Justino Mártir

apologista, santo y mártir de la Iglesia Católica
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Justino Mártir (en latín: Iustinus Martyr; griego: Ἰουστῖνος ὁ Μάρτυρ; Flavia Neapolis, Siria, ca. 100/114 - Roma, 162/168) también conocido como Justino el Filósofo fue uno de los primeros apologistas griegos que escribieron en defensa del cristianismo. Su figura combina la sincera búsqueda de la verdad,[1]​ la audacia de dirigirse al Emperador,[2]​ la apertura razonable a sus contrincantes,[3]​ un tono de escritura vigoroso y atractivo[4]​ aunque improvisado,[5][6]​ y el testimonio final del martirio,[7]​ todo lo cual lo convierte en el más importante apologeta del siglo II.[8][9]

San Justino
Información personal
Nacimiento c. 100 d.C./114 d.C.
Flavia Neapolis, Imperio Romano
Fallecimiento c. 162/168
Roma, Imperio Romano
Causa de muerte Decapitación Ver y modificar los datos en Wikidata
Religión Cristianismo Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Filósofo y teólogo Ver y modificar los datos en Wikidata
Información religiosa
Festividad Vetus ordo 14 de abril
Novus ordo 1 de junio
Venerado en Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Iglesia luterana

Biografía

Nació en el año 100 d.C. en la ciudad de Flavia Neapolis (actual Nablus, en Cisjordania; llamada Siquem en el Antiguo Testamento).[10]​ Aunque nacido en Samaria, provincia de Judaea, su familia era pagana de habla griega y fue educado en un contexto cultural sin influjo del judaísmo.[11]​ De joven su ansia por adquirir ciencia y conocimiento lo introdujo en el estudio de la filosofía. Se inició en la escuela estoica, pero su maestro no supo dar explicaciones sobre la esencia de Dios. Luego incursionó en la escuela peripatética, pero el maestro le requería pagos anticipados. Los pitagóricos le recomendaron que antes de estudiar filosofía aprendiera música, astronomía y geometría. Luego se inclinó hacia el platonismo, hasta que un día, caminando por las playas de Éfeso, un anciano le llamó la atención hacia los escritos de los profetas.

Así resolvió convertirse al cristianismo, en Éfeso en tiempos de Adriano, y dedicó el resto de su vida a difundir lo que él consideraba la «verdadera filosofía».[12]​ Viajó por el mundo vistiendo el pallium de los filósofos como predicador ambulante, y hacia el final de su vida se instaló en Roma, donde fundó el Didascáleo romano, una escuela de pensamiento cristiano a la que asistió Taciano. Experiencia típica de una época de eclectismo filosófico,[13]​ cabe suponer que su escuela haya sido una empresa personal, sin dependencia oficial con la Jerarquía de la Iglesia.[14]

Autor prolífico y defensor de la fe cristiana, fue más filósofo que teólogo: no hacía una distinción precisa entre ambas disciplinas porque para él había una única sabiduría revelado plenamente en el Logos, Jesucristo. Sin embargo esto no lo consideraba una negación de la filosofía griega, sino una superación: en tanto que los filósofos habían descubierto verdades, lo habían hecho, según Justino, con el poder del Logos.[15][16]​ En efecto, en sus escritos son muy fuertes las influencias del Platonismo Medio.[17]​ Sobreviven sus obras de apologética: el Diálogo con Trifón que resume las diferencias y semejanzas con el judaísmo, y la Apología que contesta las objeciones del paganismo. La presencia de numerosas digresiones y repeticiones sugieren que se dejaba llevar por la inspiración del momento antes que por un plan de escritura,[12]​ pero se caracteriza por la rectitud y sinceridad, para llegar a un acuerdo con su adversario.[18]

En su vejez se coronó como mártir en la capital del Imperio junto a otros seis compañeros, al parecer debido a sus disputas con el cínico Crescencio,[11]​ durante el reinado de Marco Aurelio, siendo Junio Rústico prefecto de la ciudad (entre 162 y 168).[12]

Justino es uno de los mártires que explican desde el punto de vista histórico cómo la Iglesia celebraba el culto desde sus inicios, y sus escritos son referencia de cómo vivían la fe los primeros cristianos.

Obras

 
Frontispicio de
Obras de Justino, filósofo y mártir,
en una edición bilingüe (griego y latín)
de 1636.

La primera mención de Justino se encuentra en la Oratio ad Graecos de Taciano, quien lo llama "el muy admirable Justino", cita una frase suya e informa que el cínico Crescencio lo denunció a las autoridades. Ireneo (Haer. I., xxviii. 1). habla de su martirio y explica que Taciano fue su discípulo, le cita en dos ocasiones (IV., vi. 2, V., xxvi. 2) y muestra su influencia en otros lugares. Tertuliano, en su Adversus Valentinianos, lo llama filósofo y mártir, y el primer antagonista de los herejes. Hipólito de Roma y Metodio de Olimpia también lo mencionan y lo citan. En el siglo IV, Eusebio de Cesarea lo trata con cierta extensión en su Historia eclesiástica (iv. 18), y le atribuye las siguientes obras, de las cuales sólo se tienen por auténticas las dos primeras (que en realidad conforman un solo escrito) y la última:[11]

  1. La Primera Apología de Justino Mártir, dirigida al emperador Antonino Pío, a sus hijos, al Senado Romano y a todo el pueblo;
  2. una Segunda Apología, que es la parte conclusiva de la Primera;
  3. el Discurso a los griegos, una discusión con filósofos griegos acerca de la naturaleza de sus dioses;
  4. una Exhortación dirigida a los griegos;
  5. un tratado Sobre la soberanía de Dios;
  6. una obra titulada El salmista;
  7. un tratado Sobre el alma; y
  8. el Diálogo con Trifón

Dios en Justino

La principal tarea apologética de Justino fue defender la noción cristiana de Dios en su unidad y omnipotencia: debía defender como filósofo el hecho de haber encontrado a Dios en una época contradictoria y ecléctica. Este concepto era indispensable si luego quería explicar la encarnación u otros misterios de la fe cristiana.[19]​ Si bien los escuetos textos de los Padres Apostólicos, una generación antes que Justino, hacían énfasis en Dios como creador,[20]​ es en este momento que los apologistas griegos explotan al máximo las ideas filosóficas del movimiento de los seres para difundir su visión de un Dios que es al mismo tiempo creador y demiurgo.[21]

El doble rol de Justino como cristiano y como filósofo genera dos concepciones de Dios análogas y complementarias. Como cristiano Justino explica un Dios que es Padre, sumo Bien, Vida, Realidad, origen de las virtudes, Creador de todo y Rey de los Cielos, omnisciente y omnipotente, amante del Mundo y de los hombres, y revelado por Cristo.[22]​ En cambio, con lenguaje de los filósofos, describe un Dios incognoscible, trascendente, inmutable, eterno, incorruptible y primer motor inmóvil.[23]

Ante la idea panteísta de los estoicos, de un dios inmanente e interno al universo, el autor contrapone un Dios trascendente, o sea, que no forma parte del universo ni de la materia —sujeta al cambio y movimiento constante— sino que es eterno e inmutable.[24]​ Ante la idea platónica de la eternidad de la materia, en cambio, no hay un tratamiento definitivo en los escritos de Justino.[25]

Su visión del Logos y los seres espirituales

El concepto del Logos era extensamente familiar a los hombres cultos del paganismo, y la utilización de esa palabra no era nueva a la teología cristiana. La creatividad radica en la manera de identificar a Cristo con la fuerza racional vigente en el universo. Esto conduce, según el autor, hasta la reclamación de toda la verdad y virtud como originada en Cristo y a su veneración, que despertó tanta oposición, como la única actitud razonable. Precisamente para justificar la veneración de Cristo, Justino emplea la idea del Logos,[26][27]​ que es, en esencia, una unidad con el Dios Padre aunque distinto en personalidad.[28]

A diferencia del Dios Padre no engendrado, Justino entiende al Logos como engendrado:

El Logos de la Sabiduría, quien es este mismo Dios engendrado del Padre de todo, Logos, Sabiduría, Poder, y gloria del Engendrador.

Algunos pasajes son motivo de controversia y de interpretación, para dilucidar en qué sentido Justino considera a los ángeles semejantes a Cristo y dignos de ser también homenajeados:

Nosotros confesamos que somos ateos en lo que se refiere a los dioses, pero no con respecto al más grande verdadero Dios, el Padre de la Justicia y la templanza y de otras virtudes, quien es libre de toda impureza. Pero Él y el Hijo quien proviene de Él y nos enseñó estas cosas y a la hueste de los otros ángeles buenos que le siguen y que son similares a él, y al Espíritu profético, nosotros veneramos y rendimos homenaje.

Los autores modernos sugieren no interpretar más allá de lo que el texto dice literalmente, ya que su concepción acerca de los ángeles y los demonios es análoga a la de los evangelios sinópticos.[29][30]

Su visión del Espíritu Santo y la Trinidad

Justino hace muy pocas menciones del Espíritu Santo en comparación con el Logos y Dios Padre. Sus referencias pasajeras, ajenas a cualquier profundización teológica, no describen los pormenores de la doctrina trinitaria. El Espíritu Santo en Justino se asocia principalmente a la inspiración profética.[31]​ En un pasaje acerca de la persona que va a ser bautizada, Justino comenta: «se arrepiente de sus pecados en nombre de Dios, Padre y Soberano del universo (…) y también en el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo, que por los profetas nos anunció de ante mano todo lo referente a Jesús.»[32]

En cuanto a la relación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, Justino manifiesta un cierto subordinacionismo.[33]​ A propósito de un pasaje de la escritura en que Dios se aparece a Abraham bajo forma de tres ángeles, Justino pregunta a los judíos si conocían ese pasaje:

Contestáronme ellos que lo conocían, pero que nada tenían que ver las palabras citadas con la demostración de que hay otro Dios o Señor, o de que de Él hable el Espíritu Santo (…) Voy a intentar persuadiros que, efectivamente, es aquí llamado Dios y Señor otro que está bajo el Hacedor del Universo.
Diálogo con Trifón LVI

No hay un desarrollo filosófico sobre las personas de la Trinidad. Su lenguaje es el de la experiencia cristiana, el de la vida de adoración, que no el de la reflexión teológica. Los pocos párrafos que dedica al tema reflejan la praxis y la expresión poética, sin desarrollar una teoría.[34]

Dios y el hombre

 
Justino presenta su libro ante el Emperador. Al fondo, la decapitación de Justino.

La antropología del autor muestra influjos importantes de su formación filosófica: considera que el hombre cuenta con un cuerpo material, con un alma que es la fuente de su personalidad, y con un elemento divino:[35]​ un fragmento del Logos que le permite razonar y conocer la Verdad. Esto lo asemejaría al pensamiento tradicional cristiano que separa al hombre en cuerpo, alma y espíritu.[36]​ Justino postula un alma a la vez creada e inmortal, en contraposición con la teoría platónica de la existencia del alma desde la eternidad antes de nacer y la teoría aristotélica de su destrucción al momento de la muerte.[37]​ Además Justino pregona el libre albedrío como fuente de la moralidad.[38]

Sus conceptos antropológicos se vierten en la manera de describir la encarnación de Cristo: le describe como un verdadero ser humano además de ser realmente el Logos; sin embargo su desarrollo no es profundo ni sistemático, y en comparación con teólogos de épocas posteriores su tratamiento del tema puede parecer algo superficial.[39]

Con respecto a la redención, Justino lo trata como un tema de fe más que de filosofía: sus conceptos filosóficos se centran en Cristo como Maestro y fuente de conocimiento. Sus premisas filosóficas no pueden desarrollar una teoría de la redención. Sin embargo, afirma repetidamente que Cristo salva al género humano por su muerte en la Cruz y su resurrección: esta afirmación sólo puede haberla recibido desde la Fe de la Iglesia primitiva.[40]

Acerca del fin de los tiempos, Justino presenta la idea de una Segunda Venida de Cristo. No hace predicciones puntuales de cuándo va a suceder, ni se muestra ansioso.[41]​ Afirma además las creencias cristianas de la resurrección de los muertos y el juicio final; aunque da referencias contradictorias sobre el milenarismo.[42]

La praxis cristiana

Los escritos de Justino aportan testimonios muy valiosos para comprender distintos aspectos de la Iglesia del II siglo. Concibe a la Iglesia como una «sociedad sobrenatural fundada por los apóstoles en nombre de Cristo».[43]​ Él no se coloca como fundador o innovador de doctrina, sino que participa de la vida cristiana de su siglo como evolución natural de la actividad de los apóstoles del siglo primero.[44]​ Al contrario, considera que los pensamientos novedosos y desarrollos pensados por personas concretas son de hecho herejías no heredadas de una era anterior. Señala en particular que los grupos heterodoxos llevan el nombre de su fundador (Valentinianos, Basilideanos, Marcionistas), mientras que el resto de la Iglesia no lleva el nombre de ningún fundador humano.[45]

Se destaca su testimonio acerca de la liturgia primitiva y todos los detalles acerca de la oración, el bautismo y la eucaristía. Estos dos ritos aparecen como una superación de los ritos paganos y como ápice de la vida cristiana.[46]​ Acerca del bautismo, Justino resalta su relación con la remisión de los pecados.[47]​ Respecto a la eucaristía, en los capítulos 65 a 67 de su Apología Justino explica los detalles del rito, en particular, afirma la unión del Logos con los elementos del pan y el vino tal que se transformen en la carne y la sangre del Logos encarnado.[48]

En lo que respecta al canon de la Biblia, Justino hace citas del antiguo testamento en la versión griega llamada Septuaginta,[49]​ y relata la vida de Cristo en concordancia con los Evangelios sinópticos. La sobriedad de los detalles contrasta fuertemente con los evangelios apócrifos que desarrollan toda clase de detalles novedosos o extravagantes y comienzan a ser escritos en esta época.[50]

Martirio

 
Mosaico del martirio

En la Segunda parte de la Apología, Justino explica con sus propias palabras el poder persuasivo del testimonio del martirio:

Yo mismo, cuando seguía las doctrinas de Platón, oía las calumnias que corrían contra los cristianos; pero al ver su impavidez ante la muerte y ante todo lo que comúnmente se tiene por espantoso, me di cuenta ser imposible que fueran hombres malvados y entregados al placer. Porque ¿qué amador del placer, qué intemperante, quién que tenga por cosa buena devorar carnes humanas pudiera recibir alegremente la muerte?
Apología II,12.[51]

Se conserva una narración, basada en las actas del juicio, que describe el interrogatorio por parte del prefecto Rústico y la negativa de los cristianos a sacrificar en honor de los dioses.[52]​ Ante la amenaza de la pena capital, Justino le responde: «Nuestro más ardiente deseo es sufrir por amor de nuestro Señor Jesucristo para salvarnos, pues este sufrimiento se nos convertirá en motivo de salvación y confianza ante el tremendo y universal tribunal de nuestro Señor y Salvador».[53]​ Rústico pues los envía al suplicio y luego a la pena capital. El supremo testimonio se narra de forma muy escueta:

«Los santos mártires, glorificando a Dios, salieron al lugar acostumbrado, y, cortándoles allí las cabezas, consumaron su martirio en la confesión de nuestro Salvador. Mas algunos de los fieles tomaron a escondidas los cuerpos de ellos y los depositaron en lugar conveniente, cooperando con ellos la gracia de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.»
Martyrium Sancti Iustini et Sociorum[54]

Véase también

Notas

  1. Quasten, p.197: «…la sincera búsqueda de la verdad…»
  2. Ruiz Bueno, Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (2002), p. 998-999: «(…) entre impetuosamente en materia sin grandes miramientos a sus altos destinatarios (…) Extraño lenguaje, sobre todo si consideramos quién habla a quién (…)»
  3. Quasten, p.198: «trata de llegar a un acuerdo con el adversario. (…) Es el primer escritor eclesiástico que intenta echar un puente entre el cristianismo y la filosofía pagana.».
  4. Quasten, p.198: «sus escritos ejercen una atracción irresistible».
  5. Barnard p. 26: «He is no literary artist (…) His tone and character are attractive by their genuineness, simplicity, high-mindedness and frank and confident energy».
  6. Altaner p. 117: «(…) no demuestra dotes especiales de escritor; con frecuencia se entretiene en largas digresiones, oscureciendo el desarrollo lógico del pensamiento con incisos fragmentarios y frecuentes repeticiones. La construcción del período es inadecuada, la expresión sin colorido, aunque algunas veces el tono sea vigoroso y llegue hasta acalorarse. El apologista se caracteriza siempre por la rectitud y sinceridad intachables(…)»
  7. Ruiz Bueno, Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (2002), p. 989: « (…) doblemente apologista de la fe, por su palabra y por su sangre (…) »
  8. Altaner, Berthold (1956). Patrología. Espasa. p. 116 y 117. 
  9. Quasten p.196: «es el apologista griego más importante del siglo II y una de las personalidades más nobles de la literatura cristiana primitiva».
  10. «...en Ostia, la antigua Sichem.» (Quasten 2004:196)
  11. a b c Simon & Benoit, p. 64
  12. a b c Quasten, Johannes (1978). Patrología. Madrid: BAC. p. 196-197. 
  13. Barnard, Leslie William (1967). «I. Life, Conversion and Martyrdom». Justin Martyr (en inglés). Cambridge University Press. p. 11. 
  14. Ruiz Bueno, Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (2002), p. 993.
  15. Barnard, Leslie William (1967). «III. Background: Greek Philosophy». Justin Martyr (en inglés). Cambridge University Press. p. 27. 
  16. Altaner, Berthold (1956). Patrología. Espasa. p. 120. 
  17. Barnard p.27 a 38, en particular p. 37: «Our conclusion from the above discussion is that Justin's philosophical background is predominantly that of eclectic Middle Platonism, although it is well to remember that this eas not a philosophical system, as such, but rather a philosophical transition stage».
  18. Altaner, Berthold (1956). Patrología. Espasa. p. 117. 
  19. Barnard, p.75
  20. Barnard p. 76.
  21. Barnard, p.77
  22. Barnard, p.77-78.
  23. Barnard, p.79.
  24. Barnard, p.79-80
  25. Barnard, p.112: «It is idle to speculate how Justin interpreted Gen. I,1 “In the beginning God made the heaven and the earth”. It is equally uncertain whether Justin believed in the eternity of matter in the Platonic sense as an antithesis to God. We must be content to state that Justin had no particular theory of the origin and nature of matter.»
  26. Barnard p. 85-89
  27. Ruiz Bueno, Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (2002), p.1008.
  28. Barnard, p. 99.
  29. Barnard, Capítulo VIII sección "The angelic Powers" p. 106-110.
  30. Ver Ruiz Bueno, Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (2002), p.1009.
  31. Barnard, Leslie William (1967). «VIII. The Holy Spirit and the Trinity». Justin Martyr (en inglés). Cambridge University Press. p. 102. 
  32. Aplogía I, LXI
  33. Quasten, p.197
  34. Barnard, Leslie William (1967). «VIII. The Holy Spirit and the Trinity». Justin Martyr (en inglés). Cambridge University Press. p. 105. 
  35. Barnard, p.113 «Man, Justin held, was created from the material elements. He was endowed with a soul which included his non-physical constitution with the exception of the reason-and this soul was the seat of his personality. Life and reason were however imparted to the soul by a divine element»
  36. Barnard p.114: «The universal logos is present in all men and brings inspiration and perception of spiritual truth» y «It would therefore seem that Justin believed in the traditional threefold division of human nature-body, soul and πνεῦμα».
  37. Barnard, p. 113.
  38. Barnard p.114 «Justin held firmly to a belief in man's moral dreedom (…) Each man by his own free choice does right or wrong. Man's responsibility lies in his power of choice–and in this alone (…) If this human freedom did not exist then men could be neither rewarded nor punished and the moral structure of the universe would collapse».
  39. Barnard 121: «Justin's theory of the Incarnation is not systematised and to later ages, must have appeared somewhat naive and ill balanced. Yet we must never forget that Justin was a pioneer Apologist and, considering the pitfalls into rvhich he might have fallen, it is all to his credit that he maintained so strongly that Jesus Christ was both divine and human».
  40. Barnard p.122-125, resume en p.125: «In strict logic his philosophical presuppositions, which controlled his intellectual apprehension of Christianity, had no place for any objective theory of the Atonement. The fact that he has so much to say about the Cross and what it had effected is a strong proof that the Church of his day held this belief».
  41. Barnard, p. 160: «anxiety over the delay in the Parousia seems to have left but little trace in early Christian literature».
  42. Barnard, p. 165: «It is a hopeless task to reconcile this belief in an earthly millennium in Jerusalem with Justin's other opinion that the new Jerusalem will be an immediate, spiritual, eternal land or inheritance
  43. Barnard p. 129: « (…) that the Church is a supernatural society founded by the apostles in Christ's name».
  44. Barnard p. 127: « (…) important to note that Justin openly claimed that he was a representative of the great body of Christians and that he had received his Christianity from the Church of the preceding age».
  45. Barnard p. 129
  46. Barnard, p.136
  47. Barnard, p. 135.
  48. Barnard, p. 147: «Justin refers explicitly in this passage to the incarnation of the divine logos in the flesh and blood of Jesus (…) So in the Eucharist there is a further action of the logos such that the elements of bread and wine become united with the logos and so become the flesh and blood of the incarnate Jesus».
  49. Barnard, p.58.
  50. Barnard p.59
  51. Ruiz Bueno, Daniel (2003). Actas de los Mártires. BAC. p. 303. 
  52. Barnard, p. 6.
  53. Ruiz Bueno, Daniel (2003). Actas de los Mártires. BAC. p. 315. 
  54. Ruiz Bueno, Daniel (2003). Actas de los Mártires. BAC. p. 316. 

Bibliografía

  • Barnard, Leslie William (1967). Justin Martyr (en inglés). Cambridge University Press. 
  • Daniel Ruiz Bueno: Padres Apostólicos y Apologistas Griegos. Ed. Biblioteca de autores cristianos. Madrid 2002. ISBN 84-7914-623-0
  • Philippe Bobichon: Edición crítica: JUSTIN MARTYR, Dialogue avec Tryphon, édition critique. Introduction, Texte grec, Traduction, Notes. Coll « Paradosis », éditions universitaires de Fribourg, Suisse, 2003, 2 volúmenes en línea
  • Eusebio de Cesarea: Historia Eclesiástica (IV, 16-18). Ed. Biblioteca de autores cristianos. Madrid 1973. ISBN 84-220-0657-X
  • Marcel Simon; André Benoit: El judaísmo y el cristianismo antiguo, de Antíoco Epífanes a Constantino. Colección Nueva Clío, Editorial Labor, Barcelona, 1972
  • Fernando Rivas Rebaque: San Justino. intelectual cristiano en Roma. Colección Conocer el Siglo II, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 2016. ISBN 84-9715-358-4

Enlaces externos