Jesús de Nazaret

predicador judío del siglo I y principal figura del cristianismo
(Redirigido desde «Jesús»)

Jesús de Nazaret,[Nota 5]​ también llamado Cristo,[Nota 6]Jesucristo o simplemente Jesús [Nota 7]​ (Reino de Judea, Imperio romano; ca. 4 a. C.[Nota 8]​-Jerusalén, provincia de Judea, Imperio romano; 30-33 d. C.), fue un predicador y líder religioso judío. Es la figura central del cristianismo y una de las más influyentes de la historia.[2][3][4][5]

Jesús de Nazaret

Jesús con la cruz a cuestas, por El Greco.
Aunque no existen retratos de Jesús ni indicaciones acerca de su aspecto físico, son muy frecuentes sus representaciones en el arte.
Nombre nativo ܝܫܘܥ, Išo (arameo)
יְהוֹשֻׁעַ, Yehošuaʕ, o יֵשׁוּעַ, Yešuaʕ (hebreo antiguo)
Nacimiento c. 7-3 a. C.
Nazaret o Belén[Nota 1]
Fallecimiento c. 27-34
Calvario, Jerusalén
Causa de muerte Crucifixión, ordenada por el prefecto romano de Judea[Nota 2]
Etnia Judío
Padres María y José[Nota 3]
Ocupación Obrero, artesano o carpintero[Nota 4]
Información religiosa
Festividad Entre otras celebraciones cristianas:
Navidad
Bautismo de Jesús
Semana Santa
Pascua de Resurrección
Ascensión de Jesús
Además, su resurrección se celebra todos los domingos.
Santuario Algunos de los más importantes en Tierra Santa son:
Basílica de la Natividad
Basílica de la Transfiguración
Basílica de Getsemaní
Santo Sepulcro
Capilla de la Ascensión
Mosaico con una representación de Jesús de Nazaret, existente en la antigua Iglesia de Santa Sofía (Estambul), fechada cerca de 1280.

Desde el siglo XX hasta la actualidad la mayoría de los historiadores que estudiaron la Edad Antigua afirman la existencia histórica de Jesús.[Nota 9][Nota 10]​ Según la opinión mayoritariamente aceptada en medios académicos, basada en una lectura crítica de los textos sobre su persona, Jesús de Nazaret fue un predicador judío[Nota 11]​ que vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea, y murió crucificado en Jerusalén en torno al año 30, bajo el gobierno de Poncio Pilato.

La figura de Jesús está presente en varias religiones. En el cristianismo es considerado el Hijo de Dios,[6]​ y para la mayoría de las denominaciones cristianas es la encarnación de Dios Hijo. Su importancia estriba asimismo en la creencia de que, con su muerte y posterior resurrección, redimió al género humano. El judaísmo niega su divinidad, ya que es incompatible con su concepto de Dios. En el islam, donde se lo conoce como Isa, es considerado uno de los profetas más importantes, rechazando al mismo tiempo su divinidad. Las enseñanzas bahá'ís consideran a Jesús como una «manifestación de Dios», un concepto bahá'í para los profetas.[7]​ Algunos hindúes consideran que Jesús es un avatar o un sadhu.[8]​ Algunos budistas, incluido Tenzin Gyatso, el decimocuarto dalái lama, consideran a Jesús como un bodhisattva que dedicó su vida al bienestar de las personas.[9]

Lo que se conoce de Jesús procede casi exclusivamente de la tradición cristiana —aunque se lo menciona en fuentes no cristianas—,[10]​ especialmente de la utilizada para la composición de los evangelios sinópticos, redactados, según opinión mayoritaria, unos treinta o cuarenta años, como mínimo, después de su muerte. La mayoría de los estudiosos considera que mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir tradiciones que se remontan a contemporáneos de Jesús, aunque existen grandes discrepancias entre los investigadores en cuanto a los métodos de análisis de los textos y las conclusiones que de ellos pueden extraerse.[11]

Una de las más antiguas representaciones de Jesús como el Buen Pastor, realizada hacia el año 300.

Jesús en el Nuevo Testamento

Lo que figura a continuación es un relato de la vida de Jesús tal y como aparece en los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento, considerados libros sagrados por todas las confesiones cristianas. El relato evangélico es la fuente principal para el conocimiento de Jesús, y constituye la base de las interpretaciones que de su figura hacen las diferentes ramas del cristianismo. Aunque puede contener elementos históricos, expresa fundamentalmente la fe de las comunidades cristianas en la época en que estos textos fueron escritos, y la visión que por entonces tenían de Jesús de Nazaret.

Nacimiento e infancia

 
La Sagrada Familia (José, María y Jesús, con Isabel y su hijo Juan el Bautista, parientes de Jesús según el Evangelio de Lucas). Pintura de Rafael, 1507.

Los relatos referentes al nacimiento e infancia de Jesús proceden exclusivamente del Evangelio de Mateo (1,18-2,23) y del de Lucas (1,5-2,52).[12]​ No hay relatos de este tipo en los Evangelios de Marcos y Juan. Las narraciones de Mateo y Lucas difieren entre sí:

  • El Evangelio de Mateo no relata ningún viaje previo al nacimiento de Jesús, por lo que se podría suponer que María y su esposo José vivían en Belén.[13]​ María quedó inesperadamente embarazada y José pensó en repudiarla, pero un ángel le anunció en sueños que el embarazo de María era obra del Espíritu Santo y profetizó, con palabras del profeta Isaías,[14]​ que su hijo será el Mesías que esperan los judíos.[15]​ Unos magos de Oriente en esas fechas llegaron a Jerusalén preguntando por el «rey de los judíos que acaba de nacer» con la intención de adorarlo, lo que alerta al rey de Judea, Herodes el Grande, que decide acabar con el posible rival. Los magos, guiados por una estrella, llegan a Belén y adoran al niño. De nuevo, el ángel visitó a José (Mt 2,13)[16]​ y le advirtió de la inminente persecución de Herodes, por lo que la familia huye a Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte del monarca (de nuevo notificada a José por el ángel, que se le presentó así por tercera vez: Mt 2,19-29).[17]​ Entonces, José retornó y se instaló con su familia en Nazaret, en Galilea.[18]

En los Evangelios de Mateo y de Lucas aparece la genealogía de Jesús (Mt 1, 2-16; Lc 3, 23-38).[20]​ La de Mateo se remonta al patriarca Abraham, y la de Lucas a Adán, el primer hombre según el Génesis. Estas dos genealogías son idénticas entre Abraham y David, pero difieren a partir de este último, ya que la de Mateo hace a Jesús descendiente de Salomón, mientras que, según Lucas, su linaje procedería de Natam, otro de los hijos de David. En ambos casos, lo que se muestra es la ascendencia de José, a pesar de que, según la Biblia, este solo habría sido el padre adoptivo de Jesús.

Su nombre de nacimiento en hebreo era Yē'šūa (ישוע) y significa "Yahveh es salvación". Dicho nombre era muy común, por lo que se encuentran varios personajes de la Biblia llamados así, entre ellos Josué (Yehō'šūa), quien sucedió a Moisés, lideró la conquista a Canaán y fungió como Juez de los israelitas. Este nombre llegó al español desde el arameo Yēšū’a, a través del griego Ἰησοῦς y del latín Iesvs; por lo tanto, Josué es una adaptación hebreo-aramea, mientras Jesús es una aproximación griega. En Galilea Jesús era conocido como Yēšūa ben Yoséf (Jesús/Josué hijo de José).

De acuerdo con David Flusser y Shmuel Safrai, el nombre Yēšūa se habría pronunciado Yēšú durante el siglo I.[21]​ Al parecer, los galileos no pronunciaban la ayin (ע) al final de palabra,[22]​ de ahí que la transcripción griega omita la "a", y se tengan tres versiones, incluso con el mismo evangelista.[23]​ En el Nuevo Testamento Jesús es mencionado como Iēsoû (Ἰησοῦ)[24]​, Iēsoûn (Ἰησοῦν)[25]​ y como Iēsoûs (Ἰησοῦς),[26]​ siendo la "s" final una partícula griega que indica a un varón, mostrando además una helenización del nombre.

Bautismo y tentaciones

 
Bautismo de Cristo, pintura de Piero della Francesca.

La llegada de Jesús fue profetizada por Juan el Bautista (su primo, según el Evangelio de Lucas),[27]​ por quien Jesús fue bautizado en el río Jordán.[28]​ Durante el bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, descendió sobre Jesús, y se escuchó la voz de Dios.[29]

Según los evangelios sinópticos, el Espíritu condujo a Jesús al desierto, donde ayunó durante cuarenta días y superó las tentaciones a las que fue sometido por el Demonio.[30]​ No se menciona este episodio en el Evangelio de Juan. Después Jesús marchó a Galilea, se estableció en Cafarnaún,[31]​ y comenzó a predicar la llegada del Reino de Dios.[32]

Vida pública

 
Galilea, Judea y regiones vecinas durante el ministerio de Jesús.

Acompañado por sus seguidores, Jesús recorrió las regiones de Galilea y Judea predicando el evangelio y realizando numerosos milagros. El orden de los hechos y dichos de Jesús varía según los diferentes relatos evangélicos. Tampoco se indica cuánto tiempo duró la vida pública de Jesús, aunque el Evangelio de Juan menciona que Jesús celebró la fiesta anual de la Pascua judía (Pésaj) en Jerusalén en tres ocasiones. En cambio los evangelios sinópticos mencionan solo la fiesta de Pascua en la que Jesús fue crucificado.

Gran parte de los hechos de la vida pública de Jesús narrados en los evangelios tienen como escenario la zona septentrional de Galilea, en las cercanías del mar de Tiberíades, o lago de Genesaret, especialmente la ciudad de Cafarnaúm, pero también otras, como Corozaín o Betsaida.[33]​ También visitó, en el sur de la región, localidades como Caná o Naín, y la aldea en la que se había criado, Nazaret, donde fue recibido con hostilidad por sus antiguos convecinos.[34]​ Su predicación se extendió también a Judea (según el Evangelio de Juan, visitó Jerusalén en tres ocasiones desde el comienzo de su vida pública), y estuvo en Jericó[35]​ y Betania (donde resucitó a Lázaro).[36]

Escogió a sus principales seguidores (llamados en los evangelios «apóstoles»; en griego, ‘enviados’), en número de doce, de entre el pueblo de Galilea. En los sinópticos se menciona la lista siguiente: Simón, llamado Pedro y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que posteriormente traicionaría a Jesús (Mt 10,2-4; Mc 3,16-19; Lc 6, 13-16).[37]​ Algunos de ellos eran pescadores, como las dos parejas de hermanos formadas respectivamente por Pedro y Andrés, y Juan y Santiago.[38]Mateo se identifica generalmente con Leví el de Alfeo, un publicano de quien en los tres sinópticos se relata brevemente cómo fue llamado por Jesús (Mt 9,9; Mc 2,14; Lc 5,27-28),[39]​ lo que acarreó a Jesús numerosos reproches de los fariseos.

El Evangelio de Juan solo menciona los nombres de nueve de los apóstoles, aunque en varios pasajes hace referencia a que eran doce.[40]

Predicó tanto en sinagogas como al aire libre, y las muchedumbres se congregaban para escuchar sus palabras. Entre sus discursos, destaca el llamado Sermón de la Montaña, en el Evangelio de Mateo (Mt 5-7). Utilizó a menudo parábolas para explicar a sus seguidores el Reino de Dios. Las parábolas de Jesús son breves relatos cuyo contenido es enigmático (a menudo han de ser después explicadas por Jesús). Tienen en general un contenido escatológico y aparecen exclusivamente en los evangelios sinópticos. Entre las más conocidas están la parábola del sembrador (Mt 13,3-9; Mc 4,3-9; Lc 8,5-8), cuyo significado explica Jesús a continuación; la de la semilla que crece (Mc 4,26-29); la del grano de mostaza (Mt 13,31-32; Mc 4,30-32), la del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30), la de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7), la de la moneda perdida (Lc 15,8-10), la del siervo despiadado (Mt 18, 23-35), la de los obreros enviados a la viña (Mt 20,1-16), la de los dos hijos (Mt 21,28-32), la de los viñadores homicidas (Mt 21,33-42; Mc 12,1-11; Lc 20,9-18); la de los invitados a la boda (Mt 22, 1-14), la de las diez vírgenes (Mt 25,1-13), la de los talentos (Mt 25,14-30; Lc 19,12-27) y la del juicio final (Mt 25,31-46). Dos de las más conocidas aparecen solo en el Evangelio de Lucas: se trata de la parábola del buen samaritano (Lc 10,30-37) y la del hijo pródigo (Lc 15,11-32). En las parábolas, Jesús utiliza frecuentemente imágenes relacionadas con la vida campesina.

Mantuvo controversias con miembros de algunos de los más importantes grupos religiosos del judaísmo, y muy especialmente con los fariseos, a quienes acusó de hipocresía y de no cuidar lo más importante de la Torá: la justicia, la compasión y la lealtad (Mt 12, 38-40; Lc 20, 45-47).

La autenticidad de su mensaje radicaba en la insistencia en el amor a los enemigos (Mt 5,38-48; Lc 6, 27-36) así como en su relación estrechísima con Dios, a quien llamaba en arameo con la expresión familiar Abba (Padre) que ni Marcos (Mc 14,36) ni Pablo (Rm 8, 15; Gal 4, 6) traducen. Se trata de un dios cercano que busca a los marginados, a los oprimidos (Lc 4, 18) y a los pecadores (Lc 15) para ofrecerles su misericordia. La oración del padrenuestro (Mt 6,9-13: Lc 11,1-4), que recomendó utilizar a sus seguidores, es clara expresión de esta relación de cercanía con Dios antes mencionada.

Milagros relatados en los evangelios

 
La resurrección de Lázaro por Giotto di Bondone (siglo XIV).

Según los evangelios, durante su ministerio Jesús realizó varios milagros. En total, en los cuatro evangelios canónicos se narran veintisiete milagros, de los cuales catorce son curaciones de distintas enfermedades, cinco exorcismos, tres resurrecciones, dos prodigios de tipo natural y tres signos extraordinarios.

  • Los evangelios narran las siguientes curaciones milagrosas obradas por Jesús:
  1. Sanó la fiebre de la suegra de Pedro, en su casa en Cafarnaúm, tomándola de la mano (Mc 1,29-31; Mt 5,14-15; Lc 4,38-39);
  2. Sanó a un leproso galileo mediante la palabra y el contacto de su mano (Mc 1,40-45; Mt 8,1-4; Lc 5,12-16);
  3. Sanó a un paralítico en Cafarnaúm que le fue presentado en una camilla y al que había perdonado sus pecados, ordenándole que se levantara y se fuera a su casa (Mc 2, 1-12; Mt 9,1-8; Lc 5,17-26);
  4. Sanó a un hombre con la mano seca en sábado en una sinagoga, mediante la palabra (Mc 3,1-6; Mt 12,9-14;Lc 6,6-11);
  5. Sanó a una mujer que padecía flujo de sangre, que sanó al tocar el vestido de Jesús (Mc 5,25-34; Mt 9,18-26; Lc 8,40-56);
  6. Sanó a un sordomudo en la Decápolis metiéndole los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo: «Effatá», que significaría ‘ábrete’ (Mc 7,31-37);
  7. Sanó a un ciego en Betsaida poniéndole saliva en los ojos e imponiéndole las manos (Mc 8,22-26);
  8. Sanó a Bartimeo, el ciego de Jericó (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52; Lc 18,35-45);
  9. Sanó a distancia al criado del centurión de Cafarnaúm (Mt 8,5-13, Lc 7,1-10, Jn 4,43-54; Jn 4,43-54);[Nota 13]
  10. Sanó a una mujer que estaba encorvada y no podía enderezarse, mediante la palabra y la imposición de manos (Lc 13,10-17). Esta curación tuvo lugar también en sábado y en una sinagoga;
  11. Sanó a un hidrópico en sábado, en casa de uno de los principales fariseos (Lc 14, 1-6).
  12. Sanó a diez leprosos, que encontró de camino a Jerusalén, mediante la palabra (Lc 17,11-19).
  13. Sanó a un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo, en Jerusalén, en sábado (Jn 5,1-9).
  14. Sanó a un ciego de nacimiento untándolo con lodo y saliva, tras lo cual le ordenó lavarse en la piscina de Siloé (Jn 9,1-12).
  15. Sanó la oreja de un siervo del sumo sacerdote (Lc 22,51).
  • En los evangelios canónicos aparecen cinco relatos de expulsiones de espíritus impuros (exorcismos) realizados por Jesús:
  1. Expulsó a un demonio en la sinagoga de Cafarnaúm (Mc 1,21-28; Lc 4,31-37);
  2. Expulsó a otro en la región de Gerasa (Mt 8,28-34; Mc 5,1-21; Lc 8,26-39);
  3. Expulsó a otro que poseía a la hija de una mujer sirofenicia (Mt 15,21-28; Mc 7,24-30);
  4. Expulsó a otro que atormentaba a un epiléptico (Mt 17,20-24; Mc 9,14-27; Lc 9,37-43);
  5. Expulsó a un «demonio mudo» (Lc 11,14; Mt 12,22).

Además, hay varios pasajes que hacen referencia de modo genérico a exorcismos de Jesús (Mc 1,32-34;Mc 3,10-12).

  1. Resucitó a una niña de doce años, la hija de Jairo (Mc 5,21-24, Mt 9,18-26, Lc 8,40-56). Jesús afirmó que la niña no estaba muerta, sino solo dormida (Mt 9,24;Mc 5,39;Lc 8,52).
  2. Resucitó al hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11-17).
  3. Resucitó a Lázaro de Betania (Jn 11,1-44).
  • Jesús obró también, según los evangelios, dos prodigios de tipo natural, en los que se pone de manifiesto la obediencia de las fuerzas naturales (el mar y el viento) a su autoridad.
  1. Jesús ordenó a la tempestad que se calme y esta obedece (Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; Lc 8,22-25).
  2. Jesús caminó sobre las aguas (Mt 14,22-33; Mc 6,45-52; Jn 6,16-21).
  • Tres signos extraordinarios, que tienen un sentido acusadamente simbólico:
  1. Multiplicación de los panes y los peces. Es el único de todos los milagros de Jesús que es registrado por todos los evangelios (Mc 6,32-44; Mt|14,13-21; Lc 9,10-17; Jn 6,1-13). Ocurre en dos ocasiones según el Evangelio de Marcos (8,1-10) y el Evangelio de Mateo (15,32-39);
  2. la pesca milagrosa (Lc 5,1-11; Jn 21,1-19);
  3. la conversión del agua en vino en las bodas de Caná (Jn 2,1-11).

En esos tiempos, los escribas, fariseos y otros, atribuyeron a una confabulación con Belcebú este poder de expulsar a los demonios. Jesús se defendió enérgicamente de estas acusaciones.[41]​ Según los relatos evangélicos, Jesús no solo tenía el poder de expulsar demonios, sino que transmitió ese poder a sus seguidores.[42]​ Incluso se menciona el caso de un hombre que, sin ser seguidor de Jesús, expulsaba con éxito demonios en su nombre.[43]

Transfiguración

 
Transfiguración de Jesús, por Rafael (siglo XVI).

Los evangelios sinópticos[44]​ relatan que Jesús subió a un monte a orar con algunos de los apóstoles, y mientras oraba se transformó el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Aparecieron junto a él Moisés y Elías. Los apóstoles dormían mientras tanto, pero al despertar vieron a Jesús junto a Moisés y Elías. Pedro sugirió que hicieran tres tiendas: para Jesús, Moisés y Elías. Entonces apareció una nube y se oyó una voz celestial, que dijo: «Este es mi Hijo elegido, escuchadle». Los discípulos no contaron lo que habían visto.

Pasión

Entrada en Jerusalén y purificación del Templo

 
Expulsión de los mercaderes del templo, según la interpretación de Giotto (siglos XIII-XIV).

Según los cuatro evangelios, Jesús fue con sus seguidores a Jerusalén para celebrar allí la fiesta de Pascua. Entró a lomos de un asno, para que se cumplieran las palabras del profeta Zacarías (Zc 9, 9: «He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una bestia de carga»). Fue recibido por una multitud, que lo aclamó como «hijo de David» (en cambio según el Evangelio de Lucas fue aclamado solamente por sus discípulos).[45]​ En el Evangelio de Lucas y en el de Juan, Jesús es aclamado como rey.

Según los evangelios sinópticos, a continuación fue al Templo de Jerusalén, y expulsó de allí a los cambistas y a los vendedores de animales para los sacrificios rituales[46]​ (el Evangelio de Juan, en cambio, sitúa este episodio al comienzo de la vida pública de Jesús, y lo relaciona con una profecía sobre la destrucción del Templo).[47]​ Vaticinó la destrucción del Templo[48]​ y otros acontecimientos futuros.

Unción en Betania y última cena

 
La última cena, de Leonardo da Vinci.

En Betania, cerca de Jerusalén, fue ungido con perfumes por una mujer.[49]​ Según los sinópticos, la noche de Pascua cenó en Jerusalén con los Apóstoles, en lo que la tradición cristiana designa como la última cena. En el transcurso de esta cena pascual, Jesús predijo que sería traicionado por uno de los Apóstoles, Judas Iscariote. Tomó pan en las manos, diciendo «Tomad y comed, este es mi cuerpo» y, a continuación, cogiendo un cáliz de vino, dijo: «Bebed de él todos, porque esta es la sangre de la Alianza, que será derramada por la multitud para la remisión de los pecados».[50]​ Profetizó también, según los sinópticos, que no volvería a beber vino hasta que no lo bebiera de nuevo en el Reino de Dios.[Nota 14]

Arresto

Tras la cena, según los sinópticos, Jesús y sus discípulos fueron a orar al huerto de Getsemaní. Los apóstoles, en lugar de orar, se quedaron dormidos, y Jesús sufrió un momento de fuerte angustia con respecto a su destino, aunque decidió acatar la voluntad de Dios.[51][Nota 15]

Judas había efectivamente traicionado a Jesús, para entregarlo a los príncipes de los sacerdotes y los ancianos de Jerusalén a cambio de treinta piezas de plata.[52]​ Acompañado de un grupo armado de espadas y garrotes, enviado por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, llegó a Getsemaní y reveló la identidad de Jesús besándole la mejilla. Jesús fue arrestado. Por parte de sus seguidores hubo un conato de resistencia, pero finalmente todos se dispersaron y huyeron.[53]

Juicio

Tras su detención, Jesús fue llevado al palacio del sumo sacerdote Caifás. Allí fue juzgado ante el Sanedrín. Se presentaron falsos testigos, pero como sus testimonios no coincidían no fueron aceptados. Finalmente, Caifás preguntó directamente a Jesús si era el Mesías, y Jesús dijo: «Tú lo has dicho». El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras ante lo que consideraba una blasfemia. Los miembros del Sanedrín escarnecieron cruelmente a Jesús.[54]​ En el Evangelio de Juan, Jesús fue llevado primero ante Anás, suegro de Caifás, y luego ante este último. Solo se detalla el interrogatorio ante Anás, bastante diferente del que aparece en los sinópticos.[55]​ Pedro, que había seguido a Jesús en secreto tras su detención, se encontraba oculto entre los sirvientes del sumo sacerdote. Reconocido como discípulo de Jesús por los sirvientes, le negó tres veces (dos según el Evangelio de Juan), como Jesús le había profetizado.[56]

A la mañana siguiente, Jesús fue llevado ante Poncio Pilato, el procurador[Nota 16]​ romano. Tras interrogarle, Pilato no le halló culpable, y pidió a la muchedumbre que eligiera entre liberar a Jesús o a un conocido bandido, llamado Barrabás. La multitud, persuadida por los príncipes de los sacerdotes, pidió que se liberase a Barrabás, y que Jesús fuese crucificado. Pilato se lavó simbólicamente las manos para expresar su inocencia de la muerte de Jesús.[57]

Crucifixión

 
Cristo crucificado, de Diego Velázquez (siglo XVII).
 
Detalle del semblante de Cristo recién muerto, obra de José Luján Pérez, 1793.

Jesús fue azotado, lo vistieron con un manto rojo, le pusieron en la cabeza una corona de espinas y una caña en su mano derecha. Los soldados romanos se burlaban de él diciendo: «Salud, rey de los judíos».[58]​ Fue obligado a cargar la cruz en la que iba a ser crucificado hasta un lugar llamado Gólgota, que en arameo significa ‘lugar del cráneo’. Le ayudó a llevar la cruz un hombre llamado Simón de Cirene.

Dieron de beber a Jesús vino con hiel. Él probó pero no quiso tomarlo. Tras crucificarlo, los soldados se repartieron sus vestiduras. En la cruz, sobre su cabeza, pusieron un cartel en arameo (יֵשׁוּעַ נָצְרַת מלך היהודים [Yeshu’a HaNatzrat Melech HaYehudim’]), griego (Ἰησοῦς ὁ Ναζωραῖος ὁ Bασιλεὺς τῶν Ἰουδαίων) y latín con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos», que a menudo en pinturas se abrevia INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, literalmente ‘Jesús Nazareno, el rey de los judíos’). Fue crucificado entre dos ladrones.[59]

Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó: «Elí, Elí, lemá sabactani», que, según el Evangelio de Mateo y el Evangelio de Marcos, en arameo significa: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’.[60]​ Las palabras finales de Jesús difieren en los otros dos evangelios.[61]​ También hay diferencia entre los evangelios en cuanto a qué discípulos de Jesús estuvieron presentes en su crucifixión: en Mateo y Marcos, son varias de las mujeres seguidoras de Jesús; en el Evangelio de Juan se menciona también a la madre de Jesús y al «discípulo a quien amaba» (según la tradición cristiana, se trataría del apóstol Juan, aunque en el texto del evangelio no se menciona su nombre).

Sepultura

Un seguidor de Jesús, llamado José de Arimatea, solicitó a Pilato el cuerpo de Jesús la misma tarde del viernes en que había muerto, y lo depositó, envuelto en una sábana, en un sepulcro excavado en la roca. Cubrió el sepulcro con una gran piedra.[62]​ Según el Evangelio de Mateo (no se menciona en los otros evangelios), al día siguiente, los «príncipes de los sacerdotes y los fariseos» pidieron a Pilato que colocase frente al sepulcro una guardia armada, para evitar que los seguidores de Jesús robasen su cuerpo y difundieran el rumor de que había resucitado. Pilato accedió.[63]

Resurrección y ascensión

 
La resurrección de Cristo, por Piero della Francesca (siglo XV).
 
La resurrección de Cristo, en el Retablo de Isenheim, por el pintor alemán Matthias Grünewald (siglo XVI).

Los cuatro evangelios relatan que Jesús resucitó de entre los muertos al tercer día después de su muerte y se apareció a sus discípulos en varias ocasiones.[64]​ En todos ellos, la primera en descubrir la resurrección de Jesús es María Magdalena. Dos de los evangelios (Marcos y Lucas) relatan también su ascensión a los cielos. Los relatos sobre Jesús resucitado varían, sin embargo, según los evangelios:

  • En el Evangelio de Mateo, María Magdalena y «la otra María» fueron al sepulcro en la mañana del domingo. Sobrevino un terremoto, y un ángel vestido de blanco removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Los guardias, que presenciaron la escena, temblaron de miedo y «se quedaron como muertos» (Mt 28, 1-4). El ángel anunció a las mujeres la resurrección de Jesús, y les encargó que dijeran a los discípulos que fueran a Galilea, donde podrían verlo. Al regresar, el propio Jesús les salió al encuentro, y les repitió que dijeran a los discípulos que fueran a Galilea (Mt 28, 5-10). Entretanto, los guardias avisaron a los príncipes de los sacerdotes de lo ocurrido. Estos los sobornaron para que divulgaran la idea de que los discípulos de Jesús habían robado su cuerpo (Mt 28, 11-15). Los once apóstoles fueron a Galilea, y Jesús les hizo el encargo de predicar el evangelio (Mt 28, 16-20).
  • En el Evangelio de Marcos, tres seguidoras de Jesús, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, fueron al sepulcro el domingo, muy de mañana, con la intención de ungir a Jesús con perfumes (Mc 16, 1-2). Vieron que la piedra que cubría el sepulcro estaba removida. Dentro del sepulcro, descubrieron a un joven vestido con una túnica blanca, quien les anunció que Jesús había resucitado, y les ordenó que dijesen a los discípulos y a Pedro que fuesen a Galilea para allí ver a Jesús. Se indica que María y sus compañeras no dijeron nada a nadie, pues tenían miedo (Mc 16, 3-8). A continuación, se dice que Jesús se apareció a María Magdalena (sin mencionar a las otras mujeres), y que esta dio al resto de los seguidores de Jesús la buena noticia, pero no fue creída (Mc 16, 9-11). Jesús volvió a aparecerse, esta vez a dos que iban de camino: cuando estos discípulos contaron lo ocurrido, tampoco se les creyó (Mc 16, 12-13). Finalmente, se apareció a los once apóstoles, a los que reprendió por no haber creído en su resurrección. Les encomendó predicar el evangelio, y subió a los cielos, donde está sentado a la derecha de Dios (Mc 16, 14-20).[Nota 17]
  • En el Evangelio de Lucas, algunas mujeres, María Magdalena, Juana y María de Santiago, y otras cuyos nombres no se mencionan, acudieron al sepulcro para ungir a Jesús con perfumes. Encontraron removida la piedra del sepulcro, entraron en él y no encontraron el cuerpo (Lc 24, 1-3). Entonces se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes, quienes les anunciaron la resurrección de Jesús (Lc 24, 4-7). Las mujeres anunciaron la resurrección a los apóstoles, pero estos no las creyeron (Lc 24,8-11), excepto Pedro, que fue al sepulcro y comprobó que el cuerpo había desaparecido (Lc 24, 12). Ese mismo día, Jesús se apareció a dos discípulos que caminaban de Jerusalén a Emaús, que lo reconocieron en el momento de la fracción del pan (Lc 24, 13-35). Poco después se presentó ante los once, que creyeron que se trataba de un espíritu, pero les demostró que era él en carne y huesos, y comió en su presencia (Lc24,36-43). Les explicó el sentido de su muerte y resurrección (Lc 24,44-49), y, más tarde, los llevó cerca de Betania, donde ascendió al cielo (Lc 24,50-53).
  • En el Evangelio de Juan, María Magdalena fue al sepulcro muy de madrugada y descubrió que la piedra había sido removida. Corrió en busca de Pedro y del «discípulo a quien Jesús amaba» para avisarles (Jn 20,1-2). Los dos corrieron hacia el sepulcro. El discípulo amado llegó primero, pero no entró en el sepulcro. Pedro entró primero y vio las fajas y el sudario, pero no el cuerpo. El otro discípulo entró después, «y vio y creyó» (Jn 20, 3-10). Magdalena se quedó fuera, y se le aparecieron dos ángeles vestidos de blanco. Le preguntaron: «¿Por qué lloras, mujer?», y ella contestó: «Porque han tomado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Se volvió hacia atrás, y vio a Jesús resucitado, quien le preguntó a su vez por qué lloraba. Magdalena lo confundió con el hortelano, y le preguntó dónde había puesto a Jesús. Jesús la llamó: «¡María!», y ella lo reconoció, respondiendo: «¡Rabbuní!». Jesús le pidió que no lo tocara, ya que aún no había subido al Padre, y pidió que avisara a sus hermanos de que iba a subir al Padre. Magdalena fue a anunciar lo ocurrido a los discípulos (Jn 20, 11-18). Ese mismo día, por la tarde, Jesús se apareció al lugar en que los discípulos se encontraban ocultos por temor de los judíos. Les saludó diciendo «La paz sea con vosotros», les mostró la mano y el costado, y, soplando, les envió el Espíritu Santo. Uno de los once, Tomás, no estaba con el resto cuando tuvo lugar la aparición de Jesús, y no creyó que el aparecido fuera realmente Jesús (Jn 20, 19-25). Ocho días después, Jesús volvió a aparecerse a todos los discípulos, incluido Tomás. Para vencer su incredulidad, Jesús le dijo que tocara su mano y su costado. Tomás creyó en él (Jn 20, 26-29). Más adelante, Jesús volvió a aparecerse a siete de sus discípulos cuando estaban pescando junto al mar de Tiberíades. No habían pescado nada; les pidió que volvieran a echar la red y la sacaron llena de peces. Entonces lo reconocieron, y comieron con él panes y peces (Jn 21,1-14). Tras esto, se relata una conversación entre Jesús y Pedro, en la que interviene también el «discípulo amado» (Jn 21,15-23).

Profecías en el Antiguo Testamento concernientes a Jesús

Según los autores del Nuevo Testamento, la vida de Jesús supuso el cumplimiento de algunas profecías formuladas en ciertos libros del Antiguo Testamento. Los libros bíblicos más citados en este sentido por los primeros cristianos fueron Isaías, Jeremías, los Salmos, Zacarías, Miqueas y Oseas. Para los autores del Nuevo Testamento, en una visión compartida por los cristianos posteriores, en estos textos se anuncia la venida de Jesús de Nazaret, que sería el Mesías que esperaba el pueblo de Israel. A menudo los redactores de los evangelios, sobre todo el autor del Evangelio de Mateo, citan explícitamente estos textos para subrayar el cumplimiento de estas profecías en la vida y muerte de Jesús. Entre otras cosas, consideran que fueron profetizadas las circunstancias y el lugar de nacimiento de Jesús (Is 7,14; Miq 5,2);[65]​ su relación con Galilea (Is 9,1);[66]​ su condición mesiánica (Is 9, 6-7; Is 11, 1-9; Is 15, 5);[67]​ el papel de precursor de Juan el Bautista (Is 40,3)[68]​ e incluso su pasión y muerte sacrificial (a este respecto se citan sobre todo cuatro poemas, incluidos en el Deutero Isaías (o Segundo Isaías),[Nota 18]​ que presentan la figura de un siervo de Yahvé,[69]​ a cuyo sacrificio se atribuye un valor redentor, pero también otros muchos pasajes.[70]

Los judíos, que también consideran sagrados estos libros, no aceptan la creencia cristiana de que estas profecías se refieren a Jesús de Nazaret. Para la investigación histórica actual, el principal interrogante es hasta qué punto estos libros contribuyeron a moldear los relatos evangélicos.

Jesús según la investigación histórica

En el estado actual de conocimientos acerca de Jesús de Nazaret, la opinión predominante en medios académicos es que se trata de un personaje histórico,[Nota 9]​ cuya biografía y mensaje experimentaron modificaciones por parte de los redactores de las fuentes.[71]​ Existe, sin embargo, una minoría de estudiosos que, desde una crítica radical de las fuentes, consideran probable que Jesús ni siquiera fuese un personaje histórico real, sino una entidad mítica, similar a otras figuras objeto de culto en la Antigüedad.[Nota 9]

Fuentes

Son sobre todo las fuentes cristianas, obviamente parciales, las que proporcionan información sobre Jesús de Nazaret. Los textos cristianos reflejan principalmente la fe de las comunidades primitivas, y no pueden considerarse, sin más, documentos históricos.

Los textos en los que la crítica actual cree posible hallar información acerca del Jesús histórico son, principalmente, los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Secundariamente, proporcionan también información acerca de Jesús de Nazaret otros escritos del Nuevo Testamento (el Evangelio de Juan, las epístolas de Pablo de Tarso), algunos evangelios apócrifos (como el de Tomás y el de Pedro), y otros textos cristianos.

Por otro lado, existen referencias a Jesús en unas pocas obras no cristianas. En algunos casos se ha puesto en duda su autenticidad (Flavio Josefo), o que se refieran al mismo personaje cuya vida relatan las fuentes cristianas (Suetonio). Apenas aportan alguna información, excepto que fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato (Tácito) y que fue considerado un embaucador por los judíos ortodoxos.

La investigación filológica ha logrado reconstruir la historia de estos textos con un alto grado de probabilidad, lo que arroja como conclusión que los primeros textos sobre Jesús (algunas cartas de Pablo) son posteriores en unos veinte años a la fecha probable de su muerte, y que las principales fuentes de información acerca de su vida (los evangelios canónicos) se redactaron en la segunda mitad del siglo I. Existe un amplio consenso acerca de esta cronología de las fuentes, al igual que es posible datar algunos (muy escasos) testimonios acerca de Jesús en fuentes no cristianas entre la última década del siglo I y el primer cuarto del siglo II.

Fuentes cristianas

Son muy numerosos los escritos cristianos de los siglos I y II en los que se encuentran referencias a Jesús de Nazaret. Sin embargo, solo una pequeña parte de los mismos contiene información útil acerca de él. Todos ellos reflejan, en primer lugar, la fe de los cristianos de la época, y solo secundariamente revelan información biográfica sobre Jesús.

Los principales son:

  1. Las cartas de Pablo de Tarso: escritas, según la datación más probable, entre los años 50 y 60. Son los documentos más tempranos acerca de Jesús, pero la información biográfica que proporcionan es escasa.
  2. Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), incluidos por la Iglesia en el canon del Nuevo Testamento. En general, suelen datarse entre los años 70 y 90. Proporcionan gran cantidad de información, pero reflejan principalmente la fe de los primeros cristianos, y son documentos bastante tardíos.
  3. El Evangelio de Juan, también incluido en el Nuevo Testamento. Fue escrito probablemente hacia 90-100. Suele considerarse menos fiable que los sinópticos, ya que presenta concepciones teológicas mucho más evolucionadas. Sin embargo, no puede excluirse que contenga tradiciones sobre el Jesús histórico bastante más antiguas.
  4. Algunos de los llamados evangelios apócrifos, no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Una gran parte de estos textos son documentos muy tardíos que no aportan información sobre el Jesús histórico. Sin embargo, algunos de ellos, cuya datación es bastante controvertida, podrían transmitir información sobre dichos o hechos de Jesús: entre aquellos a los que suele concederse una mayor credibilidad están el Evangelio de Tomás, el Evangelio Egerton, el Evangelio secreto de Marcos y el Evangelio de Pedro.
Cartas de Pablo de Tarso

Los textos más antiguos conocidos relativos a Jesús de Nazaret son las cartas escritas por Pablo de Tarso, consideradas anteriores a los evangelios. Pablo no conoció personalmente a Jesús. Su conocimiento de él y de su mensaje, según sus propias afirmaciones, puede provenir de una doble fuente:[72]​ por un lado, sostiene en sus escritos que se le apareció el propio Jesús resucitado para revelarle su evangelio, una revelación a la que Pablo concedía gran importancia (Gal 1, 11-12); por otro, también según su propio testimonio, mantuvo contactos con miembros de varias comunidades cristianas, entre ellos varios seguidores de Jesús. Conoció, según él mismo afirma en la Epístola a los Gálatas, a Pedro (Gal 2, 11-14), Juan (Gal 2, 9), y Santiago, al que se refiere como «hermano del Señor» (Gal 1, 18-19; 1 Cor 15, 7).

Aunque la tradición cristiana atribuye a Pablo catorce epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, solo existe consenso entre los investigadores actuales en cuanto a la autenticidad de siete de ellas, que se datan generalmente entre los años 50 y 60 (Primera epístola a los tesalonicenses, Epístola a los filipenses, Epístola a los gálatas, Primera epístola a los corintios, Segunda epístola a los corintios, Epístola a los romanos y Epístola a Filemón). Estas epístolas son cartas dirigidas por Pablo a comunidades cristianas de diferentes lugares del Imperio romano, o a individuos particulares. En ellas se tratan fundamentalmente aspectos doctrinales del cristianismo. Pablo se interesa sobre todo por el sentido sacrificial y redentor que según él tienen la muerte y resurrección de Jesús, y son escasas sus referencias a la vida de Jesús o al contenido de su predicación.[Nota 19]

Sin embargo, las epístolas paulinas sí proporcionan alguna información. En primer lugar, se afirma en ellas que Jesús nació «según la Ley» y que era del linaje de David, «según la carne» (Rom 1, 3), y que los destinatarios de su predicación eran los judíos circuncisos (Rom 15, 8). En segundo lugar, refiere ciertos detalles acerca de su muerte: indica que murió crucificado (2 Cor 13, 4), que fue sepultado y que resucitó al tercer día (1 Cor 15,3-8), y atribuye su muerte a los judíos (1 Tes 2, 14) y también a los «poderosos de este mundo» (1 Cor 2, 8). Además, la Primera epístola a los corintios contiene un relato de la Última Cena (1 Cor 11, 23-27), semejante al de los evangelios sinópticos (Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 15-20), aunque probablemente más antiguo.[73]

Evangelios sinópticos

Los estudiosos están de acuerdo en que la principal fuente de información acerca de Jesús se encuentra en tres de los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento, los llamados sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, cuya redacción se sitúa generalmente entre los años 70 y 100.

El punto de vista dominante en la crítica actual es que los evangelios no fueron escritos por testigos personales de la actividad de Jesús. Se cree que fueron escritos en griego por autores que no tenían conocimiento directo del Jesús histórico. Algunos autores, sin embargo, continúan manteniendo el punto de vista tradicional sobre esta cuestión, que los atribuye a personajes citados en el Nuevo Testamento.[Nota 20]

Aunque no es aceptada por la totalidad de los críticos, las afinidades entre estos evangelios suelen ser explicadas por la llamada teoría de las dos fuentes, propuesta ya en 1838 por C. H. Weisse, y que fue luego significativamente matizada por B. H. Streeter en 1924. Según esta teoría, el evangelio más antiguo es Marcos (y no Mateo, como se creía anteriormente). Tanto Lucas como Mateo son posteriores, y utilizaron como fuente Marcos, lo que explica el material común entre los tres sinópticos, denominado «de triple tradición». Pero, además, existió una segunda fuente, a la que se dio el nombre de Q, que contenía casi exclusivamente palabras de Jesús, lo cual explica el llamado material de doble tradición, que se encuentra en Mateo y Lucas, pero no en Marcos (Q es hoy considerado un documento independiente, del que incluso existen ediciones críticas).[74]​ Por último, tanto Lucas como Mateo contienen material propio, que no se encuentra en ninguna de las dos fuentes hipotéticas.

El grado de fiabilidad que se concede a los evangelios depende de los estudiosos. La opinión más extendida es que son principalmente textos apologéticos, es decir, de propaganda religiosa, cuya intención principal es difundir una imagen de Jesús acorde con la fe de las primitivas comunidades cristianas, pero que contienen, en mayor o menor medida, datos acerca del Jesús histórico. Se ha demostrado que contienen varios errores históricos y geográficos, numerosas incongruencias narrativas y abundantes elementos sobrenaturales que son sin duda expresiones de fe y de los que se discute si tienen o no un origen histórico. Sin embargo, sitúan a Jesús en un marco histórico verosímil, en general acorde con lo conocido mediante fuentes no cristianas, y esbozan una trayectoria biográfica bastante coherente.

La corriente de investigación llamada «historia de las formas», cuyos máximos representantes fueron Rudolf Bultmann y Martin Dibelius, se orientó sobre todo a estudiar la «prehistoria» literaria de los evangelios. Estos autores determinaron que los evangelios (incluido Q, considerado como un «protoevangelio») son compilaciones de unidades literarias menores, denominadas perícopas, que pertenecen a géneros literarios diferentes (narraciones de milagros, diálogos didácticos, enseñanzas éticas, etcétera). Estas perícopas tienen su origen último en la tradición oral sobre Jesús, pero solo algunas de ellas se refieren a dichos y hechos verdaderos del Jesús histórico. Más adelante, otra escuela, denominada «historia de la redacción» (o crítica de la redacción), destacó el hecho de que, a la hora de compilar y unificar narrativamente el material de que disponían, los autores de los evangelios respondían a motivaciones teológicas.

Para datar los evangelios sinópticos, un aspecto de particular importancia son las referencias a la destrucción del Templo de Jerusalén. Estudiando estas referencias, la mayoría de los autores coinciden en afirmar que los tres sinópticos, en su estado actual, son posteriores a la destrucción del templo (año 70), en tanto que Q es muy probablemente anterior.

Los autores de los evangelios responden a motivaciones teológicas concretas. En sus obras, intentan armonizar las tradiciones recibidas acerca del Jesús histórico con la fe de las comunidades a las que pertenecen.

  • Fuente Q: la existencia de este protoevangelio, como se ha dicho antes, se ha inducido a partir de la investigación textual de las afinidades entre los sinópticos. En la actualidad, se ha avanzado mucho en la reconstrucción de este texto hipotético. Se considera que fue escrito en griego,[75]​ que contenía principalmente dichos de Jesús, y que fue redactado probablemente en Galilea[76]​ en un momento anterior a la primera guerra judeo-romana, probablemente entre los años 40 y 60. En cuanto a su contenido, se han encontrado importantes paralelos entre Q y un evangelio apócrifo de difícil datación, el Evangelio de Tomás.
  • Evangelio de Marcos: fue escrito en griego, posiblemente en Siria, o tal vez en Roma, y se data generalmente en torno al año 70, por lo cual se trata del evangelio más antiguo que se conserva.[Nota 21]​ Se considera básicamente una recopilación de materiales de tradición escrita y oral, entre los cuales destaca, por su unidad estructural, la narración de la Pasión, pero que incluyen también antologías de milagros, tradiciones apocalípticas (especialmente Mc 13) y disputas y diálogos escolares.
  • Evangelio de Mateo: fue escrito en griego, posiblemente en Siria, y es más tardío que Marcos, al que utiliza como fuente. Probablemente se redactó en los años 80 del siglo I. Combina como fuentes Q, Marcos y otras, y su intención principal es destacar la figura de Jesús como plenitud de la Ley y los profetas del Antiguo Testamento, por lo cual utiliza abundantemente citas de las Escrituras judías. El texto de Mt 13, 44: 'El reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel', cobra sentido en el marco de la propiedad de la tierra en Roma, que era, hacia arriba: 'ad astra', y hacia abajo: 'ad inferos', así, un tesoro hallado en un campo era propiedad del dueño del campo, por eso quien lo encuentra compra el campo para poder hacerse con el tesoro.
  • Evangelio de Lucas: es la primera parte de una obra unitaria cuya segunda parte es el texto conocido como Hechos de los Apóstoles, dedicada a narrar los orígenes del cristianismo. Al igual que Mateo, utiliza como fuentes Q y Marcos.
Evangelio de Juan

Generalmente se considera que el Evangelio de Juan es más tardío que los sinópticos (suele datarse en torno al año 100) y que la información que ofrece acerca del Jesús histórico es menos fiable. Muestra una teología más desarrollada, ya que presenta a Jesús como un ser preexistente, sustancialmente unido a Dios, enviado por él para salvar al género humano.[77]​ Sin embargo, parece que su autor utilizó fuentes antiguas, en algunos casos independientes de los sinópticos, por ejemplo, en lo relativo a la relación entre Jesús y Juan el Bautista, y al proceso y ejecución de Jesús.[78]​ Relata pocos milagros de Jesús (solo siete), para los que posiblemente utilizó como fuente un hipotético Evangelio de los Signos. En este evangelio son muy numerosas las escenas de la vida de Jesús que no tienen un paralelo en los sinópticos (entre ellas, algunas de las más conocidas, como las bodas de Caná o la resurrección de Lázaro de Betania).

Evangelios apócrifos

Se denomina evangelios apócrifos a aquellos textos sobre hechos o dichos de Jesús no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Como señala Antonio Piñero,[79]​ la mayor parte de los apócrifos no aportan información válida sobre el Jesús histórico, ya que se trata de textos bastante tardíos (posteriores al año 150), y que utilizan como fuentes los evangelios canónicos.

Existen, sin embargo, algunas excepciones notables: el Evangelio de Pedro, el Papiro Egerton 2, los Papiros de Oxirrinco y, muy especialmente, el Evangelio de Tomás.[80]​ Sobre la datación de estos textos no hay acuerdo entre los especialistas, pero la posición mayoritaria es que pueden contener información auténtica acerca de Jesús. Dado su carácter fragmentario, sin embargo, se han utilizado sobre todo para confirmar informaciones que también transmiten los evangelios canónicos.

Otros textos cristianos

La historicidad de estas referencias es considerada en general bastante dudosa.

Fuentes no cristianas

Apenas hay menciones de Jesús en fuentes no cristianas de los siglos I y II. Ningún historiador se ocupó por extenso de su historia: solo existen alusiones de pasada, algunas de ellas ambiguas, y una de las de Flavio Josefo (el llamado «Testimonio flaviano») contiene posiblemente alguna interpolación posterior. Sin embargo, todas juntas bastan para certificar su existencia histórica.[82]​ Al respecto The New Encyclopaedia Britannica afirma:

Estos relatos independientes demuestran que en la Antigüedad ni siquiera los opositores del cristianismo dudaron de la historicidad de Jesús, que comenzó a ponerse en tela de juicio, sin base alguna, a finales del siglo XVIII, a lo largo del XIX y a principios del XX.
The New Encyclopaedia Britannica[83]

Estas fuentes pueden dividirse en:

Fuentes judías

El primer pasaje de la citada obra que menciona a Jesús es conocido con el nombre de «testimonio Flaviano». Se encuentra en Antigüedades Judías, 18.3.3. Fue objeto de interpolaciones posteriores por copistas cristianos, y durante muchos años se debatió incluso si en su versión original Josefo aludía a Jesús. Este debate fue resuelto en 1971, al aparecer un manuscrito árabe del siglo X en el que el obispo Agapio de Hierápolis citaba ese texto de Josefo. Ya que la primera copia que se posee de Josefo (la de la Ambrosiana) data del siglo XI, un siglo más tarde, hay que admitir que el texto árabe, anterior, reproduce el de Josefo sin interpolaciones.[84]

El segundo pasaje no ha solido ser discutido, ya que está estrechamente relacionado con el contexto de la obra y parece improbable que se trate de una interpolación. Se encuentra en Antigüedades Judías, 20.9.1, y se refiere a la lapidación de Santiago, que el texto identifica como hermano de Jesús, un personaje que es llamado del mismo modo en algunos textos de Pablo de Tarso. Aunque sin consenso absoluto, para la mayor parte de los autores el pasaje es auténtico.

  • Menciones en el tratado Sanhedrin del Talmud babilónico: no está claro si estos pasajes se refieren a Jesús de Nazaret. En Sanh., 43 a. se dice que Yeshu fue colgado «la víspera de Pascua», por haber practicado la hechicería y por incitar a Israel a la apostasía. Se menciona incluso el nombre de cinco de sus discípulos: Matthai, Nakai, Nezer, Buni y Todah. La mayor parte de los estudiosos data esta referencia en fecha muy tardía, y no la considera una fuente de información independiente.[85]
Fuentes romanas y sirias

Hay breves menciones a Jesús en sendas obras de Suetonio (c. 70-post 126), Tácito (61-117) y Plinio el Joven (62-113). Excepto el de Tácito, son más bien referencias a la actividad de los cristianos:

  • Suetonio, hacia 120 d. C., hace referencia a una nota al parecer tomada de un documento de la policía de la época de Claudio (41-54 d. C.), la cual menciona a los cristianos, y en otro pasaje de la misma obra habla del mismo emperador, diciendo que a «los judíos, instigados por Chrestus, los expulsó de Roma por sus hábitos escandalosos» (De Vita Caesarum. Divus Claudius, 25). De esto se deduce que los hebreos fueron expulsados de Roma, culpables de haber provocado tumultos bajo la instigación de un tal Chrestus. Otra versión del mismo texto indica que Claudio: «Expulsó de Roma a los judíos por las continuas peleas a causa de un tal “Cresto”». El nombre Chrestus ha sido interpretado como una lectura deficiente de Christus; sin embargo, no puede excluirse que el pasaje haga referencia a un agitador judío en la Roma de los años 50.
  • Hacia 116 o 117, el historiador Tácito, en sus Anales, hablando del reinado de Nerón (54-58 d. C.), comenta que después del incendio de Roma infligía penas severas a los partidarios de un tal Cristo, que había sido supliciado bajo Poncio Pilato: los cristianos toman su nombre «de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato» (Anales, 15.44:2-3).
  • A comienzos del siglo II, Plinio el Joven, en una carta al emperador Trajano (98-117 d. C.), menciona que «estos cristianos (aquellos a los que hace comparecer ante sí mismo) que consienten en hacer sacrificios a los dioses, los absuelve. Por otra parte, aseguran no haber hecho ningún mal: dicen haber, simplemente, elevado cánticos a Cristo, como los que se dedican a un dios», «le cantan himnos a Cristo (casi Dios, según dicen)» (Epístolas 10:96).

Existen algunos textos más, como el de Luciano de Samósata (segunda mitad del siglo siglo II d. C.), que menciona a «aquel hombre a quien siguen adorando, que fue crucificado en Palestina... aquel sofista crucificado», u otro que, aunque es dudoso, podría ser una referencia a Jesús de Nazaret: se trata de una carta, conservada en siríaco, escrita por un tal Mara Bar-Serapion, en la que se habla de un «rey sabio» condenado a muerte por los judíos.[86]​ No hay acuerdo sobre si esta carta data del siglo I, II o III de nuestra era, y tampoco está claro si es o no una referencia a Jesús de Nazaret.

La escasez de fuentes no cristianas sugiere que la actividad de Jesús no llamó la atención en su época, aunque según las fuentes cristianas su predicación habría congregado a multitudes. Las fuentes no cristianas aportan solo una imagen muy esquemática al conocimiento de Jesús como personaje histórico.[87]

Arqueología

 
Papiro P52, Rylands 457.

La arqueología no presenta evidencias para verificar la existencia de Jesús de Nazaret. La explicación principal que se da a este hecho es que Jesús no alcanzó mientras vivía una relevancia suficiente como para dejar constancia en fuentes arqueológicas, dado que no fue un importante líder político, sino un sencillo predicador itinerante.[88]​ Si bien los hallazgos de la arqueología no pueden ser aducidos como prueba de la existencia de Jesús de Nazaret, sí confirman la historicidad de gran número de personajes, lugares y acontecimientos descritos en las fuentes.[89]

Por otro lado, Jesús, como muchos destacados dirigentes religiosos y filósofos de la Antigüedad,[90]​ no escribió nada, o al menos no hay constancia alguna de que así haya sido. Todas las fuentes para la investigación histórica de Jesús de Nazaret son, por lo tanto, textos escritos por otros autores. El más antiguo documento inequívocamente concerniente a Jesús de Nazaret[Nota 21]​ es el llamado Papiro P52, que contiene un fragmento del Evangelio de Juan y que data, según los cálculos más extendidos, del 125 aproximadamente (es decir, casi un siglo después de la fecha posible de la muerte de Jesús, hacia el año 30).

Metodología

La investigación histórica de las fuentes cristianas sobre Jesús de Nazaret exige la aplicación de métodos críticos que permitan discernir las tradiciones que se remontan al Jesús histórico de aquellas que constituyen adiciones posteriores, correspondientes a las primitivas comunidades cristianas.

La iniciativa en esta búsqueda partió de investigadores cristianos. Durante la segunda mitad del siglo XIX, su aportación principal se centró en la historia literaria de los evangelios.

Los principales criterios sobre los que existe consenso a la hora de interpretar las fuentes cristianas son, según Antonio Piñero,[91]​ los siguientes:

  • Criterio de desemejanza o disimilitud: según este criterio, pueden darse por ciertos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús en las fuentes que sean contrarios a concepciones o intereses propios del judaísmo anterior a Jesús o del cristianismo posterior a él. Contra este criterio se han formulado objeciones, ya que, al desvincular a Jesús del judaísmo del siglo I, se corre el peligro de privarle del contexto necesario para entender varios aspectos fundamentales de su actividad.
  • Criterio de dificultad: pueden considerarse también auténticos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús que resulten incómodos para los intereses teológicos del cristianismo.
  • Criterio de atestiguación múltiple: pueden considerarse auténticos aquellos hechos o dichos de Jesús de los que pueda afirmarse que proceden de diferentes estratos de la tradición. A este respecto, suelen considerarse que, al menos parcialmente, aportan fuentes independientes entre sí Q, Marcos, el material propio de Lucas, el material propio de Mateo, el Evangelio de Juan, ciertos evangelios apócrifos (muy especialmente, en relación con los dichos, el Evangelio de Tomás, pero también otros como el Evangelio de Pedro o el Evangelio Egerton) y otros. Este criterio se refiere también a la atestiguación de un mismo dicho o hecho en formas o géneros literarios diferentes.
  • Criterio de coherencia o consistencia: pueden darse también por ciertos aquellos dichos o hechos que son coherentes con lo que los criterios anteriores han permitido establecer como auténtico.
  • Criterio de plausibilidad histórica: según este criterio, puede considerarse histórico aquello que sea plausible en el contexto del judaísmo del siglo I, así como aquello que pueda contribuir a explicar ciertos aspectos del influjo de Jesús en los primeros cristianos. Como resalta Piñero,[92]​ este criterio contradice al de desemejanza, enunciado en primer lugar.

No todos los autores, sin embargo, interpretan del mismo modo estos criterios, e incluso hay quienes niegan la validez de algunos de ellos.

Contexto

Marco histórico

 
Situación geopolítica del Reino de Judea en el año 89 a. C., antes de la primera guerra mitridática y la intervención romana.

El pueblo judío, sin estado propio desde la destrucción del Primer Templo en 587 a. C., en tiempos de Nabucodonosor II, había pasado varias décadas sometido, sucesivamente, a babilonios, persas, la dinastía ptolemaica de Egipto y el Imperio seléucida, sin que se produjeran conflictos de gravedad. En el siglo II a. C., sin embargo, el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes, decidido a imponer la helenización del territorio, profanó el Templo. Esta actitud desencadenó una rebelión acaudillada por la familia sacerdotal de los Macabeos, quienes establecieron un nuevo reino judío con total independencia desde el año 134 a. C. hasta el 63 a. C.

En ese año, el general romano Pompeyo intervino en la guerra civil que enfrentaba a dos hermanos de la dinastía asmonea, Hircano II y Aristóbulo II. Con esta intervención dio comienzo el dominio romano en Palestina. Dicho dominio, sin embargo, no se ejerció siempre de forma directa, sino mediante la creación de uno o varios estados clientes, que pagaban tributo a Roma y estaban obligados a aceptar sus directrices. El propio Hircano II fue mantenido por Pompeyo al frente del país, aunque no como rey, sino como etnarca. Posteriormente, tras un intento de recuperar el trono del hijo de Aristóbulo II, Antígono, quien fue apoyado por los partos, el hombre de confianza de Roma fue Herodes, quien no pertenecía a la familia de los asmoneos, sino que era hijo de Antípatro, un general de Hircano II de origen idumeo.

 
Reino de Judea como protectorado romano bajo Herodes (37 a. C. - 4 a. C.).

Tras su victoria sobre los partos y los seguidores de Antígono, Herodes fue nombrado rey de Judea por Roma en 37 a. C. Su reinado, durante el cual, según opinión mayoritaria, tuvo lugar el nacimiento de Jesús de Nazaret, fue un período relativamente próspero.

A la muerte de Herodes, en 4 a. C., su reino se dividió entre tres de sus hijos: Arquelao fue designado etnarca de Judea, Samaria e Idumea; a Antipas (llamado Herodes Antipas en el Nuevo Testamento) le correspondieron los territorios de Galilea y Perea, que gobernó con el título de tetrarca; por último, Filipo heredó, también como tetrarca, las regiones más remotas: Batanea, Gaulanítide, Traconítide y Auranítide.

Estos nuevos gobernantes correrían diversa suerte. Mientras que Antipas se mantuvo en el poder durante cuarenta y tres años, hasta el 39, Arquelao, debido al descontento de sus súbditos, fue depuesto en el 6 d. C. por Roma, que pasó a controlar directamente los territorios de Judea, Samaría e Idumea.

En el período en que Jesús desarrolló su actividad, por lo tanto, su territorio de origen, Galilea, formaba parte del reino de Antipas, responsable de la ejecución de Juan el Bautista, y al que una tradición tardía, que solo se encuentra en el Evangelio de Lucas, hace desempeñar un papel secundario en el juicio de Jesús. Judea, en cambio, era administrada directamente por un funcionario romano, perteneciente al orden ecuestre, que llevó primero el título de prefecto (hasta el año 41) y luego (desde el 44) el de procurador. En el período de la actividad de Jesús, el prefecto romano era Poncio Pilato.

 
Reconstrucción hipotética de la ciudad de Jerusalén (siglo I).

El prefecto no residía en Jerusalén, sino en Cesarea Marítima, ciudad de la costa mediterránea que había sido fundada por Herodes el Grande, aunque se desplazaba a Jerusalén en algunas ocasiones (por ejemplo, con motivo de la fiesta de Pésaj o Pascua, como se relata en los evangelios, ya que era en estas fiestas, que congregaban a miles de judíos, cuando solían producirse tumultos). Contaba con unos efectivos militares relativamente reducidos (unos 3000 hombres),[93]​ y su autoridad estaba supeditada a la del legado de Siria. En tiempos de Jesús, el prefecto tenía el derecho exclusivo de dictar sentencias de muerte (ius gladii).

Sin embargo, Judea gozaba de un cierto nivel de autogobierno. En especial, Jerusalén estaba gobernada por la autoridad del sumo sacerdote, y su consejo o Sanedrín. Las competencias exactas del Sanedrín son objeto de controversia, aunque en general se admite que, salvo en casos muy excepcionales, no tenían la potestad de juzgar delitos capitales.

Carácter particular de Galilea

Aunque separada de Judea por la historia, Galilea era en el siglo I una región de religión judía. Tenía, sin embargo, algunos rasgos diferenciales, como una menor importancia del Templo, y una menor presencia de sectas religiosas como los saduceos y los fariseos. Estaba muy expuesta a las influencias helenísticas y presentaba grandes contrastes entre el medio rural y el medio urbano.

Al este de Galilea se encontraban las diez ciudades de la Decápolis, situadas todas ellas al otro lado del río Jordán, a excepción de una, Escitópolis (llamada también Bet Shean). Al noroeste, Galilea limitaba con la región sirofenicia, con ciudades como Tiro, Sidón y Aco/Tolemaida. Al sudoeste se situaba la ciudad de Cesarea Marítima, lugar de residencia del prefecto (luego procurador) romano. Por último, al sur se encontraba otra importante ciudad, Sebaste, así llamada en honor al emperador Augusto.[Nota 22]

En pleno corazón de Galilea se encontraban también dos importantes ciudades: Séforis, muy cercana (5 o 6 km) a la localidad de donde era originario Jesús, Nazaret; y Tiberíades, construida por Antipas y cuyo nombre era un homenaje al emperador Tiberio. Tiberíades era la capital de la monarquía de Antipas, y estaba muy próxima a Cafarnaúm, ciudad que fue con probabilidad el centro principal de la actividad de Jesús.

Es importante destacar que las ciudades eran focos de influencia de la cultura helenística. En ellas residían las élites, en tanto que en el medio rural habitaba un campesinado empobrecido, del que procedía con toda probabilidad Jesús. Las ciudades eran en general favorables a Roma, como se demostró con ocasión de la primera guerra judeo-romana.

En las fuentes cristianas no se menciona que Jesús visitase ninguna de las ciudades de Galilea ni de su entorno. Sin embargo, dada la proximidad de Tiberíades a los principales lugares mencionados en los evangelios, es difícil pensar que Jesús se sustrajo por completo a la influencia helenística.

El medio campesino, del que procedía Jesús, veía con hostilidad las ciudades. Los campesinos de Galilea soportaban importantes cargas impositivas, tanto del poder político (la monarquía de Antipas) como del religioso (el Templo de Jerusalén), y su situación económica debió de ser bastante difícil.

Galilea fue la región judía más conflictiva durante el siglo I, y los principales movimientos revolucionarios antirromanos, desde la muerte de Herodes el Grande en 4 a. C. hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70, se iniciaron en esta región. La lucha contra el Imperio romano fue, según el historiador Geza Vermes, «una actividad galilea general en el primer siglo d. C.».[94]

Judaísmo en los tiempos de Jesús

En tiempos de Jesús, al igual que en la actualidad, el judaísmo era una religión monoteísta, basada en la creencia de un único Dios. Los judíos creían que Dios había elegido a su pueblo, Israel, y había establecido con él una alianza a través de Abraham y Moisés, principalmente. Los actos fundamentales de dicha alianza eran, para los judíos, la vocación de Abraham, el éxodo, y la promulgación de la ley en el Sinaí.[95]​ La fidelidad de los judíos a esta alianza se manifestaba, además de en su adoración a su único Dios, en la rigurosidad con que seguían los mandamientos y preceptos de la Torá, o la llamada Ley mosaica; esta regulaba todos los aspectos de la vida de los judíos, como la obligación de circuncidar a los hijos varones, la prohibición de trabajar en sábado, y otras ciertas reglas alimentarias (por ejemplo, la de no comer carne de cerdo) y de purificación.

 
Maqueta del Segundo templo de Jerusalén, de época contemporánea a Jesús de Nazaret.

En el siglo I, el centro del culto a Dios era el Templo de Jerusalén. Era necesario acudir a este tres veces al año (durante las llamadas fiestas de peregrinación), para realizar diversos sacrificios y entregar ofrendas. El culto del Templo era administrado por los sacerdotes y levitas, cuyo número era muy elevado,[Nota 23]​ quienes desempeñaban los llamados oficios sagrados durante las fiestas, tales como custodiar y limpiar el Templo, preparar los animales y la leña para los sacrificios, y cantar salmos durante las celebraciones públicas.[96]​ Los sacerdotes y levitas se mantenían con los tributos de los campesinos, obligatorios para todos los judíos.

Pero el Templo no era el único lugar en que se rendía culto a Dios: en época de Jesús existía también la costumbre de reunirse cada sábado en las sinagogas. Mientras que el culto en el Templo estaba dominado por los sacerdotes, la costumbre de reunirse en las sinagogas fue promoviendo la religiosidad de los laicos.[95]​ Además, en las sinagogas no se llevaban a cabo sacrificios a diferencia del Templo, sino que tan solo se leían y comentaban los textos sagrados.

En la época de Jesús, existían sectas divergentes dentro del judaísmo. El autor que más información proporciona sobre este tema es Flavio Josefo. Este[97]​ distingue entre tres sectas principales: la saducea, la esenia y la farisea. Esta última era bastante respetada por el pueblo y estaba constituida principalmente por laicos.[98]

Los fariseos creían en la inmortalidad del alma y eran conocidos por el rigor con que interpretaban la ley, considerando a la tradición como fuente de esta. En cuanto a los saduceos, gran número de ellos formaba parte de la casta sacerdotal, pero en oposición a los fariseos, rechazaban la idea de que la tradición era fuente de ley y negaban también la inmortalidad del alma. Por último, el grupo de los esenios es considerado por la inmensa mayoría de los investigadores como el autor de los denominados manuscritos del Mar Muerto. Constituían una especie de monacato, cuyos seguidores eran estrictos cumplidores de la ley, aunque diferían de los otros grupos religiosos en su interpretación de esta.

Otro aspecto de suma importancia en el judaísmo del siglo I es su concepción apocalíptica: la creencia en una intervención futura de Dios, que restauraría el poder de Israel y tras la que reinarían la paz y armonía universales. Esta idea adquirió gran fuerza en la época en que el pueblo judío fue sometido por la ocupación romana (aunque está ya presente en varios de los libros proféticos de la Tanaj, especialmente en el Libro de Isaías), y se relaciona estrechamente con la creencia en la llegada de un Mesías. Además, es muy mencionada en la llamada literatura intertestamentaria: libros apócrifos generalmente atribuidos a patriarcas u otras figuras destacadas de la Biblia hebrea.

El hombre

Jesús de Nazaret nació con bastante probabilidad en torno al año 4 a. C., aunque la fecha no puede determinarse con seguridad. Según la opinión hoy mayoritaria entre los estudiosos, su lugar de nacimiento fue la aldea galilea de Nazaret, aunque pudo haber nacido también en Belén, en Judea, cerca de Jerusalén. Sus padres se llamaban José y María, y es probable que tuviera hermanos. No hay constancia de que estuviera casado; probablemente era célibe, aunque tampoco hay ninguna fuente que lo afirme. Cuando tenía aproximadamente treinta años, se hizo seguidor de un predicador conocido como Juan el Bautista y, cuando este fue capturado por orden del tetrarca de Galilea, Antipas (o tal vez antes), formó su propio grupo de seguidores. Como predicador itinerante, recorrió varias localidades de Galilea, anunciando una inminente transformación que denominaba Reino de Dios. Predicaba en arameo, aunque es muy probable que conociese también el hebreo, lengua litúrgica del judaísmo, tanto en sinagogas como en casas privadas y al aire libre. Entre sus seguidores había varias mujeres.

Desarrolló su predicación durante un tiempo imposible de concretar, pero que en cualquier caso no excedió de tres años, y muy probablemente fue bastante inferior. Durante su predicación, alcanzó fama en la región como sanador y exorcista. Según su punto de vista, su actividad como taumaturgo anunciaba también el Reino de Dios. Fue acusado de borracho y comilón, amigo de publicanos y prostitutas (Mt 11,19), y de exorcizar con el poder del príncipe de los demonios (Mt, 12, 22-30). Sus familiares lo tuvieron por enajenado (Mc 3,21). Las muchedumbres le inspiraban compasión (Mt 14, 14) y la única vez que habló de su personalidad se autodefinió como manso y humilde de corazón (Mt, 11-29), pero rechazó ser llamado bueno, porque solo Dios es bueno (Mc 10,18). La presencia viva de Jesús generaba en sus discípulos una alegría liberadora: «¿Acaso pueden los compañeros del novio ayunar mientras el novio está con ellos? Mientras que tienen con ellos al esposo no pueden ayunar» (Mc 2, 19).

Con motivo de la fiesta de la Pascua, acudió con un grupo de seguidores suyos a Jerusalén. Probablemente por algo que hizo o dijo en relación con el Templo de Jerusalén, aunque no pueden excluirse otros motivos, fue detenido por orden de las autoridades religiosas judías de la ciudad, quienes lo entregaron al prefecto romano, Poncio Pilato, acusado de sedición. Como tal, fue ejecutado, posiblemente en torno al año 30, por orden de las autoridades romanas de Judea. A su muerte, sus seguidores se dispersaron, pero poco después vivieron colectivamente una experiencia que les llevó a creer que había resucitado y que regresaría en un plazo breve para establecer el Reino de Dios que había predicado en vida.

Nombre

Jesús es la forma latinizada del griego Ιησοῦς (Iesoûs), con el que es mencionado en el Nuevo Testamento, escrito en griego. El nombre deriva del hebreo Ieshu, forma abreviada de Yeshúa, la variante más extendida del nombre Yehoshúa, que significa ‘Yahveh salva’, y que designa así mismo a Josué, un conocido personaje del Antiguo Testamento, lugarteniente y sucesor de Moisés.[99]

Se sabe que era un nombre frecuente en la época, ya que en la obra de Flavio Josefo son mencionados unos veinte personajes de igual denominación.[100]​ La forma de este nombre en arameo ―el idioma de la Judea del siglo I― es la que con toda probabilidad usó Jesús: Ieshuá (ישׁוע, Yēšûaʿ).

En Marcos y Lucas, Jesús es llamado Iesoûs hó Nazarēnós (Ιησοῦς ὅ Ναζαρηνός);[101]​ y en Mateo, Juan y a veces en Lucas se utiliza la forma Iesoûs hó Nazoraîos (Ιησοῦς ὅ Ναζωραῖος),[102]​ que aparece también en Hechos de los Apóstoles.[103]​ La interpretación de estos epítetos depende de los autores: para la mayoría, ambos hacen referencia a su localidad de origen, Nazaret; otros, interpretan el epíteto nazoraîos (‘nazoreo’) como compuesto de las palabras hebreas neser (‘retoño’) y semah (‘germen’); según esta interpretación, el epíteto tendría un carácter mesiánico; otros, en cambio, lo interpretan como Nazareo (‘separado para Yahveh’).[104]​ El Diccionario de la lengua española (de la Real Academia Española) recoge para la palabra «nazareno» la descripción: «Hebreo que se consagraba particularmente al culto de Dios, no bebía licor alguno que pudiese embriagar, y no se cortaba la barba ni el cabello».[105]​ Muy posiblemente, en tiempos de Jesús hubiese unos cuantos hombres más que actuasen de esta manera como servicio religioso.

Lugar y fecha de nacimiento

Jesús nació probablemente en Nazaret, en Galilea,[106]​ ya que en la mayoría de las fuentes se le llama «Jesús de Nazaret»,[107]​ y en la antigüedad solía expresarse de esta forma el lugar de nacimiento.[108]​ Sin embargo, dos evangelios (Lucas y Mateo), los únicos que entre los evangelios canónicos hacen referencia a la infancia de Jesús,[Nota 24]​ relatan su nacimiento en Belén, en Judea. Aunque este lugar de nacimiento es el comúnmente aceptado por la tradición cristiana, los investigadores actuales han puesto de relieve que los relatos de Mateo y Lucas están elaborados con temas de la tradición davídica, contienen varios elementos históricamente poco fiables, y muestran una clara intención de demostrar que Jesús era el Mesías, que, según Miq 5,2, debía nacer en Belén.[Nota 25][Nota 26]​ Son muchos los críticos actuales que consideran que la historia del nacimiento de Jesús en Belén es una adición posterior de los autores de estos evangelios y no se corresponde con la realidad histórica.[106]​ Sin embargo, otros autores, la mayoría de ellos católicos, entienden que no hay razones para dudar de la veracidad histórica de Mateo y Lucas en lo referente a este punto.[109]

Aunque Nazaret es citada 12 veces en los evangelios,[110]​ y las investigaciones arqueológicas indican que el pueblo fue continuamente ocupado desde el siglo VII antes de nuestra era,[110][111]​ «Nazaret» no es mencionada por historiadores o geógrafos de los primeros siglos de nuestra era. Según John P. Meier, Nazaret era «un lugar insignificante situado en los montes de la Baja Galilea, un pueblo tan oscuro que nunca lo mencionan el Antiguo Testamento, Josefo, Filón, ni la literatura temprana de los rabinos, ni los pseudepigrapha del Antiguo Testamento».[111]​ Aunque Lc 1, 26 la llama «ciudad», en realidad sería una pobre aldea que debió toda su importancia posterior al hecho cristiano.[112]​ El nombre de nazarenos dado a los cristianos palestinenses del siglo I era sin dudas irónico y despectivo, y en tal sentido el nombre de Jesús se acompañó con el título «de Nazaret», un lugar oscuro que en nada lo favorecía, tal lo señalado por Raymond E. Brown.[113]

Con los datos con que se cuenta en el presente, no es posible precisar el año de nacimiento de Jesús de Nazaret. Se considera un dato bastante seguro que la muerte de Herodes el Grande tuvo lugar en el año 4 a. C. De allí que al datar el nacimiento de Jesús, la gran mayoría de los autores se decantan por un rango entre los años 7 y 4 a. C., ya que existe probabilidad a favor de que el nacimiento haya sucedido en los últimos años del reinado de Herodes el Grande.[114][115][116][117][118][119][120]​ Algunos autores extienden el plazo probable del nacimiento al año 8 a. C.,[121]​ o 3-2 a. C.,[122]​ aunque estas posiciones son hoy claramente minoritarias.[123]

Las fuentes cristianas no ofrecen una cronología absoluta de los acontecimientos de la vida de Jesús, con una sola salvedad: Lc 3,1 fija el comienzo de la actividad de Juan el Bautista en «el año quince del reinado de Tiberio», que posiblemente pueda interpretarse como equivalente a uno de estos años: 27, 28 o 29. Un poco más adelante (Lc 3,23), indica que Jesús contaba aproximadamente 30 años al comienzo de su predicación. Además de situar ―al igual que Mateo― el nacimiento de Jesús al final del reinado de Herodes el Grande, el relato de Lucas[124]​ menciona el «censo de Quirino» (cuyo nombre completo y preciso es Publio Sulpicio Quirinio, siendo «Quirino» o «Cirino» probables desviaciones de los copistas),[125]​ lo que plantea un problema histórico que no se ha resuelto. En Antigüedades judías, 17.13; 18.1, el historiador Flavio Josefo aludió a un censo bajo Cirino (Quirinio o Quirino) siendo Coponio procurador de Judea. Si se cotejan los versículos de Lucas con todas las crónicas históricas sobre el gobierno de Quirinio en Siria y los empadronamientos que se hicieron bajo el mandato de César Augusto, se llega al hecho de que se desconoce que se haya ordenado un censo que «abarcara a todo el mundo conocido bajo Augusto», y que el censo de Judea, que no incluía a Nazaret, y que se llevó a cabo bajo Quirinio, habría ocurrido unos diez años después de la muerte de Herodes el Grande,[120]​ es decir, en el año 6 o 7 d. C.[121]​ y por lo tanto, presumiblemente después del nacimiento de Jesús.[125]​ Es probable que post factum, es decir, tras la muerte de Jesús de Nazaret, su nacimiento se haya asociado a recuerdos dispersos de acontecimientos que ocurrieron unos años antes o después del nacimiento en sí. Sobre este punto, Antonio Piñero señaló: «La inmensa mayoría de los investigadores cree que Lucas se refiere «de oídas» al censo de Quirinio del 6 d. C., por tanto unos diez años después del nacimiento de Jesús».[116]

Convencionalmente, se adoptó como la fecha de nacimiento de Jesús la calculada en el siglo VI por Dionisio el Exiguo, basada en cálculos erróneos y que hoy sirve de inicio de la llamada era cristiana;[Nota 27]​ también convencionalmente, en el siglo IV comenzó a celebrarse su nacimiento el 25 de diciembre.[Nota 28]

Orígenes familiares

Sobre la familia de Jesús, todos los evangelios están de acuerdo en el nombre de su madre, María, y de su padre, José, si bien dos de los evangelios (Mateo y Lucas) contienen relatos, diferentes entre sí, acerca de la concepción milagrosa de Jesús por obra del Espíritu Santo. Según estos relatos, José no habría sido su padre verdadero, sino solo su padre legal, por ser el esposo de María. La mayoría de los investigadores[126]​ creen que estos relatos son bastante tardíos: no se mencionan en los evangelios de Marcos y de Juan, y existen indicios que permiten sospechar que en tiempo de Jesús este era conocido como «hijo de José».[127]

Los hermanos de Jesús son mencionados en varias ocasiones en los evangelios y en otros libros del Nuevo Testamento.[Nota 29]​ En Mc 6, 3 se mencionan los nombres de los cuatro hermanos de Jesús: Santiago, José, Judas y Simón, y se indica también la existencia de hermanas. Esta mención se ha prestado a diferentes interpretaciones: Los católicos, la mayoría de los anglicanos, luteranos, metodistas y reformados, siguiendo a Jerónimo, concluyen que estos eran primos de Jesús, hijos de la hermana de la virgen María, que a veces se identifica como María de Cleofás, mientras que los ortodoxos orientales, siguiendo a Eusebio y Epifanio, argumentan que fueron hijos de José de un matrimonio anterior.[128][129]​ El resto de las demás denominaciones creen que estos fueron hijos de José y María.

Son numerosas las fuentes que indican la ascendencia davídica de Jesús, a través de José (a pesar de que, como antes se ha dicho, algunos evangelios afirman explícitamente que José no fue el padre biológico de Jesús). Varios pasajes del Nuevo Testamento muestran que era llamado «hijo de David»,[Nota 30]​ y que la idea de su origen davídico estaba muy extendida en los primeros años del cristianismo,[Nota 31]​ aunque él nunca se refirió a sí mismo como tal. Los críticos no están de acuerdo, sin embargo, en que esta ascendencia davídica sea un dato cierto, dado que puede tratarse de una adición de los evangelistas para demostrar la condición mesiánica de Jesús. Las genealogías de Jesús que aparecen en Mateo y Lucas (Mt 1, 1-16 y Lc 3, 23-31) son diferentes entre sí, aunque ambas vinculan a José, padre legal de Jesús, con la estirpe de David.[130]

Otros datos: religión, idioma, profesión

La actividad de Jesús se inscribió en el marco de la religiosidad judía. De las fuentes se infiere que en general cumplió los preceptos de la Ley mosaica (aunque en ocasiones discrepara de la interpretación que de ella hacían algunos grupos religiosos), y que participó de creencias comunes en el judaísmo del siglo I (como la existencia de demonios o la resurrección de los muertos).[131]

Los investigadores están de acuerdo en que la lengua materna de Jesús fue el arameo. Aunque los evangelios están escritos en griego, contienen frecuentes expresiones en arameo, la mayor parte de ellas atribuidas a Jesús. Además, el arameo era el idioma habitual de los judíos de Galilea. Seguramente el arameo hablado en Galilea era una variante dialectal reconocible, como lo atestigua el hecho de que Pedro sea reconocido por su acento en Jerusalén (véase Mt 26, 73).

No puede aclararse si Jesús hablaba o no griego.[Nota 32]​ En general se cree que conocía el hebreo, que en la época era solo una lengua religiosa y de cultura, y que sabía leer, ya que en una ocasión se le presenta leyendo el Libro de Isaías (escrito en hebreo) en una sinagoga.[132]

Parece ser que tanto Jesús como su padre, José, ejercieron la profesión de obreros, artesanos o carpinteros.[133][Nota 4]​ En cualquier caso, hay bastante consenso en cuanto a que procedía de un medio campesino. En su predicación hizo también constantes referencias a las labores agrícolas, y apenas parece interesado por el medio urbano (no hay constancia de que en su predicación visitara nunca las principales ciudades de Galilea, a pesar de que la importante ciudad de Séforis se hallaba a corta distancia de Nazaret).

Su actividad

No se conoce con certeza cuánto tiempo duró la vida pública de Jesús. Los evangelios sinópticos mencionan una sola fiesta de Pascua celebrada por él con sus discípulos en Jerusalén, durante la cual fue detenido y crucificado. Eso parece sugerir que su vida pública duró solamente un año. En el Evangelio de Juan, por el contrario,[134]​ se mencionan tres fiestas de Pascua, las tres celebradas por Jesús en Jerusalén, lo que hace suponer que el ministerio de Jesús se prolongó durante dos o tres años. En todos los evangelios solo hay una indicación precisa de fecha, la que se ofrece en Lucas (Lc 3, 1-2), indicando que la actividad de Juan el Bautista se inició el año 15 del mandato de Tiberio, lo que puede coincidir, según diferentes cálculos, con los años 27, 28 o incluso 29 de nuestra era, aunque la mayoría de los autores se inclina por el año 28.[135]

La vida pública de Jesús se inicia, según todos los evangelios, con su bautismo por Juan el Bautista en el río Jordán. Es probable que Jesús iniciase su actividad como seguidor del Bautista.

Seguido de un grupo de fieles, de entre los cuales escogió a sus más allegados, los doce apóstoles o enviados, recorrió en su actividad toda Galilea (especialmente el área en torno a Cafarnaúm) y las regiones aledañas de Fenicia, la Decápolis y el territorio de la tetrarquía de Herodes Filipo.

Según las fuentes cristianas, su predicación transmitía un mensaje de esperanza especialmente dirigido a los marginados y pecadores (Lc 15). Posiblemente llegó a congregar a grandes multitudes (se habla, por ejemplo, de cinco mil personas en referencia a la multiplicación de los panes y los peces).[136]​ Se trasladó a Jerusalén para celebrar allí la Pascua con sus discípulos, y entró triunfalmente en la ciudad.

Relación con Juan el Bautista

En los cuatro evangelios canónicos, el comienzo de la vida pública de Jesús lo marca su bautismo por Juan en el Jordán. Juan el Bautista es un personaje relativamente bien conocido gracias a la información que de él proporciona Flavio Josefo, quien afirma que era «un hombre de bien que incitaba a los judíos [...] a ser justos los unos con los otros y píos hacia Dios, y a ir juntos al bautismo» (Antigüedades judías, 18, 116-119) y relata que Herodes Antipas lo ejecutó por miedo a que provocase una revuelta.[Nota 33]​ El mensaje de Juan, tal y como es reflejado por las fuentes, parece bastante semejante al de Jesús; según Mateo, en su predicación hacía referencia al Reino de los Cielos[137]​ e insistía en la necesidad de un pronto arrepentimiento. El hecho de que Jesús se sometiese al rito bautismal sugiere que probablemente formase inicialmente parte de la comunidad religiosa del Bautista.[Nota 34]

En los evangelios, Juan se considera a sí mismo un precursor, declarando que no es digno de desatar la correa de las sandalias de Jesús y que este sustituirá su bautismo de agua por el bautismo «en el Espíritu Santo».[138]​ Por su parte, Jesús habla con gran respeto de Juan, afirmando que «entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor», si bien añade que «el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él».[139]​ En el Evangelio de Juan se sugiere que entre los discípulos de Jesús y del Bautista llegó a haber cierta rivalidad,[140]​ pero se deja claro que Juan aceptó siempre su subordinación a Jesús.

Debe tenerse en cuenta que los evangelios fueron escritos por seguidores de Jesús, con la finalidad de conseguir nuevos conversos. Si, como parece, Juan el Bautista fue un personaje relativamente conocido y respetado en su tiempo (como parece demostrarlo el hecho de que Flavio Josefo se refiera a él por extenso), es bastante explicable que los evangelistas lo presenten admitiendo públicamente la superioridad de Jesús.

Predicación

Del estudio de las fuentes (sobre todo los evangelios sinópticos) se infiere que Jesús predicó de forma itinerante en la zona norte de cisjordania, hoy Palestina, y, preferentemente, en las aldeas que bordeaban el lago de Genesaret. Sus seguidores fueron principalmente de extracción campesina, y le acompañaron también varias mujeres, lo cual resulta inusual en el contexto de los movimientos religiosos del judaísmo. Escogió a doce apóstoles o enviados, posiblemente en representación de las doce tribus de Israel. Ni los nombres de los apóstoles ni los relatos de cómo se unieron a Jesús coinciden en todos los evangelios, pero todos concuerdan en la cifra de doce.

La crítica es prácticamente unánime en considerar que el núcleo de la predicación de Jesús era el anuncio del Reino de Dios. Sin embargo, existen importantes discrepancias a la hora de interpretar qué significa esta expresión en el contexto de la predicación de Jesús. El «Reino de Dios» se anuncia como algo inminente; en este sentido, la predicación de Jesús se inserta en el contexto de la literatura apocalíptica del judaísmo, en la que existe la esperanza de una próxima intervención de Dios en los asuntos humanos. Para entrar en el Reino de Dios que Jesús profetiza es necesaria una transformación interior (metanoia) que alcanza todos los ámbitos de la existencia humana; así, quien no se hace como un niño no entrará en el Reino (Mt 18, 1-5) y el perdón es condición para un culto eficaz (Mt, 5, 21-26).

Jesús describió el Reino de Dios utilizando parábolas (véase más arriba), en muchas de las cuales aparece un contraste entre un inicio pequeño e insignificante y un final espléndido (Mt 13,31-34), un padre generoso y unos invitados al banquete ocupados y desagradecidos (Mt 22, 1-14), un rey compasivo y un siervo sin piedad (Mt 18, 21-35), un viñador confiado y unos arrendatarios infieles (Lc 20, 9-19), un sembrador despreocupado y distintos tipos de tierra (Mc 4,1-9).

Hay bastante consenso entre los especialistas en cuanto a que la predicación de Jesús iba dirigida en exclusiva al pueblo de Israel. Según Mateo, así lo dijo: «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 15, 24). Entre los historiadores que no han aceptado esta exclusividad judía se encuentra Ernest Renan, quien se expresaba así en su polémica obra Vida de Jesús (1863):

Es revolucionario en el más alto grado; convoca a todos los hombres a un culto basado únicamente en la condición de hijos de Dios. Proclama los derechos del hombre, no los derechos del judío; la religión del hombre, no la religión del judío; la liberación del hombre, no la liberación del judío.
Ernest Renan, Vida de Jesús[141]

En cualquier caso, se admite que algunos gentiles podrían haber participado de su mensaje. Según los evangelios, sanó a algunos gentiles, como el criado del centurión de Cafarnaúm o la hija de la mujer sirofenicia, conmovido por la fe que demostraron.

No hay unanimidad entre los estudiosos con respecto a si Jesús se consideró a sí mismo como el Mesías de Israel, como afirman los evangelios canónicos, o si su identificación como tal pertenece a la teología de las primeras comunidades cristianas. En los sinópticos, y especialmente en el Evangelio de Marcos, Jesús admite implícitamente que es el Mesías, pero pide en numerosas ocasiones a sus discípulos que no lo divulguen («secreto mesiánico»).

Se considera generalmente un dato histórico que Jesús se designó a sí mismo como «Hijo del Hombre», aunque no está claro si se trata de un título escatológico, como parece desprenderse de su empleo en el Libro de Daniel y otros textos intertestamentarios, o si es un mero circunloquio semítico para hacer referencia a la primera persona del singular.[142]

En líneas generales, la predicación de Jesús se mantuvo en el marco del judaísmo de su época.[143]​ En algunos aspectos, sin embargo, entró en conflicto con la interpretación que de la ley judía hacían otros grupos religiosos (fundamentalmente saduceos y fariseos), sobre todo en dos aspectos: la observancia del sábado y la pureza ritual. Existen discrepancias sobre cómo interpretar estos conflictos: como una controversia ética (prioridad del bien del hombre sobre la letra del precepto, de lo interior sobre lo exterior), como una controversia de autoridad (Jesús tiene un poder recibido de lo alto y lo ejerce) o como una controversia escatológica (se inaugura un nuevo tiempo).

En la predicación de Jesús, tienen una gran importancia sus enseñanzas éticas. El centro de la ética de Jesús era el amor al prójimo, al desvalido de quien no se puede recibir contraprestación (Lc 14,13) y, muy especialmente, el amor al enemigo (única manera de distinguirse de los paganos que aman a los que les aman a ellos) (Mt 5,44-48, Lc 6,27-38). Para algunos autores, la ética que Jesús predicaba tiene un carácter provisional, y se orienta sobre todo a la época de preparación del Reino de Dios.[144]​ Por ese motivo también, la ética de Jesús enfatiza la renuncia a los bienes materiales. En todo caso, las fuentes coinciden en que no se puede servir a Dios y a las riquezas (Mt 6,24).

Jesús y las mujeres

Son muchos los especialistas que han llamado la atención acerca de la coincidencia en las fuentes sobre la especial consideración que Jesús parece haber tenido hacia las mujeres de diversa condición, en especial las marginadas, enfermas y pecadoras públicas. Algo, en cierta medida, novedoso para un rabí de la época. Los ejemplos son múltiples: así la encorvada a la que se acerca y cura en sábado llamándola hija de Abraham, título exclusivamente masculino (Lc 13,11); la mujer hemorroísa, que sufría una patología femenina extrema que la hacía impura y excluida y que alcanza a tocarle sin que Jesús pueda evitar curarla (Mc 5,25-34); la extranjera pagana, único personaje en los evangelios canónicos que le convence en una discusión, apelando a su corazón con una parábola por la sanación de su hija (Mt 15,28); la viuda a la que Jesús se acerca por propia iniciativa, y conmovido resucita a su único hijo (Lc 7,13); la prostituta que le unge, con escándalo de los presentes, y a la que le son perdonados los pecados porque «ha amado mucho» (Lc 7, 37-47); la viuda pobre a la que Jesús ensalza por su generosidad (Mc 12, 41-44); Marta y María, las amigas que le acogen en su casa (Lc 10, 38-42); etcétera.

Las fuentes sinópticas coinciden también en que entre los discípulos itinerantes de Jesús se encontraban mujeres (María Magdalena, Juana, Salomé, Susana, María Cleofás, entre otras), algo no muy común en una sociedad patriarcal. E incluso afirman que permanecieron al pie de la cruz cuando todos habían huido (Mc 15,40-41). Resulta también paradójico que se reconozca como primeros testigos de la resurrección a mujeres, cuyo testimonio apenas tenía validez en aquel contexto social (Mc 16, 11).

Por otro lado, en sus diatribas contra los escribas y fariseos, Jesús les reprocha que devoren los bienes de las viudas con pretextos religiosos (Lc 20, 18), y a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo les llega a asegurar que las prostitutas les precederán en el Reino de Dios (Mt 21, 31).

Por su parte, en el Evangelio de Juan, destacan algunos personajes femeninos: la mujer samaritana, enemiga étnica de vida licenciosa que es interlocutora del discurso del «agua viva» y de la «adoración en espíritu y en verdad», que acaba evangelizando a sus convecinos samaritanos; Marta de Betania, protagonista de un diálogo fundamental sobre la «resurrección y la vida»; su hermana María, a quien Jesús alaba por escoger la mejor parte al escucharlo (Lc 10, 38-42); y la mujer adúltera a la que Jesús salva de morir lapidada conforme a la Ley de Moisés. Incluso la crítica histórica y exegética más exigente reconoce que, más allá del carácter kerigmático de estos relatos, se esconde un trasfondo histórico en donde el predicador judío, Jesús de Nazaret, otorgó una consideración llamativa a las mujeres de su tiempo.

Milagros

Tanto las fuentes sinópticas como el Evangelio de Juan presentan a Jesús como hacedor de milagros. También destaca esta faceta de su actividad el Testimonio flaviano, donde se indica que «llevó a cabo hechos sorprendentes» (Antigüedades judías, XVIII, 63), aunque no puede asegurarse que no se trate de una interpolación cristiana posterior.

En líneas generales, la investigación actual no concede credibilidad histórica a los hechos maravillosos de Jesús que tienen que ver con alteraciones de las leyes de la Naturaleza, que se consideran proyección de la fe de los primeros cristianos[145]​ y, como tales, requieren una interpretación simbólica, no literal. En gran medida los relatos de milagros pueden tener un origen helenístico: Rudolf Bultmann encontró paralelismos entre los relatos de los milagros de Jesús y otros similares de la tradición helenística, lo que le llevó a concluir que «parece probable que los relatos taumatúrgicos tienen generalmente un origen helenístico».[146]

No obstante, se acepta en general que Jesús fue considerado por sus contemporáneos como capaz de curar ciertas enfermedades y de exorcizar demonios, lo que puede interpretarse a la luz de las creencias populares en la Palestina del siglo I. Los sinópticos, y especialmente el Evangelio de Marcos, ofrecen numerosos testimonios de este tipo de actividad, y no parece probable que se trate de adiciones posteriores. Estos testimonios coinciden además con los de las fuentes talmúdicas, donde se relata que Jesús fue ejecutado como hechicero. Algunos investigadores, como el estadounidense Morton Smith,[147]​ han llegado a considerar este tipo de prácticas como las más importantes en el magisterio de Jesús, hasta el punto de identificarlo como un mago helenístico, similar a otros, aproximadamente contemporáneos, como Apolonio de Tiana.

Muerte

La mayoría de las fuentes[Nota 35]​ que hacen referencia a la muerte de Jesús concuerdan en que murió crucificado por orden del entonces prefecto romano en Judea, Poncio Pilato.

Que la orden de la ejecución de Jesús partió de la autoridad romana lo confirma lo que se sabe acerca de los procedimientos jurídicos en las provincias del Imperio romano. Las sentencias capitales eran competencia exclusiva del funcionario romano, que tenía el llamado ius gladii (‘derecho de espada’).[Nota 36]​ Solo los romanos, además, utilizaban la crucifixión como método de ejecución. Para la mayoría de los historiadores y biblistas, la referencia en los cuatro evangelios canónicos a la existencia de una inscripción o titulus ―tablilla que tenía por función especificar el motivo de la crucifixión― que contenía el cargo condenatorio de Jesús de Nazaret, constituye uno de los datos más sólidos del carácter histórico de su pasión.[148][149]​ Además, Raymond Edward Brown señala que no resulta verosímil que el cargo por el cual se condenó a Jesús de Nazaret («rey de los judíos») sea una invención, porque nunca se presentó como una confesión cristiana y porque se trató de una inscripción a la vista de todos.[150]

Existen, sin embargo, discrepancias entre los investigadores a la hora de determinar algunas circunstancias de la ejecución. En primer lugar, en cuanto al delito del que fue acusado Jesús y por el cual fue condenado a la pena capital. En segundo lugar, en cuanto al grado de implicación de las autoridades judías de Jerusalén en el juicio y sentencia de Jesús.

Cronología

Ninguna de las fuentes ofrece una fecha exacta para la muerte de Jesús. Sin embargo, tanto las fuentes sinópticas como el Evangelio de Juan coinciden en que Jesús murió un viernes. Según los sinópticos, este viernes coincidió con el primer día de la fiesta de Pésaj (Pascua judía), que se celebraba el día 15 del mes hebreo de nisán. El Evangelio de Juan, en cambio, indica que la muerte de Jesús ocurrió el día anterior a dicha fiesta (es decir, el 14 de nisán), la tarde en la que en el templo de Jerusalén se sacrificaban los corderos pascuales. Se ha indicado que la información dada por Juan puede estar motivada por su intención de identificar a Jesús como el verdadero Cordero de Dios, ya que su muerte, en el relato joánico, tiene lugar a la misma hora en que en el templo se sacrificaban los corderos para la fiesta de Pascua.[151]

Todas las fuentes están de acuerdo en que la ejecución de Jesús tuvo lugar durante el mandato de Poncio Pilato (26-36). Si se acepta como cierta la información que aportan los evangelios sinópticos, la muerte de Jesús pudo haber ocurrido en el 27 o el 34, ya que en estos dos años el 15 de Nisán cayó en viernes. Si se cree, en cambio, que la información más fidedigna es la aportada por el Evangelio de Juan, las fechas posibles son el 30 y el 33, años en los que el 14 de nisán fue viernes. La mayoría de los especialistas muestra preferencia por los años 30 y 33.[152]

Algunos autores han intentado armonizar los datos aportados por los sinópticos y por Juan, apelando al uso de dos calendarios diferentes (un calendario lunar oficial y otro solar, utilizado por los esenios). No hay indicios, sin embargo, de que Jesús siguiese otro calendario diferente del que regía las festividades oficiales.[153]

Aunque la tradición cristiana considera generalmente que, en el momento de su muerte, Jesús tenía 33 años, es perfectamente posible que tuviera más edad, dado que, como se ha expresado, posiblemente nació antes del 4 a. C. (año de la muerte de Herodes el Grande).[Nota 37]

Teorías minoritarias

Teorías acerca del carácter histórico de Jesús

  • Una teoría considera que Jesús fue principalmente un revolucionario mesiánico, que pretendía redimir a Israel e instalar un régimen teocrático (el Reino de Dios). Esta teoría relaciona a Jesús con el movimiento de los zelotes, y se basa principalmente en el dato, corroborado por fuentes no cristianas (Tácito, Flavio Josefo), de su ejecución en la cruz, suplicio reservado a los condenados por sedición. Según estos autores, aquello que en las fuentes contradice esta teoría sería el resultado de una reelaboración de la historia de Jesús por parte de sus seguidores, realizada tras su muerte. El principal defensor de esta teoría fue S. F. G. Brandon: Jesus and the zealots: a study of the political factor in primitive christianity (1967).
  • Otras teorías relacionan a Jesús con la secta de los esenios.
  • Algunos autores, como Burton Mack o John Dominic Crossan,[154]​ piensan que Jesús fue principalmente un maestro ético, cuyas enseñanzas tienen grandes afinidades con la filosofía cínica.
  • Varios autores, notablemente Hyam Maccoby, creen que Barrabás es la versión griega del arameo Bar Abba (‘hijo de padre’), supuestamente el sobrenombre del mismo Jesús. Según ello, al pedir a Pilato la liberación de Barrabás, el pueblo pedía la liberación de Jesús.

Teoría de Jesús como personaje mítico

Algunos autores niegan de forma absoluta la validez histórica de las fuentes cristianas, y sostienen que la figura de Jesús es el resultado de una falsificación consciente por parte de los primeros cristianos.[155]​ Según esta teoría, Jesús no fue un personaje histórico, sino una entidad mítica, producto del sincretismo entre las religiosidades helenística y judía. En la actualidad, los principales defensores de esta teoría en medios académicos son George Albert Wells, Earl Doherty, Alvar Ellegård, Timothy Freke y Peter Gandy.

Los principales argumentos que apoyan esta postura son:

  • En la literatura cristiana del siglo I, excluidos los evangelios, apenas hay referencias a la actividad de Jesús. Ninguno de estos textos registra sus enseñanzas, sus milagros ni el proceso que llevó a su ejecución. Earl Doherty llama a esto, de forma irónica, «una conspiración de silencio».[156]
  • El hecho de que gran parte de los acontecimientos de la vida de Jesús narrados en los evangelios tengan claros paralelos en la Biblia judía, lo que ha llevado a pensar que los relatos evangélicos fueron modelados a semejanza de los del Antiguo Testamento.[157]
Crítica

La mayoría de los estudiosos consideran esta teoría bastante inverosímil.[158][159]​ Según Antonio Piñero, desde la década de 1920 «no se considera científico negar la existencia histórica de Jesús debido a la cantidad de pruebas directas o indirectas de su existencia».[160]​ Como argumentos que hacen más verosímil la existencia histórica de Jesús, Piñero cita:

  1. la mención de Jesús en las obras de dos autores no cristianos considerados fiables (Tácito y Flavio Josefo);
  2. el conjunto de textos cristianos transmitidos acerca de su figura, ya que «aunque los escritos cristianos se manifiesten como obras de seguidores de Jesús, negar la existencia histórica del personaje central de ellas presenta muchas más dificultades que admitirla»;[161]
  3. las alusiones en dichos textos a figuras históricas cuya existencia puede comprobarse con documentos no cristianos;
  4. las reinterpretaciones y remodelaciones de la figura de Jesús realizadas por los autores de las fuentes cristianas, que no habrían sido precisas si el personaje fuera una invención; y
  5. el desarrollo del cristianismo, difícil de explicar sin la figura de Jesús.[162]

Murray J. Harris sugirió además «evidencias institucionales y algunas consideraciones psicológicas» en apoyo del carácter histórico de Jesús; entre estas últimas destacó la improbabilidad psicológica de que un grupo de judíos del siglo I, para quienes la crucifixión era una maldición (Dt 21, 23), inventara una religión cuyo fundador fue crucificado por los romanos, acusado de sedición y alboroto político, y que muriesen por sostener semejante engaño por ellos creado.[163]

Repercusiones históricas de Jesús de Nazaret

Es abismal la diferencia entre la mínima repercusión histórica que la predicación de Jesús alcanzó durante su vida y su influencia posterior en la historia universal. El movimiento religioso iniciado por Jesús, escindido del judaísmo, terminó convirtiéndose en una nueva religión, el cristianismo, que fue ganando adeptos por todo el ámbito del Mediterráneo durante los primeros siglos de nuestra era. A pesar de ser duramente criticada, e incluso perseguida, durante el siglo IV la religión cristiana llegó a ser la religión principal (oficialmente la única a partir del Edicto de Tesalónica) del Imperio romano. La Iglesia cristiana alcanzó un enorme poder, y mantuvo su estructura fuertemente jerarquizada después de las invasiones bárbaras que marcaron el final del Imperio romano de Occidente. En Oriente, continuó siendo la religión oficial del Imperio bizantino hasta el final de este estado, a mediados del siglo XV, si bien en gran parte de los antiguos territorios orientales del Imperio romano se vio desplazada, a partir del siglo VII, por el avance del islam.

El cristianismo se incorporó a la herencia cultural de Europa, hasta el punto de ser considerado en la actualidad como uno de sus principales rasgos de identidad.[164][165]​ El filósofo inglés sir Anthony Kenny declaró en su libro Una nueva historia de la filosofía occidental que para «el desarrollo a largo plazo de la filosofía el acaecimiento más importante en el siglo I fue la vida de Jesús de Nazaret». El impacto del cristianismo en la filosofía occidental tuvo dos grandes efectos: Primero, redujo el interés por la filosofía por considerarse doctrinas paganas; y segundo, la filosofía pasó a ser «sierva» de la teología, siendo las conjeturas opuestas a los dogmas de fe rechazadas.[166]​ Con la expansión de la cultura europea que comenzó en el siglo XV, esta religión se difundió por otros muchos lugares del mundo, especialmente por América, donde es hoy también la religión más importante. En la actualidad, la religión cristiana, en sus diferentes denominaciones, es la que cuenta con mayor número de seguidores en todo el mundo.

La historia de la Iglesia cristiana, tanto en Oriente como en Occidente, ha sido en gran medida la de la lucha entre diferentes concepciones del cristianismo, que desembocaron en varios cismas, con la consiguiente aparición de nuevas iglesias, por lo que en la actualidad no existe una sola, sino muy variadas confesiones cristianas. Todas estas variantes del cristianismo comparten, sin embargo, una visión de Jesús de Nazaret relativamente unitaria en lo esencial (véase más abajo la sección Jesús en el cristianismo).

El cristianismo, y especialmente la figura de Jesús de Nazaret, ha ejercido hasta la actualidad una enorme influencia en todos los aspectos de la cultura de Europa y de América (sobre algunos aspectos de la influencia de Jesús en la cultura, véanse las secciones Jesús en el arte, Jesús en la literatura y Jesús en el cine).

Jesús en el cristianismo

La figura de Jesús de Nazaret es el centro de todas las religiones denominadas cristianas, aunque existen diferentes interpretaciones acerca de su persona.[Nota 38]​ En general, para los cristianos, Jesús de Nazaret es el protagonista de un acto único[Nota 39]​ e intransferible, por el cual el hombre adquiere la posibilidad de elevarse por encima de su naturaleza caída y alcanzar la salvación.[167]​ Dicho acto se consuma con la resurrección de Jesús de Nazaret. La resurrección es, por tanto, el hecho central del cristianismo y constituye su esperanza soteriológica. Como acto, es privativo de la divinidad e inasequible al hombre. De forma más precisa, la encarnación, la muerte y la resurrección compensan en tres actos sucesivos los tres obstáculos que separaban, según la doctrina cristiana, a Dios del hombre: la naturaleza,[Nota 40]​ el pecado[Nota 41]​ y la muerte.[Nota 42]​ Por la encarnación del Verbo, la naturaleza divina se hace humana.[168]​ Por la muerte de Cristo, se supera el pecado y por su resurrección, la muerte.[169]

Históricamente, el núcleo de la doctrina cristiana quedó fijado en el Concilio de Nicea, con la formulación del símbolo niceno. Este concilio es reconocido por las principales denominaciones cristianas: católicos, ortodoxos y las diferentes iglesias protestantes. El texto del credo niceno en lo referente a Jesús es el siguiente:

Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.

Existen, sin embargo, iglesias no trinitarias que no reconocieron la existencia de una Trinidad de personas en Dios (por ejemplo, el arrianismo, y posteriormente el unitarismo).

Jesús de Nazaret es también considerado la encarnación del Hijo, segunda persona o hipóstasis de la trinidad cristiana. Es Hijo por naturaleza y no por adopción, lo que quiere decir que su divinidad y su humanidad son inseparables. La relación entre la naturaleza divina y humana quedó fijada en el Concilio de Calcedonia en estos términos:

Siguiendo con unanimidad a los Santos Padres, nosotros enseñamos que se ha de confesar un solo y mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en su divinidad y perfecto en su humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre con alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad; en todo semejante a nosotros menos en el pecado, nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad, y en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, nacido de María, la Virgen (madre) de Dios, según la humanidad: uno y el mismo Cristo Señor Hijo Unigénito en dos naturalezas bien distintas, inmutables, indivisibles, inseparables; la diferencia de naturalezas en ningún modo es suprimida por la unión, más bien se conservan las propiedades de cada naturaleza y concuerdan en una persona y en un sujeto. No (está) dividido ni partido en dos personas, sino que uno y el mismo es Hijo único, Dios, Verbo, Jesús Señor, como desde el principio los profetas y el mismo Jesucristo nos enseñó y transmitió el símbolo de los padres. Tras haber sido reguladas totalmente por nosotros estas cosas, con toda exactitud y armonía, este Santo Sínodo ecuménico definió que a nadie se permita proferir otra fe ni escribirla, ni adaptarla, ni pensarla o enseñarla a otros.[170]

Denominaciones cristianas con discrepancias conciliares

Existen algunas religiones cristianas minoritarias que no comparten las definiciones dogmáticas del Concilio de Nicea, del Concilio de Éfeso y del Concilio de Calcedonia.

  • Nestorianismo: variante doctrinal inspirada en el pensamiento de Nestorio que cuenta con iglesias activas actualmente, como la Iglesia Asiria de Oriente. El centro de su doctrina es el rechazo a considerar que el Dios Hijo pudo ser niño alguna vez. En consecuencia, separan la persona humana y la persona divina de Jesús. Fue rechazada por el Concilio de Éfeso.

Jesús en los nuevos movimientos religiosos de origen cristiano

Varios movimientos religiosos de filiación cristiana, surgidos a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se apartan de las creencias tradicionales de las religiones cristianas mayoritarias en lo referente a la doctrina de la Trinidad, la naturaleza de Cristo y su misión. Por ello se discute por parte de los grupos tradicionales si estos movimientos pueden considerarse propiamente cristianos.

Los mormones (La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) creen que Jesucristo ofrece la salvación en dos aspectos diferentes, de la muerte física y de la muerte espiritual.[171]​ La iglesia mormona, fundada en Estados Unidos, también mantiene la creencia de que, después de su resurrección, Jesucristo visitó América y continuó allí su enseñanza.[172]

Los Testigos de Jehová consideran a Jesús como el único ser creado por Dios directamente y que no es un hombre ni el Dios todopoderoso, sino «una poderosa criatura espiritual» entronizado como rey.[173]​ También creen que Jesús no es parte de una trinidad,[174]​ y que no resucitó por sí mismo, sino que Dios lo resucitó.[175]​ Los Testigos de Jehová afirman que Jesús no murió en una cruz sino en un madero[176]​ y por ende no usan la cruz ni ningún otro símbolo.[174]​ Otro punto que caracteriza sus creencias es que Jesucristo se convirtió en Rey en el cielo en el año 1914 y el Arcángel Miguel es Jesucristo en su posición celestial.[177]

Para la Ciencia Cristiana (Iglesia Científica de Cristo) de Mary Baker Eddy, Jesús el Cristo tiene una dualidad: uno es Jesús como hombre y la otra es Cristo como la idea divina. Jesús representó a Cristo, es decir la verdadera idea de Dios.[178]​ Este «Cristo-espíritu» gobernó al Jesús físico.[179]​ Con la ascensión desapareció Jesús pero la identidad espiritual o Cristo «continúa existiendo en el orden eterno de la Ciencia Divina, redimiendo los pecados del mundo»,[180]​ya que Jesús no es Dios sino el Hijo de Dios y uno con Dios en «calidad y no en cantidad».[181]​ Dios no es un salvador corpóreo sino un «Principio salvador».[182]​ La salvación no se logra mediante el perdón sino una reforma y recurso de Espíritu.[182]

Los adventistas del Séptimo Día hacen hincapié, como la mayoría de los grupos adventistas, en una escatología de signo milenarista que considera inminente la Parusía (segunda venida de Cristo), la cual se realizará de modo visible y tangible.[183]

Otros movimientos se apartan bastante más de las creencias cristianas, ya que niegan de plano su misión salvadora.[Nota 43]

Jesús en otras religiones

Jesús según el judaísmo

El judaísmo, religión en cuyo marco se desarrolló la predicación de Jesús, rechaza la creencia de que Jesús es Dios, ya que resulta incompatible con su estricto monoteísmo. Igualmente rechaza su identificación con el Mesías o como profeta.

En líneas generales, puede decirse que el judaísmo prestó escasa atención a Jesús de Nazaret. Sin embargo, un personaje llamado Yeshu (alternativamente: Jeshu, Yeishu, en hebreo: יש"ו) es mencionado en antiguos textos rabínicos, entre ellos el Talmud de Babilonia, redactado en fecha anterior al año 600, y la literatura midrásica, de entre los años 200 y 700. El nombre es similar, aunque no idéntico, a Yeshúa, que es considerado por muchos autores el nombre original de Jesús en arameo. Además, en varios manuscritos del Talmud de Babilonia aparece con el sobrenombre Ha-Notztri, que puede significar ‘el Nazareno’. Por este motivo, y por ciertas coincidencias entre la historia de Jesús conocida por los evangelios cristianos y la del Yeshu citado en el Talmud de Babilonia, algunos autores han identificado a ambos personajes. Existen, sin embargo, discrepancias sobre este punto, pero por otro lado también nombran a su madre María.

En los textos rabínicos, Jesús es caracterizado desde un punto de vista muy negativo y le atacan con vehemencia: aparece como un embaucador que empuja a los judíos a apostatar de su religión, se mofan de él y de sus enseñanzas, así como de su madre María.[184]

Jesús en las religiones gnósticas

 
Icono de Jesús entronizado en un pendón maniqueo, descubierto en Kocho, siglo .

El gnosticismo es un conjunto de religiones heterogéneas que florecieron cuando las religiones locales de Asia entraron en contacto con el helenismo. A pesar de su diversidad de contenidos, comparten algunos rasgos, a veces de estilo y, a veces, de contenido. Por ejemplo, era muy común en ellas atribuir al mundo un origen maligno o defectuoso. Para algunas religiones gnósticas, el mundo había sido creado por malignos demiurgos que tenían al hombre encerrado en la existencia terrenal e ignorante de su condición de prisionero. Para otras, el mundo era el fruto de un fracaso o tragedia creativos. Los que conocían (gnosis) esta verdad podían intentar escapar. En contacto con el cristianismo, aparecieron nuevas variantes gnósticas. Los líderes más destacados de estos movimientos fueron:

  • Marción de Sínope (siglo II): es el único gnóstico que reconoció a Jesús de Nazaret como único y verdadero Hijo de Dios. Sin embargo, el Dios que propugna Marción no es el Dios del Antiguo Testamento y, por lo tanto, su acto, más que redentor, es liberador. Es decir, el Dios del Antiguo Testamento crea al hombre y el Dios del Nuevo Testamento lo libera o manumite pagando para ello el precio de su sangre.
  • Valentín (siglo II): fue el fundador de otra escuela gnóstica. Para él, Jesús de Nazaret fue una divinidad creada para redimir a la propia divinidad de un defecto o desorden interno sufrido durante el proceso de la creación.
  • Simón Mago (siglo I): fue un predicador gnóstico que se autoproclamó encarnación del Padre. Para él, Jesús de Nazaret había sido una encarnación previa del Hijo.
  • Basílides de Alejandría (siglo II): fue el fundador de otra secta gnóstica. Consideraba que la muerte de Jesús era incompatible con su naturaleza divina y, por lo tanto, había sido una muerte ilusoria.
  • Mani (III): fundador del maniqueísmo. Dentro de su sistema, Jesús de Nazaret, Zoroastro y Buda habían sido tres predecesores cuya enseñanza él completaba y culminaba.

Jesús según el islam

Jesús, llamado en lengua árabe `Īsā o `Īsā ibn Maryam (‘Jesús, hijo de María’), es uno de los principales profetas del islam. Según el Corán, fue uno de los profetas más queridos por Dios y, a diferencia de lo que ocurre en el cristianismo, para los musulmanes no tiene carácter divino. Existen notables diferencias entre el relato de los evangelios y la narración coránica de la historia de Jesús.

La virginidad de María es plenamente reconocida (Corán, 3,41; 5,19; 19,22 y ss). Jesús es quien anunció la llegada de Mahoma como último profeta (Corán, 3,75; 61,6), aunque siguen su vida y prédica a través de los textos de los evangelios apócrifos. La muerte de Jesús es tratada de forma compleja, al no reconocer explícitamente su sacrificio, sino que antes de la muerte es sustituido por otro ser ―del que nada se dice―, mientras Jesús asciende con Dios y burla a los judíos (Corán, 3,48; 4,156). La muerte ignominiosa de Jesús no se contempla, aunque sí se afirma su regreso el día del Juicio Final (Corán, 4,157; 43,61) y el descubrimiento, en ese día, de que la obra de Jesús fue verdadera (en el sentido de enviado por Dios). El Corán rechaza la Trinidad (según el concepto del tawhid), teniéndola por falsa, y considera a Jesús por «Verbo de Dios», pero no hijo de él.[Nota 44]

Jesús en la ficción y en el arte

Jesús en el arte

 
Pantocrátor rodeado por la mandorla en el ábside de San Clemente de Tahull. Flanqueando la mandorla se encuentra el tetramorfos, alegoría de los cuatro evangelios.

En un primer momento, el arte cristiano evitó representar a Jesús en forma humana, prefiriendo evocar su figura mediante símbolos, tales como el monograma formado por las letras griegas Χ y Ρ, iniciales del nombre griego Χριστός (Cristo), en unión a veces de Α y Ω, primera y última letras, respectivamente, del alfabeto griego, para indicar que Cristo es el principio y el fin; el símbolo del pez (ΙΧΘΥΣ, ikhthýs en griego, acróstico de Ἰησοῦς Χριστός, Θεοῦ Υἱός, Σωτήρ (Iesoûs Khristós, Theoû Huiós, Sōtḗr: ‘Jesús Cristo, hijo de Dios, Salvador’); el Cordero de Dios; o incluso mediante símbolos antropomórficos, como el del Buen Pastor.

Más tarde aparecieron representaciones de Cristo, primero presentado como un joven imberbe. A partir del siglo IV fue representado casi exclusivamente con barba. En el arte bizantino se hicieron habituales una serie de representaciones de Jesús, algunas de las cuales, como la imagen del Pantocrátor, tuvieron un amplio desarrollo en el arte europeo medieval.

Jesús en la literatura

Desde finales del siglo XIX, son numerosos los autores literarios que han dado su interpretación personal de la figura de Jesús. Entre las obras más destacadas que han tratado el tema pueden citarse:

La figura de Jesús ha sido también el tema de algunas obras de literatura de consumo, a veces en géneros como la ciencia ficción o la novela de misterio:

Jesús en el cine

La vida de Jesús según los relatos del Nuevo Testamento, y generalmente desde una perspectiva cristiana, ha sido un tema frecuente en el cine desde su misma aparición. De hecho, es quizás el personaje más interpretado en el cine. Ya en 1898 su vida fue llevada a la pantalla por Georges Hatot y Louis Lumière en un filme titulado La Vie et la Passion de Jésus-Christ.[185]​ En el cine mudo destaca la superproducción Rey de reyes (1927), de Cecil B. DeMille.

Posteriormente, ha sido representado en repetidas ocasiones, desde las superproducciones de Hollywood como Ben-Hur (William Wyler, 1959), Rey de reyes (Nicholas Ray, 1961) y The Greatest Story Ever Told (George Stevens, 1965) o la miniserie europea Jesús de Nazaret (Franco Zeffirelli, 1977) hasta visiones más austeras como la de Pier Paolo Pasolini (El Evangelio según San Mateo, 1964). También dieron su personal interpretación de la figura de Jesús autores como Griffith (Intolerancia, 1916), Wiene (INRI, 1923), Morayta (El mártir del Calvario, 1952), Dreyer (Ordet, 1954), Dassin (El que debe morir, 1957), Buñuel (Nazarín, 1958, y La Vía Láctea, 1969), Wajda (Pilatus und andere, 1971), Rossellini (El Mesías]], 1975), Arcand (Jesús de Montreal, 1989) o Cuerda (Así en el cielo como en la tierra, 1995).

Algunas de las películas más recientes sobre su vida no han estado exentas de polémica. Es el caso de Je vous salue, Marie (1985), de Jean-Luc Godard, o La última tentación de Cristo (1988), de Martin Scorsese, basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis y muy criticada en general por su interpretación de Jesús, apartada del punto de vista cristiano tradicional. El filme de Mel Gibson La Pasión de Cristo (2004) suscitó en cambio la aprobación de amplios sectores del cristianismo, pero fue tachado de antisemita por algunos miembros de la comunidad judía. En 2014 fue estrenada la película Hijo de Dios.

El personaje de Jesús ha sido tratado en el cine desde muy variados ángulos.[186]​ No faltan, por ejemplo, aproximaciones paródicas a la figura del iniciador del cristianismo como La vida de Brian (Terry Jones, 1979), musicales como Jesucristo Superstar (Norman Jewison, 1973) o Godspell (David Greene, 1973) y filmes de animación como The Miracle Maker (Derek W. Hayes y Stanislav Sokolov, 2000).

Jesús en el teatro musical

La vida de Jesús también ha sido convertida en musical y llevada a los escenarios en lugares como Broadway. Entre las aproximaciones líricas a la vida y obra de Jesús destacan Jesucristo Superstar, ópera rock con música de Andrew Lloyd Webber y libreto de Tim Rice, representada por primera vez en 1970. Mucho más alternativa es la obra Godspell, con música de Stephen Schartz y libreto de John-Michael Tebelak, representada por primera vez en 1971.

Véase también

Notas

  1. Véase las secciones Nacimiento e infancia y Lugar y fecha de nacimiento.
  2. Véase las secciones Juicio, Crucifixión y Muerte.
  3. Tradicionalmente, los cristianos creen que María concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo; los musulmanes también creen que fue concebido milagrosamente. José era desde esta perspectiva su padre putativo o adoptivo (véase las secciones Nacimiento e infancia y Jesús según el islam).
  4. a b En Marcos 6:3 se hace referencia al oficio de Jesús: «¿No es éste el carpintero?». Pero el término griego usado, «τεχτων», no corresponde específicamente a «carpintero», sino a «artesano», a «obrero».[1]
  5. En hebreo: יֵשׁוּעַ נָצְרַת [Yeshu’a HaNatzrat]; griego bíblico: Ἰησοῦς ὁ Ναζαρηνός y Ἰησοῦς ὁ Ναζωραῖος; griego moderno: Ιησούς ο Ναζωραίος; latín: Iesvs Nazarenvs
  6. En griego antiguo: Χριστός, Christós; en arameo: ܡܫܝܚܐ, Mʕšiha; en hebreo antiguo: מָשִׁיחַ, Māšhîaḥ.
  7. En griego antiguo: Ἰησοῦς, Iesous; en arameo: ܝܫܘܥ, Išo; en hebreo antiguo: יְהוֹשֻׁעַ, Yehošuaʕ, o יֵשׁוּעַ, Yešuaʕ
  8. El error de datación del nacimiento de Jesús se remonta al computus del monje del siglo V Dionisio el Exiguo, usando ciclos metónicos para calcularla, y renovando así las tablas de Pascua usadas anteriormente para situar el día de la Pascua. Se estima que su error fue de entre 4 y 7 años. Véase Lugar y fecha de nacimiento.
  9. a b c Jesús de Nazaret comenzó a estudiarse como personaje histórico, al margen de la religión, en el siglo XVIII. Desde entonces, la mayoría de historiadores, cristianos y no cristianos, dan por hecho su existencia como personaje histórico, y este consenso ha aumentado en los siglos XX y XXI. La existencia histórica de Jesús de Nazaret es muy probable por varias razones, principalmente la existencia de testimonios no cristianos de su existencia (Tácito, Flavio Josefo, etc.). Además, la mayoría de estos testimonios de los siglos I y II. mencionan la crucifixión de Jesús. Las enciclopedias, por lo general, tratan a Jesús como una figura histórica. Si bien quedan algunos académicos que ponen en tela de juicio la historicidad de Jesús de Nazaret, cuestionando los textos no cristianos existentes, estos mismos académicos reconocen que su opinión es minoritaria.
  10. Entre los autores que afirman la historicidad de Jesús se encuentran: Raymond E. Brown (La muerte del Mesías, ISBN 84-8169-485-1); John Dominic Crossan (Jesús, vida de un campesino judío, 1994, ISBN 84-7423-655-X; Jesús desenterrado, ISBN 84-8432-459-1); Bart Ehrman (Jesús, el profeta judío apocalíptico, 2001, ISBN 84-493-1027-X); Gerd Theissen y Annette Merz (El Jesús histórico, 2004, ISBN 84-301-1349-5); E. P. Sanders (La figura histórica de Jesús, 2000, ISBN 84-8169-400-2); Geza Vermes (Jesús el judío: los manuscritos leídos por un historiador, 1994, ISBN 84-7669-213-7; La religión de Jesús el judío, 1996, ISBN 84-7979-201-9); Paul Winter (El proceso a Jesús, 1983, ISBN 84-85501-50-0). La negación de la existencia de Jesús es una posición muy tardía, ya que Jesús comenzó a estudiarse como figura histórica, al margen de la religión, recién en el siglo XVIII. Los principales defensores de este punto de vista son Timothy Freke y Peter Gandy (Los misterios de Jesús. El origen oculto de la religión cristiana, 2000, ISBN 84-253-3450-0); Earl Doherty (El puzzle de Jesús, 2005, ISBN 84-9800-268-0) y, sobre todo, George Albert Wells (The Historical Evidence for Jesus, 1988, ISBN 0-87975-429-X); The Jesus Myth, 1998, ISBN 0-8126-9392-2). La inmensa mayoría de las enciclopedias y obras de referencia aceptan la historicidad de Jesús. Es el caso, por citar un ejemplo prestigioso, de The New Encyclopaedia Britannica (pp. 360-377, tomo 22, Chicago, 1990. ISBN 0-85229-511-1). También los defensores de la teoría de la inexistencia de Jesús reconocen que la opinión generalizada es la contraria. Según George Albert Wells, en un artículo publicado en 1999:
    It is almost universally accepted that Jesus lived in the opening decades of the first century, taught certain doctrines in Galilee, worked there what were at any rate taken for miracles, and died in Jerusalem, at the behest of the Roman governor Pontius Pilate.
    George Albert Wells: «Earliest christianity», en inglés
  11. El judaísmo de Jesús no es cuestionado en la actualidad por ningún estudioso serio del Jesús histórico. Como escribe William Arnal («The cipher “judaism” in contemporary historical Jesus scholarship», en John S. KLOPPENBORG (ed.): Apocalypticism, anti-semitism and the historical Jesus, pág. 24, «no contemporary New Testament scholar contests that Jesus was a jew». Véase, por ejemplo, el libro de Joseph Klausner: Jesús de Nazaret. Barcelona: Paidós, 2006, ISBN 84-493-1834-3, quien manifiesta de manera terminante «Jesús era judío, y siguió siendo judío hasta su último aliento» (pág. 469). Con igual claridad se expresa Edward Kessler, en «Jesus the jew» (artículo en BBC.co.uk): «One of the certain facts about Jesus was that he was a Jew. He was a child of Jewish parents, brought up in a Jewish home and reared among Jewish traditions. Throughout his life, Jesus lived among Jews and his followers were Jews».
    Bart D. Ehrman ha señalado que «una de las ironías del cristianismo primitivo es que Jesús mismo era un judío que veneraba al dios de los judíos, observaba las costumbres judías, interpretaba la ley judía y tuvo discípulos judíos, que le consideraban el mesías judío» (Bart D. EHRMAN: Jesús no dijo eso. Barcelona: Ares y Mares, 2007, ISBN 978-84-8432-852-0; P. 233).
    Un desarrollo amplio del tema, con referencia a las investigaciones de Geza Vermes, puede encontrarse en la red: «Jesus the jew», artículo de Jonathan Went, en inglés.
    Los autores de la llamada tercera búsqueda del Jesús histórico han hecho especial incidencia en el judaísmo de Jesús. Véase, por ejemplo: John Dominic Crossan (Jesús, vida de un campesino judío, 1994, ISBN 84-7423-655-X; Jesús desenterrado, ISBN 84-8432-459-1); Bart Ehrman (Jesús, el profeta judío apocalíptico, 2001, ISBN 84-493-1027-X); E. P. Sanders (La figura histórica de Jesús, 2000, ISBN 84-8169-400-2); Geza Vermes (Jesús el judío: los manuscritos leídos por un historiador, 1994, ISBN 84-7669-213-7; La religión de Jesús el judío, 1996, ISBN 84-7979-201-9); J. P. Meier (Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. I, II 1-2, III. Estella: Verbo Divino, 2001 ss.), entre muchos otros.
  12. Como puede constatarse, las diferencias entre ambos relatos son bastante significativas:
  13. No está claro si el relatado en el Evangelio de Juan es el mismo milagro, ya que el beneficiario es en este caso el hijo de un cortesano, aunque los detalles de la narración son idénticos.
  14. El Evangelio de Juan no hace referencia a la Última Cena, ya que no sitúa la detención de Jesús en la noche de Pascua, sino la anterior: sí aparece en él, sin embargo, el anuncio de la traición de Judas (Jn 13, 21-30) y un episodio que no aparece en los sinópticos, el lavatorio de los pies de los discípulos (Jn 13, 1-20).
  15. Este episodio no aparece tampoco en el Evangelio de Juan.
  16. Se sabe que el cargo de Pilato no era en realidad el de procurador, sino el de prefecto. Figura erróneamente con ese cargo no solo en los evangelios, sino también en la obra del historiador Flavio Josefo.
  17. Existe consenso entre la mayoría de los filólogos bíblicos en cuanto a que los últimos doce versículos del evangelio, a partir de la aparición de Jesús a María Magdalena (Mc 16 1,9) son el resultado de una interpolación posterior. Se desconoce si el Evangelio de Marcos concluía en Mc 16 1,8 o si el final original se ha perdido. Véase Bart E. Ehrman, Jesús no dijo eso. Barcelona: Ares y Mares, 2007; págs. 88-92.
  18. Acerca del significado de esta expresión, véase el artículo «Libro de Isaías».
  19. De hecho, en sus cartas cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento, pero apenas si se refiere a dichos de Jesús. Solo en 1 Cor 7, 10 y 1 Cor 11, 23-26 acude directamente a la predicación de Jesús de Nazaret como fuente de autoridad. En las cartas de Pablo, sin embargo, no es sencillo diferenciar cuándo hace referencia a la predicación del Jesús histórico y cuándo a su propia experiencia del Jesús resucitado.
  20. La tradición cristiana atribuye la autoría de estas obras a personajes citados en el Nuevo Testamento: los apóstoles Juan y Mateo, y a dos colaboradores cercanos de los primeros seguidores de Jesús, Marcos y Lucas. Esta adscripción es tardía (del siglo II) y no se sustenta en datos aportados por los propios textos. No obstante, para referirse a los evangelios está generalizada la denominación tradicional de evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, sin que esto implique posicionamiento alguno en el tema de su autoría.
  21. a b En 1972 el jesuita español José O'Callaghan afirmó que EL 7Q5, uno de los papiros hallados en Qumrán, junto al mar Muerto, era un fragmento del Evangelio de Marcos (concretamente Mc 6, 52-53). Su hipótesis fue apoyada por algunos biblistas, entre ellos C. P. Thiede, pero fue en general rechazada por los estudiosos. Véanse Piñero, Antonio: Guía..., pp. 66-67; y Meier, John P.: Un judío marginal..., pág. 124.
  22. Sebastos es la traducción aproximada al griego de Augusto.
  23. Según Flavio Josefo (Contra Apión 2, 108), eran unos 20 000.
  24. Solo dos de los cuatro evangelios canónicos ―Mateo y Lucas― proporcionan información sobre la infancia de Jesús. Marcos, el evangelio mayoritariamente considerado más antiguo, no incluye ningún relato de la infancia. Solo documenta el nombre de la madre y la existencia de varios hermanos (Mc 6, 3). Por otro lado, la infancia de Jesús es desarrollada ampliamente ―con una considerable dosis de imaginación y abundantes anacronismos― por varios evangelios apócrifos, genéricamente conocidos como «apócrifos de la infancia». Existe un amplio consenso en no concederles absolutamente ninguna fiabilidad histórica. En el resto del Nuevo Testamento, solo Pablo hace un par de alusiones indirectas al origen de Jesús, cuando afirma que fue nacido de mujer (Gal 4, 4) y que procedía de la estirpe de David, «en cuanto hombre» (Rom 1, 3).
  25. Geza Vermes considera que los relatos de Mateo y Lucas «son adiciones posteriores a la narración evangélica principal» (El nacimiento de Jesús, pág. 237).
  26. Mateo cita este pasaje del profeta Miqueas, según el cual el Mesías habría de nacer en Belén:
    Pero tú, Belén Efrata, aunque pequeña para figurar entre los clanes de Judá, de ti me saldrá quien ha de ser dominador en Israel, cuyos orígenes vienen de antaño, desde los días antiguos.
    Miq 5, 2
  27. En el año 525, el papa Hormisdas encargó a Dionisio el Exiguo, un astrónomo y abad escita de un monasterio romano, establecer como año primero de la era cristiana el del nacimiento de Jesús. Dionisio se equivocó en unos seis años al datar el reinado de Herodes I el Grande, por lo que dedujo que Jesús nació el año 753 de la fundación de Roma. Este es el origen de la actual era cristiana.
  28. Se declaró oficialmente el 25 de diciembre la fiesta de la Natividad de Jesús en el año 336, por orden del papa Julio I, cristianizando así una fiesta pagana que tiene sus raíces en la celebración del solsticio de invierno y que ya había sido instituida en el [[siglo III]] por Aureliano como natalicio del dios Sol Invictus. La elección de esta fecha no tiene ninguna base histórica. Antes de pasar a celebrarse el 25 de diciembre, se conmemoraba el nacimiento de Jesús el 6 de enero, junto con la epifanía y el bautismo de Jesús por San Juan. El 6 de enero había sido, además, la fecha de inicio del año nuevo en la antigua civilización egipcia, tras los cinco primeros días de este mes, que, en sus tradiciones, no pertenecían ni a un año ni al otro. La Iglesia ortodoxa sigue celebrando el nacimiento de Jesús el 6 de enero.
  29. Los evangelios los mencionan claramente: «Su madre y sus hermanos estaban fuera» (Mt 12, 46-50). Además, es mencionado por Juan ―«Porque ni aun sus hermanos creían en él» (Jn 7, 5)―. Pablo también hace mención en sus cartas a Santiago el hermano del Señor (Gal 1, 19). En la Primera epístola a los corintios dice: «¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?» (1 Cor 9, 5). El libro Hechos de los Apóstoles menciona a Santiago (Hc 13, 17, Hc 15, 13 y siguientes). Una fuente extrabíblica, el historiador Flavio Josefo, menciona que Santiago, hermano de Jesús, fue linchado en el año 62 d. C. Siglos más tarde, la teología cristiana, para defender el dogma de la virginidad de María, planteó el argumento de que la palabra utilizada para designar a los hermanos, tanto en arameo (âch-'achâ) como en griego (adélfoi), puede también utilizarse para denominar a los parientes. El hebreo y el arameo no tienen una palabra específica para primos, sino que se designa de igual forma a primos y hermanos. En griego sí existen otras palabras para referirse a los primos y parientes que nunca son usadas con los hermanos de Jesús. Se ha dicho, no obstante, que los autores del Nuevo Testamento, por influencia de las lenguas semíticas, pudieron utilizar el término «hermano» para referirse también a los parientes.
  30. Véase, por ejemplo, Mc 10, 47-48.
  31. Lc 1, 27, Mt 1, 16, Hch 13, 23, Rm 1, 3-4.
  32. Sí se sabe, sin embargo, que no predicó en las ciudades helenísticas de Galilea, donde se hablaba principalmente el griego.
  33. El relato de los evangelios y el de Flavio Josefo sobre la muerte de Juan el Bautista son bastante diferentes. En los evangelios (Mc 6, 17-29, por ejemplo), Juan es encarcelado por haber reprobado públicamente el matrimonio de Herodes Antipas con Herodías y se le ejecuta a causa de las intrigas de Herodías y Salomé. Los dos relatos coinciden, sin embargo, en lo esencial: Herodes consideraba al Bautista un peligro potencial por su influencia sobre el pueblo.
  34. Sin embargo, Jesús no parece haber heredado de Juan el uso de este rito: en los sinópticos no se hace nunca referencia a que Jesús bautizase y solo en el Evangelio de Juan, bastante más tardío, se mencionan bautismos realizados por Jesús (concretamente en Jn 3, 22). El de Juan es, además, el evangelio que más desarrolla la relación entre Jesús y Juan el Bautista.
  35. Principalmente las fuentes sinópticas y el Evangelio de Juan, pero también, entre los apócrifos, hace referencia a la muerte de Jesús el Evangelio de Pedro. Entre las fuentes no cristianas, confirma esta idea sobre todo Flavio Josefo. Tácito afirma que fue ajusticiado, aunque no precisa el tipo de ejecución. Las fuentes talmúdicas, en cambio, presentan una versión diferente, ya que indican que Jesús murió por orden de las autoridades judías.
  36. Los tribunales judíos no tenían en principio potestad de condenar a muerte a un reo, aunque se conocen dos casos, concernientes a discípulos de Jesús, en que tribunales judíos pronunciaron sentencias de muerte: las ejecuciones de Esteban y de Santiago. En ambos casos los condenados fueron lapidados.
  37. Además, en el Evangelio de Juan dice: «Entonces los judíos le dijeron: “¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?”» (Jn 8, 57). Se ha dicho que de haber tenido Jesús treinta y tres años en el momento de su muerte se habría mencionado la cifra de cuarenta, no de cincuenta.
  38. Dado que el cristianismo dista mucho de ser una corriente uniforme de creencias y pensamiento, para hablar sobre Jesús en el cristianismo, habría que describir las modalidades o concepciones cultivadas por las distintas ramas del cristianismo, también llamadas denominaciones cristianas. Si bien todas esas concepciones son perfectamente admisibles como posiciones de fe, exponerlas sin más en pie de igualdad conduciría a cierto relativismo que no daría cuenta del hecho innegable de que unas son creencias mayoritarias y otras particulares, que unas fueron desestimadas solo después de largos debates y otras se consideraron herejías de manera tajante y desde el primer momento.
  39. La historicidad de la resurrección de Jesús de Nazaret es un hecho que diferencia la religión cristiana de las religiones griegas. Si, para estas últimas, el tiempo es una entelequia circular y repetitiva, que se sucede a modo de eterno retorno, el cristianismo asume desde el principio una noción lineal del tiempo, en la cual la resurrección es un hito histórico único sobre el cual se ordena la historia pasada y la futura. Véase Puech, Henry: El tiempo en el cristianismo.
  40. La naturaleza de Dios (increada) y la naturaleza del hombre (criatura) están separadas por el abismo ontológico del acto creativo ex nihilo
  41. La posibilidad del pecado es exclusiva de la voluntad de la criatura alejada de Dios
  42. Entendida sobre todo en el sentido ontológico (dejar de ser)
  43. Son bastante singulares, por ejemplo, las creencias acerca de Jesucristo de la secta Moon, según la cual Jesús no es Dios, sino simplemente un hombre «reflejo de Dios», nacido de una relación adúltera entre María y Zacarías, que fracasó en su misión salvadora: para ellos, la crucifixión de Jesús es testimonio del fracaso del cristianismo. Véase: Manuel Guerra Gómez: Los nuevos movimientos religiosos (las sectas). Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 1993. ISBN 84-313-1234-3. Pág. 361.
  44. La Trinidad plantea un problema a Mahoma: el politeísmo que tanto combatió. Aceptar que Dios es Uno y Trino constituyó un problema desde el principio. Las teorías de la Trinidad que conoció Mahoma fueron las de los coliridianos únicamente. No obstante, sus posiciones sobre la Trinidad se acercan al propio Concilio de Letrán, donde se trata de corregir la creencia de que Jesús es hijo de Dios en un sentido humano. Así hay quien ve semejanzas, aún en la diferencia. «Son infieles quienes dicen Dios es el tercero de una tríada. No hay dios, sino un Dios único. [...] El Mesías, hijo de María, no es más que un Enviado» (Corán, 5 77-79) «¡Gente del Libro! No exageréis en vuestra religión ni digáis, sobre Dios, más que la verdad. Realmente el Mesías, Jesús, hijo de María, es el Enviado de Dios, su Verbo, que echó a María en espíritu procedente de él. Creed en Dios y en sus enviados, pero no digáis Tres. [...] ¿Tendría un hijo cuando tiene lo que está en los cielos y en la tierra? ¡Dios basta como garante!» (Corán, 4 169-170). Juan Vermet (trad.): El Corán, págs. 48, 49, 135, 146, 147.

Referencias

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  2. Bockmuehl, Markus (2001). «Introduction». En Bockmuehl, Markus, ed. The Cambridge Companion to Jesus. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press. p. 1. ISBN 0-521-79678-4. Consultado el 22 de mayo de 2022. «Jesus of Nazareth, a Jew from rural first-century Galilee, is without doubt the most famous and most influential human being who ever walked the face of the earth. »  Traducción: «Jesús de Nazaret, un judío de la zona rural de Galilea del siglo primero, es sin duda el ser humano más famoso e influyente que jamás haya caminado sobre la faz de la tierra.»
  3. Harrington, Daniel J. (2010). «Preface». Historical Dictionary of Jesus. Historical Dictionaries of Religions, Philosophies, and Movements, No. 102. Lanham, Maryland, EE.UU.: Scarecrow Press. p. ix. ISBN 978-0-8108-7667-5. Consultado el 22 de mayo de 2022. «Jesus of Nazareth is arguably the most famous and influential human being who has ever lived on Earth. »  Traducción: «Jesús de Nazaret es posiblemente (discutiblemente) el ser humano más famoso e influyente que jamás haya vivido en la Tierra.»
  4. Houlden, James Leslie, ed. (2003). «Introduction». Jesus in History, Thought, and Culture An Encyclopedia. Santa Barbara, California, Estados Unidos: ABC-CLIO. p. xxv. ISBN 1-57607-856-6. Consultado el 22 de mayo de 2022. «To take a basic matter, nobody else in the world’s history has the distinction of having that history divided for most human beings at the supposed point of his entry into it. Whether we divide history into B.C. and A.D. (“before Christ” and “the year of the Lord”) or the new and religiously neutral B.C.E. and C.E. (“before the common era” and “common era”), the point of division is the same; Jesus’ effect seems to be ineradicable, despite all attempts to neutralize it. »  Traducción: «Para tomar un asunto básico, nadie más en la historia del mundo tiene la distinción de tener esa historia dividida para la mayoría de los seres humanos en el supuesto punto de su entrada en ella. Si dividimos la historia en a.C. y d.C. (“antes de Cristo” y “después de Cristo”) o el nuevo y religiosamente neutral a.e.c. y e.c. (“antes de la era común” y “era común”), el punto de división es el mismo; el efecto de Jesús parece imposible de erradicar, a pesar de todos los intentos por neutralizarlo.»
  5. En 1999, una investigación realizada por el periódico británico The Guardian en la que se efectuó un análisis computarizado del inventario de libros de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos con sede en Washington D. C., concluyó que «si la celebridad de un individuo consiste en que se escriba un libro sobre él, […] Jesucristo es aún el personaje que goza de más fama en el mundo actual». En efecto, se contabilizaron 17 239 obras acerca de Jesús de Nazaret, casi el doble que de William Shakespeare, quien alcanza el segundo lugar.Kettle, Martin (14 de septiembre de 1999). «When fame is an open book» (en inglés). The Guardian. Consultado el 22 de mayo de 2022. 
  6. Real Academia Española. «cristo». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). 
  7. Stockman, Robert (1992). «Jesus Christ in the Bahá'í Writings». Bahá'í Studies Review 2 (1). 
  8. Rishi Das, Shaunaka (24 de marzo de 2009). «Jesus in Hinduism». BBC. 
  9. Beverley, James A. (11 de junio de 2011). «Hollywood's Idol». Christianity Today. 
  10. Canto, Alicia M. «Textos históricos sobre Jesús de Nazareth» (artículo en Celtiberia.net, del 8 de diciembre de 2005). Versión más reciente (2017) en Academia.edu.
  11. Aguirre, Rafael (2003). «Jesús, el hombre: rasgos fundamentales». Jesús de Nazaret: perspectivas. España: PPC. pp. 29-58. ISBN 978-84-288-1813-1. Consultado el 10 de enero de 2022. 
  12. Mt 1:18-2:23, Lc 1:5-2:52.
  13. Según Geza Vermes (El nacimiento de Jesús, pág. 94): «El Evangelio de Mateo no identifica el lugar donde viven María y José, pero al no hablarse de un cambio de residencia entre ese momento [el sueño de José] y el nacimiento de Jesús, se puede concluir que, en opinión de Mateo, la pareja residió siempre en Belén».
  14. Is
  15. Mt 1:19-21
  16. Mt 2:13
  17. Mt 2:19-23
  18. Mt 2:23
  19. Lc 1:26-38.
  20. Mt 1:2-16, Lc 3:23-28.
  21. Flusser, David. Jewish Sources in Early Christianity [Fuentes judías en la cristiandad temprana] (en inglés). MOD Books. ISBN 965-05-0466-4. 
  22. Flusser, op. cit., p.15
  23. Jesús en griego en el NT
  24. Diccionario de Strong Mateo 1:18
  25. Diccionario de Strong Mateo 1:21
  26. Diccionario de Strong Mateo 3:13
  27. Mt 3:1-12, Mc 1:4-8, Lc 3:1-18, Jn 1:19-32
  28. Mt 3:13-15, Mc 1:9, Lc 3:21. El Evangelio de Juan no menciona que Jesús fuera bautizado personalmente por Juan el Bautista, pero sí menciona un encuentro con Jesús (Jn 1:29-34).
  29. Mt 3:16-17, Mc 1:10-11, Lc 3:21-22. En el Evangelio de Juan se menciona esta teofanía (Jn 1:32-33), aunque no en ocasión del bautismo de Jesús.
  30. Mt 4:2-11, Mc 1:12-13, Lc 4:1-13.
  31. Mt 4:12-17, Mc 1:14, Lc 4:14.
  32. Mt 4:17, Mc 1:15, Lc 4:14. Según Jn 1:35-51 Jesús reclutó a sus primeros seguidores (aunque eran galileos) en Judea, antes de partir hacia Galilea para iniciar su ministerio.
  33. Mt 11:20-21, Lc 10:13
  34. Mt 13:53-58, Mc 6:1-6, Lc 4:16-30. Según el relato de Lucas, los habitantes de Nazaret intentaron matar a Jesús.
  35. Mt 20:29, Mc 10:46, Lc 18:35.
  36. Jn 11:38-44
  37. Mt 10:2-4, Mc 13:16-19, Lc 6:13-16. En los tres sinópticos, los apóstoles son agrupados por parejas, aunque no siempre coinciden en su distribución.
  38. Mt 4:18-22, Mc 1:16-20. En el Evangelio de Juan, Simón y Andrés son discípulos de Juan el Bautista que se unieron a Jesús en Judea.
  39. Mt 9:9, Mc 2:14, Lc 5:27-28
  40. Véase, por ejemplo, Jn 6:67, Jn 6:70, Jn 6:71. En diferentes pasajes cita a los siguientes: Simón Pedro, Andrés, los hijos de Zebedeo (es decir Santiago y Juan), Felipe, Natanael, Dídimo Tomás, Judas Iscariote y otro Judas. Natanael es generalmente identificado con el Bartolomé que mencionan los sinópticos.
  41. Mt 9:32-34, Mt 12:22-30, Mc 3:22-27, Lc 11:14-15, Lc 11:17-23)
  42. Lc 10:17-20
  43. Mc 9:38-40
  44. Mt 17:1-8, Mc 9:2-8, Lc 9:28-36.
  45. Mt 21:1-11, Mc 11:1-11, Lc 19:28-40, Jn 12:12-19.
  46. Mt 21:12-22, Mc 11:15-19, Lc 19:45-48. Marcos intercala entre la entrada de Jerusalén y la expulsión de los mercaderes el episodio de la maldición de la higuera (Mc 11:12-14, y Lucas una profecía sobre Jerusalén (Lc 19:41-44
  47. Jn 2:13-22. En este pasaje, Jesús utiliza un azote para expulsar a los vendedores, al que no se hace referencia en los sinópticos.
  48. Mt 24:1-3, Mc 13:1-4, Lc 21:5-7.
  49. Mt 26:6-13, Mc 14:5-9, Jn 12:1-8. En el relato de Juan, la mujer que unge a Jesús es María de Betania, hermana de Lázaro; en los otros dos no se menciona su nombre.
  50. Mt 26:26-29, Mc 14:22-25, Lc 22:19-20. Para los cristianos, este gesto de Jesús representa la institución del sacramento de la Eucaristía.
  51. Mt 26:36-46, Mc 14:32-42, Lc 22:40-46.
  52. Mt 26:14-16, Mc 11:10-11, Lc 22:3-6.
  53. Mt 26:47-56, Mc 14:43-52, Lc 22:47-53, Jn 18:2-12. El relato de Juan ofrece variantes significativas: no se cita Getsemaní como el lugar de la detención, sino un huerto «al otro lado del torrente Cedrón»; en la detención de Jesús toma parte una cohorte romana; y Jesús no es denunciado por Judas, sino que se entrega él mismo a los que iban a detenerlo.
  54. Mt 26:57-68, Mc 14:53-65, Lc 22:63-71.
  55. Jn 18:19-29
  56. Mt 26:69-75, Mc 14:66-72, Lc 22:55-62, Jn 18:15-27.
  57. Mt 27:11-26, Mc 15:1-15. El Evangelio de Lucas añade que Pilato envió a Jesús ante Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, que se encontraba de visita en Jerusalén. Según este relato, Jesús no quiso contestar a las preguntas de Antipas, quien lo envió de nuevo a Pilato (Lc 23:1-25). En el Evangelio de Juan, por otro lado, se añaden dos diálogos entre Jesús y Pilato que no aparecen en el resto de los relatos de la Pasión (Jn 18:28-19:16).
  58. Mt 27:26-31, Mc 15:15-20
  59. Mt 27:32-44, Mc 15:21-32, Lc 23:26-43, Jn 19:16-24. Juan no menciona a Simón de Cirene. Afirma que Jesús fue crucificado entre otras dos personas, pero no dice que fuesen ladrones.
  60. Mt 27:45-50, Mc 15:33-41
  61. Lc 23:39-46. Jn 19:25-30
  62. Mt 27:57-61, Mc 15:42-47, Lc 23:50-56, Mc 19:38-42
  63. Mt 27:62-66.
  64. Mt 28, Mc 16, Lc 24, Jn 20-21
  65. Is 7:14, Miq 5:2
  66. Is 9:1
  67. Is 9:6-7, Is 11:1-9), Is 16:5
  68. Is 40:3. Esta profecía es citada explícitamente en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento (Mt 3:3, Mc 1:2-3, Lc 3:4-6, Jn 1:23).
  69. Is 42:1-7, Is 49:1-7, Is 50:4-9, Is 52:42-53:12.
  70. Por ejemplo, Zc 12:10.
  71. Rivas, Luis H. (2010). Diccionario para el estudio de la Biblia. Buenos Aires: Editorial Amico. pp. 20-21; 96-98; 170-171. ISBN 978-987-25195-1-3.  Las modificaciones se ajustaron a razones diversas, destacando el propósito del escrito, sus destinatarios, el momento en que se escribió el mensaje, como así también el género literario usado. Entre otros ejemplos se cuentan las diferencias existentes en la figura y el mensaje de Jesús de Nazaret en los cuatro evangelios canónicos e incluso en los tres evangelios sinópticos, cuyas divergencias indicarían que se escribieron con cierto grado de independencia uno del otro. El concordismo o armonización bíblica fue uno de los recursos que primero se utilizaron para superar el problema, e implicaba ciertos forzamientos de los textos bíblicos que no estaban totalmente de acuerdo entre sí, para que pareciera que expresaban lo mismo. Un ejemplo de ello fue el Diatésaron de Taciano en el siglo II. Esos recursos, que llegaron a ser muy populares, fueron dejados totalmente de lado en la actualidad.
  72. Antonio PIÑERO: Fuentes del cristianismo, pág. 325.
  73. Kugelman, Richard (1972). «Primera carta a los corintios». En Brown, Raymond E.; Fitzmyer, Joseph A.; Murphy, Roland E., eds. Comentario Bíblico «San Jerónimo» IV. Madrid: Ediciones Cristiandad. p. 51. «[…] Última Cena […] Se trata del testimonio más antiguo que existe […] escrito unos ocho años antes que el Evangelio de Marcos, el relato que hace Pablo […] es muy parecido al de Lc 22, 19-20 ». 
  74. J. M. Robinson, y otros: El «Documento Q» en griego y en español con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás. Salamanca: Sígueme, 2002. ISBN 84-301-1464-5
  75. Guijarro, pág. 26.
  76. Guijarro, págs. 61-63
  77. Piñero, Antonio: Guía para entender el Nuevo Testamento, págs. 392-393.
  78. Theissen y Merz, El Jesús histórico, págs. 55-56.
  79. Antonio PIÑERO: Guía para entender el Nuevo Testamento, pág. 166.
  80. Muy debatido es también el valor que debe asignarse al llamado Evangelio secreto de Marcos, sobre cuya autenticidad existen serias dudas.
  81. Theissen y Merz, El Jesús histórico, pág. 76.
  82. Véase una relación comentada de todos los textos, junto con otros judíos, igualmente no cristianos, en el artículo de Alicia M. Canto (UAM) "Textos históricos sobre Jesús de Nazareth", Celtiberia.net, 8 de diciembre de 2005 (consultado el 10 de diciembre de 2012), reproducido también en Terrae Antiqvae, 5 de enero de 2006. Versión más reciente (2017) en Academia.edu.
  83. «Tacitus», artículo en The New Encyclopaedia Britannica. En la edición de 1995 de la misma obra se concluye:
    The allusions in non-Christian sources (the Jewish historian Josephus, the Roman historians Tacitus and Suetonius, and Talmudic texts) are almost negligible, except as refuting the unsubstantiated notion that Jesus might never have existed.
    The New Encyclopaedia Britannica, pág. 257

    Estos textos, aunque no tienen valor documental, podrían bastar «para refutar la idea infundamentada de que Jesús podría no haber existido».

  84. Alicia M. Canto, art.cit., nº 7a, pág. 5. El texto de Agapio dice: "Josefo refiere que por aquel tiempo existió un hombre sabio que se llamaba Jesús. Su conducta era buena y era famoso por su virtud. Y muchos de entre los hebreos y de otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que se habían hecho discípulos suyos no abandonaron su discipulado. Ellos contaron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; quizá, por esto, era el Mesías, del que los profetas contaron maravillas".
  85. Un análisis detallado de las fuentes talmúdicas sobre Jesús puede encontrarse en Klausner, Joseph: Jesús de Nazaret (Barcelona: Paidós, 2006; ISBN 84-493-1834-3); págs. 23-58. Aunque la edición original del libro es de 1907, la mayoría de los autores actuales están de acuerdo con lo esencial de sus conclusiones: véase por ejemplo Meier, Un judío marginal, tomo I, págs. 112-118 (ver bibliografía).
  86. Alicia M. Canto, Textos históricos sobre Jesús de Nazareth, pág. 4, núms. 4 y 5.
  87. Theissen, G.; Merz, A. (1999). El Jesús histórico. Salamanca: Ediciones Sígueme. pp. 106-107. ISBN 84-301-1349-5. «[...] las noticias no cristianas permiten controlar distintas fechas y datos de la tradición cristiana primitiva. Así, Josefo confirma que Jesús tuvo un hermano llamado Santiago. La muerte violenta de Jesús es recogida por Josefo, Tácito y Mará (y los rabinos): Tácito hace responsable a Pilato; Mará (y las fuentes rabínicas), a los judíos; y Josefo, presumiblemente, a los romanos en cooperación con las autoridades judías. De los milagros de Jesús hablan Josefo y los rabinos, el primero en sentido valorativo neutral, los segundos bajo la acusación de brujería. Que Jesús actuó como maestro lo saben Josefo, que lo califica de «hombre sabio» y «maestro», y Mará, que menciona las «nuevas leyes» del «rey sabio». Josefo añade a los títulos atribuidos a Jesús el de «Cristo/Mesías» —los historiadores romanos emplean ya el término «Cristo» como nombre propio—; y Mará, el de «rey sabio». Esta imagen, obviamente muy esquemática en consonancia con el escaso interés personal de unos autores no cristianos, se compagina plenamente con la de las fuentes cristianas. Solo los textos cristianos contienen detalles de la vida y enseñanza de Jesús. » 
  88. Morris, John D. (en inglés). «Has archaeological evidence for Jesus been discovered?» Instituto de Investigación sobre la Creación. Consultado el 22 de mayo de 2009.
    Is it reasonable to expect such artifacts or inscriptions? After all, the man Jesus was not a prominent governmental leader. He was essentially an itinerant preacher, with few possessions, and eventually suffered the death of a common outlaw. Would the romans have recorded his life or death with an inscription or statue? Certainly not.
  89. Maier, Paul L. (en inglés). «History, archaeology and Jesus. Hard evidence from the ancient world dramatically supports the New Testament record on Jesus». Archivado el 9 de febrero de 2009 en Wayback Machine.
  90. Pérez Cortés, Sergio (2004). Palabras de filósofos: oralidad, escritura y memoria en la filosofía antigua (1ª edición). México: Siglo XXI Editores. p. 16. ISBN 968-23-2482-3. «Un cierto número de filósofos antiguos no consideró necesario dejar nada por escrito. Este es el caso, entre muchos otros, de Pitágoras, Sócrates, Menedemo, Pirrón, Arcesilao, Carnéades, Amonio Saccas, Musonio Rufo, Epícteto, Estilpón, y Filipo. » 
  91. PIÑERO, Antonio: Guía para entender el Nuevo Testamento, págs. 169-172.
  92. Antonio PIÑERO: Guía para entender el Nuevo Testamento, pág. 172.
  93. Sanders, pág. 42.
  94. VERMES, Geza: Jesús el judío, pág. 52.
  95. a b Theissen y Merz, El Jesús histórico, pág. 153.
  96. Sanders, págs. 63-64.
  97. En Antigüedades judías, 13, 171-173.297s; 18, 11-25, y en Guerra 2, 118-166.
  98. Sanders, pág. 67.
  99. Meier: Un judío marginal. Una nueva visión del Jesús histórico, tomo I, pág. 219.
  100. Jesús PELÁEZ: «Jesús y el Reino de Dios: Las comunidades primitivas en el judeocristianismo», en Antonio PIÑERO (ed.): Orígenes del cristianismo. Antecedentes y primeros pasos, pág. 235.
  101. Mc 1:24, Mc 10:47, Mc 14:67, Mc 16:6, Lc 4:34, Lc 24:19.
  102. Mt 2:23, Mt 26:71, Lc 18:37, Jn 18:5-7
  103. Hch 2:22, Hch 3:6, Hch 4:10, Hch 22:8.
  104. Num 6
  105. Real Academia Española. «nazareno». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). 
  106. a b Según Gerd Theissen y Annette Merz, El Jesús histórico, pág. 192: «En suma, Jesús procede de Nazaret. La transposición del lugar de nacimiento a Belén es fruto de la fantasía y la especulación religiosa: como ―según las Escrituras― el mesías debía nacer en Belén, Mt 2 y Lc 2 desplazan allí el nacimiento de Jesús». Geza Vermes, en su obra El nacimiento de Jesús (págs. 242-243), afirma que «el lugar donde nació resulta controvertido: Belén según la tradición, pero más probablemente Nazaret». Para Antonio Piñero (Guía para entender el Nuevo Testamento, pág. 174), «lo más probable es que Jesús fuera oriundo de Nazaret y que luego se plasmara la historia de que nació en Belén para dar plena justificación a sus pretensiones mesiánicas, de acuerdo con las Escrituras».
  107. En el Evangelio de Marcos es llamado «Jesús el nazareno» (Mc 1:24; Mc 10:47; Mc 14:67; Mc 16:6). En el Evangelio de Juan se indica además que su origen galileo podía ser perjudicial para ser identificado como el Mesías (Jn 1:45; Jn 7:52).
  108. Piñero, Antonio: Guía para entender el Nuevo Testamento, pág. 173.
  109. Brown, Raymond E. (2002). 101 Preguntas y respuestas sobre la Biblia (3ª edición). Salamanca: Ediciones Sígueme. p. 88. ISBN 84-301-1304-5. «Siempre recalco que, aparte de discrepar sobre ciertos puntos, los dos evangelistas (Mateo y Lucas) también coinciden en lo que podría denominarse los puntos más importantes. [...] ambos coinciden en que el nacimiento tuvo lugar en la ciudad de Belén. Ambos coinciden en que finalmente la familia se establece en Nazaret. Estas coincidencias son muy importantes y no creo que pueda discutirse la historicidad de dichos detalles. »  Raymond Brown asume la misma postura en su obra El nacimiento del Mesías.
  110. a b Brown, Raymond E (1982). El nacimiento del Mesías. Madrid: Ediciones Cristiandad. p. 209. ISBN 84-7057-302-0. «Aunque las investigaciones arqueológicas han demostrado que fue ocupada continuamente desde el siglo VII a. C., Nazaret nunca es mencionada en ningún escrito judío precristiano. [...] De las doce veces que lo encontramos en el NT, diez aparece como Nazaret [...] y dos como Nazarā (Mateo 4:13; Lucas 4:16). » 
  111. a b Meier, John P. (1998). Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo I: Las raíces del problema y la persona. Estella, Navarra: Verbo Divino. pp. 279 y 310. 
  112. Testa, E (1968). «L'apporto delle iscripzioni nazaretane». Rev. Bibl. 16: 167-185. 
  113. Brown, Raymond E (1982). El nacimiento del Mesías. Madrid: Ediciones Cristiandad. pp. 179-180. ISBN 84-7057-302-0. «Los adversarios se burlaban de que Jesús fuera de Nazaret de Galilea, un lugar oscuro que en nada favorecía su origen davídico y divino. [...] En Juan 1:45-46, cuando se describe a Jesús como aquel de quien escribió Moisés en la ley y en los profetas, Natanael replica: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" En 7:52, los fariseos replican a los partidarios de Jesús: "Estudia (las escrituras) y verás que de Galilea no puede salir un profeta". » 
  114. Köstenberger, Andreas J.; Kellum, Leonard Scott; Quarles, Charles Leland (2009). The Cradle, the Cross, and the Crown: An Introduction to the New Testament. Nashville, Tennessee: B&H Publishing Group. ISBN 978-0-8054-4365-3. Consultado el 28 de enero de 2014.  Andreas J. Köstenberger y colaboradores señalan que la fecha de la muerte de Herodes I el Grande establecería la datación más tardía posible (terminus ad quem) para el nacimiento de Jesús de Nazaret (página 136); luego de argumentar sobre la imposibilidad de que la muerte de Herodes haya ocurrido más tardíamente (página 138), sostienen que Jesús podría haber nacido en cualquier momento entre finales del año 7 y principios del año 4 a. C.
  115. Theissen, Gerd; Merz, Annette (1999). El Jesús histórico. Salamanca: Ediciones Sígueme. ISBN 978-84-301-1349-1.  Theissen y Merz escribieron: «No hay referencias seguras del año exacto. Es cierto que Mateo y Lucas coinciden en afirmar que Jesús nació en vida de Herodes el Grande, es decir, a tenor de los datos de Josefo (Ant 17, 167.213; Bell 2, 10), antes de la primavera del año 4 a. C. Este terminus ad quem se considera probable pero no deja de ser discutido» (página 179); «no es posible precisar el año del nacimiento de Jesús; hay una cierta probabilidad en favor de los últimos años de reinado de Herodes el Grande» (página 182).
  116. a b Piñero, Antonio (2011). Guía para entender el Nuevo Testamento (4ª edición). Madrid: Editorial Trotta. pp. 87, 164 y 174. ISBN 978-84-8164-832-4.  Antonio Piñero sugiere que el nacimiento de Jesús tuvo lugar «en torno al 6-4 a. C.» (página 87), y señala además: «No hay por qué negar el dato de Mateo y Lucas de que Jesús naciera en época de Herodes el Grande, poco antes de la muerte de este, ocurrida el año 4 a. C.» (página 174). «La inmensa mayoría de los investigadores cree que Lucas se refiere «de oídas» al censo de Quirinio del 6 d.C., por tanto unos diez años después del nacimiento de Jesús» (página 164).
  117. Meier, John P. (1998). Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Volumen 1: Las raíces del problema y la persona. Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino. p. 243. ISBN 84-8169-203-4. Consultado el 28 de enero de 2014.  Meier ubica el nacimiento de Jesús de Nazaret «hacia el final de ese reinado (en referencia al de Herodes el Grande), o sea, por los años 7-4 a. C.»
  118. Dunn, James D.G. (2003). Jesus Remembered. Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing. ISBN 978-0-8028-3931-2. Consultado el 28 de enero de 2014. «Birth 6-4 BCE ». 
  119. Kasper, Walter (1985). Jesus the Christ. Mahwah, Nueva Jersey: Paulist Press. p. 65. ISBN 978-0-8091-2081-9. Consultado el 28 de enero de 2014. «[...] probably from 6-7 BC [...] ». 
  120. a b Pesch, Rudolf (2004). «Jesus Christ». En Rahner, Karl, ed. Encyclopedia of Theology: a Concise Sacramentum Mundi. Nueva York-Mumbai: Continuum-St Pauls. p. 732. ISBN 978-0-86012-006-3. Consultado el 28 de enero de 2014. «No hay evidencia de que Quirino haya sido gobernador en vida de Herodes. [...] El año de nacimiento de Jesús es incierto. [...] En general se acepta que Jesús nació antes del 4 a. C. (muerte de Herodes). No pueden extraerse detalles más precisos de las narraciones de la infancia de Mateo y Lucas. » 
  121. a b Escuela bíblica de Jerusalén (2009). Biblia de Jerusalén (edición española) (4ª edición). Bilbao: Desclée de Brouwer. ISBN 978-84-330-2322-3.  La Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén ubica el nacimiento de Jesús «hacia el año 5 o 4 antes de la era cristiana» (página 1420), «quizá 8-6 a. C.» (página 1494), y en cualquier caso «antes de la muerte de Herodes el Grande (4 a. C.)». En referencia al censo citado por el evangelista Lucas, señala: «Este primer censo bajo Cirino resulta enigmático. Puesto que el historiador judío Flavio Josefo data el único que nos es conocido del año 6 d. C.».
  122. Finegan, Jack (1998). Handbook of Biblical Chronology: Principles of Time Reckoning in the Ancient World and Problems of Chronology in the Bible. edición revisada. Peabody, Massachusetts: Hendrickson Publishers. p. 319. ISBN 978-1-56563-143-4.  Finegan apoya la datación del nacimiento hacia el 3 o el 2 a. C. y basa sus argumentos en datos que señala la Tradición cristiana primitiva sobre el nacimiento, en particular Ireneo de Lyon (siglo II), Clemente de Alejandría (alrededor del 200 d. C.), y Tertuliano (principios del siglo III). Tanto Ireneo como Tertuliano ubicaron el nacimiento de Jesús en el «año 41 de Augusto». Si se supone que el mandato de Augusto comenzó cuando fue elevado al consulado el 19 de agosto de 43 a. C., el año que señalan sería 2 a. C. Tertuliano confirmó convenientemente esta conclusión mediante la adición de que el nacimiento de Cristo fue 28 años después de la muerte de Cleopatra y quince años antes de la muerte de Augusto. Finegan escribe:
    Si recordamos que la tradición predominante representada por la mayoría de los eruditos cristianos tempranos databa la fecha del nacimiento de Jesús de 3/2 antes de Cristo, y si aceptamos el tiempo de la muerte de Herodes entre el eclipse [lunar] de enero 9-10 y la Pascua del 8 de abril en el año 1 antes de Cristo, entonces probablemente datemos la fecha de la natividad de Jesús del 3/2 a. C., tal vez a mediados de enero de 2 a. C.
    Finegan

    Con todo, en el presente la gran mayoría de los historiadores data la muerte de Herodes I el Grande en el año 4 a. C. y, tal como señala Meier en el volumen 1 de su obra Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico, «los intentos dispersos de invalidar el 4 a. C. como año de la muerte de Herodes se deben considerar un fracaso».

  123. Sanders, Ed Parish (2000). La figura histórica de Jesús. Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino. p. 28. ISBN 84-8169-400-2. Archivado desde el original el 13 de septiembre de 2014. Consultado el 28 de enero de 2014.  Sanders señala el consenso general:
    La mayoría de los estudiosos (y yo entre ellos) piensan que el hecho decisivo es que Mateo data el nacimiento de Jesús aproximadamente hacia el tiempo en que murió Herodes el Grande. Esa muerte tuvo lugar en el año 4 AEC, de manera que Jesús nació ese año o poco antes; algunos estudiosos prefieren el 5, el 6 o incluso el 7 AEC.
  124. Lucas 2, 1-2
  125. a b Brown, Raymond E (1982). El nacimiento del Mesías. Comentario a los relatos de la infancia. Madrid: Ediciones Cristiandad. pp. 413-414. ISBN 84-7057-302-0. Consultado el 28 de enero de 2014. 
  126. Entre los estudiosos se acepta generalmente que los relatos de la infancia son añadidos tardíos con un contenido principalmente teológico. Véase, por ejemplo, Geza Vermes (El nacimiento de Jesús, pág. 237, para quien «los relatos de la infancia [...] son adiciones posteriores a la narración evangélica principal». Meier (Un judío marginal, tomo I, págs. 226 y 249) opina que los relatos de la infancia son «productos de la reflexión cristiana primitiva sobre el significado salvífico de Jesucristo a la luz de las profecías del Antiguo Testamento» y señala que no tienen absolutamente ninguna validez histórica para autores como Herbert Braun, Günther Bornkamm y E. P. Sanders. Este último, de hecho, considera estos relatos como «los casos más claros de invención» en los evangelios (E. P. Sanders: La figura histórica de Jesús, pág. 108). Escribe Antonio Piñero (Guía para entender el Nuevo Testamento, pág. 160) que «los estudiosos piensan que estas escenas de Mateo y Lucas [...] son una reelaboración de otras narraciones del Antiguo Testamento».
  127. Véase, por ejemplo, Lc 4:22, Jn 1:45, Jn 6:42. Las epístolas de Pablo de Tarso no mencionan tampoco la concepción milagrosa, lo que hace suponer que se trata de un añadido tardío a la historia de Jesús.
  128. La veneración de la Theotokos según la Biblia (Archimandrita Cleopa Ilía)
  129. Bauckham, Richard: Jude and the Relatives of Jesus in the Early Church, Londres, 1990. ISBN 0-567-08297-0; p. 19. Acerca de la identidad de Richard Bauckham, véase la entrada a él relativa en Theopedia.
  130. Geza Vermes, Jesús el judío, págs. 227-229.
  131. Sobre la inserción del pensamiento de Jesús en el marco del judaísmo del siglo I, véase sobre todo E. P. Sanders: Jesús y el judaísmo. Madrid: Trotta, 2004. ISBN 978-84-8164-685-6.
  132. Lc 4:16-19. Algunos autores, sin embargo, han puesto en duda la historicidad de este dato. Meier trata ampliamente la cuestión en Un judío marginal, tomo I, págs. 279-290 (ver bibliografía).
  133. Véase, por ejemplo, Marcos 6:3, Mateo 13:55. Geza Vermes (Jesús el judío, pág. 26) lo pone, sin embargo, en duda, indicando que en estos pasajes «carpintero» puede aparecer como sinónimo de sabio o erudito, como ocurre en algunos textos talmúdicos, bastante posteriores a la muerte de Jesús. Sin embargo, este sentido propuesto por Vermes no parece corresponderse con el contexto.
  134. Véase Jn 2:13, Jn 6:4 y Jn 11:55.
  135. Puig, pág. 197.
  136. Véase Mc 6:44, Mt 14:21, Lc 9:14 y Jn 6:10.
  137. Mt 3:2
  138. Mc 1:7-8, Mt 3:11, Lc 3:16, Jn 1:26-27
  139. Mt 11:11
  140. Jn 3:22-36
  141. Renan, Ernest (2005). «Capítulo 13: Primeras tentativas sobre Jerusalén». Vida de Jesús (Agustín G. Tirado, trad.) (11ª edición). Madrid: Edaf. p. 218. ISBN 84-7166-377-5. 
  142. Sobre este tema, véase Vermes, Jesús el judío, págs. 171-202.
  143. Una de las obras más destacadas sobre esta cuestión es E. P. Sanders: Jesús y el judaísmo. Madrid: Trotta, 2004. ISBN 978-84-8164-685-6.
  144. Este concepto de «ética interina» o provisional es desarrollado por ejemplo en Gonzalo Puente Ojea: El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia (ver bibliografía.
  145. Theissen y Merz, El Jesús histórico, pág. 348.
  146. Rudolf Bultmann, Historia de la tradición sinóptica, Salamanca: Sígueme, 2000; pág. 306.
  147. Morton Smith: Jesus the Magician. Charlatan or son of God, 1978.
  148. Pagola, José Antonio (2013). Jesús. Aproximación histórica. Sarandí, provincia de Buenos Aires: PPC Argentina. p. 409. ISBN 978-987-1931-32-3.  A favor de esta interpretación se encuentran autores como Simon Légasse, Raymond Edward Brown, Joseph A. Fitzmyer, François Bovon y Joachim Gnilka, entre otros.
  149. Kasper, Walter (1978). Jesús, el Cristo (2ª edición). Salamanca: Ediciones Sígueme. p. 81. ISBN 84-301-0434-8. «El título de la cruz, trasmitido por los cuatro evangelistas, apenas si puede ponerse en duda en su valor histórico. »  Así, Kasper cita a un conjunto de autores y trabajos: M. Dibelius, Das historische Problem der Leidensgeschichte, en Botschalt und Geschichte 1. Tübingen 1953, 256, 282 s; N. A. Dahl, Der gekreuzigte Messias, en H. Ristow - K. Matthiae (ed.), Der historische Jesus, 159 s; F. Hahn, Hoheitstitel, 178; W. Trilling, Fragen zur Geschichtlichkeit Jesu, 134; H. Kessler, Die tbeologiscbe Bedeutung des Todes Jesu. Eine traditionsgeschichtliche Untersuchung, Düsseldod 1970, 231.
  150. Brown, Raymond E. (2006). La muerte del Mesías. Desde Getsemaní hasta el sepulcro. Pamplona, Navarra: Verbo Divino. pp. 1150-1151. ISBN 84-8169-485-1. «No resulta verosímil que el "rey de los judíos" sea una pura invención, puesto que nunca aparece como una confesión cristiana. [...] Las objeciones contra la historicidad (de la pasión de Jesús de Nazaret) han estado basadas a menudo en la dudosa afirmación de que los cristianos no tuvieron acceso a lo que se dijo en los procesos judío y romano; pero aquí se trata de una inscripción a la vista de todos. No encuentro razón para negar su historicidad como expresión del cargo por el que los romanos ejecutaron a Jesús. » 
  151. Theissen y Merz: El Jesús histórico, pág. 184.
  152. Brown, Raymond E. (2006). La muerte del Mesías. Desde Getsemaní hasta el sepulcro II. Estella, Navarra: Verbo Divino. p. 1613. ISBN 84-8169-487-8. «[...] (como fecha de inicio del ministerio de Jesús) la mayor parte de los especialistas optan por agosto o septiembre de 28/29 d. C. [...] si añadimos dos o tres años a 28/29, dependiendo del mes en que Jesús empezara a estar activo, resulta que podemos situar la muerte de Jesús entre 30 y 33 d. C. Aunque, por las incertidumbres apuntadas a lo largo del razonamiento, estos cálculos son cuando menos discutibles, y han ejercido una considerable influencia. Blinzler (Prozess, 101-2) ha resumido numéricamente las preferencias de unos cien especialistas respecto al año de la muerte de Jesús: ninguno de ellos la sitúa en el 34 (en realidad lo hace Zeitlin) ni en el 35, mientras que entre uno y tres optan por cada uno de los años 26, 27, 28, 31, 32 y 36. Trece creen que ocurrió en el 29, cincuenta y tres en el 30 y veinticuatro en el 33, dentro o muy cerca, pues, del período recién mencionado. » 
  153. Theissen y Merz: El Jesús histórico, pág. 185.
  154. Burton Mack: The lost gospel: the Book of Q and christian origins
  155. Doherty, en concreto, atribuye la invención de la figura de Jesús al autor del Evangelio de Marcos. Según él:
    What did Mark do? He crafted a ministry which moved from Galilee to Jerusalem, now the site of Jesus' death. He virtually re-invented the Apostles out of early, now-legendary figures in the Christ movement; they served mostly instructional purposes. He brought into the Jesus orbit all the figures and concepts floating about in the Christian air, like Son of God, Messiah, Son of David, the apocalyptic Son of Man.
    Doherty

    Most important of all, he had to craft the story of Jesus' passion. [...] We owe the most enduring tale Western culture has produced to the literary genius of Mark» (The Jesus puzzle. Was there no historical Jesus? Parte tres: «The evolution of Jesus of Nazareth»).

  156. «A conspiracy of silence». Archivado el 26 de febrero de 2007 en Wayback Machine. parte uno (en inglés) del libro The Jesus puzzle. Was there no historical Jesus?, cuya traducción al español es:
    Earl Doherty: «El rompecabezas de Jesús. ¿Acaso no hubo un Jesús histórico?» (traducción al español).
  157. Doherty señala que numerosos elementos del Nuevo Testamento son recreaciones de historias presentes en el Antiguo Testamento: los milagros, por ejemplo, eran necesarios según las profecías del profeta Isaías (Is 35, 5-6), y están inspirados en relatos semejantes acerca de los profetas Elías y Eliseo. También señala una fuerte dependencia de la Escritura hebrea en el relato de la Pasión. En el relato evangélico tomado en su conjunto ve la repetición de un tema frecuente en el Antiguo Testamento: la vindicación del justo inocente. Referencia: The Jesus puzzle. Was there no historical Jesus? Parte tres: «The evolution of Jesus of Nazareth».
  158. «There are those who argue that Jesus is a figment of the Church’s imagination, that there never was a Jesus at all. I have to say that I do not know any respectable critical scholar who says that any more». R. Burridge y G. Gould: Jesus now and then, Wm. B. Eerdmans, 2004, pág. 34.
  159. En Christopher Price (2003): «Scholarly opinions on the Jesus myth», se recogen opiniones en este sentido de Howard Marshall, Michael Grant, Will Durant, Rudolf Bultmann, Robert Van Voorst, Graham Stanton y Richard Carrier. Algunas de ellas: «The theory of Jesus’ nonexistence is now effectively dead as a scholarly question» (Robert Van Voorst); «To sum up, modern critical methods fail to support the Christ myth theory» (Michael Grant); «That a few simple men should in one generation have invented so powerful and appealing a personality, so loft an ethic and so inspiring a vision of human brotherhood, would be a miracle far more incredible than any recorded in the Gospel» (Will Durant); «No sane person can doubt that Jesus stands as founder behind the historical movement whose first distinct stage is represented by the Palestinian community» (Rudolf Bultmann).
  160. Antonio Piñero: Guía para entender el Nuevo Testamento, pág. 152.
  161. Antonio Piñero, op. cit., pág. 153.
  162. Antonio Piñero, op. cit., págs. 152-154.
  163. Harris, Murray J. (2005). Tres preguntas clave sobre Jesús. Terrassa, Barcelona: Editorial Clie. p. 22. ISBN 84-8267-456-0. Consultado el 22 de abril de 2014. 
  164. Eliot, T. S. (prólogo de José María Beneyto) (2003). La unidad de la cultura europea. Notas para la definición de la cultura. Raíces de Europa. Madrid: Instituto de Estudios Europeos y Ediciones Encuentro. ISBN 84-7490-703-9. Consultado el 30 de noviembre de 2012.  T. S. Eliot señala que la vinculación entre la diversidad de las culturas locales y la cultura común europea solo es posible porque existe un elemento común en la cultura europea, una interrelación en la historia del pensamiento, los sentimientos y los hábitos de comportamiento, y un intercambio artístico e intelectual que proceden en última instancia de la comunidad de valores que generó el cristianismo (p. 13). José María Beneyto asevera que «el cristianismo no es la única componente de la identidad cultural europea, pero sí su componente esencial» (p. 19).
  165. Alonso del Campo, Urbano (2007). Raíces cristianas de Europa: una cuestión disputada. Salamanca (España): San Esteban. ISBN 978-84-8260-203-5. Consultado el 30 de noviembre de 2012.  Entre las numerosas referencias a personalidades de diferentes extracciones, el autor incluye una cita de T. S. Eliot: «Un europeo puede no creer en la verdad de la fe cristiana, pero todo lo que dice, crea o hace, surge de su experiencia cultural cristiana, y solo adquiere significado en su relación a esa herencia. Solo una cultura cristiana ha podido producir un Voltaire o un Nietzsche» (pág. 45). Alonso del Campo cita además otros autores como José Orlandis (Europa y sus raíces cristianas, 2004, Madrid: Rialp), que consideran que «negar las raíces cristianas de Europa sería tan caprichoso como apartado de la razón y de la verdad histórica» (p. 40).
  166. Bassham, Gregory (cop. 2018). «Comienzo de la era cristiana». El libro de la filosofía: de los Vedas a los nuevos ateos, 250 hitos en la historia del pensamiento. Madrid: Librero. p. 104. ISBN 978-90-8998-945-1. OCLC 1123026787. Consultado el 23 de septiembre de 2020. 
  167. En contraposición a las concepciones científicas que consideran al hombre como la cima de la evolución natural, la teología cristiana considera que el hombre es una espiritualidad caída. Véase Josef Pieper: Las virtudes fundamentales (pág. 180). Madrid: Rialp, 2003. ISBN 84-321-3134-2.
  168. Jn 1:14
  169. Vladimir Lossky: Teología mística de la iglesia de Oriente, pág. 101
  170. Esta traducción es obra de RoyFocker, quien la tradujo directamente del griego. Traducción.
  171. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: Guía para el estudio de las Escrituras: salvación (pág. 184). Salt Lake City (Utah), 1992.
  172. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: Tercer libro de Nefi, capítulos 11 al 28 del Libro de Mormón, págs. 518-559. Salt Lake City (Utah), 1992.
  173. «¿Quién es Jesucristo?- Testigos de Jehová. Sitio oficial de Watchtower Society». Archivado desde el original el 19 de junio de 2012. Consultado el 2009. 
  174. a b «Jehovah's Witnesses: God, Man, and the Future». Archivado desde el original el 24 de junio de 2013. Consultado el 2009. 
  175. «¿Es Jesús el Dios todopoderoso? - Testigos de Jehová. Sitio web oficial de Watchtower Society». Archivado desde el original el 30 de julio de 2012. Consultado el 2009. 
  176. «Did Jesus Really Die on a Cross? - Jehovah's Witnesses Official Web Site». Archivado desde el original el 20 de junio de 2012. Consultado el 2009. 
  177. «What are “the last days”?». Archivado el 1 de agosto de 2008 en Wayback Machine. Artículo del 15 de septiembre de 2006 en el sitio web oficial de los Testigos de Jehová.
  178. Mary Baker Eddy (1821-1910): Science and health with key to the Scriptures. [1875]. 2000. 473:4
  179. Mary Baker Eddy (1821-1910): Science and health with key to the Scriptures. [1875]. 2000. 141:10
  180. Mary Baker Eddy (1821-1910): Science and health with key to the Scriptures. [1875]. 2000. 334:10
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  182. a b Mary Baker Eddy (1821-1910): Science and health with key to the Scriptures. [1875]. 2000. 285:23
  183. Hervé Massón: Manual de herejías. Madrid: Rialp, 1989. ISBN 84-321-2517-2, págs. 16-17.
  184. Schäfer, Peter (2009). Jesus in the Talmud (en inglés). 232 pp. Princeton, Nueva Jersey: Princeton University Press. ISBN 9780691143187.  Peter Schäfer muestra referencias a Jesús dispersas a lo largo del Talmud, el documento fundacional del judaísmo rabínico en la antigüedad tardía, y examina cómo los rabinos del Talmud leyeron, entendieron y usaron las narraciones del Nuevo Testamento sobre Jesús para afirmar, en última instancia, la superioridad del judaísmo sobre el cristianismo. Las historias talmúdicas se burlan del nacimiento de Jesús de una virgen, cuestionan fervientemente su afirmación de ser el Mesías e Hijo de Dios y sostienen que fue ejecutado legítimamente por blasfemo e idólatra. Schäfer distingue cuidadosamente entre fuentes babilónicas y palestinas, argumentando que el contramensaje orgulloso y seguro de sí mismo de los rabinos al de los evangelistas solo fue posible en el marco histórico de la Babilonia persa, en una comunidad judía que vivía en relativa libertad. No se puede decir lo mismo de la Palestina romana y bizantina, donde los cristianos consolidaron su importancia.
  185. Montserrat Claveras (2010). La Pasión de Cristo en el cine. Encuentro. ISBN 9788499200323. 

Bibliografía

Bibliografía utilizada

El Jesús histórico

Jesús en el cristianismo y en otras religiones

Bibliografía adicional (no utilizada directamente en este artículo)

  • CHAPA, Juan (ed.): 50 preguntas sobre Jesús. Madrid: Rialp, 2006. ISBN 84-321-3595-X.
  • FUNK, Robert, et al. (eds.): The five Gospels: what did Jesus really say? The search for the authentic words of Jesus. Nueva York: Macmillan, 1993. ISBN 0-06-063040-X.
  • FUNK, Robert, et al. (eds.): The acts of Jesus: the search for the authentic deeds of Jesus. San Francisco: Harper San Francisco, 1998. ISBN 0-06-062978-9.
  • RATZINGER, Joseph. Jesús de Nazaret. Madrid: Planeta, 2007. ISBN 970-37-0705-X, 9789703707058.
  • SABAN, Mario Javier: El judaísmo de Jesús. 2008.
  • VARO, F.: Rabí Jesús de Nazaret. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005. ISBN 978-84-7914-786-0

Enlaces externos

Jesús en el Nuevo Testamento

  • Biblegateway.com (acceso en línea a varias versiones de los textos bíblicos, en español y otros muchos idiomas).

El Jesús histórico

Jesús según el cristianismo