Cambio climático

cambio en la distribución estadística de los patrones climáticos durante un período prolongado

Un cambio climático se define[1][2]​ como la variación en el estado del sistema climático terrestre, formado por la atmósfera, la hidrosfera, la criosfera, la litosfera y la biosfera, que perdura durante periodos de tiempo suficientemente largos (décadas o más tiempo)[2]​ hasta alcanzar un nuevo equilibrio. Puede afectar tanto a los valores medios meteorológicos como a su variabilidad y extremos.

Esquema ilustrativo de los principales factores que afectan a un cambio climático.

Los cambios climáticos han existido desde el inicio de la historia de la Tierra, han sido graduales o abruptos y se han debido a causas diversas, como las relacionadas con los cambios en los parámetros orbitales, variaciones de la radiación solar, la deriva continental, periodos de vulcanismo intenso, procesos bióticos o impactos de meteoritos. El cambio climático actual es antropogénico y se relaciona principalmente con la intensificación del efecto invernadero debido a las emisiones industriales procedentes de la quema de combustibles fósiles.[3][4]

Los científicos trabajan activamente para entender el clima pasado y futuro mediante observaciones y modelos teóricos. Para ello recopilan un registro climático del pasado remoto de la Tierra basado en la evidencia geológica a partir de sondeos geotécnicos de perfiles térmicos, testigos de hielo, registros de la flora y fauna como crecimiento de anillos de árboles y de corales, procesos glaciares y periglaciares, análisis isotópico y otros análisis de las capas de sedimento y registros de los niveles del mar del pasado. Cualquier variación a largo plazo observado a partir de estos indicadores (proxies) puede indicar un cambio climático.

El registro instrumental provee datos más recientes. Buenos ejemplos son los registros instrumentales de temperatura atmosférica y las mediciones de la concentración de CO2 atmosférico. No debemos olvidar el enorme flujo de datos climatológicos procedente de los satélites en órbita pertenecientes principalmente de los programas de observación de La Tierra de NASA[5]​ y ESA[6]

Los modelos de circulación general se utilizan a menudo en los enfoques teóricos para intentar reconstruir los climas del pasado,[7]​ realizar proyecciones futuras[8][9]​ y asociar las causas y efectos del cambio climático.[10]

Forzantes internas y externas del sistema climático terrestre[11][12]​.

Los factores externos que pueden influir en el clima son llamados forzamientos climáticos.[1][2]​ Los forzamientos climáticos son factores que inciden en el balance de energía del sistema climático, modificando la cantidad de energía que el sistema recibe del Sol o la cantidad de energía que el sistema pierde por emisión desde la Tierra al espacio exterior. Los climatólogos que estudian el cambio climático actual, suelen denominarlos forzamientos radiativos y consideran básicamente cuatro de ellos: la cantidad de la radiación solar en lo alto de la atmósfera (constante solar), el albedo terrestre, la concentración de gases de efecto invernadero y la concentración de aerosoles tanto de procedencia natural, como son los procedentes de erupciones volcánicas, como los de origen antropogénico que proceden de actividades humanas, entre otros.

Los paleoclimatólogos, sin embargo, consideran como forzamientos climáticos externos un rango mucho más amplio de fenomenología extraterrestre que incluyen las variaciones en los parámetros orbitales de la Tierra o la caída de meteoritos.[13]​ Las variaciones orbitales, por ejemplo, cambian la distribución geográfica y estacional de la radiación solar pero apenas modifican el balance de energía planetario, es decir, no constituyen un forzamiento radiativo relevante. Precisamente, uno de los objetivos de climatólogos y paleoclimatólogos es entender qué mecanismos amplificadores inducen estas variaciones orbitales para explicar los diferentes ciclos glaciales que se han producido en la historia de nuestro planeta.[14]

En cuanto a los procesos internos, desde el punto de vista climatológico se estudia principalmente la variabilidad natural[1][2]​ dentro del mismo sistema climático que no provoca cambios en el balance radiativo de la atmósfera. Esta variabilidad se produce como resultado de la interacción dinámica entre la atmósfera y el océano típicamente en escalas temporales de unos años a unas pocas décadas. Los fenómenos más conocidos de esta variabilidad interna son la circulación termohalina y ENSO (El Niño). Así, por ejemplo, los años El Niño, como 1997, se corresponden con temperaturas globales por encima de la media.

Los paleoclimatólogos añaden a los procesos internos aquellos inherentes a la dinámica planetaria que afectan al clima.[13]​ Estos incluyen la orogénesis (formación de montañas), tectónica de placas, vulcanismo y cambios biológicos a largo plazo, como la evolución de las plantas terrestres. La tectónica de placas junto a la erosión, por ejemplo, puede contribuir, mediante el Ciclo Geoquímico Carbonato-Silicato, al secuestro de CO2, disminuyendo la cantidad de gases de efecto invernadero y disminuyendo por tanto la temperatura global. El vulcanismo masivo y constante devuelve a la atmósfera el dióxido de carbono secuestrado en el manto por los procesos de subducción. Estos procesos actúan en periodos geológicos de entre decenas de miles a varios millones de años.

Terminología editar

La definición más general de cambio climático es un cambio en las propiedades estadísticas (principalmente su promedio y dispersión) del sistema climático considerado durante periodos largos de tiempo, independiente de la causa.[2]​ Por consiguiente, las fluctuaciones durante periodos más cortos que unas cuantas décadas, como por ejemplo El Niño, no representan un cambio climático.

El término a veces se usa para referir específicamente al cambio climático causado por la actividad humana, en lugar de cambios en el clima que pueden haber resultado como parte de los procesos naturales de la Tierra.[15]​ En este sentido, especialmente en el contexto de la política medioambiental, cambio climático se ha convertido en sinónimo de calentamiento global antropogénico. En las publicaciones científicas, calentamiento global se refiere al aumento de las temperaturas superficiales, mientras que cambio climático incluye al calentamiento global y todos los demás efectos que produce el aumento de los niveles de gases de efecto invernadero.[16]​ La Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático define al cambio climático en su artículo 1 párrafo segundo, como un cambio de clima atribuido directa e indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempos comparables.[17]​ A veces se confunden[18]​ los términos cambio climático con cambio global.

Causas editar

 
Temperatura en la superficie terrestre al comienzo de la primavera de 2000.
 
Animación del mapa mundial de la temperatura media mensual del aire de la superficie.

El clima es un promedio del tiempo atmosférico a una escala de tiempo dado que la Organización Meteorológica Mundial ha estandarizado en 30 años.[19]​ Los distintos climas se corresponden principalmente con la latitud geográfica, la altitud, la distancia al mar, la orientación del relieve terrestre con respecto a la insolación (vertientes de solana y umbría) y a la dirección de los vientos (vertientes de Sotavento y barlovento) y, por último, las corrientes marinas. Estos factores y sus variaciones en el tiempo producen cambios en los principales elementos constituyentes del clima: temperatura atmosférica, presión atmosférica, vientos, humedad y precipitaciones.

Un cambio en la emisión de radiación solar, en la composición de la atmósfera, en la disposición de los continentes, en las corrientes marinas o en la órbita de la Tierra puede modificar la distribución de energía y el equilibrio térmico, alterando así profundamente el clima cuando se trata de procesos de larga duración.

En última instancia, para que se produzca un cambio climático global, debe actuar algún forzamiento climático, es decir, cualquier factor que incida en el balance de energía del sistema climático, modificando la cantidad de energía que el sistema recibe del Sol o la cantidad de energía que el sistema pierde por emisión desde la Tierra al espacio exterior. Los forzamientos pueden ser las variaciones en los parámetros orbitales de la Tierra, en el albedo terrestre, en la concentración de gases de efecto invernadero, en la concentración de aerosoles tanto de procedencia natural, como son los procedentes de erupciones volcánicas, como los de origen antropogénico que proceden de actividades humanas, entre otros.

Otros factores, como la distribución de los continentes, pueden terminar afectando a alguno de los forzamientos e inducir un cambio climático global. Por ejemplo, la ocupación del océano ecuatorial por una gran masa de tierra, como ocurrió con el supercontinente Rodinia durante el Neoproterozoico, puede contribuir a una mayor reflexión de radiación solar, aumentando el albedo y produciendo cierto enfriamiento que puede provocar la formación de hielo que, a su vez, vuelve a aumentar el albedo, en un ciclo conocido como realimentación hielo-albedo.[20]​ La fragmentación de Rodinia[21]​ hace unos 700-800 millones de años pudo exponer mayor cantidad de corteza terrestre a la erosión por la lluvia y provocar que el Ciclo Geoquímico Carbonato-Silicato aumentara el secuestro de CO2 atmosférico, contribuyendo a una disminución de la temperatura que terminase induciendo una glaciación global, más conocida como bola de nieve.

El cambio climático actual es, de manera muy probable, totalmente antropogénico y se relaciona principalmente con la intensificación del efecto invernadero debido a las emisiones industriales procedentes de la quema de combustibles fósiles.[3][4]​ Las contribuciones probables de los forzamientos naturales y la variabilidad interna al cambio de la temperatura global desde 1951 son insignificantes.[4]

Influencias externas editar

Variaciones solares editar

 
Variaciones de la luminosidad solar a lo largo del ciclo de las manchas solares.

El Sol es una estrella aproximadamente de 4600 millones de años de edad que emite radiación electromagnética en todo el rango del espectro, desde las ondas de radio hasta los rayos X, aunque el 50% de la energía se emite en el visible e infrarrojo. La emisión se ajusta excelentemente a la de un cuerpo negro a 5770 K, temperatura característica de su superficie visible (la fotosfera). A la distancia de la Tierra (1 UA), la parte alta de la atmósfera recibe una irradiancia de 1361 W/m²[22]​ que, debido a su escasa variación a corto plazo, se conoce históricamente como constante solar.

 
400 años de observaciones de manchas solares.

El Sol presenta ciclos de actividad de once años reflejados en su superficie por el número de manchas.[23]​ Desde 1978 tenemos observaciones directas de la actividad solar[24]​ y desde principios del siglo XVII mediante indicadores indirectos (proxies) del ciclo solar.[25]​ La amplitud de estos ciclos varía en torno a un 0,1%,[22]​ con períodos sin manchas solares, como el mínimo de Maunder (1645 a 1715) que contribuyó a la conocida como Pequeña Edad de Hielo y periodos de mayor actividad, como el Máximo Solar Moderno, centrado a finales de la década de 1950 y cuya amplitud está todavía en discusión.[26]

La temperatura media de la Tierra depende de lo que haya comido ese día.Sin embargo, debido a que ese aporte de energía apenas varía en el tiempo, no se considera que sea una contribución importante para la variabilidad climática a corto plazo en comparación con el efecto de los gases de efecto invernadero.[27]​ Esto sucede porque el Sol es una estrella de tipo G en fase de secuencia principal, resultando muy estable. El flujo de radiación es, además, el motor de los fenómenos atmosféricos ya que aporta la energía necesaria a la atmósfera para que estos se produzcan.[28]​ Las variaciones en la irradiancia solar, por tanto, no han contribuido al cambio climático de las últimas décadas.[29]

Las variaciones de la radiación solar son, sin embargo, más acusadas en el ultravioleta cercano,[30]​ por lo que sería esperable que el ciclo solar afectase a la estratosfera a través de la absorción de la capa de ozono. Dicha influencia en la temperatura y en la concentración de ozono ha sido efectivamente observada en la estratosfera tanto en latitudes medias como tropicales[31]

No es la única conexión establecida entre el Sol y el clima. Una de los resultados más robustos[32][33]​ es la variación de la temperatura de la estratosfera polar cuando los datos se relacionan con la fase de la Oscilación Casi Bienal (QBO), una oscilación del viento en la baja estratosfera con un periodo medio de entre 28 y 29 meses[34]

Otros muchos estudios encuentran cierta influencia en la troposfera, en los océanos y en la superficie continental. Existe, por ejemplo, cierta evidencia de la amplificación, en lo alto del ciclo solar, del máximo de precipitaciones tropicales, con un ensanchamiento de la circulación de Hadley y un fortalecimiento de la circulación de Walker en el Pacífico ecuatorial ligada a los ciclos El Niño-La Niña (ENSO)[33]

Con respecto al calentamiento global del último siglo, estudios estadísticos de detección y atribución encuentran la influencia solar en la primera mitad del siglo XX, pero no en la segunda, perfectamente en consistencia con la constancia de la irradiancia solar después de 1980[29][33]

Una hipótesis popular relaciona las variaciones en el campo magnético solar con cambios en el clima mediante la creación de núcleos de condensación por ionizaciones provocadas por los rayos cósmicos. En los momentos de mayor actividad solar se intensifica el campo magnético, que limita la cantidad de rayos cósmicos que alcanzan la atmósfera y, por tanto, la creación de núcleos de condensación, formándose menos nubes y aumentando la cantidad de luz solar que alcanza la superficie. De esta manera indirecta, la parte alta del ciclo solar provoca un mayor calentamiento de la superficie. Sin embargo, los datos disponibles no respaldan esta conexión[33][35][36][37][38]

A largo plazo el Sol aumenta su luminosidad a razón de un 10 % cada mil millones de años, lo que cambia enormemente el clima a través de los eones (ver La paradoja del Sol débil más abajo)

Variaciones orbitales editar

Si bien la luminosidad solar se mantiene prácticamente constante a lo largo de millones de años, no ocurre lo mismo con la órbita terrestre. Ésta oscila periódicamente, haciendo que la cantidad media de radiación que recibe cada hemisferio fluctúe a lo largo del tiempo, y estas variaciones provocan las pulsaciones glaciares a modo de veranos e inviernos de largo período. Son los llamados períodos glaciares e interglaciares.

Hay tres factores que contribuyen a modificar las características orbitales haciendo que la insolación media en uno y otro hemisferio varíe aunque no lo haga apenas el flujo de radiación global. Se trata de la precesión de los equinoccios, la excentricidad orbital y la oblicuidad de la órbita o inclinación del eje terrestre. Solo la excentricidad puede cambiar ligeramente el flujo de radiación global, en menos del 0,2%[39][40]

El perihelio actual coincide muy aproximadamente con el solsticio de diciembre, pero se trata solamente de una coincidencia temporal. El eje de rotación de la Tierra describe una circunferencia en un periodo de unos 26 000 años. Es el conocido fenómeno de la precesión de los equinoccios.

 
Efectos de la precesión en las estaciones.

La órbita de la Tierra también está sometida a su propio movimiento de precesión del perihelio provocada por la influencia gravitatoria de Júpiter y Saturno principalmente, con un periodo de unos 112 000 años.[41]​ Ambos movimiento, la precesión de los equinoccios y del perihelio (precesión absidal) se combinan para provocar la traslación del perihelio con respecto a las estaciones en dos ciclos, uno dominante de 23 000 y otro menos acusado de 19 000 años.[42]

Esas variaciones orbitales podrían tener su relevancia en tiempos históricos y constituir uno de los disparadores del Óptimo Climático del Holoceno hace unos 6000 años, cuando el verano del hemisferio norte llevaba varios milenios en la parte de la órbita cercana al perihelio.[43][44]​ La mayor cantidad de radiación incidente sobre el norte de África también ayudó al aumento de las lluvias monzónicas y a crear, como consecuencia, un Sahara verde y húmedo hace unos 10 000 años[45]

La situación empezó a cambiar de manera significativa hace unos 5000 años, cuando el inverno empezó a acercarse al perihelio, provocando una tendencia progresiva al enfriamiento que parece haberse encontrado en los indicadores de los últimos dos milenios.[46][47]

 
Variaciones de los ciclos glaciales indicados por sedimentos oceánicos.

La periodicidad del ciclo de la precesión también controló las variaciones climáticas varios millones de años antes de los últimos 3 millones de años aproximadamente. A partir de ese momento empezó a dominar un nuevo ciclo muy estable de 41 000 años que iniciaría las grandes glaciaciones del hemisferio norte aparentemente provocadas por las variaciones de la oblicuidad del eje de rotación entre unos 22 y 24,5°.[48][49]​ El factor clave propuesto que afecta al avance y retirada de los glaciales es la insolación sobre el hemisferio norte integrada a lo largo del verano en lugar del máximo o el promedio de insolación.[50]​ Los modelos numéricos siguen mostrando sin embargo una clara influencia de la precesión, por lo que la explicación del ciclo de 41 000 años en los periodos glaciales de la primera mitad del Pleistoceno parece resistirse a una explicación definitiva.[42]

Misteriosamente, pues todavía no estamos seguros de las causas, esos ciclos glaciales cambiaron a una periodicidad de cien mil años durante el último millón de años aproximadamente.[51]

El misterio procede de que, aunque las variaciones de la excentricidad de la órbita terrestre presentan una periodicidad de 100 mil años (más un segundo ciclo de 405 mil años[52][53]​), la variación de insolación producida de mucho menor magnitud que la provocada por los otros movimientos orbitales de nuestro planeta. Se han propuesto numerosas soluciones, pero actualmente se considera un problema no resuelto.[42][49][54][55][56][57][58][59][60][61][62][63]

Los tres ciclos de insolación provocados por los diferentes movimientos orbitales se conocen como Ciclos de Milankovitch y fueron descubiertos de manera pionera en la década de 1870 por el escocés James Croll.[64][65]​ Previamente, en 1842, Joseph Adhémar ya había conjeturado que la precesión de la órbita terrestre era la causa de las eras glaciales. Los cálculos de Croll fueron perfeccionados independientemente en los años veinte del siglo pasado por el astrónomo serbio Milutin Milanković.[66][67][68]​ Treinta años más tarde, tres investigadores utilizaron registros climáticos de los últimos 450 000 años a partir del análisis de sedimentos marinos para poner a prueba la hipótesis. En 1976 publicaban en la revista Science un artículo[51]​ con la confirmación de la conexión entre el cambio de insolación provocada a 65°N debido a los ciclos orbitales y las eras glaciales del Cuaternario. Dicha conexión ha sido extendida actualmente hasta hace 1400 millones años, durante el Proterozoico.[69]​ Aunque lo cierto es que no existe una teoría consolidada del mecanismo que amplifica el efecto de la insolación para producir los ciclos glaciales.[42][49][70][71]

Las variaciones orbitales han podido estar estrechamente relacionadas con la evolución de los homínidos a través del clima africano[72]

El estudio del papel de estas variaciones orbitales será fundamental para entender el clima futuro.[49]​ La variación de los parámetros orbitales harían esperar el final del interglaciar actual dentro de los próximos 10 milenios si las emisiones de CO2 se mantuviesen en niveles preindustriales (menor de unas 300 ppmv).[73]​ Con el aumento de emisiones industriales, la terminación del interglacial no se producirá muy probablemente al menos dentro de los próximos 50 mil años.[71][74][75][76]

Impactos de meteoritos editar

En raras ocasiones ocurren acontecimientos de tipo catastrófico que cambian la faz de la Tierra para siempre. Se trata de los impactos de meteoritos de gran tamaño. El último de tales acontecimientos globalmente catastrófico y bien documentado, el suceso de Chicxulub (en Yucatán, México) conocido como impacto K/T, se produjo hace 66 millones de años[77]​ y provocó una extinción masiva que acabó con muchas especies además de los dinosaurios.[78][79]​ El causante, un asteroide de unos 10 km de diámetro, creó un cráter de unos 200 km y puso en juego una energía en torno a mil millones de Mt,[80][81]​ equivalente en orden de magnitud a la energía que nuestro planeta recibe del Sol durante todo un año. Es indudable que tales fenómenos pueden provocar un efecto devastador sobre el clima al liberar grandes cantidades de aerosoles (principalmente como óxidos de azufre que producen ácido sulfúrico), polvo, vapor de agua y CO2 a la atmósfera debido a la eyección de materiales, tanto del propio objeto como de la superficie terrestre, y a los incendios provocados por el impacto.[81][82][83]

El modelo climático clásico propuesto después del impacto K/T consiste en la liberación inicial de polvo y dióxido de azufre, creando una reducción de la luz solar de hasta un 20% en la primera década y un enfriamiento global durante otra década más hasta temperaturas que podrían estar por debajo del punto de congelación,[84][85][86]​ un escenario habitualmente denominado invierno nuclear. Posteriormente, dominaría el aumento del efecto invernadero provocado por el CO2 procedente de la roca carbonatada pulverizada en el impacto. La magnitud de estas emisiones se ha estimado en aproximadamente una década de las emisiones industriales actuales,[87]​ induciendo primero un ligero calentamiento global y posteriormente un calentamiento importante a largo plazo (unos cien mil años), del que existe evidencia reciente.[88][89]​ Pero podrían existir otros mecanismos que provocasen el calentamiento[90]​ y la distinción entre los efectos de la caída de bólidos y la actividad volcánica masiva son difíciles de diferenciar sin una datación precisa de los eventos.[91]

Se han intentado conectar al menos dos eventos climáticos significativos con la caída de un asteroide. Uno de ellos podría corresponderse con la extinción masiva del Pérmico-Triásico sucedida hace 252 millones de años.[92]​ Se han propuesto varios cráteres candidatos[93][94][95]​ aunque el cráter Araguainha (Brasil) de 40 km de diámetro parezca, de momento, el mejor aspirante, considerada que su datación, en una edad comprendida entre 250 y 256 millones de años, se solapa con la fecha de la extinción masiva.[96]​ Ese tamaño de cráter no debería provocar efectos convencionales duraderos,[81]​ pero se ha propuesto un mecanismo alternativo consistente en la producción de terremotos de gran magnitud (9-10 en la escala Richter) actuando a escala continental y afectando a yacimientos de arenas bituminosas y rocas ricas en materiales orgánicos, lo que provocaría importantes emisiones de metano y, en consecuencia, un cambio climático abrupto.[97]

El otro de los cambios climáticos asociado a un posible impacto de bólido podría haberse producido mucho más recientemente, poco antes de comenzar el Holoceno. El descubrimiento reciente de un cráter de 31 km de diámetro bajo el hielo de Groenlandia, correspondiente a un bólido de 1,5 km de diámetro, ha reabierto el caso de la hipótesis del impacto en el evento climático conocido como Dryas Reciente,[98]​ un enfriamiento repentino sucedido hace unos 12 800 años, aparentemente respaldada por una acumulación de nuevas evidencias físicas.[99]​ El cráter, sin embargo, no ha sido datado, aunque se estima que se ha producido en los últimos 100 000 años,[98]​ por lo que el debate sigue abierto.

Influencias internas editar

Deriva continental editar

 
Pangea.

Deriva continental y clima son procesos relacionados ya que la posición de los continentes es un factor determinante en la conformación del clima mundial. La Tierra ha sufrido muchos cambios desde su origen hace 4600 millones de años. Hace 225 millones de años todos los continentes estaban unidos, formando lo que se conoce como Pangea y había un océano universal llamado Panthalassa. La tectónica de placas ha separado los continentes y los ha puesto en la situación actual. El Océano Atlántico se ha ido formando desde hace 200 millones de años. La deriva continental es un proceso sumamente lento, por lo que la posición de los continentes fija el comportamiento del clima durante millones de años. Hay dos aspectos a tener en cuenta. Por una parte, las latitudes en las que se concentra la masa continental: si las masas continentales están situadas en latitudes bajas habrá pocos glaciares continentales y, en general, temperaturas medias menos extremas. Así mismo, si los continentes se hallan muy fragmentados habrá menos continentalidad. Estos aspectos pueden contribuir de varias formas contradictorias en la evolución del clima.

Un proceso que demuestra la influencia a largo plazo de la deriva continental sobre el clima es la existencia de yacimientos de carbón en las islas Svaldbard o Spitbergen, en una latitud donde ahora no existen árboles por el clima demasiado frío: la idea que explica estos yacimientos es que el movimiento de la placa donde se encuentran dichas islas se produjo hacia el norte desde una ubicación más meridional con un clima más cálido.

Composición atmosférica editar

 
Emisiones globales de dióxido de carbono discriminadas según su origen

La atmósfera primitiva, cuya composición era parecida a la nebulosa inicial, perdió sus componentes más ligeros, el hidrógeno diatómico (H2) y el helio (He), para ser sustituidos por gases procedentes de las emisiones volcánicas del planeta o sus derivados, especialmente dióxido de carbono (CO2), dando lugar a una atmósfera de segunda generación. En dicha atmósfera son importantes los efectos de los gases de invernadero emitidos de manera natural en volcanes. Por otro lado, la cantidad de óxidos de azufre (SO, SO2 y SO3) y otros aerosoles emitidos por los volcanes contribuyen a lo contrario, a enfriar la Tierra. Del equilibrio entre ambos efectos resulta un balance radiativo determinado.

Con la aparición de la vida en la Tierra se sumó como agente incidente el total de organismos vivos, la biosfera. Inicialmente, los organismos autótrofos por fotosíntesis o quimiosíntesis capturaron gran parte del abundante CO2 de la atmósfera primitiva, a la vez que empezaba a acumularse oxígeno (a partir del proceso abiótico de la fotólisis del agua). La aparición de la fotosíntesis oxigénica, que realizan las cianobacterias y sus descendientes los plastos, dio lugar a una presencia masiva de oxígeno (O2) como la que caracteriza la atmósfera actual, y aún mayor. Esta modificación de la composición de la atmósfera propició la aparición de formas de vida nuevas, aeróbicas que se aprovechaban de la nueva composición del aire. Aumentó así el consumo de oxígeno y disminuyó el consumo neto de CO2 llegándose al equilibrio o clímax, y formándose así la atmósfera de tercera generación actual. Este delicado equilibrio entre lo que se emite y lo que se absorbe se hace evidente en el ciclo del CO2, la presencia del cual fluctúa a lo largo del año según las estaciones de crecimiento de las plantas.

Corrientes oceánicas editar

 
Temperatura del agua en la Corriente del Golfo.

Las corrientes oceánicas, o marinas, son factores reguladores del clima que actúan como moderador, suavizando las temperaturas de regiones como Europa y las costas occidentales de Canadá y Alaska. La climatología ha establecido nítidamente los límites térmicos de los distintos tipos climáticos que se han mantenido a través de todo ese tiempo. No se habla tanto de los límites pluviométricos de dicho clima porque los cultivos mediterráneos tradicionales son ayudados por el regadío y cuando se trata de cultivos de secano, se presentan en parcelas más o menos planas (cultivo en terrazas) con el fin de hacer más efectivas las lluvias propiciando la infiltración en el suelo. Además los cultivos típicos del matorral mediterráneo están adaptados a cambios meteorológicos mucho más intensos que los que se han registrado en los últimos tiempos: si no fuera así, los mapas de los distintos tipos climáticos tendrían que rehacerse: un aumento de unos 2 grados celsius en la cuenca del mediterráneo significaría la posibilidad de aumentar la latitud de muchos cultivos unos 200 km más al norte (como sería el cultivo de la naranja ya citado). Desde luego, esta idea sería inviable desde el punto de vista económico, ya que la producción de naranja es, desde hace bastante tiempo, excedentaria, no por el aumento del cultivo a una mayor latitud (lo que corroboraría en cierto modo la idea del calentamiento global) sino por el desarrollo de dicho cultivo en áreas reclamadas al desierto (Marruecos y otros países) gracias al riego en goteo y otras técnicas de cultivo.

Campo magnético terrestre editar

De la misma manera que el viento solar puede afectar al clima directamente, las variaciones en el campo magnético terrestre pueden afectarlo de manera indirecta ya que, según su estado, detiene o no las partículas emitidas por el Sol. Se ha comprobado que en épocas pasadas hubo inversiones de polaridad y grandes variaciones en su intensidad, llegando a estar casi anulado en algunos momentos. Se sabe también que los polos magnéticos, si bien tienden a encontrarse próximos a los polos geográficos, en algunas ocasiones se han aproximado al Ecuador. Estos sucesos tuvieron que influir en la manera en la que el viento solar llegaba a la atmósfera terrestre.

Actividad humana editar

 
Ejemplo de impacto ambiental: deforestación en Bolivia, 2016
 
Ejemplo de impacto ambiental: deforestación en Indonesia, 2007
El impacto ambiental,[100]​ también conocido como impacto antrópico o impacto antropogénico, es la alteración o modificación que causa una acción humana sobre el medio ambiente.[101][102]​ Debido a que todas las acciones del ser humano repercuten de alguna manera sobre el medio ambiente, un impacto ambiental se diferencia de un simple efecto en el medio ambiente mediante una valoración que permita determinar si la acción efectuada (por ejemplo un proyecto) es capaz de cambiar la calidad ambiental y así justificar la denominación de impacto ambiental.

Retroalimentación editar

 
El hielo marino, que se muestra aquí en Nunavut (norte de Canadá), refleja más luz solar, mientras que el mar abierto absorbe más, acelerando el derretimiento.

La retroalimentación del cambio climático es el proceso de retroalimentación (feedback) por el cual un cambio en el clima puede facilitar o dificultar cambios ulteriores.

El sistema climático incluye una serie de retroalimentaciones que alteran la respuesta del sistema a los cambios en los forzamientos externos.[103]​ Las retroalimentaciones positivas incrementan la respuesta del sistema climático a un forzamiento inicial, mientras que las retroalimentaciones negativas la reducen.[104]​ Los dos fenómenos se pueden dar a la vez y del balance general saldrá algún tipo de cambio más o menos brusco e impredecible a largo plazo, ya que el sistema climático es un sistema caótico y complejo.

Existe una serie de retroalimentaciones en el sistema climático, incluido el vapor de agua, los cambios en el hielo y su efecto albedo (la capa de nieve y hielo afecta la cantidad que la superficie de la Tierra absorbe o refleja la luz solar entrante), las nubes y los cambios en el ciclo del carbono de la Tierra (por ejemplo, la liberación de carbono del suelo).[105][106][107]​ La principal retroalimentación negativa es la energía que la superficie de la Tierra irradia hacia el espacio en forma de radiación infrarroja.[108]​ De acuerdo con la ley de Stefan-Boltzmann, si la temperatura absoluta (medida en kelvin) se duplica,[109]​ la energía radiativa aumenta por un factor de 16 (2 a la cuarta potencia).[110]

Las retroalimentaciones son un factor importante en la determinación de la sensibilidad del sistema climático a un aumento de las concentraciones atmosféricas de GEI. Si lo demás se mantiene, una sensibilidad climática superior significa que se producirá un mayor calentamiento para un mismo incremento en el forzamiento de gas de efecto invernadero.[111]​ La incertidumbre sobre el efecto de las retroalimentaciones es una razón importante del porqué diferentes modelos climáticos proyectan diferentes magnitudes de calentamiento para un determinado escenario de forzamiento. Se necesita más investigación para entender el papel de las retroalimentaciones de las nubes[104]​ y el ciclo del carbono en las proyecciones climáticas.[112]

Las proyecciones del IPCC previamente mencionadas figuran en el rango de «probable» (probabilidad mayor al 66 %, basado en la opinión de expertos)[113]​ para los escenarios de emisiones seleccionados. Sin embargo, las proyecciones del IPCC no reflejan toda la gama de incertidumbre.[114]​ El extremo inferior del rango de «probable» parece estar mejor limitado que su extremo superior.[114]

Incertidumbre de predicción editar

Se debe destacar la existencia de incertidumbre (errores) en la predicción de los modelos. La razón fundamental para la mayoría de estos errores es que muchos procesos importantes a pequeña escala no pueden representarse de manera explícita en los modelos, pero deben incluirse de manera aproximada cuando interactúan a mayor escala. Ello se debe en parte a las limitaciones de la capacidad de procesamiento, pero también es el resultado de limitaciones en cuanto al conocimiento científico o la disponibilidad de observaciones detalladas de algunos procesos físicos.[115][116]​ En particular, existen niveles de incertidumbre considerables, asociados con la representación de las nubes y con las correspondientes respuestas de las nubes al cambio climático.[117]

Edward N. Lorenz, un investigador del clima, ha encontrado una teoría revolucionaria de caos[118]​ que hoy en día se aplica en las áreas de economía, biología y finanzas (y otros sistemas complejos). En el modelo numérico se calcula el estado del futuro con insumos de observaciones meteorológicas (temperatura, precipitación, viento, presión) de hoy y usando el sistema de ecuaciones diferenciales. Según Lorenz, si hay pequeñas tolerancias en la observación meteorológica (datos de insumo), en el proceso del cálculo de predicción crece la tolerancia drásticamente. Se dice que la predictibilidad (duración confiable de predicción) es máximo siete días para discutir cuantitativamente in situ (a escala local). Cuánto más aumenta el largo de las integraciones (7 días, 1 año, 30 años, 100 años) entonces el resultado de la predicción tiene mayor incertidumbre. Sin embargo, la técnica de “ensamble” (cálculo del promedio de varias salidas del modelo con insumos diferentes) disminuye la incertidumbre y según la comunidad científica, a través de esta técnica se puede discutir el estado del promedio mensual cualitativamente. Cuando se discute sobre la cantidad de precipitación, temperatura y otros, hay que tener la idea de la existencia de incertidumbre y la propiedad caótica del clima. Al mismo tiempo, para la toma de decisiones políticas relacionadas con la temática del cambio climático es importante considerar un criterio de multimodelo

Cambios climáticos en el pasado editar

La paleoclimatología estudia las características climáticas de la Tierra a lo largo de su historia y se puede incluir como una parte de la paleogeografía. Estudia las grandes variaciones climáticas, sus causas, y da una descripción lo más precisa posible de las características del clima que nos sirve para un momento determinado de la historia de la Tierra. La variación a escala geológica de los factores que determinan el clima actual, como la energía de la radiación solar, situación astronómica y radiación cósmica, relieve y distribución de continentes y océanos, y la composición y dinámica de la atmósfera, constituyen los factores más utilizados en la deducción y explicación de los paleoclimas.

Los estudios del clima pasado (paleoclima) se realizan estudiando los registros fósiles, las acumulaciones de sedimentos en los lechos marinos, las burbujas de aire capturadas en los glaciares, las marcas erosivas en las rocas y las marcas de crecimiento de los árboles. Con base en todos estos datos se ha podido confeccionar una historia climática reciente relativamente precisa, y una historia climática prehistórica con no tan buena precisión. A medida que se retrocede en el tiempo los datos se reducen y llegado un punto la climatología se sirve solo de modelos de predicción futura y pasada.

Paradoja del Sol débil editar

A partir de los modelos de evolución estelar se puede calcular con relativa precisión la variación del brillo solar a largo plazo, por lo cual se sabe que, en los primeros momentos de la existencia de la Tierra, el Sol emitía el 70 % de la energía actual y la temperatura de equilibrio era de –41 °C. Sin embargo, hay constancia de la existencia de océanos y de vida desde hace 3800 millones de años, por lo que la paradoja del Sol débil solo puede explicarse por una atmósfera con mucha mayor concentración de CO2 que la actual y con un efecto invernadero más grande.

Efecto invernadero en el pasado editar

 
Variaciones en la concentración de dióxido de carbono.

La atmósfera influye fundamentalmente en el clima; si no existiese, la temperatura en la Tierra sería de –20 °C, pero la atmósfera se comporta de manera diferente según la longitud de onda de la radiación. El Sol, por su alta temperatura,emite radiación a un máximo de 0,48 micrómetros (ley de Wien) y la atmósfera deja pasar la radiación. La Tierra tiene una temperatura mucho menor, y reemite la radiación absorbida a una longitud mucho más larga, infrarroja, de unos 10 a 15 micrómetros, a la que la atmósfera ya no es transparente. El CO2, que en marzo de 2017 superó en la atmósfera las 405 ppm, absorbe dicha radiación.[119]​ También lo hace, y en mayor medida, el vapor de agua. El resultado es que la atmósfera se calienta y devuelve a la Tierra parte de esa energía, por lo que la temperatura superficial es de unos 15 °C, y dista mucho del valor de equilibrio sin atmósfera. A este fenómeno se le llama el efecto invernadero.

La concentración en el pasado de CO2 y otros importantes gases invernadero, como el metano, se ha podido medir a partir de las burbujas atrapadas en el hielo y en muestras de sedimentos marinos, observandose que ha fluctuado a lo largo de las eras. Se desconocen las causas exactas por las cuales se producirían estas disminuciones y aumentos, aunque hay varias hipótesis en estudio. El balance es complejo ya que, si bien se conocen los fenómenos que capturan CO2 y los que lo emiten, la interacción entre estos y el balance final es difícilmente calculable.

Se conocen bastantes casos en los que el CO2 ha jugado un papel importante en la historia del clima. Por ejemplo en el proterozoico una bajada importante en los niveles de CO2 atmosférico condujo a los llamados episodios Tierra bola de nieve. Así mismo, aumentos importantes en el CO2 condujeron en el periodo de la extinción masiva del Pérmico-Triásico a un calentamiento excesivo del agua marina, lo que llevó a la emisión del metano atrapado en los depósitos de hidratos de metano que se hallan en los fondos marinos; este fenómeno aceleró el proceso de calentamiento hasta el límite y condujo a la Tierra a la peor extinción en masa que ha padecido.

CO2 como regulador del clima editar

 
Echuca: Temperatura diaria promedio del aire en casilla meteo, de 1881 a 1992; según la NASA.

Durante las últimas décadas las mediciones en las diferentes estaciones meteorológicas indican que el planeta se ha ido calentando. Los últimos 10 años han sido los más calurosos desde que se llevan registros y algunos científicos predicen que en el futuro serán aún más calientes. La gran mayoría de expertos están de acuerdo en que este proceso tiene un origen antropogénico, generalmente conocido como el efecto invernadero. A medida que el planeta se calienta, disminuye globalmente el hielo en las montañas y las regiones polares; por ejemplo lo hace el de la banquisa ártica o el casquete glaciar de Groenlandia. Paradójicamente la extensión del hielo antártico, según predicen los modelos, aumenta ligeramente.

Dado que la nieve tiene un elevado albedo devuelve al espacio la mayor parte de radiación que incide sobre ella. La disminución de dichos casquetes también afectará, pues, al albedo terrestre, lo que hará que la Tierra se caliente aún más. Esto produce lo que se llama «efecto amplificador». De la misma manera, un aumento de la nubosidad debido a una mayor evaporación contribuirá a un aumento del albedo. La fusión de los hielos puede cortar también las corrientes marinas del Atlántico Norte provocando una bajada local de las temperaturas medias en esa región. El problema es de difícil predicción ya que, como se ve, hay retroalimentaciones positivas y negativas.

Aparece la vida en la Tierra editar

Con la aparición de las cianobacterias, en la Tierra se puso en marcha la fotosíntesis oxigénica. Las algas, y luego también las plantas, absorben y fijan CO2, y emiten O2. Su acumulación en la atmósfera favoreció la aparición de los organismos aerobios que lo usan para respirar y devuelven CO2. El O2 en una atmósfera es el resultado de un proceso vivo y no al revés. Se dice frecuentemente que los bosques y selvas son los "pulmones de la Tierra", aunque esto recientemente se ha puesto en duda ya que varios estudios afirman que absorben la misma cantidad de gas que emiten por lo que quizá solo serían meros intercambiadores de esos gases. Sin embargo, estos estudios no tienen en cuenta que la absorción de CO2 no se realiza solamente en el crecimiento y producción de la biomasa vegetal, sino también en la producción de energía que hace posible las funciones vitales de las plantas, energía que pasa a la atmósfera o al océano en forma de calor y que contribuye al proceso del ciclo hidrológico. En cualquier caso, en el proceso de creación de estos grandes ecosistemas forestales ocurre una abundante fijación del carbono que sí contribuye apreciablemente a la reducción de los niveles atmosféricos de CO2.

Máximo Jurásico editar

Actualmente los bosques tropicales ocupan la región ecuatorial del planeta y entre el Ecuador y el Polo hay una diferencia térmica de 50 °C. Hace 65 millones de años la temperatura era muy superior a la actual y la diferencia térmica entre el Ecuador y el Polo era de unos pocos grados. Todo el planeta tenía un clima tropical y apto para quienes formaban la cúspide de los ecosistemas entonces, los dinosaurios. Los geólogos creen que la Tierra experimentó un calentamiento global en esa época, durante el Jurásico inferior con elevaciones medias de temperatura que llegaron a 5 °C. Ciertas investigaciones[120][121]​ indican que esto fue la causa de que se acelerase la erosión de las rocas hasta en un 400 %, un proceso en el que tardaron 150 000 años en volver los valores de dióxido de carbono a niveles normales.

Máximo térmico del Paleoceno-Eoceno editar

 
La gráfica muestra la evolución del clima durante los últimos sesenta y cinco millones de años. El máximo térmico del Paleoceno-Eoceno está resaltado en rojo y probablemente se encuentra subestimado en un factor de entre 2 y 4 a causa de una estimación imprecisa en el muestreo de datos.

El máximo térmico del Paleoceno-Eoceno (MTPE, PETM en inglés), llamado también máximo térmico del Eoceno Inicial, o máximo térmico del Paleoceno Superior,[122]​ fue un brusco cambio climático que marcó el fin del Paleoceno y el inicio del Eoceno, hace 55,8 millones de años. Se trata de uno de los períodos de cambio climático más significativos de la era Cenozoica, que alteró la circulación oceánica y la atmosférica, provocando la extinción de multitud de géneros de foraminíferos bentónicos, y causando grandes cambios en los mamíferos terrestres que marcaron la aparición de los linajes actuales.

En apenas 20 000 años, la temperatura media terrestre aumentó en 6 °C, con un correspondiente aumento del nivel del mar, así como un calentamiento de los océanos.[123]​ A pesar de que el calentamiento pudo desencadenarse por multitud de causas, se cree que las principales fueron la intensa actividad volcánica y la liberación del metano que se encontraba almacenado en los clatratos de los sedimentos oceánicos, que liberó a la atmósfera grandes cantidades de carbono empobrecido en el isótopo carbono-13. Además, las concentraciones atmosféricas de CO2 aumentaron de forma significativa, perturbando su ciclo y causando la elevación de la lisoclina. La disminución del oxígeno disuelto en el agua marina, a la postre, provocó la mayoría de las extinciones marinas.

Glaciaciones del Pleistoceno editar

El hombre moderno apareció, probablemente, hace unos tres millones de años. Desde hace unos dos millones, la Tierra ha sufrido glaciaciones en las que gran parte de Norteamérica, Europa y el norte de Asia quedaron cubiertas bajo gruesas capas de hielo durante muchos años. Luego rápidamente los hielos desaparecieron y dieron lugar a un período interglaciar en el cual vivimos. El proceso se repite cada cien mil años aproximadamente. La última época glaciar acabó hace unos quince mil años y dio lugar a un cambio fundamental en los hábitos del hombre, que desarrolló el conocimiento necesario para domesticar plantas (agricultura) y animales (ganadería) como el perro. La mejora de las condiciones térmicas facilitó el paso del Paleolítico al Neolítico hace unos diez mil años. Para entonces, el hombre ya era capaz de construir pequeñas aldeas dentro de un marco social bastante complejo.

No fue hasta 1941 que el matemático y astrónomo serbio Milutin Milanković propuso la teoría de que las variaciones orbitales de la Tierra causaron las glaciaciones del Pleistoceno.

Calculó la insolación en latitudes altas del hemisferio norte a lo largo de las estaciones. Su tesis afirma que es necesaria la existencia de veranos fríos, en vez de inviernos severos, para iniciarse una edad del hielo. Su teoría no fue admitida en su tiempo, hubo que esperar a principios de los años cincuenta, Cesare Emiliani que trabajaba en un laboratorio de la Universidad de Chicago, presentó la primera historia completa que mostraba el avance y retroceso de los hielos durante las últimas glaciaciones. La obtuvo de un lugar insólito: el fondo del océano, comparando el contenido del isótopo pesado oxígeno–18 (O–18) y de oxígeno–16 (O–16) en las conchas fosilizadas.

Mínimo de Maunder editar

 
El mínimo de Maunder en 400 años de actividad solar medida por el número de manchas solares.

El mínimo de Maunder es el nombre dado al período de 1645 a 1715, cuando las manchas solares prácticamente desaparecieron de la superficie del Sol, tal como observaron los astrónomos de la época. Recibe el nombre del astrónomo solar E.W. Maunder quien descubrió la escasez de manchas solares durante ese período estudiando los archivos de esos años. Durante un período de 30 años dentro del mínimo de Maunder, los astrónomos observaron aproximadamente 50 manchas solares, mientras que lo típico sería observar entre unas 40.000 y 50.000 manchas.

Desde que en 1610 Galileo popularizara el telescopio, el Sol y sus manchas han sido observados con asiduidad. No fue sino hasta 1851 que el astrónomo Heinrich Schwabe observó que la actividad solar variaba según un ciclo de once años, con máximos y mínimos. El astrónomo solar Edward Maunder se percató de que desde 1645 a 1715 el Sol interrumpe el ciclo de once años y aparece una época donde casi no aparecen manchas, denominado «mínimo de Maunder». El Sol y las estrellas suelen pasar un tercio de su vida en estas crisis y durante ellas la energía que emite es menor y se corresponde con períodos fríos en el clima terrestre. Las auroras boreales o las australes causadas por la actividad solar desaparecen o son raras.

Ha habido seis mínimos solares similares al de Maunder desde el mínimo egipcio del 1300 a. C. hasta el último que es el de Maunder. Pero su aparición es muy irregular, con lapsos de solo 180 años, hasta 1100 años, entre mínimos. Por término medio los periodos de escasa actividad solar duran unos 115 años y se repiten aproximadamente cada 600. Actualmente estamos en el Máximo Moderno que empezó en 1780 cuando vuelve a reaparecer el ciclo de 11 años. Un mínimo solar tiene que ocurrir como muy tarde en el 2900 y un nuevo período glaciar, cuyo ciclo es de unos cien mil años, podría aparecer hacia el año 44 000.

El término «mínimo de Maunder» fue introducido por John A. Eddy que publicó en 1976 un artículo de referencia en la revista Science.[124]​ Algunos astrónomos anteriores a Eddy también habían llamado así al período por los astrónomos solares Annie y E. Walter Maunder (1851-1928) que habían estudiado la forma en que las latitudes de las manchas solares cambian con el tiempo.[125]

Cambio climático actual editar

Calentamiento global editar

 
Cambio térmico en los últimos 50 años. Temperaturas promedio del aire en la superficie de 2011 a 2021 en comparación con el promedio de 1956 a 1976.
 
Media global del cambio de temperatura superficial en 1880-2016, respecto a la media de 1951-1980. La línea negra es la media anual global y la roja es el suavizado lowess de cinco años.
 
Posibles escenarios futuros de emisiones globales de gases de efecto invernadero. Si todos los países logran sus promesas actuales establecidas en el acuerdo climático de París, el calentamiento promedio para el 2100 irá mucho más allá del objetivo del Acuerdo de París de mantener el calentamiento «muy por debajo de los 2°C».[126]

En climatología, el calentamiento global o calentamiento mundial es el aumento a largo plazo de la temperatura atmosférica media del sistema climático de la Tierra debido a la intensificación del efecto invernadero. Es un aspecto primordial del cambio climático actual, demostrado por la medición directa de la temperatura, el registro de temperaturas del último milenio y de varios efectos del calentamiento global ya visibles.[127][128]​ En el pasado, ha habido variaciones históricas en el clima de la Tierra con pruebas aportadas por estudios en paleoclimatología, pero las que están ocurriendo actualmente lo están haciendo a un ritmo sin precedentes que no puede ser explicado por causa natural alguna, por lo que, según la evidencia científica del calentamiento global, este drástico cambio solo puede deberse a la desmedida actividad humana de los últimos tiempos, la cual es una de las principales causas del calentamiento global.[129]

Las locuciones calentamiento global y cambio climático a menudo se usan indistintamente, aludiendo al incremento general en las temperaturas de superficie y su aumento proyectado causado predominantemente por las intensas actividades humanas (antrópico). Para algunos expertos, esa definición corresponde únicamente a calentamiento global mientras cambio climático incluye tanto el calentamiento global como sus efectos en el clima, mientras que para otros es indistinto.[130][131]​ Si bien ha habido periodos prehistóricos de calentamiento global, varios de los cambios observados desde mediados del siglo XX no han tenido precedentes desde décadas a milenios.[127][132][133][134][135]

En 2013, el Quinto Informe de Evaluación (AR5) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) concluyó que «es extremadamente probable que la influencia humana ha sido la causa dominante del calentamiento observado desde la mitad del siglo XX».[136]​ La mayor influencia humana ha sido la emisión de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono, metano y óxidos de nitrógeno. Las proyecciones de modelos climáticos resumidos en el AR5 indicaron que durante el presente siglo la temperatura superficial global subirá probablemente 0,3 a 1,7 °C para su escenario de emisiones más bajas usando mitigación estricta y 2,6 a 4,8 °C para las mayores.[137]​ Estas conclusiones han sido respaldadas por las academias nacionales de ciencia de los principales países industrializados[138][139]​ y no son disputadas por ninguna organización científica de prestigio nacional o internacional.[140]

El cambio climático futuro y los impactos asociados serán distintos en una región a otra alrededor del globo.[141][142]​ Los efectos anticipados incluyen un aumento en las temperaturas globales, una subida en el nivel del mar, un cambio en los patrones de las precipitaciones y una expansión de los desiertos subtropicales.[143]​ Se espera que el calentamiento sea mayor en la tierra que en los océanos y que el más acentuado suceda en el Ártico, con el continuo retroceso de los glaciares, el permafrost y la banquisa. Otros efectos probables incluyen fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, tales como olas de calor, sequías, lluvias torrenciales y fuertes nevadas;[144]acidificación del océano y extinción de especies debido a regímenes de temperatura cambiantes. Entre sus impactos humanos significativos se incluye la amenaza a la seguridad alimentaria por la disminución del rendimiento de las cosechas y la pérdida de hábitat por inundación.[145][146]​ Debido a que el sistema climático tiene una gran inercia y los gases de efecto invernadero continuarán en la atmósfera por largo tiempo, muchos de estos efectos persistirán no solo durante décadas o siglos, sino por decenas de miles de años.[147]

Las posibles respuestas al calentamiento global incluyen la mitigación mediante la reducción de las emisiones, la adaptación a sus efectos, la construcción de sistemas resilientes a sus impactos y una posible ingeniería climática futura. La mayoría de los países son parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC),[148]​ cuyo objetivo último es prevenir un cambio climático antrópico peligroso.[149]​ La CMNUCC ha adoptado una serie de políticas destinadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero[150][151][152][153]​ y ayudar en la adaptación al calentamiento global.[150][153][154][155]​ Los miembros de la CMNUCC han acordado que se requieren grandes reducciones en las emisiones[156]​ y que el calentamiento global futuro debe limitarse muy por debajo de 2,0 °C con respecto al nivel preindustrial[157]​ con esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C.[158][159]

La reacción del público al calentamiento global y su preocupación a sus impactos también están aumentando. Un informe global de 2015 por Pew Research Center halló que una media de 54 % lo considera «un problema muy serio». Existen diferencias regionales significativas, con los estadounidenses y chinos, cuyas economías son responsables por las mayores emisiones anuales de CO2, entre los menos preocupados.[160]

Agricultura editar

 
Emisión de gases de efecto invernadero por sector

El cambio climático y la agricultura son dos procesos relacionados entre sí que dañan y destruyen al mundo.[161]

El cambio climático afecta a la agricultura de diferentes maneras; los impactos se relacionan con el incremento de la temperatura promedio, la modificación del patrón de precipitaciones, el aumento de la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos (sequía, inundaciones, tornados, ciclones, olas de calor), el incremento de la concentración de dióxido de carbono, el deshielo y la interacción entre estos elementos, los cuales influyen en la producción de alimentos y amenazan la seguridad alimentaria.[162][163]

A la vez, las actividades agropecuarias han contribuido en el cambio climático a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso.[164]​ El exceso de estos gases en la atmósfera han perturbado la capacidad de la Tierra para regular la temperatura, y son responsables de inducir el calentamiento global y forzar el cambio climático.[162]

El cambio climático ya está afectando la agricultura, y se prevé que los impactos se agraven en los próximos años con diferentes grados de severidad y complejidad, pudiendo ser variables de acuerdo con la región geográfica y las condiciones particulares del contexto climático y socioeconómico de los sistemas de producción alimentaria.[165]

Los periodos de sequía prolongados, las olas de calor, la reducida disponibilidad de agua y el exceso de precipitaciones disminuyen el rendimiento de los cultivos y afectan a la salud y el bienestar del ganado, y con ello la disponibilidad de alimentos.[162]​ El cambio climático es una amenaza para la seguridad alimentaria; en particular, las poblaciones más vulnerables serán las más afectadas.[166][167]

Por otra parte, la buena gestión de los conocimientos generados por la ciencia del cambio climático podría impulsar la aplicación de estrategias de mitigación y adaptación favorables para reducir las emisiones, maximizar la producción y favorecer el desarrollo de sistemas de producción mejor adaptados al cambio climático.

Efectos editar

 
Emisiones globales de CO2 y resultados probabilísticos de temperatura de diferentes políticas
 
Proyecciones del promedio global de la subida del nivel del mar por Parris y otros.[168]​ No se han asignados probabilidades a estas proyecciones,[169]​ por lo tanto ninguna de estas proyecciones debe interpretarse como una «mejor estimación» de la subida futura del nivel del mar. Crédito de la imagen: NOAA.

Los efectos del calentamiento global incluyen efectos ambientales, sociales, económicos y de salud. Algunos ya se observan y otros se esperan a corto, mediano o largo plazo (con diverso grado de certeza); algunos son localizados y otros globales;[170][171]​ algunos son graduales y otros abruptos; algunos son reversibles y otros no; algunos pueden tener consecuencias positivas,[172]​ pero la mayoría son adversos.

Los efectos ambientales incluyen el aumento de la temperatura oceánica, la acidificación del océano, el retroceso de los glaciares, el deshielo ártico, la subida del nivel del mar, una posible parada de la circulación oceánica, extinciones masivas, desertificación, fenómenos meteorológicos extremos, cambios climáticos abruptos y efectos a largo plazo.[173][174]

Los efectos económicos y sociales incluyen cambios en la productividad agrícola,[174]expansión de enfermedades, una posible apertura del paso del Noroeste, inundaciones, impacto sobre pueblos indígenas, migraciones ambientales y guerras climáticas.

Los efectos futuros del cambio climático variarán dependiendo de las políticas de cambio climático[175]​ y el desarrollo social.[176]​ Las dos principales políticas para enfrentar el cambio climático son la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (mitigación) y la adaptación a sus efectos.[177]​ La ingeniería climática es otra opción.[177]​ Las políticas en el corto plazo podrían afectar significativamente los efectos a largo plazo.[175][178]​ Políticas de mitigación estricta podrían limitar el calentamiento global para 2100 en cerca de 2 °C o menos, en relación con niveles preindustriales.[179]​ Sin mitigación, un aumento en la demanda energética y el uso amplio de combustibles fósiles[180]​ podrían llevar a un calentamiento global de alrededor de 4 °C.[181][182]​ Con magnitudes superiores sería más difícil adaptarse[183]​ e incrementaría el riesgo de impactos negativos.[184]

Opinión científica editar

 
Siete artículos sobre el consenso del calentamiento global antropogénico desde 2004-2015 por Naomi Oreskes,[185]Peter Doran,[186]​ William Anderegg,[187]​ Bart Verheggen,[188]​ Neil Stenhouse,[189]​ J. Stuart Carlton[190]​ y John Cook.[191][192]
 
Estudios revisados por pares sobre el consenso del calentamiento global.

La opinión científica sobre el cambio climático es el juicio global entre científicos con respecto a la extensión en la que está ocurriendo el calentamiento global, sus causas y sus consecuencias probables. El consenso científico es que el sistema climático de la Tierra inequívocamente está en calentamiento y que es sumamente probable (es decir, con una probabilidad mayor al 95 %) que este calentamiento sea predominantemente causado por los seres humanos.[193][194][195]​ Es probable que esto surja principalmente del aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera producto de la quema de combustibles fósiles y los cambios en los usos del suelo, parcialmente compensado por el aumento de los aerosoles causado por el hombre; los cambios naturales tuvieron poco efecto.[196]

Esta opinión científica está expresada en informes de síntesis, por cuerpos científicos de prestigio nacionales e internacionales y por encuestas de opinión entre científicos del clima. Científicos, universidades y los laboratorios individuales contribuyen a la opinión científica global a través de sus publicaciones revisadas por pares, y las áreas del acuerdo colectivo y certeza relativa son resumidas en los informes y encuestas. Desde 2004, se han llevado a cabo al menos 9 encuestas a científicos y metaestudios de artículos académicos sobre el calentamiento global. Pese a que hasta el 18 % de los científicos encuestados puede disentir de la opinión consensuada, cuando se restringe a los científicos que publican en el campo del clima, el 97 al 100 % está de acuerdo con el consenso: el actual calentamiento es principalmente antrópico (causado por el ser humano). En 2021 se publicó una nueva investigación realizada a 88 125 estudios científicos revisados ​​por pares relacionados con el clima, de los cuales 99,9% de los artículos coinciden en que el cambio climático es causado principalmente por los seres humanos.[197]

Las academias y sociedades científicas nacionales e internacionales han evaluado la opinión científica actual sobre el calentamiento global. Estas evaluaciones son compatibles globalmente con las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. El Cuarto Informe de Evaluación del IPCC señala que:

  • El calentamiento del sistema climático es inequívoco, como se evidencia en el aumento de las temperaturas medias globales del aire y océano, el derretimiento generalizado de la nieve y el hielo, que tiene como consecuencias el ascenso global medio del nivel del mar.[198]
  • La mayor parte del calentamiento global desde mediados del siglo XX probablemente debido a actividades humanas.[199]
  • Los beneficios y costos del cambio climático para la sociedad variará ampliamente según la ubicación y escala.[200]​ Algunos de los efectos en regiones templadas y polares serán positivos y los demás serán negativos. En general, es más probable que los efectos netos sean fuertemente negativos con un calentamiento mayor o más rápido.
  • La gama de evidencia publicada indica que es probable que los costos netos de los daños del cambio climático sean significativos y aumenten con el tiempo.[201]

En 2018, el IPCC publicó un Informe especial sobre el calentamiento global de 1.5 °C que advirtió que, si la tasa actual de emisiones de gases de efecto invernadero no se mitiga, es probable que el calentamiento global alcance 1.5 °C (2.7 °F) entre 2030 y 2052, arriesgando grandes crisis. El informe dice que prevenir tales crisis requerirá una rápida transformación de la economía global que «no tiene precedentes históricos documentados».[203]​ En 2022, un nuevo informe del IPCC titulado Cambio climático 2022: Impactos, adaptación y vulnerabilidad hace énfasis en "adoptar con urgencia medidas para hacer frente a los crecientes riesgos", sosteniendo que nos enfrentamos a un calentamiento de 1,5 °C en las próximas dos décadas, lo cual generará "impactos graves adicionales, algunos de los cuales serán irreversibles".[204]

Las academias nacionales de ciencia han hecho un llamado a los líderes mundiales a crear políticas que reduzcan las emisiones globales.[205]​ Algunos organismos científicos han recomendado políticas concretas a gobiernos y la ciencia puede cumplir una función en informar una respuesta eficaz al cambio climático. Las decisiones políticas, no obstante, pueden requerir juicios de valor así que no están incluidas en la opinión científica.

Ningún organismo científico nacional o internacional de prestigio mantiene una opinión formal que disienta de cualquiera de estos puntos principales.[206][207]​ El último organismo científico de alcance nacional o internacional en retractar su disenso fue la Asociación Estadounidense de Geólogos Petroleros, la cual en 2007 actualizó su declaración a su actual posición no definida. Algunas otras organizaciones, principalmente aquellas centradas en la geología, también sostienen posturas indefinidas.

Activismo editar

Son numerosas las manifestaciones públicas en todo el mundo respecto al cambio climático y gran parte de los movimientos ecologistas contemplan este problema como el principal y más grave de los problemas ambientales, siendo uno de los puntos principales para la investigación y movilización de los ciudadanos.[208]​  

Desde verano de 2018, el movimiento Fridays for Future, encabezado por la joven Greta Thunberg, quien inició sus protestas manifestándose diariamente frente al parlamento sueco para que se tomaran medidas políticas, se ha ido extendiendo a nivel global.[209]

El movimiento ha promovido huelgas estudiantiles y movilizaciones a nivel internacional entre las que destacan la huelga por el clima, que se celebró el 15 de marzo de 2019 y que fue seguida en 58 ciudades españolas,[210]​ la Segunda huelga global por el clima que se celebró el 24 de mayo de 2019[211]​ y la Semana global por el clima que se celebró entre el 20 y el 27 de septiembre de 2019.[212]

Soluciones para mitigar el cambio climático editar

El cambio climático y la pérdida de la biodiversidad se han posicionado como unos de los temas de mayor importancia para la opinión pública, como lo evidencia la encuesta The World 2030 realizada por la Unesco en 2020, según la cual el 67% de los encuestados en Norteamérica, Europa Occidental, Europa Oriental, América Latina, Asia, Estados Árabes y África subsahariana manifestaron que estos son los mayores desafíos en la actualidad[213]​. Frente a esta preocupación cada vez mayor de la opinión pública mundial, los gobiernos, las empresas y las organizaciones no gubernamentales han avanzado en la implementación de soluciones para mitigar el cambio climático. Una de estas soluciones innovadoras ha sido impulsada por el gobierno de Noruega en el proyecto a gran escala de captura y almacenamiento de carbono (en inglés: Carbon capture and storage o CSS) y consiste en bombear millones de toneladas de CO2 por debajo del mar del norte[214]​. Esta solución se implementará en Noruega a través del proyecto Northern Lights ejecutado por las empresas petroleras Equinor, Total y Shell. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (en inglés: International Energy Agency o IEA), en 2024 Northern Lights será la primera red de infraestructura de transporte y almacenamiento de CO2. Ofrecerá a las empresas de toda Europa la oportunidad de almacenar su CO2 de forma segura y permanente en las profundidades del lecho marino de Noruega. La compañía está construyendo dos transportadores de CO2 dedicados y enviará el CO2 capturado a una terminal terrestre en la costa oeste de Noruega y, desde allí, lo transportará por tubería a un lugar de almacenamiento subterráneo en alta mar en el Mar del Norte. La primera fase del proyecto se completará a mediados de 2024 con una capacidad de hasta 1,5 millones de toneladas de CO2 al año. La ambición es ampliar la capacidad en 3,5 millones de toneladas adicionales hasta un total de 5 millones de toneladas, dependiendo de la demanda del mercado. Ambas fases ofrecerán flexibilidad para recibir CO2 de fuentes europeas[215]

Clima de planetas vecinos editar

Como se ha dicho, el dióxido de carbono cumple un papel regulador fundamental en nuestro planeta. Sin embargo, el CO2 no puede conjugar cualquier desvío e incluso a veces puede fomentar un efecto invernadero desbocado mediante un proceso de retroalimentación.

  • Venus tiene una atmósfera cuya presión es 94 veces la terrestre, y está compuesta en un 97 % de CO2. La inexistencia de agua impidió la extracción del anhídrido carbónico de la atmósfera, este se acumuló y provocó un efecto invernadero intenso que aumentó la temperatura superficial hasta 465 °C, capaz de fundir el plomo. Probablemente la menor distancia al Sol haya sido determinante para sentenciar al planeta a sus condiciones infernales que vive en la actualidad. Hay que recordar que pequeños cambios pueden desencadenar un mecanismo retroalimentador y si este es suficientemente poderoso se puede llegar a descontrolar dominando por encima de todos los demás factores hasta dar unas condiciones extremas como las de Venus, toda una advertencia sobre el posible futuro que podría depararle a la Tierra.
  • Marte tiene una atmósfera con una presión de solo seis hectopascales y aunque está compuesta en un 96 % de CO2, el efecto invernadero es escaso y no puede impedir ni una oscilación diurna del orden de 55 °C en la temperatura, ni las bajas temperaturas superficiales que alcanzan mínimas de –86 °C en latitudes medias. Pero parece ser que en el pasado gozó de mejores condiciones, llegando a correr el agua por su superficie como demuestran la multitud de canales y valles de erosión. Pero ello fue debido a una mayor concentración de dióxido de carbono en su atmósfera. El gas provendría de las emanaciones de los grandes volcanes marcianos que provocarían un proceso de desgasificación semejante al acaecido en nuestro planeta. La diferencia sustancial es que el diámetro de Marte mide la mitad que el terrestre. Esto quiere decir que el calor interno era mucho menor y se enfrió hace ya mucho tiempo. Sin actividad volcánica Marte estaba condenado y el CO2 se fue escapando de la atmósfera con facilidad, dado que además tiene menos gravedad que en la Tierra, lo que facilita el proceso. También es posible que algún proceso de tipo mineral absorbiera el CO2 y al no verse compensado por las emanaciones volcánicas provocara su disminución drástica. Como consecuencia el planeta se enfrió progresivamente hasta congelar el poco CO2 en los actuales casquetes polares)

Materia multidisciplinar editar

Los magnetómetros pueden medir el campo magnético de los planetas.

En el estudio del cambio climático se ha caracterizado por un enfoque predominante de las Ciencias Naturales: Meteorología, Física, Química, Astronomía, Geografía, Geología y Biología. Pero dado que el cambio climático es una redistribución que altera el entorno natural y social su estudio en los últimos años se ha constituido como un campo multidisciplinar. Las consecuencias de comprender o no plenamente las cuestiones relativas al cambio climático tienen profundas influencias sobre la subsistencia de la sociedad humana debiendo abordarse estas desde distintos puntos de vista como el económico, político, histórico, sociológico, antropológico, entre otros. De esta manera, el estudio desde diversas disciplinas propende por generar estrategias plurales para mitigar y adaptarse a este fenómeno ambiental.

Véase también editar

Referencias editar

  1. a b c «Vocabulario climático». AEC|ACOMET. Archivado desde el original el 27 de junio de 2019. Consultado el 27 de diciembre de 2018. 
  2. a b c d e «IPCC: Climate Change 2013: The Physical Science Basis. Anexe III Glossary». https://archive.ipcc.ch/report/ar5/wg1/index_es.shtml. Consultado el 29 de diciembre de 2018. 
  3. a b «Detection and Attribution of Climate Change: from Global to Regional». AR5 Synthesis Report: Climate Change 2014. Consultado el 27 de diciembre de 2018. Resumen divulgativo. 
  4. a b c «Detection and Attribution of Climate Change». Climate Science Special Report Fourth National Climate Assessment (NCA4). Consultado el 27 de diciembre de 2018. 
  5. «Earth Science Missions | NASA Science». Climate Change: Vital Signs of the Planet. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  6. «ESA EO Missions - Earth Online - ESA». earth.esa.int. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  7. Sandy P. Harrison Patrick J. Bartlein I. Colin Prentice. «What have we learnt from palaeoclimate simulations?». Journal of Quaternary Science. doi:10.1002/jqs.2842. Consultado el 17 de junio de 2016. 
  8. «Evaluation of Climate Models». IPCC, 2013: Climate Change 2013: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. Consultado el 27 de diciembre de 2018. 
  9. «Climate Models, Scenarios, and Projections». Climate Science Special Report Fourth National Climate Assessment (NCA4). Consultado el 27 de diciembre de 2018. 
  10. Gareth S. Jones Peter A. Stott Nikolaos Christidis (12 de febrero de 2013). «Attribution of observed historical near‒surface temperature variations to anthropogenic and natural causes using CMIP5 simulations». JGR: Atmospheres. doi:10.1002/jgrd.50239. 
  11. Martín, Rodrigo. «LA PEQUEÑA EDAD DE HIELO EN PATAGONIA AUSTRAL, estudio de la evolución histórica de las comunidades de quironómidos (Diptera, Chironomidae) en la Laguna Azul, Santa Cruz, Argentina». Marco Climático (en inglés). Consultado el 21 de mayo de 2020. 
  12. Martín, Rodrigo Sebastián; Quiñonez, Walter; LoPrete, Daniel Vicente; Rossi, Paula Vanesa (24 de enero de 2023). «Radiación infrarroja y efecto invernadero». Terrae Didatica 19: e023004-e023004. ISSN 1980-4407. doi:10.20396/td.v19i00.8671534. Consultado el 10 de febrero de 2023. 
  13. a b M.,, Cronin, Thomas. Paleoclimates : understanding climate change past and present. ISBN 9780231516365. OCLC 778435829. Consultado el 30 de diciembre de 2018. 
  14. Maslin, Mark (2016-12). «In retrospect: Forty years of linking orbits to ice ages». Nature (en inglés) 540 (7632): 208-210. ISSN 1476-4687. doi:10.1038/540208a. Consultado el 30 de diciembre de 2018. 
  15. «The United Nations Framework Convention on Climate Change». 21 de marzo de 1994. «Climate change means a change of climate which is attributed directly or indirectly to human activity that alters the composition of the global atmosphere and which is in addition to natural climate variability observed over comparable time periods. » 
  16. «What's in a Name? Global Warming vs. Climate Change». NASA. Archivado desde el original el 9 de agosto de 2010. Consultado el 23 de julio de 2011. 
  17. Naciones Unidas. «Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático». Consultado el 10 de marzo de 2016. 
  18. Invitado, Colaborador (11 de diciembre de 2019). «¿Cambio climático o cambio global?». Naukas. Consultado el 12 de diciembre de 2019. 
  19. Organización Meteorológica Mundial, ed. (2017). Directrices de la Organización Meteorológica Mundial sobre el cálculo de las normales climáticas. ISBN 978-92-63-311203-7 |isbn= incorrecto (ayuda). Consultado el 29 de diciembre de 2018. 
  20. Schrag, Daniel P.; Berner, Robert A.; Hoffman, Paul F.; Halverson, Galen P. (2002). «On the initiation of a snowball Earth». Geochemistry, Geophysics, Geosystems (en inglés) 3 (6): 1-21. ISSN 1525-2027. doi:10.1029/2001GC000219. Consultado el 29 de diciembre de 2018. 
  21. «Assembly, configuration, and break-up history of Rodinia: A synthesis». Precambrian Research (en inglés) 160 (1-2): 179-210. 5 de enero de 2008. ISSN 0301-9268. doi:10.1016/j.precamres.2007.04.021. Consultado el 29 de diciembre de 2018. 
  22. a b Kopp, Greg; Lean, Judith L. (2011). «A new, lower value of total solar irradiance: Evidence and climate significance». Geophysical Research Letters (en inglés) 38 (1). ISSN 1944-8007. doi:10.1029/2010GL045777. Archivado desde el original el 23 de mayo de 2021. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  23. Gray, L. J.; Beer, J.; Geller, M.; Haigh, J. D.; Lockwood, M.; Matthes, K.; Cubasch, U.; Fleitmann, D. et al. (2010). «Solar Influences on Climate». Reviews of Geophysics (en inglés) 48 (4). ISSN 1944-9208. doi:10.1029/2009RG000282. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  24. Kopp, Greg (2014). «An assessment of the solar irradiance record for climate studies». Journal of Space Weather and Space Climate (en inglés) 4: A14. ISSN 2115-7251. doi:10.1051/swsc/2014012. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  25. Lean, J.; Wu, C. J.; Krivova, N.; Kopp, G. (1 de noviembre de 2016). «The Impact of the Revised Sunspot Record on Solar Irradiance Reconstructions». Solar Physics (en inglés) 291 (9-10): 2951-2965. ISSN 1573-093X. doi:10.1007/s11207-016-0853-x. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  26. Científicas, SINC Servicio de Información y Noticias (11 de diciembre de 2018). «Primer análisis completo de la actividad solar de los últimos 400 años». www.agenciasinc.es. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  27. «The Impact of Different Absolute Solar Irradiance Values on Current Climate Model Simulations». journals.ametsoc.org. doi:10.1175/jcli-d-13-00136.1. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  28. Lean, Judith (1 de septiembre de 1997). «The sun's variable radiation and its relevance for earth». Annual Review of Astronomy and Astrophysics 35 (1): 33-67. ISSN 0066-4146. doi:10.1146/annurev.astro.35.1.33. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  29. a b USGCRP. «Climate Science Special Report». science2017.globalchange.gov (en inglés). Consultado el 1 de enero de 2019. 
  30. «SUSIM'S 11-year observational record of the solar UV irradiance». Advances in Space Research (en inglés) 31 (9): 2111-2120. 1 de mayo de 2003. ISSN 0273-1177. doi:10.1016/S0273-1177(03)00148-0. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  31. «Copia archivada». journals.ametsoc.org. doi:10.1175/2009jas2866.1. Archivado desde el original el 27 de junio de 2019. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  32. «Associations between the 11-year solar cycle, the QBO and the atmosphere. Part I: the troposphere and stratosphere in the northern hemisphere in winter». Journal of Atmospheric and Terrestrial Physics (en inglés) 50 (3): 197-206. 1 de marzo de 1988. ISSN 0021-9169. doi:10.1016/0021-9169(88)90068-2. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  33. a b c d Gray, L. J.; Beer, J.; Geller, M.; Haigh, J. D.; Lockwood, M.; Matthes, K.; Cubasch, U.; Fleitmann, D. et al. (30 de octubre de 2010). «SOLAR INFLUENCES ON CLIMATE». Reviews of Geophysics 48 (4). ISSN 8755-1209. doi:10.1029/2009rg000282. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  34. «La Oscilación Casi Bienal». www.divulgameteo.es. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  35. Sloan, T.; Wolfendale, A. W. (2013). «Cosmic rays, solar activity and the climate». Environmental Research Letters (en inglés) 8 (4): 045022. ISSN 1748-9326. doi:10.1088/1748-9326/8/4/045022. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  36. Wolfendale, A. W.; Sloan, T.; Erlykin, A. D. (1 de agosto de 2013). «A review of the relevance of the ‘CLOUD’ results and other recent observations to the possible effect of cosmic rays on the terrestrial climate». Meteorology and Atmospheric Physics (en inglés) 121 (3-4): 137-142. ISSN 1436-5065. doi:10.1007/s00703-013-0260-x. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  37. Benestad, Rasmus E. (2013). «Are there persistent physical atmospheric responses to galactic cosmic rays?». Environmental Research Letters (en inglés) 8 (3): 035049. ISSN 1748-9326. doi:10.1088/1748-9326/8/3/035049. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  38. Dunne, Eimear M.; Čalogović, Jaša; Pallé, Enric; Laken, Benjamin A. (2012). «A cosmic ray-climate link and cloud observations». Journal of Space Weather and Space Climate (en inglés) 2: A18. ISSN 2115-7251. doi:10.1051/swsc/2012018. Consultado el 1 de enero de 2019. 
  39. Read "Radiative Forcing of Climate Change: Expanding the Concept and Addressing Uncertainties" at NAP.edu (en inglés). Consultado el 2 de enero de 2019. 
  40. Tamino (Grant Foster). «Wobbles». Archivado desde el original el 1 de mayo de 2008. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  41. Heuvel, Van Den; J, E. P. (1 de noviembre de 1966). «On the Precession as a Cause of Pleistocene Variations of the Atlantic Ocean Water Temperatures». Geophysical Journal International (en inglés) 11 (3): 323-336. ISSN 0956-540X. doi:10.1111/j.1365-246X.1966.tb03086.x. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  42. a b c d Huybers, Peter; Raymo, Maureen E. (2008-01). «Unlocking the mysteries of the ice ages». Nature (en inglés) 451 (7176): 284-285. ISSN 1476-4687. doi:10.1038/nature06589. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  43. Wu, H.; Williams, J.; Viau, A. E.; Thompson, R. S.; Sugita, S.; Shuman, B.; Seppä, H.; Scholze, M. et al. (1 de agosto de 2011). «Pollen-based continental climate reconstructions at 6 and 21 ka: a global synthesis». Climate Dynamics (en inglés) 37 (3-4): 775-802. ISSN 1432-0894. doi:10.1007/s00382-010-0904-1. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  44. NOAA. «Mid-Holocene Warm Period – About 6000 Years Ago». Archivado desde el original el 5 de noviembre de 2018. 
  45. «Green Sahara: African Humid Periods Paced by Earth's Orbital Changes | Learn Science at Scitable». www.nature.com. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  46. Members, Arctic Lakes 2k Project; Vinther, Bo M.; Overpeck, Jonathan T.; Otto-Bliesner, Bette L.; Miller, Gifford H.; Briffa, Keith R.; Bradley, Raymond S.; Ammann, Caspar M. et al. (4 de septiembre de 2009). «Recent Warming Reverses Long-Term Arctic Cooling». Science (en inglés) 325 (5945): 1236-1239. ISSN 1095-9203. PMID 19729653. doi:10.1126/science.1173983. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  47. Brewer, Simon; Shafer, Sarah L.; Bartlein, Patrick J.; Shuman, Bryan N.; Marsicek, Jeremiah (2018-02). «Reconciling divergent trends and millennial variations in Holocene temperatures». Nature (en inglés) 554 (7690): 92-96. ISSN 1476-4687. doi:10.1038/nature25464. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  48. «The role of orbital forcing in the Early Middle Pleistocene Transition». Quaternary International (en inglés) 389: 47-55. 2 de diciembre de 2015. ISSN 1040-6182. doi:10.1016/j.quaint.2015.01.047. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  49. a b c d Maslin, Mark (2016-12). «In retrospect: Forty years of linking orbits to ice ages». Nature (en inglés) 540 (7632): 208-210. ISSN 1476-4687. doi:10.1038/540208a. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  50. Huybers, Peter (28 de julio de 2006). «Early Pleistocene Glacial Cycles and the Integrated Summer Insolation Forcing». Science (en inglés) 313 (5786): 508-511. ISSN 1095-9203. PMID 16794041. doi:10.1126/science.1125249. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  51. a b Shackleton, N. J.; Imbrie, John; Hays, J. D. (10 de diciembre de 1976). «Variations in the Earth's Orbit: Pacemaker of the Ice Ages». Science (en inglés) 194 (4270): 1121-1132. ISSN 1095-9203. PMID 17790893. doi:10.1126/science.194.4270.1121. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  52. «Milankovitch Orbital Data Viewer». biocycle.atmos.colostate.edu. Archivado desde el original el 8 de diciembre de 2018. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  53. «Jupiter and Venus Change Earth's Orbit Every 405 000 Years». Universe Today (en inglés estadounidense). 10 de mayo de 2018. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  54. Paillard, Didier (28 de julio de 2006). «What Drives the Ice Age Cycle?». Science (en inglés) 313 (5786): 455-456. ISSN 1095-9203. PMID 16873636. doi:10.1126/science.1131297. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  55. Lisiecki, Lorraine E. (2010-05). «Links between eccentricity forcing and the 100 000-year glacial cycle». Nature Geoscience (en inglés) 3 (5): 349-352. ISSN 1752-0908. doi:10.1038/ngeo828. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  56. Huybers, Peter (2011-12). «Combined obliquity and precession pacing of late Pleistocene deglaciations». Nature (en inglés) 480 (7376): 229-232. ISSN 1476-4687. doi:10.1038/nature10626. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  57. Blatter, Heinz; Takahashi, Kunio; Okuno, Jun’ichi; Raymo, Maureen E.; Kawamura, Kenji; Saito, Fuyuki; Abe-Ouchi, Ayako (2013-08). «Insolation-driven 100 000-year glacial cycles and hysteresis of ice-sheet volume». Nature (en inglés) 500 (7461): 190-193. ISSN 1476-4687. doi:10.1038/nature12374. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  58. Marshall, Shawn J. (2013-08). «Climate science: Solution proposed for ice-age mystery». Nature (en inglés) 500 (7461): 159-160. ISSN 1476-4687. doi:10.1038/500159a. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  59. Feng, Fabo; Bailer-Jones, C. A. L. (8 de mayo de 2015). «Obliquity and precession as pacemakers of Pleistocene deglaciations». arXiv:1505.02183 [astro-ph, physics:physics]. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  60. «The role of orbital forcing in the Early Middle Pleistocene Transition». Quaternary International (en inglés) 389: 47-55. 2 de diciembre de 2015. ISSN 1040-6182. doi:10.1016/j.quaint.2015.01.047. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  61. Lee, Jung-Eun; Shen, Aaron; Fox‐Kemper, Baylor; Ming, Yi (2017). «Hemispheric sea ice distribution sets the glacial tempo». Geophysical Research Letters (en inglés) 44 (2): 1008-1014. ISSN 1944-8007. doi:10.1002/2016GL071307. Consultado el 4 de enero de 2019. 
  62. Haug, Gerald H.; Haumann, F. Alexander; Kleiven, Helga (Kikki) F.; Bernasconi, Stefano M.; Vance, Derek; Hodell, David A.; Sigman, Daniel M.; Martínez-García, Alfredo et al. (8 de marzo de 2019). «The residence time of Southern Ocean surface waters and the 100 000-year ice age cycle». Science (en inglés) 363 (6431): 1080-1084. ISSN 0036-8075. PMID 30846597. doi:10.1126/science.aat7067. Consultado el 17 de marzo de 2019. 
  63. Brovkin, V.; Calov, R.; Ganopolski, A.; Willeit, M. (1 de abril de 2019). «Mid-Pleistocene transition in glacial cycles explained by declining CO2 and regolith removal». Science Advances (en inglés) 5 (4): eaav7337. ISSN 2375-2548. doi:10.1126/sciadv.aav7337. Consultado el 13 de abril de 2019. 
  64. Fleming, James Rodger (2006). «James Croll in Context: The Encounter between Climate Dynamics and Geology in the Second Half of the Nineteenth Century"». History of Meteorology. Archivado desde el original el 21 de mayo de 2015. Consultado el 6 de febrero de 2019. 
  65. Sugden, David E. (2014/12). «James Croll (1821–1890): ice, ice ages and the Antarctic connection». Antarctic Science (en inglés) 26 (6): 604-613. ISSN 1365-2079. doi:10.1017/S095410201400008X. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  66. «Ice Ages — John Imbrie, Katherine Palmer Imbrie | Harvard University Press». www.hup.harvard.edu (en inglés). Consultado el 6 de enero de 2019. 
  67. «Past Climate Cycles: Ice Age Speculations». history.aip.org. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  68. Krüger, Tobias (17 de junio de 2013). Discovering the Ice Ages: International Reception and Consequences for a Historical Understanding of Climate (en inglés). BRILL. ISBN 9789004241701. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  69. Canfield, Donald E.; Bian, Lizeng; Zhang, Baomin; Connelly, James N.; Bjerrum, Christian J.; Costa, M. Mafalda; Wang, Huajian; Hammarlund, Emma U. et al. (24 de marzo de 2015). «Orbital forcing of climate 1.4 billion years ago». Proceedings of the National Academy of Sciences (en inglés) 112 (12): E1406-E1413. ISSN 1091-6490. PMID 25775605. doi:10.1073/pnas.1502239112. Consultado el 2 de enero de 2019. 
  70. «Ghosts of Climates Past – Part Six – “Hypotheses Abound”». The Science of Doom (en inglés). 11 de noviembre de 2013. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  71. a b «Interglacials of the last 800 000 years». Reviews of Geophysics (en inglés) 54 (1): 162-219. 2016. ISSN 1944-9208. doi:10.1002/2015RG000482. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  72. «Milankovitch Cycles, Paleoclimatic Change, and Hominin Evolution | Learn Science at Scitable». www.nature.com. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  73. Skinner, L. C.; Kleiven, H. F.; Hodell, D. A.; Channell, J. E. T.; Tzedakis, P. C. (2012-02). «Determining the natural length of the current interglacial». Nature Geoscience (en inglés) 5 (2): 138-141. ISSN 1752-0908. doi:10.1038/ngeo1358. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  74. Berger, A.; Loutre, M. F. (1 de julio de 2000). «Future Climatic Changes: Are We Entering an Exceptionally Long Interglacial?». Climatic Change (en inglés) 46 (1-2): 61-90. ISSN 1573-1480. doi:10.1023/A:1005559827189. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  75. Archer, David; Ganopolski, Andrey (2005). «A movable trigger: Fossil fuel CO2 and the onset of the next glaciation». Geochemistry, Geophysics, Geosystems (en inglés) 6 (5). ISSN 1525-2027. doi:10.1029/2004GC000891. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  76. Wang, Zhaomin; Mysak, Lawrence A.; Cochelin, Anne-Sophie B. (1 de diciembre de 2006). «Simulation of long-term future climate changes with the green McGill paleoclimate model: the next glacial inception». Climatic Change (en inglés) 79 (3-4): 381-401. ISSN 1573-1480. doi:10.1007/s10584-006-9099-1. Consultado el 6 de enero de 2019. 
  77. Smit, Jan; Mundil, Roland; Morgan, Leah E.; Mitchell, William S.; Mark, Darren F.; Kuiper, Klaudia F.; Hilgen, Frederik J.; Deino, Alan L. et al. (8 de febrero de 2013). «Time Scales of Critical Events Around the Cretaceous-Paleogene Boundary». Science (en inglés) 339 (6120): 684-687. ISSN 1095-9203. PMID 23393261. doi:10.1126/science.1230492. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  78. Michel, Helen V.; Asaro, Frank; Alvarez, Walter; Alvarez, Luis W. (6 de junio de 1980). «Extraterrestrial Cause for the Cretaceous-Tertiary Extinction». Science (en inglés) 208 (4448): 1095-1108. ISSN 1095-9203. PMID 17783054. doi:10.1126/science.208.4448.1095. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  79. Willumsen, Pi S.; Whalen, Michael T.; Vajda, Vivi; Urrutia-Fucugauchi, Jaime; Sweet, Arthur R.; Speijer, Robert P.; Salge, Tobias; Robin, Eric et al. (5 de marzo de 2010). «The Chicxulub Asteroid Impact and Mass Extinction at the Cretaceous-Paleogene Boundary». Science (en inglés) 327 (5970): 1214-1218. ISSN 1095-9203. PMID 20203042. doi:10.1126/science.1177265. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  80. Melosh, H. J. (2007). Comet/Asteroid Impacts and Human Society (en inglés). Springer, Berlin, Heidelberg. pp. 211-224. ISBN 9783540327097. doi:10.1007/978-3-540-32711-0_12. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  81. a b c Toon, Owen B.; Zahnle, Kevin; Morrison, David; Turco, Richard P.; Covey, Curt (1997). «Environmental perturbations caused by the impacts of asteroids and comets». Reviews of Geophysics (en inglés) 35 (1): 41-78. ISSN 1944-9208. doi:10.1029/96RG03038. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  82. «The Chicxulub impact event and its environmental consequences at the Cretaceous–Tertiary boundary». Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology (en inglés) 255 (1-2): 4-21. 2 de noviembre de 2007. ISSN 0031-0182. doi:10.1016/j.palaeo.2007.02.037. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  83. Bobrowsky, Peter T., ed. (2007). Comet/Asteroid Impacts and Human Society: An Interdisciplinary Approach (en inglés). Springer-Verlag. ISBN 9783540327097. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  84. «Impact winter and the Cretaceous/Tertiary extinctions: Results of a Chicxulub asteroid impact model». Earth and Planetary Science Letters (en inglés) 128 (3-4): 719-725. 1 de diciembre de 1994. ISSN 0012-821X. doi:10.1016/0012-821X(94)90186-4. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  85. «Global climatic effects of atmospheric dust from an asteroid or comet impact on Earth». Global and Planetary Change (en inglés) 9 (3-4): 263-273. 1 de diciembre de 1994. ISSN 0921-8181. doi:10.1016/0921-8181(94)90020-5. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  86. Brugger, Julia; Feulner, Georg; Petri, Stefan (2017). «Baby, it's cold outside: Climate model simulations of the effects of the asteroid impact at the end of the Cretaceous». Geophysical Research Letters (en inglés) 44 (1): 419-427. ISSN 1944-8007. doi:10.1002/2016GL072241. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  87. «Dinosaur-killing asteroid impact may have cooled Earth’s climate more than previously thought». AGU Newsroom (en inglés estadounidense). Consultado el 7 de enero de 2019. 
  88. Kump, L. R.; Upchurch, G. R.; Royer, D. L.; Lomax, B. H.; Beerling, D. J. (11 de junio de 2002). «An atmospheric pCO2 reconstruction across the Cretaceous-Tertiary boundary from leaf megafossils». Proceedings of the National Academy of Sciences (en inglés) 99 (12): 7836-7840. ISSN 1091-6490. PMID 12060729. doi:10.1073/pnas.122573099. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  89. Negra, M. H.; Sepúlveda, J.; Quinton, P. C.; MacLeod, K. G. (24 de mayo de 2018). «Postimpact earliest Paleogene warming shown by fish debris oxygen isotopes (El Kef, Tunisia)». Science (en inglés): eaap8525. ISSN 1095-9203. PMID 29794216. doi:10.1126/science.aap8525. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  90. Lohmann, Kyger C.; Dutton, Andrea; Petersen, Sierra V. (5 de julio de 2016). «End-Cretaceous extinction in Antarctica linked to both Deccan volcanism and meteorite impact via climate change». Nature Communications (en inglés) 7: 12079. ISSN 2041-1723. doi:10.1038/ncomms12079. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  91. «On the causes of mass extinctions». Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology (en inglés) 478: 3-29. 15 de julio de 2017. ISSN 0031-0182. doi:10.1016/j.palaeo.2016.11.005. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  92. Jin, Yu-gan; Jiang, Yao-fa; Zeng, Yong; Liu, Lu-jun; Liu, Xiao-lei; Tang, Yue-gang; Li, Wen-zhong; Mu, Lin et al. (9 de diciembre de 2011). «Calibrating the End-Permian Mass Extinction». Science (en inglés) 334 (6061): 1367-1372. ISSN 1095-9203. PMID 22096103. doi:10.1126/science.1213454. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  93. Frese, Ralph R. B. von; Potts, Laramie V.; Wells, Stuart B.; Leftwich, Timothy E.; Kim, Hyung Rae; Kim, Jeong Woo; Golynsky, Alexander V.; Hernandez, Orlando et al. (2009). «GRACE gravity evidence for an impact basin in Wilkes Land, Antarctica». Geochemistry, Geophysics, Geosystems (en inglés) 10 (2). ISSN 1525-2027. doi:10.1029/2008GC002149. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  94. «Geochronological constraints on the age of a Permo–Triassic impact event: U–Pb and 40Ar/39Ar results for the 40 km Araguainha structure of central Brazil». Geochimica et Cosmochimica Acta (en inglés) 86: 214-227. 1 de junio de 2012. ISSN 0016-7037. doi:10.1016/j.gca.2012.03.005. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  95. Rocca, Maximiliano C. L.; Rampino, Michael R.; Presser, Jaime L. Báez (2017). «Geophysical evidence for a large impact structure on the Falkland (Malvinas) Plateau». Terra Nova (en inglés) 29 (4): 233-237. ISSN 1365-3121. doi:10.1111/ter.12269. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  96. Riccomini, Claudio; Warren, Lucas; Jourdan, Fred; Mendes, Pedro S. T.; Lana, Cris; Schmieder, Martin; Tohver, Eric (1 de julio de 2018). «End-Permian impactogenic earthquake and tsunami deposits in the intracratonic Paraná Basin of Brazil». GSA Bulletin (en inglés) 130 (7-8): 1099-1120. ISSN 0016-7606. doi:10.1130/B31626.1. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  97. «Biggest extinction in history caused by climate-changing meteor». phys.org (en inglés estadounidense). Consultado el 7 de enero de 2019. 
  98. a b VoosenNov. 14, Paul (9 de noviembre de 2018). «Massive crater under Greenland’s ice points to climate-altering impact in the time of humans». Science | AAAS (en inglés). Consultado el 7 de enero de 2019. 
  99. «Research suggests toward end of Ice Age, humans witnessed fires larger than dinosaur killer, thanks to a cosmic impact». phys.org (en inglés estadounidense). Consultado el 7 de enero de 2019. 
  100. «Impacto ambiental». 
  101. «Significado de impacto ambiental». 
  102. Garmendia Salvador, Alfonso; Salvador Alcaide, Adela; Crespo Sánchez, Cristina; Garmendia Salvador, Luis (2005). Evaluación de impacto ambiental. Madrid: PEARSON EDUCACIÓN, S.A. p. 17 |página= y |páginas= redundantes (ayuda). ISBN 84-205-4398-5. 
  103. Lenton, Timothy M.; Rockström, Johan; Gaffney, Owen; Rahmstorf, Stefan; Richardson, Katherine; Steffen, Will; Schellnhuber, Hans Joachim (27 de noviembre de 2019). «Climate tipping points — too risky to bet against». Nature (en inglés) 575 (7784): 592-595. doi:10.1038/d41586-019-03595-0. Consultado el 29 de noviembre de 2019. 
  104. a b Jackson, R. y A. Jenkins (17 de noviembre de 2012). «Vital signs of the planet: global climate change and global warming: uncertainties». Earth Science Communications Team at NASA's Jet Propulsion Laboratory / California Institute of Technology (en inglés). 
  105. Riebeek, H. (16 de junio de 2011). «The Carbon Cycle: Feature Articles: Effects of Changing the Carbon Cycle». Earth Observatory, part of the EOS Project Science Office located at NASA Goddard Space Flight Center (en inglés). 
  106. Kemp, Luke; Xu, Chi; Depledge, Joanna; Ebi, Kristie L.; Gibbins, Goodwin; Kohler, Timothy A.; Rockström, Johan; Scheffer, Marten et al. (23 de agosto de 2022). «Climate Endgame: Exploring catastrophic climate change scenarios». Proceedings of the National Academy of Sciences (en inglés) 119 (34): e2108146119. ISSN 0027-8424. doi:10.1073/pnas.2108146119. Consultado el 20 de agosto de 2022. 
  107. Lenton, Timothy M.; Rockström, Johan; Gaffney, Owen; Rahmstorf, Stefan; Richardson, Katherine; Steffen, Will; Schellnhuber, Hans Joachim (2019-11). «Climate tipping points — too risky to bet against». Nature (en inglés) 575 (7784): 592-595. doi:10.1038/d41586-019-03595-0. Consultado el 20 de agosto de 2022. 
  108. US National Research Council (2003). «Ch. 1 Introduction». Understanding Climate Change Feedbacks (en inglés). Washington, D.C., EE. UU.: National Academies Press. , p.19
  109. Un aumento de la temperatura desde 10 °C a 20 °C no es una duplicación de la temperatura absoluta; un aumento a partir de (273 + 10) K = 283 K a (273 + 20) K = 293 K es un aumento de (293-283)/283 = 3,5 %.
  110. Lindsey, R. (14 de enero de 2009). Earth's Energy Budget (p.4), en: Climate and Earth's Energy Budget: Feature Articles (en inglés). Earth Observatory, part of the EOS Project Science Office, located at NASA Goddard Space Flight Center. 
  111. US National Research Council (2006). «Ch. 1 Introduction to Technical Chapters». Surface Temperature Reconstructions for the Last 2,000 Years (en inglés). Washington, D.C., EE. UU.: National Academies Press. pp. 26-27. 
  112. AMS Council (20 de agosto de 2012). «2012 American Meteorological Society (AMS) Information Statement on Climate Change». AMS (en inglés) (Boston, Massachusetts, EE. UU.). 
  113. «CLIMATE CHANGE 2014: Synthesis Report. Summary for Policymakers» (en inglés). IPCC. Consultado el 1 de noviembre de 2015. «The following terms have been used to indicate the assessed likelihood of an outcome or a result: virtually certain 99–100% probability, very likely 90–100%, likely 66–100%, about as likely as not 33–66%, unlikely 0–33%, very unlikely 0–10%, exceptionally unlikely 0–1%. Additional terms (extremely likely: 95–100%, more likely than not >50–100%, more unlikely than likely 0–<50% and extremely unlikely 0–5%) may also be used when appropriate. » 
  114. a b Meehl, G. A. «Ch 10: Global Climate Projections». Sec 10.5.4.6 Synthesis of Projected Global Temperature at Year 2100] (en inglés). Archivado desde el original el 4 de noviembre de 2018. Consultado el 24 de febrero de 2020. , en IPCC AR4 WG1, 2007
  115. IPCC, 2007a Climate Change 2007: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change.
  116. IPCC, 2007b: Climate Change 2007: Adaptation, and Vulnerability. Contribution of Working Group II to the Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change.
  117. ARAKAWA, A. y W. H. Schubert, 1974: «Interaction of a cumulus cloud ensemble with the large scale environment (part I)», en J. Atmos. Sci., n.º 31, págs. 674-701.(en inglés)
  118. LORENZ, E. (1963): «Deterministic nonperiodic flow», en J. Atmos. Sci., n.º 20, págs. 130-141.
  119. Trends in Atmospheric Carbon Dioxide, Up-to-date weekly average CO2 at Mauna Loa. Earth System Research Laboratory. Consultado el 21 de marzo de 2015
  120. Open University
  121. Open.ac.uk/Earth-Sciences
  122. Katz, M. (1999). «The Source and Fate of Massive Carbon Input During the Late Paleocene Thermal Maximum». Science 286 (Noviembre). pp. 1531-1533. 
  123. Kennett, J. P.; Stott, L. D. (1991). «Abrupt deep-sea warming, palaeoceanographic changes and benthic extinctions at the end of the Palaeocene». Nature 353. pp. 225-229. 
  124. Eddy J.A. (junio de 1976). «The Maunder Minimum». Science 192 (4245): 1189-202. Bibcode:1976Sci...192.1189E. PMID 17771739. doi:10.1126/science.192.4245.1189.  PDF Copy Archivado el 16 de febrero de 2010 en Wayback Machine.
  125. Who named the Maunder Minimum?
  126. Ritchie, Hannah; Roser, Max (11 de mayo de 2020). «CO₂ and Greenhouse Gas Emissions». Our World in Data. Consultado el 10 de agosto de 2021. 
  127. a b IPCC AR5 WG1 Summary for Policymakers, 2013, p. 4
  128. «Myths vs. Facts: Denial of Petitions for Reconsideration of the Endangerment and Cause or Contribute Findings for Greenhouse Gases under Section 202(a) of the Clean Air Act». U.S. Environmental Protection Agency. 25 de agosto de 2016. Consultado el 7 de agosto de 2017. «The U.S. Global Change Research Program, the National Academy of Sciences, and the Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) have each independently concluded that warming of the climate system in recent decades is "unequivocal". This conclusion is not drawn from any one source of data but is based on multiple lines of evidence, including three worldwide temperature datasets showing nearly identical warming trends as well as numerous other independent indicators of global warming (e.g. rising sea levels, shrinking Arctic sea ice). » 
  129. «Cambio climático: ¿Cómo sabemos lo que sabemos». NASA. Consultado el 31 de mayo de 2022. 
  130. Shaftel, 2016: "'Climate change' and 'global warming' are often used interchangeably but have distinct meanings. … Global warming refers to the upward temperature trend across the entire Earth since the early 20th century … Climate change refers to a broad range of global phenomena … [which] include the increased temperature trends described by global warming."
  131. Kruse, Eduardo, ed. (2014). Impacto del cambio climático en el gran La Plata (1. ed edición). EDULP, Ed. de la Univ. de La Plata. ISBN 978-987-1985-42-5. 
  132. IPCC AR5 SYR Glossary, 2014;IPCC SR15 Ch1, 2018, p. 51: "Global warming is defined in this report as an increase in combined surface air and sea surface temperatures averaged over the globe and over a 30-year period. Unless otherwise specified, warming is expressed relative to the period 1850–1900, used as an approximation of pre-industrial temperatures in AR5.".
  133. Shaftel, 2016;Associated Press, 22 September, 2015: "The terms global warming and climate change can be used interchangeably. Climate change is more accurate scientifically to describe the various effects of greenhouse gases on the world because it includes extreme weather, storms and changes in rainfall patterns, ocean acidification and sea level.".
  134. IPCC AR5 WG1 Ch5, 2013
  135. IPCC AR5 SYR Summary for Policymakers, 2014, p. 2
  136. IPCC, Climate Change 2013: The Physical Science Basis - Summary for Policymakers, Observed Changes in the Climate System, p. 15, in IPCC AR5 WG1, 2013.
  137. Stocker et al., Technical Summary (en inglés), en IPCC AR5 WG1, 2013.
  138. «Joint Science Academies' Statement» (PDF) (en inglés). Archivado desde el original el 9 de septiembre de 2013. Consultado el 6 de enero de 2014. 
  139. La declaración conjunta de 2001 fue firmada por las academias nacionales de ciencias de Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, el Caribe, la República Popular de China, Francia, Alemania, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Malasia, Nueva Zelanda, Suecia y el Reino Unido Véase Kirby, Alex (17 de mayo de 2001). «Science academies back Kyoto» (en inglés). BBC News. Consultado el 27 de julio de 2011.  Se unieron a la declaración de 2005 Japón, Rusia y Estados Unidos. Le siguieron México y Sudáfrica en la declaración de 2007. Network of African Science Academies y Polish Academy of Sciences han hecho declaraciones separadas. Las sociedades de científicos especialistas incluyen American Astronomical Society, American Chemical Society, American Geophysical Union, American Institute of Physics, American Meteorological Society, American Physical Society, American Quaternary Association, Australian Meteorological and Oceanographic Society, Canadian Foundation for Climate and Atmospheric Sciences, Canadian Meteorological and Oceanographic Society, European Academy of Sciences and Arts, European Geosciences Union, European Science Foundation, Geological Society of America, Geological Society of Australia, Geological Society of London-Stratigraphy Commission, InterAcademy Council, International Union of Geodesy and Geophysics, International Union for Quaternary Research, National Association of Geoscience Teachers, National Research Council (US), Royal Meteorological Society y World Meteorological Organization.
  140. DiMento, Joseph F. C.; Doughman, Pamela M. (2007). Climate Change: What It Means for Us, Our Children, and Our Grandchildren (en inglés). The MIT Press. p. 68. ISBN 978-0-262-54193-0. 
  141. Parry, M. L., et al., «Technical summary», Box TS.6. The main projected impacts for regions (en inglés) ., en IPCC AR4 WG2, 2007, pp. 59-63
  142. Solomon et al., Technical Summary (en inglés), Section TS.5.3: Regional-Scale Projections, en IPCC AR4 WG1, 2007.
  143. Lu, Jian; Vechhi, Gabriel A.; Reichler, Thomas (2007). «Expansion of the Hadley cell under global warming» (PDF). Geophysical Research Letters (en inglés) 34 (6): L06805. Bibcode:2007GeoRL..3406805L. doi:10.1029/2006GL028443. 
  144. On snowfall:
  145. Battisti, David; Naylor, Rosamund L. (2009). «Historical warnings of future food insecurity with unprecedented seasonal heat». Science (en inglés) 323 (5911): 240-4. PMID 19131626. doi:10.1126/science.1164363. Consultado el 13 de abril de 2012. 
  146. US NRC, 2012, p. 31
  147. Peter, U. et al.. «Clark et al. 2016 Consequences of twenty-first-century policy for multi-millennial climate and sea-level change». Nature Climate Change 6: 360-369. doi:10.1038/NCLIMATE2923. 
  148. United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) (2011). Status of Ratification of the Convention (en inglés). UNFCCC Secretariat: Bonn, Alemania: UNFCCC. . Most countries in the world are Parties to the United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC), which has adopted the 2 °C target. As of 25 November 2011, there are 195 parties (194 states and 1 regional economic integration organization (the European Union)) to the UNFCCC.
  149. «Article 2». The United Nations Framework Convention on Climate Change (en inglés). Archivado desde el original el 30 de abril de 2010. «The ultimate objective of this Convention and any related legal instruments that the Conference of the Parties may adopt is to achieve, in accordance with the relevant provisions of the Convention, stabilization of greenhouse gas concentrations in the atmosphere at a level that would prevent dangerous anthropogenic interference with the climate system. Such a level should be achieved within a time-frame sufficient to allow ecosystems to adapt naturally to climate change, to ensure that food production is not threatened and to enable economic development to proceed in a sustainable manner. Such a level should be achieved within a time-frame sufficient to allow ecosystems to adapt naturally to climate change, to ensure that food production is not threatened and to enable economic development to proceed in a sustainable manner ». , excerpt from the founding international treaty that took force on 21 March 1994.
  150. a b United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) (2005). Sixth compilation and synthesis of initial national communications from Parties not included in Annex I to the Convention. Note by the secretariat. Executive summary (PDF) (en inglés). Ginebra, Suiza: United Nations Office at Geneva. 
  151. Gupta, S. et al. 13.2 Climate change and other related policies Archivado el 9 de marzo de 2013 en Wayback Machine. (en inglés), en IPCC AR4 WG3, 2007.
  152. Ch 4: Climate change and the energy outlook (en inglés). , en IEA, 2009, pp. 173-184 (pp.175-186 del PDF)
  153. a b United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) (2011). Compilation and synthesis of fifth national communications. Executive summary. Note by the secretariat (PDF) (en inglés). Ginebra, Suiza: United Nations Office at Geneva. 
  154. Adger, et al., Chapter 17: Assessment of adaptation practices, options, constraints and capacity, Archivado el 3 de noviembre de 2018 en Wayback Machine. Executive summary Archivado el 10 de marzo de 2013 en Wayback Machine., en IPCC AR4 WG2, 2007.
  155. 6. Generating the funding needed for mitigation and adaptation (PDF), en World Bank (2010). World Development Report 2010: Development and Climate Change (en inglés). Washington, D.C., EE. UU.: The International Bank for Reconstruction and Development / The World Bank. pp. 262-263. Archivado desde el original el 5 de marzo de 2010. 
  156. United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) (2011). Conference of the Parties – Sixteenth Session: Decision 1/CP.16: The Cancun Agreements: Outcome of the work of the Ad Hoc Working Group on Long-term Cooperative Action under the Convention (English): Paragraph 4 (PDF) (en inglés). UNFCCC Secretariat: Bonn, Alemania: UNFCCC. p. 3.  «(…) deep cuts in global greenhouse gas emissions are required according to science, and as documented in the Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change, with a view to reducing global greenhouse gas emissions so as to hold the increase in global average temperature below 2 °C above preindustrial levels»
  157. La Tierra ya ha experimentado casi la mitad del 2,0 °C descrito en el Acuerdo de Cancún. En los últimos 100 años, la temperatura media de la superficie de la Tierra aumentó en aproximadamente 0,8 °C, dos tercios de los cuales ocurrieron tan solo en las últimas tres décadas. Véase America's Climate Choices (en inglés). Washington, D.C.: The National Academies Press. 2011. p. 15. ISBN 978-0-309-14585-5. «The average temperature of the Earth's surface increased by about 1.4 °F (0.8 °C) over the past 100 years, with about 1.0 °F (0.6 °C) of this warming occurring over just the past three decades. » 
  158. Sutter, John D.; Berlinger, Joshua (12 de diciembre de 2015). «Final draft of climate deal formally accepted in Paris». CNN. Cable News Network, Turner Broadcasting System, Inc. Consultado el 12 de diciembre de 2015. 
  159. Vaughan, A. (12 de diciembre de 2015). «Paris climate deal: key points at a glance». The Guardian (London and Manchester, UK). Archivado desde el original el 1 de agosto de 2016. Consultado el 12 de diciembre de 2015. . Archivado.
  160. Stokes, Bruce; Wike, Richard; Carle, Jill (5 de noviembre de 2015). «Global Concern about Climate Change, Broad Support for Limiting Emissions: U.S., China Less Worried; Partisan Divides in Key Countries». Pew Research Center. Consultado el 18 de junio de 2016. 
  161. «Intergovernmental panel on climate change special report on emissions scenarios», consultado el 26 de junio 2007.
  162. a b c IPCC. (2014). Cambio climático 2014: Informe de síntesis. Contribución de los Grupos de trabajo I, II y III al Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático [Equipo principal de redacción, R.K. Pachauri y L.A. Meyer (eds.)]. IPCC, Ginebra, Suiza, 157 págs.
  163. FAO. Cambio climático y seguridad alimentaria. Un documento marco. Resumen.. 
  164. Costantini, A.O., et al. (2018). Emisiones de gases de efecto invernadero en la producción ganadera. CIENCIA E INVESTIGACIÓN-TOMO 68 Nº 5
  165. Porter, J.R., et al., Executive summary, in: Chapter 7: Food security and food production systems (archived 5 November 2014), in IPCC AR5 WG2 A, 2014, pp. 488–489
  166. Paragraph 4, in: SUMMARY AND RECOMMENDATIONS, in:HLPE, 2012, p. 12
  167. Wallace-Wells, David (2017). «The Uninhabitable Earth». New York Magazine. 
  168. 4. Global Mean Sea Level Rise Scenarios, en: Main Report (en inglés), en Parris y others, 2012, p. 12
  169. Executive Summary (en inglés), en Parris y others, 2012, p. 1
  170. Smith, J. B. «Ch. 19. Vulnerability to Climate Change and Reasons for Concern: A Synthesis». Sec 19.6. Extreme and Irreversible Effects (en inglés). , en IPCC TAR WG2, 2001
  171. Smith, J. B.; Schneider, S. H.; Oppenheimer, M.; Yohe, G. W.; Hare, W.; Mastrandrea, M. D.; Patwardhan, A.; Burton, I.; Corfee-Morlot, J.; C. H. D., Magadza; H.-M., Füssel; A. B., Pittock; A., Rahman; A., Suarez; J.-P., van Ypersele (17 de marzo de 2009). «Assessing dangerous climate change through an update of the Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) 'reasons for concern'». Proceedings of the National Academy of Sciences (en inglés) 106 (11): 4133-7. PMC 2648893. PMID 19251662. doi:10.1073/pnas.0812355106. 
  172. «Sahara Desert Greening Due to Climate Change?». National Geographic (en inglés). Consultado el 12 de junio de 2010. 
  173. Hegerl, G. C., et al.. «Ch 9: Understanding and Attributing Climate Change». Executive Summary (en inglés). Archivado desde el original el 18 de noviembre de 2018. Consultado el 17 de diciembre de 2019. , en IPCC AR4 WG1, 2007
  174. a b Cramer, W., et al., Executive summary, in: Chapter 18: Detection and attribution of observed impacts (archived 18 October 2014), pp.982-984, in IPCC AR5 WG2 A, 2014
  175. a b Oppenheimer, M., et al., Section 19.7.1: Relationship between Adaptation Efforts, Mitigation Efforts, and Residual Impacts, in: Chapter 19: Emergent risks and key vulnerabilities (archived 20 October 2014), pp.1080-1085, in IPCC AR5 WG2 A, 2014
  176. Oppenheimer, M., et al., Section 19.6.2.2. The Role of Adaptation and Alternative Development Pathways, in: Chapter 19: Emergent risks and key vulnerabilities (archived 20 October 2014), pp.1072-1073, in IPCC AR5 WG2 A, 2014
  177. a b Denton, F., et al., Section 20.3. Contributions to Resilience through Climate Change Responses, in: Chapter Climate-resilient pathways: adaptation, mitigation, and sustainable development Archivado el 10 de mayo de 2017 en Wayback Machine. (archived 20 October 2014), pp.1113-1118, in IPCC AR5 WG2 A, 2014
  178. Field, C.B., et al., Section A-3. The Decision-making Context, in: Technical summary (archived 18 October 2014), p.55, in IPCC AR5 WG2 A, 2014
  179. SPM.4.1 Long‐term mitigation pathways, in: Summary for Policymakers, pp.11-15 (archived 2 July 2014), in IPCC AR5 WG3, 2014
  180. Clarke, L., et al., Section 6.3.1.3 Baseline emissions projections from fossil fuels and industry (pp.17-18 of final draft), in: Chapter 6: Assessing Transformation Pathways (archived 20 October 2014), in:IPCC AR5 WG3, 2014
  181. Greenhouse Gas Concentrations and Climate Implications, p.14, in Prinn y Reilly, 2014. The range given by Prinn and Reilly is 3.3 to 5.5 °C, with a median of 3.9 °C.
  182. SPM.3 Trends in stocks and flows of greenhouse gases and their drivers, in: Summary for Policymakers, p.8 (archived 2 July 2014), in IPCC AR5 WG3, 2014. The range given by the Intergovernmental Panel on Climate Change is 3.7 to 4.8 °C, relative to pre-industrial levels (2.5 to 7.8 °C including climate uncertainty).
  183. Field, C.B., et al., Box TS.8: Adaptation Limits and Transformation, in: Technical summary (archived 18 October 2014), p.89, in IPCC AR5 WG2 A, 2014
  184. Field, C.B., et al., Section B-1. Key Risks across Sectors and Regions, in: Technical summary (archived 18 October 2014), p.62, in IPCC AR5 WG2 A, 2014
  185. Naomi Oreskes (3 de diciembre de 2004). «Beyond the Ivory Tower: The Scientific Consensus on Climate Change» (PDF). Science 306 (5702): 1686. PMID 15576594. doi:10.1126/science.1103618.  (see also for an exchange of letters to Science)
  186. Doran, Peter T.; Zimmerman, Maggie Kendall (20 de enero de 2009). «Examining the Scientific Consensus on Climate Change». EOS, Transactions American Geophysical Union (en inglés) 90 (3): 22-23. Bibcode:2009EOSTr..90...22D. ISSN 2324-9250. doi:10.1029/2009EO030002. 
  187. Anderegg, William R L; Prall, James W.; Harold, Jacob; Schneider, Stephen H. (2010). «Expert credibility in climate change». Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 107 (27): 12107-9. Bibcode:2010PNAS..10712107A. PMC 2901439. PMID 20566872. doi:10.1073/pnas.1003187107. 
  188. Verheggen, Bart; Strengers, Bart; Cook, John; van Dorland, Rob; Vringer, Kees; Peters, Jeroen; Visser, Hans; Meyer, Leo (19 de agosto de 2014). «Scientists’ Views about Attribution of Global Warming». Environmental Science & Technology 48 (16): 8963-8971. ISSN 0013-936X. doi:10.1021/es501998e. 
  189. Stenhouse, Neil; Maibach, Edward; Cobb, Sara; Ban, Ray; Bleistein, Andrea; Croft, Paul; Bierly, Eugene; Seitter, Keith; Rasmussen, Gary; Leiserowitz, Anthony (8 de noviembre de 2013). «Meteorologists' Views About Global Warming: A Survey of American Meteorological Society Professional Members». Bulletin of the American Meteorological Society 95 (7): 1029-1040. ISSN 0003-0007. doi:10.1175/BAMS-D-13-00091.1. 
  190. Carlton, J. S.; Perry-Hill, Rebecca; Huber, Matthew; Prokopy, Linda S. (1 de enero de 2015). «The climate change consensus extends beyond climate scientists». Environmental Research Letters (en inglés) 10 (9): 094025. ISSN 1748-9326. doi:10.1088/1748-9326/10/9/094025. 
  191. Cook, John; Nuccitelli, Dana; Green, Sarah A.; Richardson, Mark; Winkler, Bärbel; Painting, Rob; Way, Robert; Skuce, Andrew (1 de enero de 2013). «Quantifying the consensus on anthropogenic global warming in the scientific literature». Environmental Research Letters (en inglés) 8 (2): 024024. Bibcode:2013ERL.....8b4024C. ISSN 1748-9326. doi:10.1088/1748-9326/8/2/024024. 
  192. Cook, John; Oreskes, Naomi; Doran, Peter T.; Anderegg, William R. L.; Verheggen, Bart; Maibach, Ed W.; Carlton, J. Stuart; Lewandowsky, Stephan; Skuce, Andrew G.; Green, Sarah A. (2016), «Consensus on consensus: a synthesis of consensus estimates on human-caused global warming», Environmental Research Letters 11 (44), doi:10.1088/1748-9326/11/4/048002 .048002
  193. NRC (2008). «Understanding and Responding to Climate Change» (en inglés). Board on Atmospheric Sciences and Climate, US National Academy of Sciences. p. 2. Archivado desde el original el 6 de septiembre de 2019. Consultado el 9 de noviembre de 2010. 
  194. Royal Society (13 de abril de 2005). Economic Affairs – Written Evidence. The Economics of Climate Change, the Second Report of the 2005–2006 session, produced by the UK Parliament House of Lords Economics Affairs Select Committee (en inglés). UK Parliament website. Consultado el 9 de julio de 2011.  Este documento también está disponible en formato PDF
  195. Cook, John; Oreskes, Naomi; Doran, Peter T; Anderegg, William R L; Verheggen, Bart; Maibach, Ed W; Carlton, J Stuart; Lewandowsky, Stephan et al. (1 de abril de 2016). «Consensus on consensus: a synthesis of consensus estimates on human-caused global warming». Environmental Research Letters 11 (4): 048002. ISSN 1748-9326. doi:10.1088/1748-9326/11/4/048002. Consultado el 2 de septiembre de 2020. 
  196. IPCC, «Summary for Policymakers», Detection and Attribution of Climate Change, ««It is extremely likely that human influence has been the dominant cause of the observed warming since the mid-20th century» (page 17) and «In this Summary for Policymakers, the following terms have been used to indicate the assessed likelihood of an outcome or a result: (...) extremely likely: 95–100%» (page 2). » ., in IPCC AR5 WG1, 2013.
  197. Lynas, Mark; Houlton, Benjamin Z; Perry, Simon (19 de octubre de 2021). «Greater than 99% consensus on human caused climate change in the peer-reviewed scientific literature». Environmental Research Letters (en inglés) 16 (11): 114005. ISSN 1748-9326. doi:10.1088/1748-9326/ac2966. Consultado el 3 de noviembre de 2021. 
  198. «Summary for Policymakers», 1. Observed changes in climate and their effects, archivado desde el original el 3 de noviembre de 2018, consultado el 22 de julio de 2017 .
  199. «Summary for Policymakers», 2. Causes of change, archivado desde el original el 28 de febrero de 2018, consultado el 22 de julio de 2017 .
  200. Parry, M.L., «Technical summary», Industry, settlement and society, in: Box TS.5. The main projected impacts for systems and sectors, archivado desde el original el 2 de noviembre de 2018, consultado el 22 de julio de 2017 .
  201. IPCC, «Summary for Policymakers», Magnitudes of impact, archivado desde el original el 2 de noviembre de 2018, consultado el 22 de julio de 2017 ., in IPCC AR4 WG2, 2007
  202. «Synthesis report», Ecosystems, in: Sec 3.3.1 Impacts on systems and sectors, archivado desde el original el 3 de noviembre de 2018, consultado el 22 de julio de 2017 ., in IPCC AR4 SYR, 2007
  203. https://www.ipcc.ch/sr15/
  204. IPCC (28 de febrero de 2022). «COMUNICADO DE PRENSA DEL IPCC» (PDF). Consultado el 23 de mayo de 2023. 
  205. Academia Brasileira de Ciéncias (Brasil), Royal Society of Canada, Chinese Academy of Sciences, Académie des Sciences (Francia), Deutsche Akademie der Naturforscher Leopoldina (Alemania), Indian National Science Academy, Accademia Nazionale dei Lincei (Italia), Science Council of Japan, Academia Mexicana de Ciencias, Russian Academy of Sciences, Academy of Science of South Africa, Royal Society (Reino Unido), National Academy of Sciences (Estados Unidos) (de mayo de 2009). «G8+5 Academies’ joint statement: Climate change and the transformation of energy technologies for a low carbon future» (en inglés). US National Academies website. Archivado desde el original el 15 de febrero de 2010. Consultado el 5 de mayo de 2010. 
  206. Julie Brigham-Grette et al. (septiembre de 2006). «Petroleum Geologists' Award to Novelist Crichton Is Inappropriate» (PDF). Eos (en inglés) 87 (36). Consultado el 23 de enero de 2007. «The AAPG stands alone among scientific societies in its denial of human-induced effects on global warming. » 
  207. DiMento, Joseph F. C.; Doughman, Pamela M. (2007). Climate Change: What It Means for Us, Our Children, and Our Grandchildren (en inglés). The MIT Press. p. 68. ISBN 978-0-262-54193-0. 
  208. Greenpeace. «Informe: Así nos afecta el cambio climático - ES». Greenpeace España. Consultado el 29 de abril de 2019. 
  209. Planelles, Manuel (16 de marzo de 2019). «El grito de los jóvenes contra el cambio climático se convierte en global». El País. ISSN 1134-6582. Consultado el 29 de abril de 2019. 
  210. AGENCIAS, RTVE es / (15 de marzo de 2019). «'Fridays for future' | Miles de estudiantes se echan a la calle en todo el mundo para secundar la huelga por el clima». RTVE.es. Consultado el 29 de abril de 2019. 
  211. https://time.com/5595365/global-climate-strikes-greta-thunberg/
  212. https://www.vox.com/energy-and-environment/2019/9/20/20876143/climate-strike-2019-september-20-crowd-estimate
  213. «El cambio climático es el mayor reto al que nos enfrentamos a nivel mundial, asegura encuesta». 
  214. «Noruega lanza el mayor proyecto de captura y almacenamiento de CO2». 
  215. «CCUS around the world: Northern Lights». 

Bibliografía editar

Enlaces externos editar