebida en el mismo, siendo reutilizada y formando parte de su estructura.

  • Torre del Homenaje.

Se trata de la torre más alta y sólida del conjunto. De forma cilíndrica, tiene 2,80m de anchura y una altura aproximada de 20m, aunque en origen tenía mayor altura. Construida en sillar por Álvaro de Luna, conserva en la bóveda de la segunda sala su escudo de armas, formando la clave. Posee una escalera de caracol por la que se accede a la segunda cámara y al terrado.
La primera sala conforma una bóveda de cuatro nervios que terminan en ménsulas de hojas de palma, y hasta antes de su restauración se conservaba el pozo que surtía de agua a los soldados. En ella se abren tres troneras cuyas cámaras de tiro han sido reutilizadas como ventanales. La clave está picada y contenía las armas de Álvaro de Luna. La segunda sala o Aula Maior contiene una bóveda de seis nervios, y posiblemente sería la sala de capitanes. En ella se abre una cámara de tiro que comunica al exterior con una ventana gótica de rica decoración sobre la que se alza otro escudo, también picado y presumiblemente, de Álvaro de Luna. El terrado presenta unas ménsulas de doble y triple bocel. Fue techada en el siglo XVII y posteriormente perdió parte de su altura.

  • Escaraguaitas y adarve.

Su fachada oeste se completa con cinco escaraguaitas, pequeñas torres macizas sujetadas sobre una repisa de lampetas, accesibles mediante una escalera a cielo abierto, construidas por Hanequin de Bruselas en 1435 durante las obras de Álvaro de Luna. El addarve, que compone el camino de ronda, está provisto de almenas, troneras y matacanes.

       
Torre del Homenaje, puerta mudéjar, foso con falsabraga y fachada del patillo de entrada.


Zona palaciega[11]

  • Patio de Armas.

Se accede a él a través del arco conopial del patillo de entrada. Remodelado por Beltrán II de la Cueva y Toledo, II Duque, se extiende al frente una suntuosa galería renacentista, que fue escenario de espectáculos y fiestas, e incluso utilizado como plaza de toros. En torno a él se levantaron tres crujías con diferentes funciones, y se proyectó una, la norte, pero no llegó a edificarse; en el ala sur se instaló la zona noble, en la oeste la doméstica y en el ala este, la armería grande. Existía otra armería, cuya situación se desconoce. El suelo empedrado que conserva data de la última restauración, eliminando el asfaltado de cemento que se proyectó durante la época penitenciaria.

  • Escalera Real.

Situada en el ángulo suroeste del castillo, es el único acceso desde el patio a los pisos superiores. Es una escalera monumental, decorativa, de cómodos peldaños diseñada para el tránsito habitual. El tramo superior junto con sus artesonados originales, ya se había sustituido en 1900, y sus peldaños son ligeramente más altos que los del primer tramo. La balaustrada, de construcción extremeña, consta de cuatro bloques en los que base, balaustre y pasamanos están tallados en una sola pieza.

  • Galería Sur.

Edificada en pleno Renacimiento, su construcción se inicia en 1559 tras derribar un pórtico gótico. Componen la galería dieciocho arcos de bocelón repartidos en dos pisos; en un tercer nivel se sitúan dieciocho arcos menores adintelados, decorados siguiendo los cánones del arte griego, queriendo imitar un friso dórico. El primer y segundo nivel están rematados alternativamente por la heráldica ducal, repitiéndose los blasones de los Cueva y los Girón.

Partiendo de los sótanos, el edificio se compone de cuatro pisos. En ellos se situaban las caballerizas, por las que se accedía a las cocheras a través de unas rampas empedradas, hoy desaparecidas. La techumbre la conforma una bóveda de cañón dividida en tres espacios por muros de sillería.

La planta baja albergaba las cocheras y el guardarnés. Se accedía a ellas por una puerta situada a la izquierda de la escalera principal. En ellas se guardaban literas, andas, coches e incluso un carro triunfal destinado a grandes celebraciones. Las techumbres de todo el ala están decoradas con artesonados de estuco tallados y decorados a candelieri, y en ocasiones aparece el emblema franciscano, Orden a la que la Casa Ducal estuvo especialmente vinculada. Todas las estancias palaciegas estaban decoradas con un zócalo de cerámica de Talavera, especialmente diseñado para el castillo, del que no quedan restos.

En el primer piso estaban las cámaras de los duques, de sus hijos e invitados, y una reservada para Enrique IV, que vivió gran parte de su reinado en el Alcázar de Segovia y frecuentaba Cuéllar en busca de caza y la compañía de Beltrán de la Cueva. En esta sala se ubicaba también un suntuoso comedor de gala, con un balcón en la fachada sur, que guardaba un tesoro de plata labrada de incalculable valor. La condesa d´Aulnoy tras su visita a España en 1679 escribió impresionada sobre su visita a Cuéllar, afirmando que “el duque de Alburquerque empleó mes y medio para pesar e inventariar su vajilla de oro y plata, compuesta, entre otras muchas cosas, por 1.400 docenas de platos, 50 docenas de fuentes y 700 bandejas”.[12]​ En el comedor se abre una puerta que comunica con un gran salón de recepciones que estaba presidido por una chimenea, con amplio ventanal que conserva la reja original, una de las pocas actualmente. De la chimenea, que aún permanecía en el siglo XIX tan sólo se conserva el hueco que ocupaba.

El segundo piso albergaba una sala de recreo y dos pequeños salones a ambos lados comunicados entre ellos, donde actualmente se ubica la secretaría y sala de profesores del instituto. Se conserva el artesonado de iguales características en todo el edificio, y se ha perdido el suelo original de ladrillo, así como el zócalo de cerámica de Talavera que entre otros motivos lucía el escudo de los Cueva. La fachada sur se decora con un esgrafiado de anillos, tan popular en Segovia, rematando las uniones entre ellos con trozos de escoria.

  • Crujía Oriental.

En el ala este se levanta este edificio, la construcción más tardía del conjunto, edificada en el siglo XVII, sustituyendo a otra anterior, quizá donde se ubicaba la armería pequeña. En ella se instalaron la armería y la Sala de las Moras.
El primer piso estaba ocupado por la armería grande, considerada la más rica y variada del país.[13]​ Debido a que la mayor parte de los Duques de Alburquerque ejercieron la carrera militar, se guardaba en el castillo una selecta y valiosísima armería, compuesta no sólo por armas propias de la Casa Ducal, sino también de trofeos adquiridos en los campos de batalla.[14]
En 1637 Felipe IV solicita al octavo Duque que le envíe “todas las pistolas, carabinas, arneses, corazas y otras armas de á caballo” que tuviese, para equipar el ejército real.[15]
Albergaba también diversas banderas de tafetán, de naos, de gente de armas; veletas de tafetán, guiones de damasco carmesí, arneses variados, rodelas, lanzas, picas, hastas, espadas, alfanges, ballestas y otras armas.[16]​ En el siglo XVIII contaba alrededor de 300 armaduras y “buena porción de modelitos de cañones de bronce de varias suertes, muchas especies de lanzas, picas, espadas, mosquetes; diferentes estandartes, banderas y otros aprestos militares“. También recogía ciertas curiosidades: unos huesos que halló un servidor del duque de Alburquerque en el Marquesado del Valle, al parecer, de desmesuradas proporciones, y atribuidos a una bestia desconocida por los anatomistas de la época (s. XVII).[17]​. Si sus proporciones eran tan importantes no es descabellado pensar que se tratase de restos óseos de dinosaurio, pues han sido frecuentes este tipo de hallazgos en la zona[18]

De riqueza incalculable y expoliada durante los últimos siglos, todo cuanto quedaba de ella fue enviado en 1808 a Valladolid cuando ésta y Segovia se alzaron en armas contra los franceses. Tomó parte por tanto en la victoria de los españoles en la Guerra de la Independencia, siendo necesarios siete carros para su traslado.[19]

Completaba el edificio la Sala de las Moras, que ocupaba el segundo piso, estaba distribuida en unos amplios salones. Al construirlos, el antiguo adarve, ya sin uso, se incorporó a la construcción para dar mayor amplitud, abriendo tres preciosos balcones al exterior que fueron eliminados en los años 1970 para devolver al castillo su apariencia medieval. Su nombre procede de la decoración morisca con la que estaba revestida, entre la que se localizan diversas alfombras, cuadros de firma, tapices, armas y valiosos muebles.[20]

  • Frente septentrional.

La crujía norte no llegó a edificarse, a pesar de que en 1685 fue diseñada por Juan de Carassa, cuyos planos se conservan en el Archivo Histórico Municipal. Las líneas de mechinales que se observan desde el patio de armas tienen que ver con la antigua construcción edificada por Álvaro de Luna y derribada por Beltrán de la Cueva para ampliar el patio de armas.

  • Crujías Occidentales.

Esta galería carece de la rica decoración renacentista que la principal. Destaca en ella un corredor losado, construido entre 1558 y 1559. Es posible que a la muerte del III Duque se paralizase un proyecto que tenía como fin el emporticado del patio de armas, ya que la galería se quedó sin terminar. La balaustrada es una réplica de la original, instalada en los años 1990. El paño de fachada que da luz a la Escalera Real fue construido por el IV Duque, y en ella campean los escudos de sus dos esposas, con armas de Leiva y Fernández de Córdoba. En este ala estaba instalado el sector servicios del castillo, donde se localizaban las estancias domésticas. Los sótanos ubicados en la parte más baja están divididos en cuatro bóvedas de cañón, y una quinta proyectada, que no llegó a terminarse. Constan de cuatro cámaras; en la primera debían estar instalada una cocina, pues se localiza una chimenea de doble tiro, así como varias piletas de piedra y tres hornacinas que fueron usadas como alacenas. La segunda, tercera y cuarta estaban destinadas a almacén de víveres. La planta baja, actualmente cerrada en mampostería guarda tras ella unas bóvedas góticas que al parecer albergaron despensas, calabozos o depósitos de armas. En la primera plata se ubicaban las crujías domésticas, que albergaban las cocinas, algunos talleres y la enfermería, mientras que la segunda planta estaba destinada a las cámaras de los criados, que conservan todas ellas su artesonado original.

       
Patio de armas y cocinas hacia 1900; patio de armas en la actualidad, con la galería renacentista al frente; y crujías occidentales.

Bosque y huerta

Al pie del castillo y perteneciente al mismo, se extiende la Huerta del Duque, un parque de 8 hectáreas en el que se ubicaban los huertos, bosque de caza y otras estancias ganaderas de las que se abastecía la Corte Ducal. Estaba rodeada y unida al castillo a través de un tapial de mampostería que aún hoy conserva, rematada a medio camino por un molino de viento que fue adquirido por los Duques en 1496 para destinarlo como aposento del guarda del bosque, constituyendo el documento de compra en la actualidad la noticia más antigua de un molino de viento en Castilla y León.[21]
Componían el espacio dos huertas diferenciadas, una grande y otra pequeña, en la que se ubicaba un gran majuelo cercado y una construcción que aparece en los documentos como La Casita, que ha desaparecido. El bosque, que servía de coto de caza menor a los Duques, estaba compuesto de olmos mayores y menores, 80 árboles frutales y otras especies vegetales. Además en él se incluía una noria y las casas de los hortelanos del Duque. También se localizan en el parque varias fuentes, así como dos albercas y un gran estanque donde patinaban las Duquesas y acompañantes cuando el frío del invierno helaba el agua.[22]​ Durante el periodo de Beltrán II de la Cueva y Toledo, III duque, la huerta grande es replantada de jardines de corte renacentista, proporcionando mayor belleza al conjunto, y que fueron deteriorándose a partir del siglo XVII, cuando los Duques se instalan con la Corte en Madrid.
El parque fue cedido en 2007 por el actual Duque al Ayuntamiento de Cuéllar,[23]​ y en la actualidad conforma el espacio un jardín botánico con diferentes especies de todo el mundo, en el que se han creado diversas zonas de recreo para los habitantes de la villa. También acoge diversas actividades durante el verano, así como anualmente la Feria Medieval Mudéjar de Cuéllar, celebrada el tercer fin de semana de agosto.[24]

Evolución arquitectónica

 
Fases de construcción señaladas por periodos:
     Muralla (siglos XII y XIII)      Álvaro de Luna      Primer duque      Segundo duque      Tercer duque      Posterior

Álvaro de Luna

Partiendo desde el señorío de Álvaro de Luna, pues se desconoce la estructura anterior a su llegada y la descripción que pudiera hacerse estaría basada en suposiciones, éste aprovecha la muralla para comenzar la actual fortificación, reutilizando dos paños de la misma, y manteniendo la puerta mudéjar que se localiza en la fechada sur. Comienza las obras posiblemente en 1433, cuando es por primera vez señor de la villa, y las retoma con mayor fuerza durante su segundo señorío, de 1444 a 1453, erigiendo la Torre del Homenaje y las fachadas norte y este, obra de Juan Guas.

Beltrán de la Cueva

Beltrán de la Cueva entra en el señorío de Cuéllar el 24 de diciembre de 1464, y al año siguiente, comienza a remodelar el edificio, antigua fortaleza de Álvaro de Luna, para convertirlo en un castillo-palacio, donde fijaría su residencia y corte. Principalmente se dedicó a fortificar la obra existente, debido a las continuas reclamaciones del señorío de Cuéllar por parte de Isabel la Católica, y buscó aliados entre la nobleza para defenderse de un posible ataque, entre ellos Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla.

En 1465, mientras Hanequin de Bruselas y su hijo Hanequin de Cuéllar comienzan las obras, Beltrán de la Cueva consigue una autorización del Obispo de Segovia para derribar los restos de la iglesia de San Nicolás, que se situaban frente a la fachada principal, y así expandir la fortaleza.

Francisco Fernández de la Cueva

El 1 de noviembre de 1492 fallece en el castillo Beltrán de la Cueva, y le sucede en sus Estados su hijo Francisco Fernández de la Cueva, que edifica el Torreón de Santo Domingo y continua con la ampliación iniciada por su padre, abarcando en primer lugar el nuevo patio de armas, obra de Juan de Álava. Para su ampliación, derribó una edificación situada al lado de la crujía norte, obra de Álvaro de Luna. Llevan a cabo el resto de las obras los hermanos Juan y Rodrigo Gil de Hontañón, colaborando también Juan Gil de Hontañón, el Mozo en temas de arquitectura y Juan Majano, vecino de Peñafiel, en la carpintería. A ellos se debe la primitiva galería gótica que después sería sustituida por la renacentista que conserva en la actualidad.

Beltrán II de la Cueva y Toledo

El tercer duque comienza a transformar la fortaleza militar en un palacio de estilo, adecuando la estructura a los nuevos tiempos y modo de vida. Elimina el adarve de la fachada sur, que había perdido su razón de ser, y lo sustituye por una galería similar a la existente en el último piso del patio de armas, proporcionando unas extensas panorámicas al mar de pinares. Las obras las lleva a cabo Hernán González de Lara (autor de la arquería del Alcázar de Toledo) durante 1552-1557. Por último, retira la primitiva galería del patio de armas y nuevamente recurre a Rodrigo Gil de Hontañón, en 1559, para erigir la última y actual, de estilo renacentista. Hontañón ya había estado trabajando un año antes construyendo el corredor losado de la crujía occidental.

Obras posteriores

Los sucesivos Duques continúan haciendo obras y mejoras, acondicionando el palacio de forma servicial. El cuarto duque manda erigir la monumental escalera real, que fue acabada en 1569. Ya en el siglo XVII, el noveno Duque manda realizar en 1685 un proyecto para la crujía norte, imitando el modelo de la este, pero no se llevó a cabo el proyecto. Tal vez tuvo que ver en ello Francisco V Fernández de la Cueva y de la Cueva, quien fuera 34º Virrey de la Nueva España, su hijo y sucesor al año siguiente de aquella propuesta. Debido a sus altos cargos en el reino y sus diversas ocupaciones, no tendría tiempo para llevar a cabo nuevos proyectos en el castillo, que ya había pasado a ser únicamente residencia de verano, y lugar de celebraciones familiares.

No se conocen más intervenciones hasta el siglo XX, cuando en 1938 el edificio es cedido al Estado Español para convertirlo en prisión. El entonces duque de Alburquerque apunta como único requisito para la cesión no alterar su estructura, algo que la administración no tiene en cuenta a la hora de acomodar el castillo como prisión. Se derriban techumbres y paredes sin ningún tipo de contemplación; se enfoscan de yeso los frescos murales y se abren nuevas puertas y ventanas en los muros, cegando otras existentes. También se taladraron sus muros, enrejando puertas y ventanas para dar la seguridad necesaria al penal. Se añadieron nuevas edificaciones para ampliar el espacio destinado a celdas, así como una capilla para las monjas que estaban como enfermeras al cuidado de los presos tuberculosos. Sobre el torreón de Santo Domingo se edificó un nuevo nivel, eliminando el terrado a la barbeta original para crear una celda común. También se levantó un nuevo piso en el ala este, se colocaron los actuales canecillos renacentistas en la Torre del Homenaje e incluso se construyó un arco de ladrillo común adosado a la torre-puerta, de estilo mudéjar.

 
El castillo en 1865 visto por el pintor Francisco Javier Parcerisa.

Por si no hubiera sufrido bastante alteración, la directiva del penal pone en marcha una restauración del edificio utilizando como obreros los propios presos, pero en vez de devolverle su apariencia medieval, se desfigura aún más su estructura, pues no siguieron el sentido de su arquitectura ni se guiaron por un proyecto, tan sólo se trataba de lavar la imagen y justificar con ello los grandes destrozos que habían llevado a cabo.

A partir de 1972, cuando empiezan las restauraciones que dieron como fruto la actual imagen del edificio, y hasta la década de 1990, se comienzan a eliminar las nuevas construcciones que habían formado parte del penal: se retira el nuevo piso del ala este y el creado en el torreón de Santo Domingo; la capilla, garitas y otras estancias modernas son eliminadas, dejando espacio a su estructura original.

Propietarios y huéspedes del Castillo

A lo largo de la historia el edificio fue pasando por diferentes propietarios, hasta el siglo XV con la llegada de los Duques de Alburquerque. Ese primer periodo lo completan principalmente los Reyes de Castilla, pues la Villa fue de realengo hasta que entra en la historia local don Beltrán de la Cueva. Además de estos propietarios, otros ilustres huéspedes y visitantes admiraron sus muros en épocas pasadas.

  • Reyes de Castilla como Alfonso X el Sabio, quien tuvo especial predilección por la Villa sin ser señor de ella; Fernando IV y Alfonso XI acompañando a su madre y abuela, así como Pedro I o Enrique II son otros de los célebres huéspedes con los que contó el castillo.[25]
  • Sancho IV y María de Molina aparecen repetidas veces en Cuéllar, como en la cacería en la que participó el rey a principios de marzo de 1294.[26]​ Su célebre esposa, tres veces reina, hizo de Cuéllar su baluarte en momentos difíciles y dramáticos tras la muerte del rey, en los que estaba en juego la Corona de Castilla. En esos momentos Cuéllar estuvo a su lado, y los hombres buenos de la Villa “acompañaron a su Reina y Señora en jornadas dolorosas”.[27]​ Como premio a su fidelidad y lealtad, la reina eligió el castillo de Cuéllar para celebrar las Cortes del Reino en 1297.[28]
  • Juan I y su esposa doña Leonor, pasaron alguna temporada en su castillo de Cuéllar.[29]​ Fue durante una de aquellas estancias en él, cuando el 13 de septiembre de 1382 la muerte sobrevino a la reina santa, de sobreparto y en ausencia del rey, que se encontraba en Madrid, tal y como narra la Crónica: “supo nuevas de cómo la reina Leonor, su mujer era finada, y que muriera en Cuéllar de parto de una hija. El rey tuvo gran enojo de ello, pues era noble señora. El rey mandó traer el cuerpo de la reina doña Leonor a la ciudad de Toledo y fue enterrado en la iglesia de Santa María”.[30]​ La Villa fue por ende espectadora del desfile del cortejo fúnebre portando el cadáver camino de Toledo.
  • Francisco Javier Parcerisa, quien en su empeño de litografiar todos los monumentos de España, se acercó por la Villa.[31]​ A su mano debemos el dibujo que complementa esta información, realizado en 1865, que fue publicado por José María Quadrado. También dibujó la desaparecida iglesia de Santa Marina, así como el arco de San Basilio, ambos fechados el mismo año y publicados por aquel afamado escritor.[32]
  • José de Espronceda, quien vivió en Cuéllar durante el verano de 1833, cumpliendo con el destierro de la corte que le habían establecido por leer unos versos considerados subversivos.[33]​ A pesar de residir en una casa del barrio de Santo Tomé,[34]​ los muros del castillo sirvieron al mayor exponente del Romanticismo español como fuente de inspiración de su única novela: Sancho Saldaña o el Castellano de Cuéllar,[35]​, cuya acción transcurre, en gran parte, en Cuéllar.[36]
  • El castillo sirvió a Arthur Wellesley, Lord Wellington, de cuartel general durante la Guerra de la Independencia en 1812.[37]​ Fue importante el número de soldados que le acompañaron, y su llegada a Cuéllar debió ser estremecedora: el 1 de agosto de 1812 los soldados de caballería e infantería, victoriosos de la Batalla de los Arapiles fueron vistos cruzando el municipio de San Cristóbal de Cuéllar, mientras desfilaban al son de las trompetas en dirección a la Villa, durando la exhibición desde las siete hasta las once de la mañana. El párroco del municipio, testigo y relator, tuvo que dar cobijo a un capitán inglés y a su esposa, y asegura que Wellington pasó de largo, a caballo “correspondiendo sonriente a los saludos de la multitud”.[38]​ Tras ofrecer un almuerzo a los mandos superiores, el ejército se encaminó a Cuéllar, quedando alojados en el castillo al menos seis días.
  • El General Hugo (padre del poeta Victor Hugo) se alojó entre sus muros una noche de mayo de 1813 acompañado de su comboy, donde descansaron. Fueron atendidos por la población con abundante comida, buena cama y forrajes, pero ante el peligro de las guerrillas abandonaron Cuéllar en dirección a Tudela de Duero.[39]

El Castillo en la actualidad

Actualmente es propiedad de Juan Miguel Osorio y Bertrán de Lis, XIX Duque de Alburquerque, aunque su uso está cedido al Ministerio de Educación y Ciencia.[40]​ Alberga un instituto de Educación Secundaria, la sede y archivos de la Fundación de la Casa Ducal de Alburquerque, y la Oficina de Turismo municipal. Además, en varias zonas interiores del edificio se realizan habitualmente representaciones teatrales y visitas guiadas, en la que a través de las estancias y diferentes personajes, como Beltrán de la Cueva, Juan Pacheco, José de Espronceda y algunos sirvientes, se da a conocer la historia vivida entre sus muros.

 
Oficina de Turismo en la Torre del Homenaje.
  • Horarios:

Invierno: del 15 de septiembre al 31 de junio
Mañanas de 10:30 a 14:00h; Tardes de 16:30 a 19:30h (Lunes y miércoles cerrado).

Verano: del 1 de julio al 14 de septiembre
Mañanas de 10:30 a 14:00h; Tardes de 16:30 a 19:30h (Abierto todos los días).

  • Dirección de contacto:

Castillo de Cuéllar: C/ Palacio, s/n.
40200 Cuéllar (Segovia)
Tel. y Fax +34 921142203
Móvil +34 636997368

Enlaces externos

Referencias

  1. Bienes inmuebles protegidos por el Ministerio de Cultura, consultado el 28.09.2008.
  2. UBIETO ARTETA, Antonio: Colección Diplomática de Cuéllar, pp.63-64.
  3. MONDEJAR MANZANARES, Mª Rosario: El Castillo de Cuéllar, pág. 98
  4. VELASCO BAYÓN, Balbino: Historia de Cuéllar, pág. 133.
  5. VELASCO BAYÓN, Balbino: Historia de Cuéllar, pág. 123.
  6. VELASCO BAYÓN, Balbino: Historia de Cuéllar, pág. 125.
  7. LARIOS MARTÍN, Jesús: Nobiliario de Segovia, Tomo V, Segovia, 1959, pág. 301
  8. VELASCO BAYÓN, Balbino: Historia de Cuéllar, pág. 133.
  9. América Rugiente, consultado el 28.09.2008.
  10. MONDÉJAR MANZANARES, Mª Rosario, El Castillo de Cuéllar, Segovia, 2007, pp. 122-152.
  11. MONDÉJAR MANZANARES, Mª Rosario, El Castillo de Cuéllar, Segovia, 2007, pp. 122-152.
  12. MONDÉJAR MANZANARES, Mª Rosario, El Castillo de Cuéllar, Segovia, 2007, pág. 135.
  13. Castillo de Cuéllar, consultado el 28.09.2008.
  14. FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo, Don Francisco Fernández de la Cueva, Duque de Alburquerque, Madrid, 1884, p. 335.
  15. FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo, Don Francisco Fernández de la Cueva, Duque de Alburquerque, Madrid, 1884, p. 336.
  16. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pág. 323.
  17. PONZ, Antonio: Viage de España, Tomo XI, Madrid, 1783, Carta primera, pp. 6. Edición en línea.
  18. Dinosaurios en México, consultado el 01.10.2008.
  19. MONDÉJAR MANZANARES, Mª Rosario, El Castillo de Cuéllar, Segovia, 2007, pág. 183.
  20. MONDÉJAR MANZANARES, Mª Rosario, El Castillo de Cuéllar, Segovia, 2007, pp. 122-152.
  21. ARRANZ, Carlos; CARRICAJO, Carlos y FRAILE, Ángel: Cuéllar: un molino de viento en la época de los Reyes Católicos, Revista de Folklore (Fundación Joaquín Díaz), 1994, Tomo 14b, nº 166, pp. 111-114. Edición en línea, consultado el 02.10.2008.
  22. En los inventarios de la Casa Ducal se hacen referencia a patines de hielo de las Duquesas, e incluso de los Duques, tal y como refleja Mª Rosario Mondéjar Manzanares en su obra.
  23. El Duque de Alburquerque cede la Huerta del Duque a la Villa, consultado el 01.10.2008.
  24. XIII Feria Medieval Mudéjar, consultado el 01.10.2008.
  25. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pp. 96-110.
  26. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pp. 98-99.
  27. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pp. 100-101.
  28. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pp. 101-103.
  29. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pp. 110-112.
  30. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pág. 112.
  31. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pág. 455.
  32. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, Sección Gráfica.
  33. VELASCO BAYÓN, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pág. 525.
  34. Situada frente a la iglesia del mismo nombre, aún se conserva esta casona medieval. Sobre su arco se observa un escudo de San Andrés, y más arriba, una placa que reza: “Al inmortal poeta José de Espronceda y Delgado. El Ayuntamiento de Cuéllar, año 1908”.
  35. La Biblioteca Virtual Cervantes dispone de un ejemplar en línea de Sancho Saldaña o el Castellano de Cuéllar.
  36. MONTERO PADILLA, José, Espronceda en Cuéllar. En Estudios Segovianos, Segovia, 1973, Tomo XXV, nº 74-75, pág. 491.
  37. GÓMEZ SANTOS, Antonio, Cárceles famosas. En Estudios Segovianos, Segovia, 1973, Tomo XXV, nº 74-75, pág. 350.
  38. VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pág. 523.
  39. Sobre este personaje recoge Balbino Velasco Bayón en su Historia de Cuéllar los datos que proporciona el Conde de Toreno en su obra “Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, B.A.E., 1933, pág. 667”. También se hace eco de las “Mémoires du Général Hugo. Préface et notes par Louis Guimbaud, Paris, 1934, pág. 284" (Véase: VELASCO BAYÓN, Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996, pp. 523-524).
  40. El Castillo de Cuéllar, consultado el 28.09.2008.

Bibliografía

  • MONDÉJAR MANZANARES, Mª Rosario, El Castillo de Cuéllar. Apuntes para la interpretación de un castillo, Segovia, 2007. ISBN 13-978-84-612-1200-2
  • VELASCO BAYÓN (O. CARM), Balbino, Historia de Cuéllar, Segovia, 1996. ISBN 84-500-4620-3.
  • MONTERO PADILLA, José: Espronceda en Cuéllar. En Estudios Segovianos, Segovia, 1973, Tomo XXV, nº 74-75, pp. 489-512.
  • GÓMEZ SANTOS, Antonio: Cárceles famosas. En Estudios Segovianos, Segovia, 1973, Tomo XXV, nº 74-75, pp. 343-370.
  • FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: Don Francisco Fernández de la Cueva, Duque de Alburquerque. Informe presentado a la Real Academia de la Historia, Madrid, 1884.
  • PONZ, Antonio: Viage de España... , Tomo XI, Madrid, 1783, Carta primera, pp. 1-25. Edición en línea
  • VELASCO BAYÓN (O. CARM), Balbino, Cuéllar, Guías Everest, León, 1978. ISBN 84-241-4434-1.